El mes pasado envié un pequeño artículo titulado “La Ciencia Avisa”. En él señalaba que “Un grupo de destacados científicos especializados en cambio climático acaba de publicar un estudio en el que advierten que la humanidad se encuentra al borde de un desastre climático irreversible” Ahora el aviso no lo dan unos científicos sino la misma naturaleza del planeta Tierra. Y el aviso ha sido dramático: más de doscientas personas han perdido la vida y los daños materiales son enormes.
Se podrá y deberá criticar la actuación de las distintas administraciones, pero hay que destacar la gran respuesta social ante esta catástrofe concreta de Valencia. Miles de voluntarios que han acudido para ayudar en todo lo que pudieran, y por toda España se recogen alimentos, ropa y todo lo que se piensa que puede ser útil para los afectados por este drama
Pero esta catástrofe viene a poner ante nuestros ojos el problema de fondo que se ha manifestado con esta DANA: esa repetida advertencia de que nos encontramos al borde de un desastre climático irreversible. Y ahí tenemos que reconocer que, a pesar de la gravedad de la situación, la respuesta de la sociedad sigue siendo débil e insuficiente. Nos negamos a reconocer que esta forma de vida propia de la civilización capitalista es insostenible.
¿Qué nos lleva a no reconocer esto? Séneca comienza su tratado sobre la felicidad afirmando: “Todos los hombres desean vivir felices, pero son torpes para percibir exactamente que es lo que hace que la vida sea feliz; y tan lejos está de ser fácil alcanzar la felicidad, que cuanto más se esfuerza un hombre por alcanzarla, más se aleja de ella si toma el camino equivocado.”
Todos deseamos ser felices, y el capitalismo nos muestra su camino: la riqueza, el consumo, el tener de todo. Pero eso es un camino equivocado. La capacidad apetitiva del ser humano es infinita y ningún consumo puede saciarla. Además es precisamente esta forma de vida la que nos empuja a caer en el desastre climático. Y acabaremos cayendo irremisiblemente en él si no logramos superar esa idea del consumo como camino hacia la felicidad.
En realidad, vamos hacia nuestra felicidad cuando cultivamos nuestra inteligencia y alcanzamos un pensamiento propio, crítico y sólido a la vez, no manipulado desde fuera. Cuando desarrollamos nuestra sensibilidad ante la belleza y el arte. Cuando desplegamos nuestra capacidad creadora en una actividad positiva, que pueda dar sentido a una vida humana. Cuando actuamos como seres sociales, conscientes dela importancia de las relaciones humanas en nuestra vida, en nuestro bienestar. Cuando potenciamos nuestras cualidades más positivas, como el amor, la generosidad, el sentido de justicia y la rectitud ética.
Entonces, cuando asumamos este otro camino hacia la felicidad, entonces podremos cambiar esta forma de vida que nos lleva al desastre climático
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