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La historicidad de Dios

No hace falta decir que la columna vertebral de la fe cristiana es la creencia de que Dios, el misterio absoluto, a quien nadie ha visto nunca, se ha hecho carne.  Es decir, ha asumido la finitud de lo humano. Y por tanto, su historicidad.

Hay religiones que son ahistóricas, bien porque se sitúan por encima de la realidad (es el caso del budismo) bien porque, como el islam, dependen de un texto fijado para siempre. Por poner un ejemplo, el Corán prohíbe comer carne de cerdo sin dar razón alguna de esa prohibición. Parece que la razón última era que, para los pueblos del desierto, el cerdo, que no da leche y come lo mismo que el hombre, no es un animal rentable. Lógicamente, cuando ya no se vive en esas condiciones, la norma debería cambiar. Pero no, ahí sigue y seguirá para siempre.

“Cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley”, así se dice en la Carta a los gálatas. Probablemente su autor se da cuenta de que vive bajo un imperio que alcanza prácticamente todo el mundo conocido, con una lengua común, con la posibilidad de viajar libremente. Un mundo en paz, como hace notar el pregón de Navidad.

Sin embargo ese momento ha de desaparecer como todo lo histórico y dará lugar a otros imperios y la paz cederá el paso a nuevas guerras.

Esa plenitud de los tiempos ha llegado porque Jesús, el Hijo, ha entrado en la historia humana.

Para los creyentes, en Jesús Dios ha nacido y vivido en un tiempo determinado, en una cultura concreta. Su palabra es palabra de Dios pero, frente a una lectura literal de la Biblia que muchas veces se ha dado, el método histórico crítico intenta colocar sus palabras y sus acciones en un momento determinado y en un lugar concreto de la historia. Inevitablemente, sus seguidores han ido desplegando esas palabras a lo largo de diferentes tiempos y culturas. “Hablo de Dios pero el que habla es un hombre”, decía Karl Barth. Ahora bien, como antes decía, a esa conciencia de la historicidad de la fe le acompaña siempre la convicción profunda de que por la venida de Jesús la realidad está habitada por el Espíritu, recorrida por la trascendencia que encuentra su centro en la predicación y en los sacramentos y que las formas históricas diferentes no pueden nunca eliminar. Es la distinción que J.P. Jossua, aplicándola a la Iglesia, hacía entre la esencia y el espectáculo.

Es importante recordar que Jesús apenas da doctrina. Los evangelios son fundamentalmente un conjunto de relatos y un mandato que se repite en ocasiones: Ven y sígueme. Quienes han escuchado esa invitación y han intentado aceptarla lo han hecho de maneras muy dispares. Nada parece haber en común entre Pablo de Tarso, los cistercienses medievales, el movimiento de las beguinas, el retiro de Carlos de Foucault, el trabajo de madre Teresa o los curas obreros franceses.

Son reflejos pluriformes de la historicidad de Dios.

4 comentarios

  • ana rodrigo

    Como hace el propio autor del artículo cuando dice Hay religiones que son ahistóricas…”ya no está diciendo que si a Dios nadie lo ha visto, no se puede hablar de la historicidad de Dios, sino de las religiones que lo han creado, cada cual el suyo o la suya, la diosa, porque en un principio, los seres humanos rendían culto a las diosas. El autor pone un ejemplo del Islam, yo voy a contar una de las historias del judeo-cristianismo con mayor trascendencia social que sigue hasta hoy.

    Lo de las diosas  se sabe desde que aparece la escritura en el neolítico y, dada la continuidad icónica de escultura femeninas desde el Paleolítico, se puede especular que ya entonces dios era mujer, la Diosa Madre, la Diosa dadora de vida, la Diosa creadora. No me invento nada, está constatado científicamente a través de la arqueología y las primeras tablillas de arcilla donde queda constancia por escrito de este hecho. 

    Así que voy a hacer un poquitín de historia de las religiones basadas fundamentalmente en mitos, mitos que han condicionado la historia, ya que hablamos de historia. Se considera que el Génesis se escribió el segundo milenio a.C., y la tradición de las diosas llevaban muchos miles de años antes y permanecieron hasta época romana cuando el cristianismo destruyó todo vestigio de diosas, aunque no llegó a todas que sirven de testigo de lo que hubo antes del cristianismo.  

    A los seis días después de la creación del universo, Dios creó al varón al que le regaló un Eden para que lo cultivase y comiera de sus frutos. Para que no estuviese solo, dios se dijo, le voy a darle una compañera, así que, de una costilla de Adán, hizo una mujer, oh, ¡qué arte!, y se la regaló al varón como el que regala un robot, para que le hiciera los huevos fritos y le cosiera los calcetines y lo cuidase, en fin, ya sabemos…  Dios les prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, pero Eva que era muy traviesa y decidida, se dijo, yo quiero saber, pero con su decisión (según la historia relatada sólo por hombres), entró el mal en el mundo. El castigo fue que Dios le dijo “parirás con dolor… y tu marido se impondrá sobre ti” Gn. 3,16. Y así se hizo la historia, y sigue, y sigue y sigue ¡¡¡!!!. Claro, es que el Dios que hizo todas estas cosas, ya no era femenino, era masculino. Se entienden ahora muchas cosas ¿NO?

    A partir de ahora ya podemos hacer historia de un Dios, creado por los varones, que ha configurado la historia de los hombres y, sobre todo, la de las  mujeres. Veamos: En Tim. 2, 11-14: “que la mujer aprenda en silencio y con toda sumisión. Pues Adán fue creado en primer lugar y luego la mujer. En I Cor. 11 “ Debéis de saber, la cabeza del varón es Cristo y la cabeza de la mujer es el varón…. No fue creado el varón por causa de la mujer sino la mujer del varón….Las mujeres callen… tienen que observar obediencia como dice la ley….., pues es una vergüenza que hablen las mujeres en la Iglesia”.  ¿Nos suena esto? Ah, parece que esto, no sólo ha sido historia, sino que sigue siendo realidad. Es decir, la arquetípica mujer procedente del judeo-cristianismo es Eva, la culpable, la sometida al hombre y, callladita en la Iglesia, ¡¡¡eh!!!! Esto es sí que es historia.

    Y la encarnación de Dios en un hombre, Jesús, no fue casual, fue por orden divina (así lo escribieron ellos), y los clérigos deben ser hombres, por voluntad divina, y tienen el poder sagrado por la misma razón.  Dios-hombre, todopoderoso, omnipotente y omnisciente. A la hora de definir el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, las leyes o la moral y un sin fin de etcéteras, tienen el aval divino, Dios está de su parte.

    Estamos hablando de la historia de la religión o ¿¿¿quizá la historia de Dios????.

    • ana rodrigo

      Donde dice “ya no está diciendo que si a Dios nadie lo ha visto…” debe decir “ya nos está diciendo..” 

      • Isidoro García

        (Aprovecho el contestar. Gracias)
          Dice el amigo Carlos que “la columna vertebral de la fe cristiana es la creencia de que Dios, el misterio absoluto, a quien nadie ha visto nunca, se ha hecho carne”.
              Y es una manera de ver la Realidad. Pero hay otras maneras de contemplar y describir la misma Realidad. Y ya es sabido que una cosa es la percepción, y otra cosa muy distinta es la descripción, (su interpretación).
             Porque la frase inicial de Carlos, se podría sustituir por otra descripción de la misma Realidad:
              “La columna vertebral de la fe cristiana es la creencia de que Dios, el misterio absoluto, a quien nadie ha visto nunca, nos hace saber a través del humano perfecto, Jesús, el Cristo, que los humanos somos de naturaleza divina, en cuanto dispongamos de atributos “superiores”, (intelectuales y emocionales)”.
         
            Según mi opinión, si definimos “historia”, como la sucesión de acontecimientos de la especie humana, Dios no puede entrar nunca en la historia humana, solo puede contemplarla, y solo se puede hablar de la historia de la idea de Dios en los seres humanos.
             Todo lo demás son logomaquias teológicas. 

  • carmen

    Me gusta.Siempre me he preguntado por qué esa cosa extraña con el cerdo que tienen los musulmanes. Interesante.Y sí, ese es el fundamento del cristianismo. Y luego está la Iglesia, la organización, llenita de normas. Pero llegó el pensamiento crítico, hace siglos. Y la imprenta . Una revolución cultural enorme, más importante que la de ahora. Se cuestionó absolutamente todo. Y no me refiero exactamente a las creencias en Jesús hijo de Dios, sino a los que en su nombre manejaban los pensamientos y la sociedad. Guerras de Religión, que no es cierto que fuesen de religión, la religión era solo el pretexto. Se cuestionó la autoridad papal. Ya no tenía que dar el visto bueno a los reyes. A Carlos I de Inglaterra le cortaron la cabeza, una manera de decir, vale, eres el Rey, si te dejamos serlo. Y la revolución francesa. Brutal. Europa se empezó a desprender de la idea del pensamiento de que Dios es el que tiene que controlar y controla la mente y el comportamiento humano. Y proliferaron diferentes maneras de entender el cristianismo y sobre todo, se fue imponiendo la idea de que nosotras, las personas somos las responsables de nuestros actos.Pero, como usted dice, la esencia del cristianismo es la que es. Por eso hay diversos referentes, que, aparentemente no tienen nada que ver unos con los otros. Aparentemente.Hay grandes personajes que no siendo cristianos, su comportamiento, su obra,  su vida, su pensamiento… podría considérese cristiano perfectamente. Porque las ideas de los evangelios, no interpretadas al pie de la letra, son universales.No seremos cristianos los no creemos en el cristo resucitado. Pues bueno.   No entiendo cómo si no resucitó su mensaje pierde valor. No logro entender.  Parece  entonces que lo que se busca es una entrada a la vida eterna. Y sin embargo pienso que su mensaje era para esta vida.En fin.

    Buen verano. 

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