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¿Vino nuevo en odres viejos?

Para hacer posible la sinodalidad 

Somos conscientes de que ATRIO no es un medio confesional. Pero nos interesa cómo una gran colectividad pueda evolucionar, aportando nuevas energías con una gran conversión (mutación) hacia el mensaje de su fundador. Nos felicitamos a veces de los signos y planes renovadores de Francisco. Pero hasta quienes han puesto más esperanza en el Sínodo 2021-2024 (¿o será 2021-2025?) sienten cómo se va va aplazando la toma de decisiones importantes, sustituida la misma atención papal por un anacrónico y turístico proyecto de Año Santo 2025… ¡Qué pena! Unos reaccionarán con protestas o seguirán su propio camino sinodal. Otras, como Olga, con no disimulada amarga frustración. AD.

      El proceso sinodal continua su camino, aunque la mayoría del pueblo de Dios no se siente involucrado. Ya se reunió una comisión de teólogos y teólogas (siempre menos mujeres, como ocurre en todos los ámbitos de decisión de la iglesia) para elaborar un primer esquema del Instrumentum Laboris de la próxima asamblea sinodal. Según anunció la secretaría del sínodo, este documento fue enviado a setenta personas (que no están participando del sínodo) para que hagan aportes. De todas maneras, este proceso por la magnitud que encierra -toda la iglesia universal- resulta muy difícil divulgarlo como se requeriría y, mucho más, involucrar al “pueblo de Dios”, ese pueblo “de a pie”, que solo va a la celebración eucarística o que solo mantiene algunas devociones pero que está inmerso en la vida diaria con todo lo que tiene de dificultad, avances y retrocesos, muy distante de lo que la iglesia institucional vive y de las estructuras organizativas en las que se mueve.

      Fuera de las instancias cercanas al sínodo, están otras estructuras eclesiales de diferentes continentes que organizan encuentros de especialistas para reflexionar sobre el sínodo y, en la medida de lo posible, mandar algún aporte a la secretaría del sínodo. He participado recientemente de uno, pero la mayoría de las propuestas que se hacían, me pareció que iban en la línea de “echar vino nuevo en odres viejos”. De ahí, está reflexión. Por una parte, se insistió mucho en promover los consejos pastorales que deberían existir en todas las diócesis. Según algunas investigaciones que se hicieron, dichos consejos funcionan poco o, aunque tengan ese nombre, mantienen la preeminencia del clero y escasa participación laical. Por supuesto en algunos lugares funcionan mejor y, entonces, se afirma que allí hay experiencias sinodales. Sin embargo, personalmente creo que insistir en lo que ya existe (o existe débilmente) para favorecer desde allí el cambio sinodal, es echar el vino nuevo en odres viejos y ya el evangelio nos alerta de lo que sucede: “los odres viejos revientan, el vino se derrama y los odres se echan a perder; el vino nuevo se ha de echar en odres nuevos y así ambos se conservan” (Mt 9, 17).

      En realidad, pretender vivir la sinodalidad es aventurarse a una experiencia muy distinta de la forma como la iglesia se ha constituido hasta ahora. Literalmente es vivir la “pirámide invertida”, como lo dijo el papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, porque supone la conversión del clero a un ministerio que no es de poder sino de servicio -y por eso no teme ponerse a la escucha de la comunidad a la que sirve- y de un laicado que asume su dignidad bautismal y la vive con toda responsabilidad, sin pedirle permiso al clero para hacer o decir alguna acción eclesial. La sinodalidad exige una “conversión” y, esta, es mucho más que “un barniz superficial” (como decía la Evangelli Nuntiandi de Pablo VI), en la que, por ejemplo, un consejo pastoral se abre a incorporar más laicos, se reúne más o plantea más cosas. La conversión implica buscar nuevas estructuras, nuevos procesos, nuevos acontecimientos. Pero, definitivamente, la iglesia institución, no está dispuesta a ello y está intentando maquillar lo que ya existe para afirmar que eso es sinodalidad.

      Otra de las temáticas abordadas en el encuentro teológico en el que participé fue la de los ministerios ordenados y, por supuesto, el ministerio ordenado para las mujeres. Las fundamentaciones bíblicas, patrísticas, teológicas, pastorales, etc., son evidentes para exigirlos y hacerlos realidad. Pero no falta la “prudencia” teológica para hacer llamados a la mesura, a trabajar con “más cuidado” las fuentes porque tal vez “no son históricas” -como si para otros temas no hubiera la misma provisionalidad en todo lo que se refiere a los orígenes cristianos-. En este tema también la Iglesia institución está empeñada en acallarlo, en “domesticarlo” con la típica frase de que las mujeres realizan muchas tareas en la Iglesia y sin ella casi que la iglesia no existiría, por lo tanto, no es necesario pedir mucho más (valga decir que para muchas mujeres esto es suficiente). Es difícil hacer una verdadera apuesta por una experiencia ministerial que reconozca la participación del laicado y, por supuesto, de las mujeres, y se configuren comunidades eclesiales sinodales donde todos los ministerios sean para el servicio, pero sin detrimento de unos por la preeminencia de otros.

      Otro aspecto a comentar, en lo que respecta al sínodo, es sobre las diez comisiones de estudio, convocadas por Francisco para estudiar algunos de los temas que han salido en las consultas de estos dos años, cuyos resultados serán entregados el próximo año. ¿Alguien recordará dentro de un año qué se estaba estudiando y a qué conclusiones se llegó? Por poner un ejemplo, Francisco convocó una “segunda” comisión para el estudio del diaconado femenino y no se sabe qué pasó con ella. Ahora habrá una “tercera” -dentro de esas diez comisiones-, con el agravante que Francisco ya dijo que con él no podemos esperar que exista un diaconado femenino como ministerio “ordenado”. ¿Tienen sentido estas comisiones? ¿podremos esperar algo de ellas? No parece que haya mucha esperanza al respecto.

      Definitivamente la sinodalidad es otra cosa distinta a “maquillar” lo que existe. Supone conversión eclesial, ministerial, sacramental, litúrgica, procedimental, social, etc. Y esto es más que las “mesas redondas” que vimos en la primera asamblea sinodal de 2023 -aunque eso ya es un símbolo poderoso, pero no suficiente- o la “conversación en el espíritu”, como método, que algunos alaban tanto pero que también otros han mostrado su insuficiencia para producir una reforma eclesial. La sinodalidad supone que estemos dispuestos a movernos de nuestros propios lugares. A reconocer que, hasta ahora, la iglesia ha vivido demasiado poco la experiencia sinodal y que necesitamos estrenarla, propiciarla, buscar caminos, métodos y medios para hacerla realidad. Mientras sigamos hablando tanto de sinodalidad sin empeñarnos en propiciar “odres nuevos” para el “vino nuevo” del Espíritu, habrá muchas reuniones, muchas reflexiones, muchos encuentros, pero no habrá cambiado nada de tanto que es urgente que cambie.

     

7 comentarios

  • Lola Cabezudo

    Hola amiga Consuelo.  Te agradezco mucho tus puntos de vista que comparto siempre que tengo ocasión de leerte. No me parece previsible que el Sínodo acabe resultando valioso y hace tiempo que le doy vueltas a una posible fórmula que demostrara que algo empezaba a mejorar. Todas las tradicionales estan probadas y resultan anticuadas desde el punto de vista de la sociología,  o de las relaciones humanas, o faltas de nivel de pensamiento razonable, o sugieren poco, o carecen de inspiración. A mi juicio, hay que simplificar y cambiar de terreno.  Orar a Dios con reiteración, y con mayor confianza en cada momento, y ayudar a los demás colaborando con grupos que ya lo hacen, o inventando actividades para necesiddes nuevas, se entere o no se entere el párroco, Seguro que tienes iniciativas mejores. 

  • ana rodrigo

    Mientras se siga creyendo como dogma que el Papa y los clérigos son los únicos portavoces de Dios a través del Espíritu Santo, ellos y solamente ellos, todo lo que se haga en la Iglesia que no venga directa y explícitamente de “la casta” sacerdotal, es como querer abrir con golpes de cabeza un agujero en un muro de hormigón. Lo de el Pueblo de Dios es una ficción, porque está concebido desde los pastores y los borregos. Es decir, la Institución-Iglesia no tiene arreglo. Muchos de los que ponen tantos palos en las ruedas de la actualización eclesial, aunque no lo dicen, en el fondo piensan igual que las clarisas de Belorado o el cardenal Viganò, es decir, que hay que volver a Trento y no moverse. Así que, si quieren perder el tiempo, son libres.  La sociedad sigue su camino y la Iglesia verá lo que hace. Personalmente, a mí me da igual, opino porque la Iglesia en la historia de casi dos mil años y en el momento actual, es un poder fáctico que no se puede obviar ya que está muy incrustada en esta sociedad en muchas cuestiones que asumimos con naturalidad, aunque no seas creyente, como es el que se corte el tráfico en una ciudad cuando trasladan una imagen religiosa de una templo a otro, o las procesiones, o que no pague el IBI, o que reciba muchos millones de euros del Estado, etc. etc. que, si fuese otra institución religiosa, no se consentiría. Mucho ruido en la calle, pero, como decía Lola, cuando un inmigrante pide ayuda se le indica que vaya a una ong. Creo que la Institución eclesial anda más por los cielos que por la Tierra. 

    Aunque sea otro tema, también protesto que se haya declarado fiesta escolar el día del halloween.  En fin, me callo, porque tantas tonterías, no van conmigo. 

  • carmen

    Te prometo Antonio, que ya me callo. Es que estoy en mi terracica y me ha dado por pensar en todo esto.

    Miren, que me enganchó el tema de las Clarisas lo he dicho mil veces. La gente se piensa que estoy un poco tocada, y es cierto.

    Pero es que lo veo una oportunidad de oro para descentralizar el poderío económico de la iglesia.Porque esto va de inmuebles de la iglesia. Ya sé cosas.Y, sin embargo, he visto y oído, con mis ojos, con gafas, y mis oídos, hablar a dooosss personas muy duchas en temas de iglesia, en un programa de la tarde, decir que las monjas están poseídas por el mismísimo Demonio. Porque el demonio existe. Ni una sola voz en contra. Y en una cadena de las gordas.

    Miren. Así no se puede jugar.Vayan al origen del problema. Pero eso no interesa. Y convierten al mismísimo Demonio en su aliado.Y la abadesa, que de tonta nada, parece ser que se va a poner bajo la custodia espiritual del señor Viganó. Ese sí está ordenado legalmente. Excomulgado, creo, pero el orden sacerdotal no hay quién lo toque.Otro demonio?

    Miren. Nadie quiere un cambio real. Y me parece genial, pero una de las frases finales de El Gatopardo, todos la conocemos. Que no nos tomen por ingenuos. Ya nos asustaron bastante con el demonio en persona.Es alucinante todo.Fin.

    Sorry.Prometo que me callo 

    • oscar varela

      “El Gatopardo”: “Cambiar para no cambiar”

       

      (Ampliaciones):
      Estudiar” para “No Pensar

      Conocer” para “No Pensar

      Saber” para “No Pensar

  • carmen

    Me canso de decir lo mismo una y otra vez. El problema de la iglesia es estructural. Su funcionamiento es como en de una teocracia autoritaria , como una monarquía absoluta. Ese es el problema.Pero es el problema desde su fundación como iglesia oficial. Pero el monarca, es decir, el Papa jamás tocará la estructura. En primer lugar porque no ha llegado a ese cargo de repente, se necesita estar a tope dentro de la organización y creer en ella. Y en segundo lugar, porque por muy monarca absoluto que sea, no lo van a dejar.Por supuesto que son odres viejos. Pero eso ya lo sabemos. Vamos, eso creo, que lo sabemos. Pues será que al conjunto de católicos le gusta el vino viejo. En su derecho están.No sé.

  • carmen

    Hola , Antonio.Creo que es un error utilizar la palabra mutación en el sentido que le dió el señor este, el matemático, para hablar de temas de conversión o algo relacionado con ello.

    El lenguaje es el lenguaje y hay palabras que todos entendemos con el significado que a lo largo del tiempo le hemos dado.Una mutación es un cambio en el material genético.

    Si hablamos de mutaciones, todo el mundo va a pensar que una ‘ conversión ‘ te convierte en un mutante. Eso no interesa en absoluto. Lo primero porque no es cierto, la dimensión espiritual está presente en el ser humano desde el principio de los tiempos. A nadie se le ocurre considerar a Pablo de Tarso un mutante.Además, para ese tipo de cambio está la palabra metanoia, creo.Porque el lenguaje, manda. Si oímos la palabra Trinidad, pensamos en el Dios cristiano, aunque tenga otras acepciones.Sé que te encanta este señor, lo sé. Y me parece genial, pero la palabra mutante va mucho más allá del significado que cada persona le quiera dar. Es el significado que le da la comunidad de hablantes.

    No se puede convertir a la iglesia en una comunidad de mutantes, es lo que faltaba ya.

    Un abrazo muy fuerte.

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