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La falta de la justa medida: el ADN de nuestra cultura

      A donde quiera que dirijamos nuestra mirada lo que más salta a la vista es la falta de medida, el exceso, la exageración, la ausencia del camino del medio, no lo de más ni lo de menos, el desequilibrio en prácticamente todos los campos.

      La justa medida está atestiguada en todas las grandes tradiciones éticas de las culturas mundiales. En el pórtico del gran templo de Delfos estaba escrito en letras enormes: méden ágan, que quiere decir: “nada de exceso”. Lo mismo se veía en los pórticos de los templos romanos: ne quid nimis: “nada de menos ni de más”. La justa medida se opone a toda ambición exacerbada (hybris). Requiere autocontrol, el sentido de equilibrio dinámico y la capacidad de imponer límites a nuestros impulsos. Pues bien, eso es exactamente lo que nos falta a nivel mundial. La falta de la justa medida forma parte del ADN de nuestra cultura hoy planetizada.

      Eso se nota claramente en el sistema económico-político-social-comunicacional dominante. La más flagrante muestra de falta de la justa medida es el capitalismo. Donde se instala surge inmediatamente la desigualdad entre los dueños del capital, que poseen todo y deciden, y los trabajadores que solo venden sus capacidades, es decir, se instala inmediatamente la ruptura de la justa medida. Los mantras del capitalismo en sus distintas versiones se mantienen inalterados: búsqueda de la acumulación ilimitada para beneficio individual o corporativo. Aun sabiendo los límites de nuestro planeta, su motor es la competencia sin la más mínima cooperación, el saqueo de los bienes y servicios de la naturaleza sin tener en cuenta la sostenibilidad necesaria, la flexibilización de todas las leyes para abrir de par en par todas las puertas al proceso de explotación y de enriquecimiento, la presión para crear un estado mínimo, pues este es visto como un impedimento para la dinámica de la expansión del capital.

      El efecto de este proceso es lo que recoge el economista Eduardo Moreira, exbanquero, transformado en uno de los mayores formuladores de conciencia crítica de nuestro país y el principal ideador del Instituto Conhecimento Liberta (ICL) que ofrece cerca de 270 cursos de excelencia en las más variadas áreas del saber al precio de un sandwich, con una asistencia de cerca de 100 mil personas. Dice: “El 1% de los dueños de tierras concentran más del 50% de las tierras cultivables del país; cuando consideramos el volumen de dinero, el 1% más rico del mundo posee más reservas acumuladas que el 90% más pobre; una verdadera catástrofe social”. Este es un ejemplo clamoroso de nuestra absoluta falta de medida.

      Esa falta de medida caracteriza igualmente a los grandes medios de comunicación mundiales, sean escritos, digitales y la media docena de plataformas de internet (Google, Meta, Facebook, Instagram, TikTok, X, Youtube y otras) en manos de un puñado de personas poderosísimas.

      La falta de medida se revela profundamente brutal en la relación con la naturaleza, explotada desde hace siglos y en las últimas décadas devastada hasta tal punto que algunos científicos han propuesto la inauguración de una nueva era geológica, el antropoceno (el ser humano como factor principal de la destrucción de la naturaleza), radicalizado en el necroceno (la biodiversidad es diezmada) y últimamente en el piroceno (el aumento creciente de los grandes incendios en casi todas partes del planeta).

      Tal vez una de las mayores demostraciones de la falta de justa medida nos es dada por el cambio climático, ya instalado hasta el punto de ser considerado por los grandes órganos mundiales como irreversible. La emisión de gases de efecto invernadero en vez de disminuir está aumentando. Debido a la crisis energética hemos vuelto al uso del carbón, petróleo y gas, altamente contaminantes, a ellos se añade la insuficiencia de energías alternativas. El cambio climático no frenado, agravado por el aumento poblacional, puede llevar el futuro de la vida humana a un impasse y volver el planeta inhabitable.

      Entre las muchas causas que nos han llevado a este peligroso estadio está seguramente la ruptura de la Matriz Relacional. Olvidamos que todas las cosas están inter-relacionadas. En el lenguaje poético del Papa Francisco en su encíclica sobre ecología integral (Sobre el cuidado de la Casa Común) “el sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión… significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para completarse y servirse mutuamente” (n.86). Aquí aparece la justa medida natural, rota por las ciencias y por los muchos saberes.

      La modernidad se funda sobre la atomización de los saberes, de las cosas consideradas sin un valor intrínseco y puestas al disfrute de los seres humanos o, en la peor tendencia, a la acumulación sin límites de bienes meramente materiales. Así surgió el mundo de las cosas; incluso las más sagradas, también los órganos humanos han sido transformados en mercancía a ser puesta en el mercado y conseguir su debido precio, cosa ya anunciada por Marx en 1847 en su Miseria de la filosofía y sistematizada en 1944 por Karl Polanyi en su obra La gran transformación.

      ¿Cómo salir de este enrocamiento de dimensiones trágicas? Si queremos continuar sobre este planeta no tenemos más salida que volver a la ética del cuidado de todas las cosas, de nuestras vidas y principalmente de la justa medida. Ella y el cuidado podrán salvar el futuro de nuestra civilización y de nuestra permanencia en la Tierra.

      Preocupado con esta cuestión máxima de vida y de muerte, escribí dos libros, fruto de una vasta investigación transcultural. El primero fue publicado en 2022 El pescador ambicioso y el pez encantado: la búsqueda de la justa medida. En él preferí el género narrativo usando cuentos y mitos ligados a la justa medida. El segundo completa el primero, La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, ambos publicados por la Editorial Vozes. En este segundo intenté de forma más científica ir a las causas que nos llevaron a olvidar la justa medida, exactamente la pérdida de la Matriz Relacional.

      Por más que nos esforcemos en creer que sólo la vuelta a la justa medida y a la ética del cuidado podrán salvarnos, permanece siempre esta angustiosa pregunta: dada la universalización de la grave crisis existencial, ¿tenemos aún tiempo y sabiduría suficientes para realizar esta conversión? La esperanza nunca muere y no deberá defraudarnos.

*Leonardo Boff ha escrito Habitar la Tierra, Vozes 2021 y El doloroso parto de la Madre Tierra, Vozes 2021.

Traducción de Mª José Gavito Milano

2 comentarios

  • M.Luisa

    Dice Bof: Entre las muchas causas que nos han llevado a este peligroso estadio está seguramente la ruptura de la Matriz Relacional. Olvidamos que todas las cosas están inter-relacionadas.   Muy de acuerdo con esto, sin embargo, si lo están es porque antes de estar relacionadas como cosas  lo están en cuanto reales y por tanto no en relación lineal o causal sino en abierta respectividad unas con otras. Esta anterioridad es lo que asegura que las posteriores relaciones sean auténticas, no dirigidas desde ninguna autoridad.   Me pregunto por qué recurre ahora al papa Francisco  ¿No le vasta a Leonardo lo revelado científicamente por las estructuras disipativas que él mismo se interesó en exponer? son estas las que en su interna funcionalidad  dotan al ser humano de autosuficiencia y mismidad, solo así enriquecida puede la criatura   abrirse a las demás por sí misma.

  • M.Luisa

    lo equivoco de todo esto que plantea L. Boff está en que si no fuera lo  objetivo de las cosas lo que a la visión le tienta y   no nos resistiéramos a alcanzarlas con la mirada, serían ellas las que nos darían esta justa  medida tan deseada. No digo que Bof se equivoque, faltaría más! Pero al empezar  su exposición  con la visión  como órgano de inteligibilidad, da la impresión de que aquí todavía  no está hecha la crítica al racionalismo.   Es cuando las convertimos en objetos que las cosas pierden el sentido último  que las caracterizan y caen al servicio de quien las maneja en sus diferentes ámbitos de acción, como bien señala Leonardo en el artículo.

    Es curioso que él  en todos ellos hable asiduamente  de la razón sensible. Pero si por ejemplo ahora yo misma quisiera exponer  aquí, modestamente, la diferencia  conceptual entre razón sensible y razón sentiente, se vería bien a las claras que teniendo en cuenta los procesos de irreversibilidad en las estructuras, definir la razón como sensible ha sido  una sofisticación de cuyo abuso se han servido los autoritarismos. Contrariamente, dentro de una estructura, la cognitiva, es el sentir quedando   subsumido en la intelección racional el que se enriquece y, por lo tanto, influyendo en   la marcha de la razón pensante  y no a la inversa.  Aquí solo hay dinamismo, nada de excesos!