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Una ojeada a la justicia

Me hubiera gustado, como otras veces, comentar y aclarar más esta nueva reflexión de Mariano que nos está invitando de buscar el sentido profundo de las  cosas. Pero no puedo retrasarlo más y espero que el diálogo me aclare las dudas que tal vez no he entendido. Una de ellas es el sentido que da a la palabra “Justicia”. Desde luego no es el positivismo del actual orden jurídico. Pero creo que tampoco el de la Teodicea (Tratado de la Justicia divina) ni el de la justificación según Lutero. Invito a leer y pensar, pues hay cosas muy buenas sobre metáforas teilhardianas y una relectura del proceso creador y co-creador como progresiva separación y relación: ” La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguassegún el cap. I de la Biblia, más ilustrada traa Nínive. AD.

(I)  Camino de libertad y principio de realidad

(Una reflexión muy personal)  

        Si en una de las anteriores reflexiones centraba la singularidad humana, la persona, en una praxis de actos de conciencia moral, matizando la diferencia cualitativa con respecto a la consciencia de sí al proyectarla hacia el cumplimiento de un deber; en ésta de ahora mi mirada se fija en un camino. En el camino que se le abre a la persona en el transcurrir de su existencia para realizar dicho deber y poder alcanzar la meta que le dé el sentido por el que, y para el que, ha sido creada.

        También hemos de recordar que la singularidad humana rompe todo gregarismo, tanto en su dimensión temporal como espacial, con lo que el ser humano, la persona concreta, debe alcanzar el sentido de su vida en el transcurso de su propia y singular existencia, a fin de saberse y de sentirse por y para qué existe. No le vale que otro distinto a él, algún día disfrute de eso que él carece en este instante de su existencia, a no ser que tenga una fe ciega en que de alguna forma participará de ello.

        Una cosmovisión de la realidad humana y de toda realidad que no asuma dicho acto creador como principio de toda realidad, no precisa para nada la justicia, pues sin deber no hay derecho. Es más, dicho vocablo ni siquiera existiría, no se precisaría y de paso la libertad tampoco. La justicia es lo que justifica toda realidad. Ella es la razón necesaria y suficiente de toda existencia. Una existencia sin justicia sería el verdadero infierno, realidad inconcebible.

        De la necesidad emerge solamente una evolución o, mejor dicho: en todo dinamismo evolutivo como principio de realidad prima la necesidad, pero la creación solo surge de la libertad, o también y, mejor dicho: solo la libertad crea. El misterio de la creación es el misterio mismo de la libertad y cuestionar el acto creador como principio de toda realidad es la sumisión al determinismo, al indeterminismo, a la obediencia, a la necesidad y en último término a la ley. La libertad es el poder de crear, no a partir de la naturaleza sino a partir de sí misma, sin nada más, y la ley es la fuerza que organiza y estructura la realidad bajo coacción. La ley y la libertad se contradicen.

        El deseo de racionalizar la creación está ligado al deseo de racionalizar la libertad y a su vez de la justicia. Los que intentan racionalizar la libertad son los que la reivindican al rechazar todo determinismo, pero sin percibir que toda racionalización constituye ya en sí un determinismo.

        Este intento de racionalización, a su vez es un intento de posesión, de poder, de estar por encima de la libertad creadora de toda realidad. Este intento es un rechazo del acto creador y por tanto una sumisión a la esclavitud de la necesidad, donde el ser humano, la persona, se desprende voluntariamente de su singularidad y se identifica con un gregarismo llamado especie (humana), imagen de la naturaleza a la que observa y en la que se ve reflejado. La persona imagen de su Creador se confunde de creador.

        En este contexto, probablemente nadie haya intentado más que Teilhard de Chardin en aclimatar el evolucionismo al acto creador, incluso yendo un paso más allá de dicho acto, al encarnarlo en su Actor, en la persona de Cristo, Alfa y Omega de la creación, reafirmándose con el primer artículo del credo, en la fe en Dios “Creador del cielo y de la tierra…”.

        A su apasionada clarividencia le debemos un lúcido ensayo de conciliación entre la ciencia y la fe, muy distante de cualquier concordismo, a la vez que reivindica la dimensión cristológica de toda realidad creada: El Cristo, Alfa y Omega, como la clave del sentido del mundo y por ende de todo proceso evolutivo, integrándolo ya en una realidad de sentido de principio a fin.

        Sin embargo y consciente como era de las reticencias y aporías que por parte del racionalismo cientifista inducía a muchos hacia una comprensión meramente fixista del creacionismo, trató de elaborar una alternativa racional y razonable más acorde con la mentalidad evolutiva del mundo, en el que la nada es entendida, no como el vacío del ser, sino como la “Multiplicidad pura, la Multitud”.

        En este punto y a nivel teórico, introdujo, a mi modo de ver, un artilugio de cálculo tal y como hace el matemático cuando se encuentra frente a una función de difícil solución e introduce un cambio de variable para poder simplificarla, integrarla o derivarla según sea el caso, y encontrar la solución a la misma; pues bien, esto dio lugar a muchas controversias y que hoy en día subyace en muchas interpretaciones, y muchas veces tergiversadas.

        Esta nueva variable de la Multiplicidad pura, sinónimo del desorden y del caos existente ya previamente al acto creador, distorsiona la función creadora llamada libertad absoluta, pues no hay cambio de variable que la pueda sustituir o reemplazar. El acto creador de libertad absoluta, no es ni integrable, ni derivable, ni relativizable. Frente a sí, toda realidad permanece en estado de “nada”, que es una forma metafórica de nombrar lo que no existe en un intento de objetivarla.

        Teilhard, al introducir esta variable de la Multiplicidad como metáfora de una Nada positiva en dicho acto, lo desnaturalizaba. El acto creador dejaría de serlo para ser un acto de organización, de concentración y de unificación de lo ya existente en una nada plural, por lo que, en el principio, Dios Creador no estaría solo, habría algo llamado Multitud distinto a Él, y el acto creador ya no sería tal.

        El propio Teilhard era consciente de que con este virtual o ficticio dualismo corría el peligro de caer en un maniqueísmo.

        En vez de seguir con mi interpretación al respecto, y para que el lector aprecie el ingenio y la belleza de la sutileza introducida por Teilhard en ese intento de racionalizar el acto creador, y a su vez para que saque sus propias conclusiones, creo más correcto y respetuoso recoger lo por él expuesto al respecto en:” Escritos del tiempo de guerra, Madrid 1966, p. 146.”:

“En el comienzo, por tanto, existían, en los dos polos del ser, Dios y la Multitud. Y Dios, sin embargo, se encontraba absolutamente solo, puesto que la Multitud, soberanamente disociada, no existía. Desde toda la eternidad, Dios veía, a sus pies, la sombra desparramada de su Unidad, y esa sombra, a pesar de consistir en una aptitud para producir algo, no era otro Dios, ya que por sí misma no era nada, ni había sido jamás, ni hubiera podido ser nunca… Fue entonces cuando la unidad desbordante de vida entró en lucha, por medio de la Creación, con lo Múltiple inexistente que se oponía a ella como un contraste y un desafío… El ser recién nacido emergió del fondo de la pluralidad”.

        El propio Teilhard como ya he mencionado, era consciente de este dualismo y así lo expresaba él mismo más adelante en el citado escrito, al decir que “olía a maniqueísmo”. Por lo demás las ideas de Teilhard acerca de la temporalidad y del fin de la creación son irreprochables, pero su percepción del “fieri” de la creación, suscitó y suscita aún muchas críticas con muchas adhesiones y muchas disensiones.

        En este punto dejo a la libre interpretación del lector lo aquí expuesto. Por mi parte, dudo que cualquier cambio de variable, que cualquier matemático introduzca en la resolución de cualquier función matemática por compleja que sea, llegue a alcanzar el grado de sutileza que Teilhard utilizó para explicar esta misteriosa función creadora de toda realidad. El intento, para mí fue muy bueno, pues muchas veces para explicar lo inexplicable, lo metafórico y lo paradójico no está de más, pero la pureza y singularidad absoluta del mismo acto creador, requiere también un respeto profundo y escrupuloso, sin necesidad de metafóras.

        El acto creador es un acto en sí mismo moral, en la medida que crea con un fin bueno. La expresión bíblica del Génesis:” Y Dios vio que era bueno “, en cada uno de sus actos creadores, es una autoafirmación de la libertad creadora que no deja nada al azar en lo que crea, ligándose y responsabilizándose con su creatura. Esta ligadura, este pegamento, se denomina justicia, Justicia creadora. Justicia Divina. Justicia que incluso es previa al acto creador, en ese no tiempo, llamado eternidad. La justicia es la intención que moviliza dicho acto. La realidad entera ya está justificada en el mismo Acto Creador. En la Justicia reside la libertad. No la ley.

        Dios creador y principio de toda realidad, crea el Bien, no para el bien. Él es el Bien Absoluto. No hay orto bien, pues crea para Sí y de por Sí, por eso a cada acto que crea lo anuncia a su creatura de viva voz, exclamando que es bueno lo que crea. Toda la creación está envuelta por su palabra, un grito a viva voz. Es un grito que se relame en el gozo infinito de una libertad y una justicia infinita. Él se religa con todo lo que crea de principio a fin. En Él toda realidad se justifica. Él es la Justicia absoluta y Él justificará a toda su creatura. De ahí que en dicho acto ya está Él presente en el Cristo, Alfa y Omega de su creación, en expresión del propio Teilhard.

        El Acto Creador (a partir de ahora ya lo tengo que poner siempre en mayúsculas), no admite errores, sería la propia contradicción de la libertad absoluta. En dicho Acto Creador, el fin del mismo ya se manifiesta desde el principio, en Persona. Él es el testimonio vivo que muestra el camino de la Justicia a su creatura, recorriendo junto a ella el mismo camino que ésta deberá recorrer para encontrarle, pues Él, es el sentido de su existencia.

        El Acto Creador se hermana al acto co-creador de su creatura en su caminar, acto de re-creación por parte de su creatura que se re-crea libremente en Él. Su creatura es co-creadora cuando se inserta voluntariamente en el dinamismo de dicho Acto Creador. Dinamismo no fundamentado en razones abstractas, filosóficas o científicas, ni en leyes que coartan la libertad y sí en un testimonio personal en el que Él mismo muestra a toda su creación el modo de recorrer nuestra existencia con sentido. Él es el Camino que penetra y atraviesa a todo tiempo. Todo tiempo pasará mas no su testimonio. Testimonio de vida válido para cada instante de la vida de cada persona, en su aquí y su ahora.

        Si nos fijamos un poquito en ese grito primordial del Acto Creador, que envuelve a toda su creación, observaremos que nuestra mentalidad racionalista rápidamente nos trae la imagen de ese ruido de fondo, de esa radiación cósmica de fondo, que envuelve al Cosmos entero como testimonio de un principio evolutivo, el del “Big Bang” de la ciencia. Aquí, cuando menos, surge el presagio de que la evolución es como la inercia de la Creación.  La Palabra en el primero y la energía que resuena en el segundo, son como dos actos, como dos momentos de una misma obra para unos, y de dos obras distintas para otros.

        La teodicea que intenta justificar a Dios, es la que justifica el sentido del mal, introduciendo este dualismo en su razonar al emparejarlo con el principio Creador del Bien, dándole así también presencia en dicho Acto Creativo, cuando en realidad es todo lo contrario pues éste (el mal), acontece a posteriori en la praxis de su creatura, que siente en sus propias carnes el poder devastador del mismo sin encontrarle justificación ni explicación alguna y no ve otro modo de quitárselo de encima más que achacándoselo a ese dios dual de la creación al que él mismo acaba de crear, o bien posponiéndolo a un futuro lejano y utópico optando por una esperanza en su razón científica y técnica que le libere algún día del mismo, o incluso presuponiendo dentro del dinamismo evolutivo una inteligencia cósmica e inmanente y con la que algún día alcanzaremos ese mundo feliz, porque habremos evolucionado lo suficiente como para poder percibir y asumir en su verdadera dimensión esa sabiduría oculta en ese dinamismo evolutivo y desencarnado desde la infinitud de los tiempos…

        Todas estas cosmovisiones nos naturalizan, pero nos des-singularizan, nos des-personalizan y nos uniformizan en una realidad de un espíritu cósmico indiferenciado. En una unidad que procede de una multiplicidad caótica, tal y como es el camino seguido por la pura empiria de la razón científica.

        Las cuestiones fronterizas entre ciencia y fe, ni son ni pueden ser, por su propia naturaleza estrictamente científicas, solubles por la vía del propio saber empírico de éstas, pues todas ellas acaban hundiendo sus pies en un subsuelo filosófico para terminar afincándose en una meta-física finalmente objetivada por un principio de indeterminación.

        Este principio de indeterminación es la última palabra a la que llega la razón científica humana al observar toda existencia, la propia y la impropia, que es como un grito que demanda justicia, es un grito de rebeldía ante la falta de justificación. El ser humano precisa la justicia como el aire que respira.

        Este Acto Creador fundamentado en la Libertad, la Justicia y encarnado en la propia historia de su creación, será lo único capaz de eliminar de raíz toda entropía propia de todo dinamismo evolutivo. La entropía es la propia evidencia de la ausencia de Justicia, de la falta de justificación con un constante déficit a cada paso que da en la praxis llevada a cabo por la creatura creada, que al negarlo o ignorarlo se desentiende del “don” recibido al ser Creado.

        La entropía, signo de desorden, de caos, no está en la partitura del Acto Creador, está en su interpretación.

        La Justicia Creadora mantiene su palabra de principio a fin en todo lo que crea, sin entropía alguna, sin pérdida alguna, sin desechos, sin daños colaterales, porque en caso contrario no sería ni justicia ni libre.

        Cuando ante cualquier injusticia queremos hacer justicia aplicando el llamado principio de proporcionalidad, – antigua ley del Talión -, estamos intentando acotar el mal, pero ejerciendo el mal, devolviendo injusticia por injusticia, por lo que nos debemos preguntar: ¿Qué justicia humana será capaz de eliminar la injusticia humana?

18 comentarios

  • carmen

    Perdone por lo pesadica que estoy. Es que no depende del color del cristal a través del cual miras. Depende del ángulo desde donde observes la refracción del mismo rayo de luz, en el mismo medio. Un ejemplo fantástico.

  • carmen

    Y mire que soy de poner ejemplos de ese tipo, pero no se me había ocurrido. Me encanta.

  • carmen

    Pues fíjese, señor Álvarez, me ha encantado el ejemplo que ha puesto.Eso explica un montonazo de cosas. Entre ellas, los diferentes puntos de vista. Para mí es suficiente. Me gusta.

  • M. Luisa

    Querido Mariano, no sé si tu intención es darme alguna respuesta, sepas de antemano que por mi parte  no la espero quedándome aun así muy conformada. Pero déjame añadir algo a mi comentario de ayer. Parece por tu exposición como también así mismo me lo ha parecido  desde siempre aquí en Atrio, que lo que se impone por principio es darle sentido a nuestras vidas. Sin embargo, y para ser breve,     considerada la cuestión  desde un nuevo realismo a la altura de nuestro tiempo,  mi punto de vista es a la inversa. Saberse y sentirse sí mismo/a como realidad   es, como pienso,  de donde ha de partir la persona para vivir su vida plena y humanamente. No se trata de buscar sentido a la vida, sino que viviéndola nos realicemos.  

    • mariano alvarez

      Querida M. Luisa, te ruego mil disculpas por la demora en responderte, máxime cuando tus comentarios para mí son fuente de reflexión y de inspiración, pues no son nada banales tienen mucha carga de profundidad, con independencia de que se sitúen a veces en polos distintos a los míos.

      Sin más demora paso a comentar lo que tú me dices y yo opino sin darle carácter peyorativo a lo mío sobre lo tuyo:

      En tu primer comentario dices:  “la justicia prevalece todavía hoy en la mente humana como un añadido ontológico…”:
      Ante esta expresión tuya yo expongo en mi reflexión que la Justicia está en el fundamento del Acto Creador de toda realidad, que incluso es previo en ese no tiempo llamado eternidad, a dicho Acto, pues en caso contrario toda realidad nacería con un déficit de justificación, contradiciendo a la Libertad Absoluta, ya que si así fuese, en el principio existiría alguna fuerza contrapuesta a dicha Libertad Creadora, dando lugar así a todo dualismo en la realidad, a no ser también, que asumamos como principio de realidad al primer principio de la termodinámica, que ya en su enunciado niega cualquier principio.

      En tu segundo comentario expones dos cosas:  
      1.- “Parece por tu exposición como también así mismo me lo ha parecido desde siempre aquí en Atrio, que lo que se impone por principio es darles sentido a nuestras vidas”.
      En este punto lo que realmente digo es que hemos de encontrar el sentido de nuestra existencia, ya que como no nos hemos dado la existencia, tampoco podemos darnos el sentido de la misma. Aquí o no me he sabido expresar bien, o me has interpretado mal.
      2.- “No se trata de buscar sentido a la vida, sino que viviéndola nos realicemos.”  
                  ¿Me gustaría que me aclarases que entiendes por realizarnos?

      Un sincero y agradecido abrazo M. Luisa y nuevamente me disculpo por haberte dejado con la palabra en la boca.

      • M. Luisa

         Si Mariano te sabes expresar muy bien, solo que a veces nos limitan los conceptos.  Tu pregunta, Mariano, cae de lleno dentro  de lo que en tantas ocasiones aquí me he referido, sin conseguir calado alguno: el destierro de la sustancia. Luego me extiendo. 

        De momento me detengo en el  Acto Creador, por ti mencionado. El Acto Creador no tiene por qué llevarnos  a la idea de que sea  un acto puntual  dado ya para siempre, sino que más bien nos remite a la idea de “producción” lo cual visto desde  nuestra perspectiva   esta producción queda  configurada como   “Proceso”. Un  proceso  que a cada cual  nos abre  a nuestra  propia realización, denunciándonos a la vez, eso sí,  su complejidad.

        Ahora bien, esta complejidad  es lo propio que nos aparece cuando renunciamos  al dualismo sustancial clásico, aunque con ser la cosa  compleja, con  ella nos van apareciendo  herramientas conceptuales nuevas que nos facilitan el camino… en fin no me alargo más, creo que se entiende …gracias por tu interés.

        • M. Luisa

          Aprovechando este día de reflexión política, Mariano, déjame añadir a la de ayer otra, ampliándola,   aunque por supuesto, de naturaleza     filosófica. 
           
          En tus reflexiones el dinamismo que le concedes a las cosas es un factor destacable; sin embargo, la resistencia a la metafísica de la sustancia que en ellas se percibe,  las  encierra en el problema de la estaticidad y en consecuencia a la exclusión del dinamismo  emergente, así como en la división en sustancia y reinos normativos que nos dejan en una realidad escindida. Pero hay más en ellas, visión determinista y predictibilidad, por ejemplo, y resistencia a afrontar los procesos físicos, etc., 
           
          Todo esto evidencia los límites de un planteamiento sustancialista y la apertura que supone considerar los procesos para hacer frente a la complejidad de lo real.  En este sentido, es de agradecer las aportaciones de las filosofías procesualistas que desarrollaron Whitehead, David Bohn, en el siglo XX y N. Rescher, fallecido hace bien poco. En general, las filosofías del proceso sostienen que la realidad deviene y que por ello sus estructuras son dinámicas. Aun así, estas importantes aportaciones que superan el horizonte de la nihilidad  se estiman hoy insuficientes  para  la comprensión de la complejidad de lo real en la cual nos ha metido el horizonte de la facticidad.

          Te reitero mi agradecimiento.

          • mariano alvarez

            Querida M. Luisa, cuando reflexiono sobre la persona, reflexiono con la “sustancia persona”, que es ella misma, ella entera, la que piensa, la que siente, la que desea, la que ama y la que odia, la que sufre y la que disfruta y así podría seguir.. Y cuando hablo del Acto Creador ya he dejado en claro que es todo lo contrario de una visión fixista, puntual y estática, acuérdate de mi otra reflexión bajo el título de: “Evolución, Inercia de la Creación”, en la que ya hablaba del dinamismo del Acto Creativo, e incluso en este mismo artículo comparo el Acto Creador con el Big Bang principio del dinamismo evolutivo y como continuación de uno a partir del otro quedando ambos envueltos un dinamismo de un justificado sentido.

            Además fíjate en lo que digo sobre el método reflexivo que es muy distinto al método analítico-científico que se basa en la observación y la abstracción desmenuzando el objeto observado en partes elementales par luego ir encadenándolas y recomponiéndolas en una unidad emergente de las recombinación de las propiedades físicas y lógicas del método elegido. El método reflexivo no desnaturaliza la unidad, porque la Persona no es cosa y no la puedo descomponer. Al más mínimo esfuerzo de descomposición me la cargo, pierdo el sujeto al transformarlo en objeto, abstracción de una realidad por otra.

            El método reflexivo evidencia la primacía de la Unidad del ser que es sujeto de su ser y no de fragmentos de su ser. Por eso, el reflexionar sobre la justicia es intentar comprender cómo el todo del ser se piensa en ella y en ella se realiza e intenta justificarse en ese dinamismo que está sujeto a su libre voluntad, y ahí está ese mismo dinamismo llamado vida en justicia. La persona precisa la Justicia, la justificación de su ser, al igual que precisa el aire que respira para existir…..

            Como ya le dije a Leandro, este es mi posicionamiento epistemológico del que me responsabilizo personalmente de mi persona que, sabiéndose que no se ha dado el ser a sí misma tendrá que responder ante quien se lo dio.

            No desprecio, ningún tipo de conocimiento, todos son formativos e informativos. El conocimiento científico metafísico, la ciencia en todas sus ramas y la filosofía también en todas sus formas son un gran tesoro, pero no se hacen cargo de “mi/nuestra” responsabilidad ante la vida. Todos somos soberanos por eso la palabra libertad no se nos cae de la boca. No hay responsabilidad sin libertad y la justicia es el camino que con nuestra libertad, expresada a través de “mi/nuestra” voluntad, hemos de construir. En esta primera reflexión he tratado de mostrar, no de imponer, mi visión epistemológica sobre la metafísica del Acto creador como fundamento de ese otro dinamismo que es el camino que en justicia hemos de construir par justificarnos con fundamento de principio a fin, porque toda historia sin fin es la radical expresión  del absurdo. Cosa muy olvidada por la ciencia que acota toda realidad entre dos indeterminismos, lo infinito y lo infinitesimal, pero mejor dicho muy olvidado por la persona que hace la ciencia.

            Si esto que digo es difícil de expresar, mas lo es de entender y mucho más de realizar. He ahí el misterio de la libertad, que es la culpable de “mi/nuestra” responsabilidad. Si elimino una, elimino la otra.

            Querida M. Luisa, nuevamente agradezco tu atención y tu tiempo a mis reflexiones que reflexionan también con tus reflexiones, de ahí también mi antigua reflexión: “Yo si tí no soy yo, pero sin mí tampoco”.

             

        • M. Luisa

          Querido Mariano,  gracias por tu extensa explicación  que tal vez te la hubiera podido ahorrar si hubiera puesto más atención conforme iba leyendo tus enfoques. En varias lecturas que les he dedicado en la sobremesa, pues hoy  encontrándome sola en casa, he podido, detenidamente, ver en ellos coherencia y determinación, algo que no hubiera tenido que dejar pendiente.

          Ahora bien, aun así, la “sustancia personal” todo lo que le atribuyes  a la persona en tu reflexión  envuelve la idea de completitud de un perfecto acabado en el que en ella no cuenta la alteridad relacional. Una semejanza, diría,  con la “mónada leibniziana”.

          La persona no es un sujeto de propiedades inherentes, sino una realidad sustantiva coherentemente estructurada. No la define unas propiedades foráneas que de ella se predican sino sus notas propias (de suyo, te acuerdas?) y físicas que en su sistematismo estructural la hacen ser.

          En fin, diría, Mariano, que siendo tu reflexión sobre la persona muy ricamente trabajada no percibo en ella ese componente “físico” y real de su unitaria sustantividad.

          Un placer dialogar contigo!

  • mariano alvarez

    Respuesta a Isidoro y a todos en relación a su comentario.

    • mariano alvarez

      Querido Isidoro, seré breve:
      1.      En cierta ocasión y en relación a otro artículo mío me pediste disculpas por el tono y la forma en que te manifestaste, diciéndome que te había dado una clase de humildad, de la que tomabas, pero acto seguido me escribiste esta expresión: “…. pero ya sabes que la cabra tira al monte”. Pue bien en esta ocasión creo que me acabas de contestar desde el monte. No te preocupes, a mí también me gusta mucho el monte, aunque prefiero pacer en el valle.
      2.      En cierta ocasión yo también te manifesté mi aprecio hacia tu persona que no a tus opiniones sobre las que discrepaba, pues creo que afrontamos la vida con una misma pasión, pero con miradas diferentes. Tu frente a un Algoritmo y yo frente a una Persona.
      3.      Expuesto lo expuesto, paso a contestarte desde mi epistemología científica (como diría nuestro querido amigo Leandro) y personalista (como le añado yo), con un ejemplo que une a la razón científica, razón fría, analítica, crítica y desencarnada, con la razón cálida de un tú, de una presencia personal con un corazón que siente más allá de su razón y que al latir le mantiene en vida para poder razonar (sin corazón que lata, no hay razones que razonen); pues bien te respondo a través de un fenómeno físico como es el de la refracción de la luz:
      Cuando un haz de rayos luminosos llega a un medio de densidad distinta de la que procede, sufre una distorsión tanto en la velocidad de propagación como en su dirección. Cierta parte de luz se refleja, otra se transmite desviándose y otra es absorbida.
      Etimológicamente, refracción y frágil proceden de la misma raíz latina que significa quebrar, al igual que la palabra “fractal”, que a ti tanto te deslumbra, por eso he elegido este ejemplo. Es decir, la luz cuando cambia de medio se quiebra.
      Por otra parte, ese tú con ese corazon que late cuando es atravesado por la luz de orto corazón que también late, al ser dos medios distintos también distorsiona el latido que le llegó y con él la luz de la razón que sobre él incide.
      Al querer coger un pez de la vitrina en la que se encuentra mirándolo desde arriba, casi nunca acertamos al no estar donde creíamos verlo, pues bien lo mismo nos pasa cuando miramos al prójimo desde arriba, siempre nos equivocamos.
      Querido Isidoro termino con una expresión de un gran conocido y admirado tuyo, no te pongo el nombre para que lo hagas tú o cualquier lector que quiera participar.:
      “No vemos las cosas como son sino como somos”

      • Isidoro García

        Amigo Mariano, una de las cosas que más me extraña de tus escritos, es que siendo de formación científica, en tus reflexiones sobre el ser humano, exclusivamente los realizas desde el punto de vista especulativo filosófico, y no los apoyas nunca con ideas científicas modernas.

        Tú ya sabes, que a menudo, desde planteamiento doctrinales, se intenta desprestigiar a la Ciencia, reduciéndola a unos planteamientos técnicos y tecnológicos. Pero la Ciencia es mucho más que eso. Es un proceso de conocimiento general de la realidad, mediante métodos racionales y lo mas objetivos posible, (aunque siempre está la subjetividad humana).

        Y el objetivo de la Ciencia, no se reduce a la ciencia física, química, y biológica, sino también a la Ciencia del Ser humano y de las sociedades que forma, la Psicología y la Sociología.

        Y no solamente consiste en una acumulación de datos nuevos, sino también el planteamiento de nuevas perspectivas, que iluminen lo que vamos encontrando, y expliquen mejor la realidad.

        Decía J. F. Kennedy, que el gran enemigo de la verdad, con frecuencia no es la mentira -deliberada, artificial y deshonesta’- sino el mito tradicional, que es persistente, persuasivo e irreal. 

               Con demasiada frecuencia nos aferramos a los clichés de nuestros antepasados. Y sometemos todos los hechos a un conjunto de interpretaciones pre-fabricadas. 

                La creencia en esos mitos nos da la comodidad de la opinión, sin la incomodidad del pensamiento”. 

        Por eso hay que buscar continuamente y crear nuevos patrones, y modelos, más ajustados a la realidad. Y para conseguir encontrarlos, hay que mantener la curiosidad infantil, o la mente del principiante (Shoshin), del budismo zen, y las artes marciales japonesas.

        Se refiere a tener una actitud de apertura, entusiasmo y falta de ideas preconcebidas cuando se estudia un tema, tanto a un nivel avanzado, como de principiante.

               “Shunryu Suzuki, dice lo siguiente sobre el enfoque correcto para la práctica del Zen: En la mente del principiante hay muchas posibilidades, en la mente del experto hay pocos.

               Saadat A. Khan sugiere que la “mente de principiante encarna las más altas cualidades emocionales, tales como el entusiasmo, la creatividad, y el optimismo. 

               Si el lector reflexiona brevemente sobre los opuestos de estas cualidades, es claro ver que la calidad de vida requiere vivir con la mente del principiante. Con la mente de principiante, no hay límite a una riqueza infinita”.

        Y esa actitud, es posible considerarla un poco excéntrica y de como que “la cabra tira al monte de lo extraño y radical”.

        Pero no lo puedo remediar, porque como decía Picasso, el que es joven, lo es toda la vida.

         

        Un saludo, muy cordial, sincero y respetuoso, con tus ideas y planteamientos. Mi crítica, solo es intelectual, pero existencialmente, mi máximo respeto por los caminos de cada uno, que además, (según mi planteamiento), nos vienen marcados muy fuertemente por las circunstancias personales y biográficas de cada uno.

        • mariano alvarez

          Mi querido y apreciado “amigo” Isidoro, desde un punto de vista racional, son tantas las cosa que me unen a tí como las que me separan de tí. Pero desde el punto de vista existencial no puedo decir lo mismo, pues me siento muy unido a tí, tan unido que te considero amigo mío, aunque elijas por compañía a algunas razones que yo no comparto.

          Como persona instruida que eres te diré para complementar tu frase de Picasso, que como pintor según dicen era muy bueno, pero que como pensador dudo que lo fuera tanto, -aunque sus pinturas daban mucho que pensar. Se ve que el pensar cuesta tanto que se valora mucho…-, tenía que haberse informado un poquito, solo un poquito antes de pronunciar la frase que tu citas y reflexionar sobre la pronunciada por un dramaturgo irlandés, premio Nobel de literatura en 1.925 coetáneo suyo de gran influencia en la cultura de su misma época, Llamado G. B Shaw con esta otra frase demoledora: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años “ , y si me apuras mucho, añade la mía: “La juventud es la única enfermedad que se cura con los años”, no conozco otra y si no, que me lo pregunten a mí, que ahora lo que más me queda es lo de pensar, a no ser también que hayan dos formas de juventud, la que no piensa y la que solo piensa. Bueno eso queda a libre elección.

          Si tu crítica hacia mí solo es intelectual no te preocupes, pues recuerda esta otra frase que un confesor le dijo a una familiar de mi mujer, que confesaba que decía muchas palabrotas rayando lo blasfemo”: ” Chica, (ya pasaba de los 60), no te preocupes, las palabras se las lleva el viento”.

          ¿No te parece que la ciencia usa demasiadas palabras? ¿Hay que hacerle caso a todo lo que dice la ciencia?….

          Hasta pronto amigo Isidoro.

  • Isidoro García

    (El artículo del amigo mariano, de una claridad tenebrosa, me ha sugerido este comentario).                                        El amigo Mariano, muy coherente con la cosmovisión ambiente, está obsesionado con la moralidad. Y en su obsesión llega a “moralizar” a Dios: El acto creador es un acto en sí mismo moral, en la medida que crea con un fin bueno”.

    • Isidoro García

           Esto, para mí, es una antropomorfización de Dios, y un sinsentido de la naturaleza supuesta de Dios.
              En principio, en Dios, no hay moral, mejor dicho lo moral, es simplemente su voluntad. Por ello, por antonomasia, Dios es bueno, y ha impuesto dicha “moral”-voluntad, a su Universo, en el que estamos nosotros.
             Cuando decimos que Dios es “amor”, lo que estamos diciendo es que eso que llamamos “amor”, es la voluntad de Dios. Y si en un escenario inimaginable, Dios deseara algo distinto, pues eso sería también para nosotros “el bien”.
            Nosotros, como elementos del Universo, no elegimos lo que es bueno y lo que es malo, sino que estamos sometidos a las directrices de la voluntad de Dios, reflejado en las Leyes del Universo.
          Puede sonar un poco cínico, pero la Historia la escriben los vencedores, y es bueno, lo que deciden los que pueden fijarlo así.
            Y si en la hipotética batalla entre Dios y Luzbel, hubiera ganado el demonio, pues el bien, para los humanos, sería lo que dictara el nuevo amo. Donde hay patrón no pintan nada los marineros.
           Comprendo que para muchos, que están muy “moralizados”, y que absolutizan el bien, suene un poco duro. Pero la realidad es así, y seamos claros, nosotros en el Universo, somos unos “pringaos”, que estamos “a las órdenes” y en posición de firmes.
       
            Dice también el amigo Mariano, sobre el ser humano, que “es co-creadora cuando se inserta voluntariamente en el dinamismo de dicho Acto Creador.
              Dinamismo no fundamentado en razones abstractas, filosóficas o científicas, ni en leyes que coartan la libertad, y sí en un testimonio personal en el que Él mismo muestra a toda su creación el modo de recorrer nuestra existencia con sentido”.
          Yo creo que ese testimonio se lo ha mostrado al ser humano, mediante el “espíritu” personal constitutivo de la naturaleza del ser humano.
            Y no está en contraposición, con “las razones abstractas, filosóficas o científicas, ni en leyes que coartan la libertad”, pues nosotros estamos en el Universo, y nada del Universo nos es ajeno, ni la lógica, ni la Ciencia, ni las Leyes imperativas del Universo, que no coartan nuestra libertad, pues no se puede coartar lo que no tenemos, por la simple razón de que el único ser libre es Dios, y nosotros como decía antes, estamos “a la orden”.
       
       
          El llamado “Mal”, supuesta creación del ser humano, no es ni más ni menos, que fruto del desorden temporal de la Creación. El Universo se está creando en el tiempo, en sucesivas fases.
            Cuando decimos que un alfarero crea un botijo, expresamos un fenómeno unitario. Pero en realidad, esa creación se realiza en sucesivas fases, hasta que está acabado. Y en medio de ese proceso, el “producto”, en muchas fases, no se parece en nada a un botijo, y desde luego no enfría el agua, que es la naturaleza de un botijo.  
          Pues eso mismo pasa con la Creación. El ser humano, cuando esté “terminado”, en sucesivas mutaciones o automutaciones, será un elemento del Universo, perfectamente adaptado a sus Leyes internas. Pero en el camino, vamos pasando por fases muy imperfectas, que es lo que denominamos “el Mal”.
       
           Los estudiosos de la evolución emergente, han descubierto una ley general de la evolución, que explica muy bien nuestra condición actual.
                Stuart Kauffman plantea que las biosferas, (en general, cualquier sistema vivo), se siguen expandiendo hacia lo posible adyacente, y que al hacer eso, aumentan la diversidad de lo que puede ocurrir posteriormente en etapas sucesivas.
             En palabras de Steven Johnson, (“Where good ideas come from”), lo posible adyacente es una especie de futuro en la sombra, que ronda en los límites del estado actual de cosas, un mapa de todos los caminos en los que el presente puede reinventarse a sí mismo.
             Lo posible adyacente captura tanto los límites, como el potencial creativo de cambio e innovación.
              Una característica extraña e interesante de lo posible adyacente, es que sus límites crecen a medida que lo exploramos.
              Cada nueva combinación abre la posibilidad de nuevas combinaciones. Podríamos pensar en lo posible adyacente como si fuera una casa que se expande con cada puerta que se abre. (Pablo Malo).
           Y el proceso de expansión es lento, pues si se expandieran demasiado rápido podrían destruir su propia organización interna en el presente, y extinguirse. Por lo tanto se expanden tan rápido como pueden soportarlo.
            Esto se traduce en que en una primera fase, el nuevo órgano o función, queda implementada imperfecta y parcialmente, apuntando a etapas futuras.
         El hecho en sí, es que el “espíritu” personal, la guía que el Universo nos ha dotado para nuestra última expansión hasta ahora, es muy poco práctico y eficiente, y limitado a una escasa minoría de humanos, defecto que aunque parezca mentira, nos ha sido de gran utilidad en las etapas iniciales de dura supervivencia física, en el Paleolítico.
           Y esa falta de eficiencia del “espíritu”, es la causa de nuestros errores y alienaciones, cuyo resultado es lo que denominamos como “el Mal”.
            Como desde hace 10.000 años, hemos entrado en una etapa nueva, en la que una vez asegurada la supervivencia básica, nos enfrentamos a otros retos de supervivencia mucho mas sofisticados, que el hacha y la porra de piedra, y ahora sí que necesitamos la eficiencia del “espíritu”, que vendrá emergentemente en una nueva mutación o automutación, del “espíritu” y su sabiduría interna.
          La próxima mutación vendrá, como dice Sinesio Madrona:Desde la teoría del caos y la dinámica interactiva de Prigogine, (que se aplica a cualquier campo de observación: físico, químico, biológico, ecológico e incluso social), cada una de las etapas evolutivas, puede ser considerada como el resultado de un proceso de autoorganización.
            El cambio de una etapa hacia la siguiente viene como resultado de la agregación de un elemento nuevo, (en varios casos de origen fisiológico), causante de una perturbación, y el proceso resultante implica una nueva organización de un sistema complejo que, en este punto se aleja del equilibrio”, (por ejemplo en psicología, la crisis de la pubertad).
            El elemento nuevo que se ha agregado a nuestro anterior equilibrio, es la enorme aceleración en nuestros conocimientos y tecnología, que está completamente fuera de control, con una desfasada filosofía y antropología ambientes, que nos incapacita para dirigir y manejar adecuadamente, una tecnología que puede ser fatal para la supervivencia y para el adecuado proceso de evolución.
           Total, que estamos a obscuras, en plena noche, a la espera del primer rayo de luz del siguiente amanecer de un nuevo día. Solo podemos imaginar y soñar el futuro.

  • M. Luisa

     Al igual que D.  Leandro agradezco el laborioso artículo ofrecido por Mariano, y también con el disentir del mismo, aunque  por motivos distintos de los planteados por Sequeiro. Por ejemplo,  en la actualidad ha perdido fuerza el uso de la visión como categoría para captar la realidad. El “eidos” epistemológico contribuyó al idealismo y en consecuencia  a las ideologías. Por tanto, no es que se viva en la realidad (Sequeiros) sino que es estando entre las cosas (medias res) que hay en ella (en la realidad) es, repito, como realmente la vivimos. Sería absurdo  hablar de la realidad sin cosas, pero igualmente también sería absurdo que dada nuestra inteligencia no las captásemos primordialmente como reales. Aquí se muestra toda la diferencia entre saber y conocimiento.   Igualmente  en el título del artículo “Una ojeada a la justicia” como digo, ahí se ha priorizado el sentido de la vista,  con lo cual el detonante de la justicia  no es  aquello que las cosas por ser reales  acusan en su justeza.  Es decir, en el modo de ser justas ellas por si mismas,  sino  que la justicia prevalece todavía hoy en la mente humana como un añadido ontológico… todavía queda más, pero de momento lo dejo aquí… Un saludo cordial a ambos! 

  • LEANDRO SEQUEIROS SAN ROMÁN

    Agradezco a Mariano su comentario.. Muy denso y filosófico. Pero supongo que es consciente de que la fenomenología personalista de Mounier es UNA de las posturas filosóficas para estudiar todos esos densos temas. Una de mis manías es esta: todos vemos la realidad desde nuestras propias convicciones previas y visiones del mundo. Es lo que se llama “el lugar epistemológico” desde el que vivimos la realidad.. Personalmente, como geólogo soy científico interdisciplinar y mi “lugar epistemológico” es diferente. Mi mente sigue los esquemas del racionalismo crítico y especialmente desde Lakatos.. Por eso, aunque yo lo reelaboro mentalmente desde otras categorías, RESPETO su honestidad.. 

    • mariano alvarez

      Querido Leandro, agradezco tu comentario, cumpliéndose lo que yo esperaba y además deseaba, tener tu “visión” crítica sobre este tema. Estoy completamente de acuerdo con lo que dices sobre las distintas formas que todos tenemos de “ver” la realidad ya que todos la “vemos” desde nuestras propias “convicciones” y “visiones” del mundo.

      Aquí precisamente entre la visión y la convicción media la razón, pero ésta (la razón), es una simple funcionaria en dicho dinamismo y como tal es informativa, no decisoria, y ese es el papel que yo le concedo a la epistemología, que por muy crítica que sea con la razón, no deja de ser razón. Pasa como en la política en la que quien toma las decisiones se rodea de muchos asesores, cada uno con su punto de vista y con sus razones, pero la responsabilidad final recae en la persona que opta con su voluntad por lo que opta, y a su vez se responsabiliza de dicha decisión, quedando todos los asesores libres de toda responsabilidad.

      También nos podemos preguntar: Qué prima, el sentido de la visión o el de la razón, o quién supedita a quien.

      Yo personalmente, como Persona, como decisor y responsable de mi visión del mundo y de mí en el mundo, tomo toda epistemología como asesora en la toma de mis decisiones; son un pilar fundamental, no en vano mi formación universitaria ha sido y sigue siendo interdisciplinar, pero soy consciente del indeterminismo de todo saber encerrado en toda epistemología, causa por la cual la voluntad emerge.

      La voluntad, es ese órgano psicobiológico (cuando menos), y suprarracional muchas veces olvidado por la ciencia analítica  e incluso por la propia reflexión, porque el método de ésta última es distinto al de la observación y la abstracción de aquella al intentar captar la multiplicidad y  la diversidad desde la unidad. Por lo que reflexionar sobre la Justicia es un intento de comprender- que es más que entender- cómo el todo del espíritu se piensa en ella , y en ella se realiza parcialmente.

      Este indeterminismo y este intento reflexivo despiertan mí un marco indefinible, que es el de mi libertad, que llama a la puerta de mi  voluntad.

      Lo mismo pasa con la noción de Justicia de la que hablo en esta reflexión y que algunos no lograrán entender si no se desmarcan, de una visión meramente epistemológica, y es aquí  en este intento donde he dado la palabra a Teilhard para apreciar la sutileza y la belleza con que a mi entender él lo intentó.

      Esta reflexión intenta no quedar atrapada en ningún contexto meramente epistemológico y si en el de un testimonio personal, con todos los riesgos que ello conlleva y que por lo tanto es el sello de que la persona es sujeto de sí, propietaria de sí, responde de sí, pues en caso contrario no podrá dar razón de si y entonces no le hará falta ni la libertad ni la justicia quedando esclava de sus de razones y excusándose en ella. Al final no habría responsabilidad personal.

      Para mí no hay razón epistemológica que no trascienda la racionalidad, que pueda dar razón del ser humano, llamado Persona y no especie…..

      Querido Leandro en nuestra visión profunda, visión que reside en el misterio de la vida, misterio de Amor, creo que estamos muy pero que muy próximos, pues hechos son amores y no buenas razones. Las razones son las que nos junta y nos repelen a la vez. Por eso nuestra voluntad será nuestro fiscal ante la Justicia que buscamos.

      Agradezco y valoro enormemente tu atención a mi tosca reflexión. Sinceridad frente a sinceridad, respeto mutuo ,como tú finalizas.