Esta vez Mariano parte de lo dicho por mí en una entradilla. Antes escribía textos más largos. Hoy me he encontrado por casualidad con este: Fe y secularidad. No teníamos aún a Francisco. No se había abierto el debate del no-teísmo. ATRIO, a sus diez años, ya andaba replanteando su sentido. Y yo estaba ya señalando el objetivo de intercambiarnos fe personal vivida en la secularidad, más que discutir sobre doctrinas. Y, entre otros itinerarios, insistía en el de Légaut, aunque todavía otro matemático francés no me lo había redescubierto. Yo sigo con estos dos hermanos mayores reviviendo todo, todo, todo en mi corazón. Y a la espera que pueda comunicar mejor lo intuido, sea bienvenido este nuevo artículo de Mariano. AD.
Una reflexión muy personal
En un artículo anterior bajo el título “La Otra Dimensión”, Antonio Duato al redactar el prólogo introductorio al mismo, decía lo siguiente:
Esta tarde he asistido en Paris (sic) a la conferencia de Laurent Lafforgue, premio Field 2002, Geometría y mística en A. Grothendieck. Quien sepa francés hará bien en seguirla. Ha resaltado frases de él, semejantes a estas: “Para crear matemáticas hay que empezar escuchando las cosas, que nos hablan en el silencio. Luego nombrarlas, definirlas y relacionarlas. Solo con luz que recibes como don puedes ir acercándote a ver el Todo sin deformarlo”. Leamos a Mariano y escribamos desde el mayor respeto y autenticidad. AD.
Ahora, en esta reflexión, le tomo a Antonio Duato la palabra para hablar sobre “la dimensión de las cosas”, esas cosas que las ciencias nos presentan para verlas, sentirlas, tocarlas y hablarles en espera de que sea nuestra propia mirada, nuestras propias manos y nuestras propias palabras quienes les despierten a una realidad con sentido de su ser y les de vida con la que relacionarse con nuestras vidas.
Es curioso y misterioso que todo el orbe, toda la inmensidad del universo y todas las “cosas” contenidas en él, hayan permanecido en silencio, sin palabra, porque eso es el silencio, la ausencia de palabra, lo otro es el ruidoso silencio, ese silencio sideral que desde la eternidad del no tiempo permaneció en un misterioso, tenebroso y atronador silencio y cuya huella envuelve a todo el universo de las “cosas” en forma latente de una radiación de fondo. Así nos lo dice y nos lo muestra la propia ciencia.
Ese atronador silencio era un grito que reclamaba la palabra que le nombrase, que le definiese y que le relacionase para adquirir carácter de realidad con sentido de realidad. Palabra, que, al nombrarle, le dote de identidad, que, al definirle, le dote de sus posibilidades expresivas, y que, al relacionarle, le integre en el dinamismo de la palabra que le rescató de su inidentidad.
Así las cosas: las “cosas”, quedan incorporadas e integradas en la realidad con la palabra que les nombra. Toda realidad llamada mundo, cosmos, universo, al ser nombrada queda incorporada a quien le pone nombre. El nombrar algo es traerlo a la realidad de quien lo nombra, incorporándolo a su realidad existencial y haciéndose cargo de lo que nombra, es decir responsable de ello.
“¿Qué Palabra nos dio a nosotros los humanos, la palabra, para que cobráramos vida en su Vida, como lo hace nuestra palabra con las cosas que traemos a la realidad de nuestras vidas?”.
Al hacernos esta pregunta evidenciamos que desde nuestro subconsciente surge la necesidad de una presencia en forma de Palabra Primordial, que nos nombre, nos defina y nos relacione como muy bien decía A. Grothendieck – al referirse a ese otro mundo sin palabra-, para darnos nuestro carácter de realidad y a la vez que nos relacione con esa vida de la cual dicha palabra es portadora, tal y como nosotros hacemos con las “cosas”.
Denis de Rougemont, un gran pensador y escritor francés de este recién siglo pasado en una de sus obras decía que: “no encontramos a nadie en el mundo antes de haber encontrado a Dios”, pues sin quien nos diera la palabra, también permaneceríamos en ese tenebroso y misterioso atronador silencio.
Antes de exponer los diversos aspectos o momentos de esta triple relación, que en la persona es religación, es decir: relación consentida y asumida libremente; conviene insistir en la diferencia y en la conexión existente entre ellas.
La relación con las “cosas”, llámese mundo, cosmos, o naturaleza, en principio es una relacion de exterioridad “yo-ello”, relación eminentemente ética. El mundo de las cosas se nos da en la experiencia empírica, objetiva y concreta, como medio para progresar en nuestro desarrollo personal en su doble dimensión, contingente y trascendente, quedando así ya incorporadas a nuestro sentido de realidad.
Por otra parte, la relación “yo-tú” exige un salto cualitativo que va más allá de la mera relación ética, relación de carácter eminentemente religioso, en una doble dimensión con el “tú semejante” por una parte y con el “Tú Primordial” por otra. El prójimo se nos revela como fin moral en la palabra y Dios se nos revela en la experiencia gratuita de la fe como dador de palabra a su creatura.
Esta triple dimensión relacional no admite discontinuidades. Dios al revelarse al hombre, le revela también a su prójimo y a su vez al mundo de las “cosas”, predominando así un orden relacional jerárquico, pero integrador en un mismo dinamismo existencial y por tanto con un mismo fin para todos. Dios, Hombre y Mundo.
A partir de aquí, centro mi reflexión personal sobre la dimensión religiosa de las “cosas”, que es aquella dimensión que nos relaciona con el mundo, con el cosmos, con la naturaleza, pero sin perder de vista a la Dimensión integradora de toda realidad.
Dicho lo dicho, parece correcto decir que el hombre, la persona, existe en el mundo, pero es mucho más correcto decir que es el propio mundo quien existe en la relación interhumana, pues como ya se ha mencionado solo el hombre, la persona, da sentido al mundo de las “cosas”. Así que por una parte la naturaleza está intrínsecamente relacionada al hombre en su praxis cotidiana, proporcionándole alimento y los medios para su conservación y reproducción en el mundo, a la vez que estas “cosas”, la materialidad del mundo, también le permite incrementar su relacionalidad interpersonal con sus congéneres, a través no solo de la palabra también con los medios materiales y su praxis productiva, la técnica…, por lo que tanto la corporalidad humana como el resto del cosmos material deben ser asumidos e integrados en la auténtica relación interpersonal, ligándole a su vez con su dimensión trascendente.
Esto nos lleva entonces a reflexionar sobre el carácter personal que el Tiempo y el Espacio, coordenadas estructurantes de toda realidad material, adquieren a la luz de la ya mencionada relación interpersonal, pues gracias a ella, todo espacio muta desde una realidad infinita, fría e impersonal a un espacio cálido, hogareño e interpersonal. Es un espacio de relación entre personas de carne y hueso. De igual manera el Tiempo se humaniza al enraizarse en esa misma dimensión relacional interpersonal. Relación mediada no por un monótono discurrir cíclico sin fin y sí por una constante apertura que integra todo pasado, presente y futuro en un nuevo tiempo llamado esperanza, pasando de un tiempo sin vida a un tiempo con vida.
Si la Palabra Primordial, Palabra que trae a la realidad de la existencia a toda vida, se ubica en el “Cogito ergo sum” en vez del “Amatus sum, ergo sum”, entonces la mutilamos al negarla como principio de realidad al no precisarla, y a lo más que llegamos es a quedarnos con ese silencio sideral de las cosas, silencio que conforme se expande la materialidad del universo se debilita más y más, hasta llegar a un silencio radical.
En definitiva, en nuestra praxis cotidiana con el mundo de las cosas materiales debemos impregnarlas de ese trato personal, evitando alienarnos en ellas, como suele ocurrir cuando tomamos una actitud de posesión. Desde esta relación interpersonal, nos relacionamos con ellas creativamente, es decir, amorosamente, recreándolas desde su raíz más original e integrándolas en nuestra propia realidad. Así lo podemos apreciar incipientemente en este resurgir actual de un interés ecológico ante la naturaleza.
Pensadores como Binswanger, Bergengruen, Minkowski, Saint-Exupéry, y muchos otros, han insistido en esta humanización del espacio y del tiempo, con todas las cosas que en ellos se contienen y acontecen, aunque muchos de ellos no hayan sido igualmente conscientes de la raíz interpersonal y religiosa que tiene este fenómeno, por lo que es necesario insistir en que el sentido último de las “cosas”, es decir del cosmos entero nos interpela en la más profunda realidad de nuestro ser.
Si no asumimos el mundo de las “cosas” en toda esa profundidad humano-divina, lo mutilamos de su dimensión más radical y de su existencia más auténtica, y es precisamente en y desde esta perspectiva teológica, cuando podremos oír la Palabra Primordial que nos sacará de nuestro misterioso, tenebroso y atronador silencio, para como dice Grothendieck: “Solo con luz que recibes como don puedes ir acercándote a ver el Todo sin deformarlo”.
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Tu APORTACIÓN
En este escrito que nos ofrece Mariano se ve bien a las claras de donde procede nuestras diferencias filosóficas. Por ejemplo, desde mi punto de vista, ya desde el comienzo invertiría la perspectiva. Porque a mi modo de ver, si podemos hablar de la dimensión de las cosas, no es porque estas estén incorporadas en la realidad, sino que es la realidad misma la que las contiene. No quedan así limitadas en tanto cosas objetivadas lógicamente, sino abiertas a lo real de ellas, es decir, abiertas a lo que de suyo son, a su dimensionalidad misma. Es precisamente porque las cosas son sentidas como reales, por lo que podemos hablar de la dimensión que las envuelve. Nada es de suyo una cosa sentido. Es en efecto sentida, pero en alteridad de realidad. En cuanto aprehendido algo intelectivamente es una cosa-realidad y luego ulteriormente, mediante el logos, puede actualizarse como una cosa sentido, sentido para vivirla, aquí y ahora. No es la ciencia la que así nos las presenta, sino la cosa real misma campal y mundanalmente considerada. Con lo expresado hasta aquí intentaré interpretar en positivo la frase que se cita de Grothendieck: “Solo con luz que recibes como don puedes ir acercándote a ver el Todo sin deformarlo”. La luz que intelectivamente recibimos de las cosas nos llega por lo que poseen estas de reales (religación) lo cual en su virtud es por lo que en el Todo quedan configuradas dimensionalmente. Un cordial saludo
Querida M. Luisa, como siempre me resulta interesante todo lo que escribes y por supuesto tus discrepancias que no carecen de razones.
En septiembre del año pasado fue publicado aquí en Atrio un artículo mío del que ahora te mando el enlace ya que no tuvo ninguna respuesta por parte de nadie, (ni de tí). Me extrañó y pensé que no lo habrías visto. Son varios los publicados en relación al tema de la “realidad” y desde distintos ángulos, pero en este que te remito, lo hago de una forma, a mi modo de ver, más genérica.
Creo que en este artículo/reflexión, (como casi todos los míos), remarco lo de reflexión para enfatizar que la realidad emerge más de una cosmovisión personal y existencial, que objetiva y frente a nosotros. Es una visión holística donde el que piensa y lo pensado se funden en una nueva realidad, pues persona y realidad son consustanciales.
M. Luisa, tus discrepancias me enriquecen. Un abrazo.
La discreta realidad « ATRIO
Querido, Mariano, mi tardanza no se debe esta vez al problema que en estos días la técnica tiene sometidos a la espera nuestros comentarios, sino que tuve que ir con mi hija unos días por el fallecimiento de mi yerno, llegando ayer por la noche. Así que ahora, en cuanto pueda y con gran interés, haré una relectura del enlace que me envías y ya te lo comentaré. No creas que me lo releí varias veces, pero le vi de tal hondura que acostumbrada a hacer comentarios breves, no vi manera de encontrarle el lado por donde empezar… así pues, a la espera del mientras tanto te mando un abrazo.
Querida M. Luisa, ante todo quiero manifestarte a tí y a todos los tuyos mi profundo sentimiento de pesar por tal acontecimiento y a su vez quiero responderte sobre la dimensión del mismo, dimensión que reclama el máximo sentido de realidad a toda la realidad.
Cuando hablamos, analizamos, filosofamos sobre las dimensiones y el sentido de la realidad, solemos olvidar la dimensión y el sentido de la Realidad por excelencia de nuestras vidas, Realidad que da vida a toda otra realidad. Ante tal pérdida es frecuente oír la expresión de: “Mi vida carece de sentido”….
Al analizar y filosofar sobre la realidad que nos rodea: Esa realidad próxima de las cosa que podemos mirar, tocar, sentir, poseer …, esa otra lejana del cosmos que nos fascina con su profundidad misteriosa, o esa otra de nuestra imaginación, de nuestros sueños, de nuestros deseos…. Todas ellas se desvanecen ante la pérdida de cualquier ser amado, pues son ellos los que nos dan el sentido de nuestra vida….
Mayoritariamente, mis reflexiones son un intento de acercarme a ese sentido del que si no lo encuentro me pierdo y todos los demás quedan como superfluos y entonces me pregunto: ¿Para que buscar el sentido de las cosas?…
En esta metafísica, M. Luisa, creo que tú y yo no discrepamos.
Un fuerte y solidario abrazo para tí y para todos los tuyos.
Muchas gracias Mariano, ayer no entré y por eso no pude leer este sentir tuyo tan expresivo que me serena y te agradezco enormemente. Esta mañana iba a elaborar un primer esbozo de lo que quisiera comentarte sobre el enlace “La discreta realidad” pero las interrupciones externas son constantes y no puedo concentrarme, así que dejaré pasar uno pocos días. ¡A la espera, pues, todo mi agradecimiento!
Solo agradecer esas dos citas de Óscar -tan oportunas como elocuentes-, que son merecedoras de una serena reflexión. La cita de Saint-Exupéry me recordó “El Principito”, obra maestra, que es como un pequeño y lúcido Don Quijote, que da también para mucha reflexión. El Principito en el fondo describe la sinrazón de este pobre mundo, que anda deshumanizado, sin ser consciente de ello. Llamamos valores a los sin-valores que deshumanizan, y sin embargo cultivamos, por carencia de luces. Por carencia de luces, maltratamos -comemos- las flores que elevan y dan sentido a la vida, que humanizan y elevan.
Algo parecido puede decirse del poema de Marta Ruffini: la poesía es terapia, humaniza y eleva… Mientras sigamos comiendo las flores, en algunos aspectos importantes, seguiremos en una fase -como mucho- de crisálida. Pese a todo, necesitamos creer en la Esperanza…, que de entrada quizá no es otra cosa que entrar en razón. Pero entrar en razón también con el corazón. Entonces no comeremos las flores… Entonces veremos mejor y no cultivaremos valores-mitos que degradan. Este fue el sueño de El Principito y de muchos seguidores de ese sabio Principito.
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY (“CIDADELA”)
Hice venir A LOS EDUCADORES y les dije: No estáis encargados de matar al hombre en los pequeños,ni de transformarlos en hormigas para la vida en el hormiguero.Lo que me importa es que sea más o menos hombre.No pregunto primero si el hombre será o no feliz,sino qué hombre será feliz:
1.- No los colmaréis de fórmulas vacías; sino de imágenes cargadas de estructuras.
2.- No los llenaréis de conocimientos muertos. Sino que les forjaréis un estilo para que puedan asir.
3.- No juzgaréis de sus aptitudes por su aparente facilidad. Porque quien va más lejos es el que más ha trabajado en contra de sí mismo.
4.- No insistiréis sobre el uso. Sino sobre la creación del hombre.
5.- Enseñaréis el respeto, porque la ironía es del cangrejo, y olvido de rostros.
6.- Fundaréis al hombre en el niño enseñándole el cambio en primer lugar; porque, fuera del cambio sólo hay endurecimientos.
7.- Les enseñaréis la meditación y la plegaria porque con ellas se dilata el alma.
8.- Castigaréis en primer término la mentira y la delación, que ciertamente pueden servir al hombre y en apariencia a la ciudad. Pero solamente la fidelidad crea los fuertes.
9.- Enseñaréis el gusto de la perfección porque toda obra es una marcha hacia Dios.
10.-Enseñaréis la maravillosa colaboración de todos y de cada uno. Entonces el cirujano se apresurará a través del desierto a reparar la simple rodilla de un peón. Porque se trata de un vehículo. Y ambos tienen el mismo conductor.
EL LLAMADO
EL LLAMADO
(Marta Ruffini – San Nicolás – Argentina)
No supo cuál fue el día
ni el momento en que nació la claridad.
Sólo supo que hallaba
definitivamente
la palabra que respondía al anhelo.
Fue un impulso interior
una fuerza serena que indicaba el camino.
No hubo visiones ni milagros,
ningún rayo de luz.
No fue sino la convicción
de que todo su ser se proyectaba
como un manto de vida, de verdad y de servicio
sobre el hombre y su miedo.
Se puso a dialogar con su secreto
pleno de fe, seguro,
trasponiendo el umbral hacia un mañana
libre, por el encuentro que su ser le revelaba.
Y su fervor deseó
la concreción feliz de la semilla
que fecunda
con la llegada de la Buena Noticia.
Por un carril de cielo se elevó su esperanza
en un sueño de cáliz y de panes
viviendo ya el misterio
de convenir los dones en la Eterna Presencia.
Sintió el Amor
que lo habitaba entero
buscó el dolor, y lo encontró vencido.
Y entonces con su fe, su fuerza y su palabra
se lanzó para siempre
con la alegría a cuestas
a seguir el llamado que sentía en su alma.
……………………………………………
Querido Oscar, has cometido un pequeño lapsus, pues para ser LLAMADO, primero hay que ser NOMBRADO.
¡Qué lapsus ni qué pamplinas, Mariano!
Me parece que el texto que aporta Oscar, el poema de Marta Ruffini, es espléndido y oportuno sobra esa ilumnación progresiva de las cosas que incluye llamada al compromiso. ¡Y tiene el título que ella le puso!
A Marta Ruffini la conocí en San Nicolás de los arroyos (Pcia. de Bs. As.) mientras hacía mi parte en la transformación de SOMISA (la mayor acería de Argentina – hoy de Paolo Rocca = TECHINT).
Era una petisita ex-Maestra jubilada.
El “LAPSUS” que pude haber cometido es el de no haber puesto la ‘perícopa’ que ella pone entre el Título y el Poema, que dice así:
A mis ex-alumnos
en su ingreso al Seminario
Gracias!
Querido Antonio mi respuesta fue escrita ante el primer comentario de Oscar en que solo aparece la escueta expresión de ” EL LLAMADO”. No sé por qué mi respuesta no fue editada cuando la escribí, pues apareció un mensaje en el que decía que, “estaba a la espera de que el moderador diese su autorización”, y por cierto , pasó bastante tiempo, el suficiente para que el siguiente comentario de Oscar entrase y aclarase su anterior expresión del que ahora, en este momento que escribo tomo constancia. Creo que queda aclarada así mi respuesta. Yo también me quedé un poco perplejo ante la misma. Como se puede apreciar a veces la técnica nos juega malas pasadas. ¿Aclarado?
Puede ser; Gracias!
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De NOMBRES; SOBRENOMBRES y/o APODOS
Sería interesante saber el ‘porqué’ existen los “sobrenombres’;
por qué se enciman al ‘Nombre’ hasta dejarlo casi olvidado.
Tal vez las “COSAS” las vamos ‘nombrando’ según nos las vamos ‘revelando’ (quitándole ‘velos’ = des-nudándolas), al “absorverlas y asimilarlas en nuestro ‘trato’ con ellas.
Entonces caemos en la cuenta que las “COSAS” no tienen un ser fijo ni fijado.
Esto tan sencillo dice Ortega que lo aprendió en Argentina del habla criolla: el criollo al emitir una ‘opinión’ dirá “puede ser” o “quizás” o “en una de esas” o “¿quién lo diría, no?” etc.
En resumen: NO hay COSAS; a lo sumo lo que hay son “CUASICOSAS“.
Gracias!
Querido Oscar, supongo que habrás visto mi respuesta a Antonio Duato en relación a la que di a tu primer comentario, dejando así zanjado el equívoco provocado.
Ahora quiero manifestarte mi total acuerdo con lo que dices sobre: “No hay COSAS, a lo sumo lo que hay son CUASICOSAS”, pues es lo que continuamente nos confirma la razón científica al buscar la “COSA” de las “COSAS”, con lo que podríamos extenderlo a la REALIDAD y decir que no hay REALIDAD, a lo sumo lo que hay es “CUASIREALIDADES”.
¿No es esto un indicio de que toda realidad física es “discreta” , como también nos confirma la propia ciencia. Tan discreta que se oculta en ese silencio que cita Grothendieck y que espera a ser oído, escuchado y aceptado para ser nombrado y que tome realidad, o cuasi realidad como tú dices, pero que en última instancia, en el límite de toda “cuasi realidad” solo será accesible (oída), con esa luz que es don y por tanto no alcanzable desde nuestra sola razón y por extensión desde nuestra sola praxis. ¿Qué opinas?.
Gracias por tu aclaración primera y segunda.