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Erosión de la ética y asfixia de la espiritualidad

Causas de la crisis sistémica

        Seguramente existe un cúmulo de causas que subyacen a la actual crisis sistémica. Ella se ha apoderado de todo el planeta y nos ha puesto en una ENCRUCIJADA: o seguimos el camino inaugurado por la modernidad a partir de los siglos XVII/XVIII con la llegada del espíritu científico que modificó la faz de la Tierra y nos ha traído incontables beneficios para la vida. Pero al mismo tiempo ésta se ha dado a sí misma los medios para su autodestrucción. Vamos más allá: la forma como hemos decidido habitar el planeta y organizar nuestras sociedades con costos altísimos para los ecosistemas y para las relaciones sociales, brutalmente desiguales, nos han llevado a tocar los límites de la Tierra. De seguir por ese camino se nos presenta por delante un abismo aterrador. La Tierra viva tal vez no nos quiera más sobre su superficie porque somos demasiado violentos y destructivos. Podemos sucumbir por el antropoceno, por el necroceno, por el virusceno y finalmente por el piroceno, ocasionados por nosotros mismos y también por la reacción de la propia Tierra viva, herida y vitalmente debilitada, que reacciona de esta forma.

        O si no, en un momento de aguda conciencia ante la posible desaparición de la especie, el ser humano da un salto cuántico en su nivel de conciencia, cae en sí, se da cuenta de que puede realmente llegar al fin de su aventura planetaria y cambia forzosamente y define un nuevo rumbo.

        Ciertamente esto no se hará sin una crisis fenomenal que se puede llevar porciones significativas de la humanidad, comenzando por los más vulnerables pero sin exceptuar a los más pertrechados. Así ocurrió en tiempos prehistóricos del planeta, en los que hasta el 70% de la carga biótica desapareció definitivamente.

        ¿Cuál será el rumbo? Estimo que ni sabios, ni científicos ni maestros espirituales sabrían indicar la dirección. La humanidad, unida ahora por el miedo y por el pavor, más que por el amor al futuro, percibirá que puede haber llegado al fin del camino andado. Mirará alrededor y descubrirá una senda a ser recorrida y construida por el andar de todos. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” nos enseñó un poeta español desesperado, huido de la persecución franquista. Desde dentro de nuestra esencia humana tendremos que sacar las inspiraciones y sueños que nos consoliden el nuevo camino.Viene a propósito esta frase de Einstein: la idea que creó la crisis actual no puede ser la misma que vaya a sacarnos de ella. Tenemos que soñar, crear, proyectar utopías viables y abrir caminos nuevos. Las ciencias de la vida nos confirmaron que somos seres de amor, de solidaridad, de cuidado, a pesar de que siempre nos acompaña una sombra, y debemos ponerla bajo vigilancia.

        Pero antes preguntémonos: ¿por qué hemos llegado a este punto crítico global? Aquí más que un saber científico nos ayuda el pensamiento filosofante.

        Considero, entre otras, dos causas fundamentales: la erosión de la ética y la asfixia de la espiritualidad.

        Recuperemos el sentido clásico del Ethos de los griegos pues nos iluminan todavía hoy. Ethos con mayúscula significa la casa humana, es decir, una parte de la naturaleza que separamos y la trabajamos de manera que sea el espacio donde vivir bien. La otra forma es el ethos con minúscula que son las formas de organizar la casa para que nos sintamos bien en ella y podamos dar hospitalidad a quien nos visita: adornar la sala, colocar correctamente las mesas, cuidar la cocina, alimentar el fuego siempre encendido, mantener la despensa abastecida y los cuartos decentemente arreglados. Son las virtudes éticas que dan concreción al Ethos. Pero no sólo, pertenece al Ethos cuidar el entorno de la casa, el jardín, las estatuas de las divinidades. Solo así el Ethos (vivir bien) adquiere forma concreta (ethos).

        Hoy el Ethos es la Casa Común, el planeta Tierra. Durante siglos ha alimentado a la humanidad. Pero con la llegada de la ciencia y la técnica hemos explotado de forma ilimitada e irresponsable sus bienes y servicios de forma que hoy hemos sobrepasado su capacidad de soporte (The Earth Overshoot), la llamada Sobrecarga de la Tierra. Ella es finita y no soporta un crecimiento infinito. El Ethos (vivir bien en la casa) y el ethos, las formas de organizarla, han sido desestructurados, todo lo que es importante para vivir bien: hemos contaminado las aguas, hemos sobrecargado los alimentos con pesticidas, hemos envenenado los suelos y contaminado los aires hasta el punto de afectar al sistema de la vida natural y de la vida humana. Presenciamos la erosión general del Ethos, del ethos y de la ética. La Casa Común deja de ser común, y se han apropiado de ella élites que tienen tierras, poder, dinero y la dirección de la política mundial. Ellas se han transformado en el Satán de la Tierra.

        Tan grave como la erosión del Ethos, del ethos y de la ética en general es la asfixia de la espiritualidad humana. Dejemos claro que espiritualidad no es sinónimo de religiosidad, aunque la religiosidad pueda potenciar la espiritualidad. La espiritualidad nace de otra fuente: de lo profundo del ser humano. La espiritualidad es parte esencial del ser humano, como la corporalidad, la psique, la inteligencia, la voluntad y la afectividad.

        Neurolingüistas, los nuevos biólogos y eminentes cosmólogos como Brian Swimme, Bohr y otros reconocen que la espiritualidad pertenece a la esencia humana. Somos por naturaleza seres espirituales, aunque no seamos explícitamente religiosos. Esa parte espiritual en nosotros se revela por la capacidad de solidaridad, de cooperación, de compasión, de comunión y de una apertura total al otro, a la naturaleza, al universo, en una palabra al Infinito. La espiritualidad hace intuir al ser humano que detrás de todas las cosas hay una Energía poderosa y amorosa que sustenta todo y lo mantiene abierto a nuevas formas en el proceso de la evolución. Algunos neurólogos han identificado un fenómeno excepcional. Siempre que se aborda existencialmente lo Sagrado, la experiencia de pertenencia a un Todo mayor, en una parte del cerebro se verifica una fuerte aceleración de las neuronas. Ellos, no los teólogos, lo llamaron el “punto Dios en el cerebro”. Igual que tenemos órganos exteriores a través de los cuales captamos la realidad circundante, tenemos un órgano interior, que es una ventaja evolutiva nuestra, para percibir a Aquel Ser que hace ser a todos los seres, esa Energía misteriosa que penetra todos los seres y los vivifica.

        Esa dimensión espiritual de nuestra naturaleza ha sido sofocada por nuestra cultura que venera más al dinero que a la naturaleza, más el consumo individual que el reparto, que es más competitiva que cooperativa, prefiere el uso de la violencia al diálogo para resolver conflictos y ha creado la guerra nuclear y biológica como disuasión, amenaza y eventual utilización, lo que significaría el fin del sistema-vida y del sistema-humano. La violencia y las guerras implican la asfixia de la espiritualidad, intrínseca a nuestra esencia.

        Actualmente el eclipse de la ética y la negación de la espiritualidad humana podrán llevarnos a situaciones dramáticas, no excluyendo trágicamente la extinción de la especie homo, después de algunos millones de años de ser amados y nutridos por la Magna Mater, a quien que no hemos sabido retribuirle cuidado, reverencia y amor.

        No por eso desesperamos. El universo guarda sorpresas y el ser humano es un proyecto infinito, capaz de crear soluciones para los errores que él mismo cometió.

*Leonardo Boff ha escrito con Mark Hathaway, El Tao de la Liberación: una ecología de la transformación, en varias lenguas, Vozes 2010, que mereció en USA la medalla de oro en ciencia y nueva cosmología.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

6 comentarios

  • Santiago

    Creo que L Boff tiene razón y es certero en su descripción de la situación actual del mundo.Y es que al ser humano al violar voluntariamente el  orden moral y social que Dios le dio -en Su Revelación-!para nuestro bien en esta y en la otra vida, se colapsó la sociedad, y el mundo ha experimentado un retroceso hacia la era pre-cristiana donde imperaba la crueldad institucional, ausencia de compasión, la barbarie pública y la exaltación de la ignorancia, la chabacanería y la reaparición de costumbres prehistóricas instintivas como se ve en la ferocidad de los crímenes y las guerras del mundo actual…Como hemos “sacado” a Dios de nuestro sistema educacional, judicial, político, y social, y prácticamente negamos Su providencia y Su inmanencia y por otra parte, nosotros somos seres con inteligencia y voluntad, no podemos esperar que Dios responda siempre positivamente a esta indiferencia y negación cuando podemos llegar hasta El con Su gracia y con nuestra razón, intuición y nuestro espíritu. Y Sus huellas están presentes inteligentemente en el Cosmos…y El se nos reveló por medio de Jesús de Nazaret. Y como hemos querido destruir toda norma moral objetiva y todo vestigio de espiritualidad trascendente, rechazando la Revelación del Padre en Jesucristo, NO podemos esperar que se mantenga un orden moral y social en el mundo.Y así estamos presenciando el deterioro progresivo del orden mundial con una moral relativista que implica el caos universal que presenciamos y leemos diariamente en los medios informativos y comprobamos cuándo Interaccionamos en nuestra propia comunidad y nación.

    Solo Dios, con nuestra cooperación puede salvarnos a nosotros, y según Su Voluntad, al mundo en general. Al fin y al cabo el Universo-que tuvo comienzo -tendrá también un final. Sólo permanecerá Dios en Su eternidad ofreciendo desde ahora Su amor, a todos los que quieran seguir al Cordero. Y por eso dice Jesús en el Evangelio: “Sin Mi, nada podéis hacer”

    Un saludo cordial
    Santiago Hernández

  • Juan A. Vinagre

    Expongo una reflexión a propósito del artículo de L. Boff. El art. lleva una carga de bastante pesimismo, que es muy razonable, pero prefiero pensar -y esperar- que al final entremos en razón y nos salvemos del diluvio generado por la pobre e inmensa estulticia de la razón humana al servicio de un EGO torpe y ciego -personal y en parte colectivo-, y que nos lleva a repetir, de otra manera, el cuento de Sísifo… ¿Las guerras no son algo parecido, en versión trágica, a este cuento? ¿No estamos repitiendo la historia de subir a lo más alto a nuestro EGO para que desde la montaña se despeñe, y así volver a empezar? ¿Qué han hecho y siguen haciendo sino esto mismo los imperios, las naciones, los “pueblos” que quieren subirse a la cumbre a toda costa? El poder de esas “Rocas” cuando suben aplastan y cuando bajan arrasan… Esta triste historia se viene repitiendo desde hace miles de años, con la diferencia de que ahora mata más…

    -¿Qué hacer para evitar ese diluvio?  Si fuésemos suficientemente maduros-sabios, repensaríamos nuestra historia -y la historia de nuestro “progreso”, capaz de eliminarnos de la tierra-, y abriríamos caminos con valores nuevos, más innovadores y más humanos. El modelo-paradigma del poder-ego tradicional, que lleva a la destrucción ciega y perversa, no puede sostenerse por más tiempo. La ética se erosiona y la espiritualidad se asfixia con este paradigma tradicional. Y se erosiona y asfixia porque utiliza y/o margina al ser humano y la tierra. Incluso utiliza el concepto de Dios para justificarse.

    -En suma, necesitamos otro paradigma, renovador, innovador, fundado en valores verdaderamente humanos. Necesitamos una revolución en/de valores. Con ellos daríamos paso a una espiritualidad más, mucho más humana que renueve la faz de la tierra. Las guerras, más que un negocio sucio, son una aberración loca, demencial, que los “prohombres próceres”, parece que no son capaces de ver… La locura propia no se ve ni se admite.

  • Antonio Duato

    Original manera de comentar este pensado y penoso texto de Leonardo la de Oscar. Unos cuentos kafkianos de su paisano Anderson Imbert, que, como el texto de Leonardo ponen los pelos de punta. Efectivamente, el futuro de la especie o género homo tras el eclipse de del Ethos y el espíritu (póngase el binomio en griego o español, en mayúscula o minúscula, que da lo mismo; lo importante es lo que designa, sin definir, cada término) es tremendo, como predijo el loco de Nietzsche en la Gaia Ciencia o el “loquito” Aexander G. en La llave de los sueños, donde preveía como Leonardo una enorme Tempestad y una sucesiva Mutación del ser humano que tal vez sobreviva.

    Estoy intentando escribir más, y muy personalmente, sobre Testimonios y esperanzas. Contestaré a tantos artículos y comentarios de ATRIO que me interpelasn sin cesar. ¿Tal vez el primero de la serie esta misma semana? No me puedo excusar en los años, que también van siendo mayores Leonardo y Alberto y hay que ver lo fieles que son a sus columnas semanales.

    Pero ya que ha salido lo de los sueños, quiero trasmitiros lo que me ha comunicado Rodrigo Olvera hace un momento, autorizando su publicación:

     

    Escena de mi sueño de esta madrugada:

    Toda la escena es como un video de Youtube.

    Empieza con una animación de un mapa militar en donde se van dsscribiendo los avances de un ataque, en Europa del Este. El ejército en la ofensiva ataca con tres grupos de ejércitos, en dirección norte, noreste y este. El ejército a la defensiva lanza dos contrataques desde el norte y noreste. 

    Hay un cambio de plano. La animación del mapa militar queda en segundo plano, y en primer plano hay imágenes de artillería disparando, tanques avanzando, infantería corriendo a ocupar posiciones y aviones bombardeando ciudades. 

    Nuevo cambio de plano. Un hombre vestido de traje está parado dentro de un baño público, justo afuera de uno de los cubículos de escusado. Está en estado de shock. Aparece un soldado vestido en su unifome de campo, le entrega un cuadrito de papel de baño, y se retira. El hombre sigue parado en shock, con el cuadrito de papel de baño en la mano. 

    Gradualmente se va ampliando el plano, manteniendo en el centro de la escena al hombre parado, en medio de un baño destruido, en una cuadra destruida, en una ciudad destruida, en un país destruido. 

    Aparece en letras blancas una leyenda en inglés, que una voz en off lee: War is a dirty business(La guerra es un negocio sucio).

    Abrazos cordiales. Seguimos yendo

    • oscar varela

      LA QUEJA
      Otra vez estaba allí el cuervo, esperándome en el camino.
      Parecía un punto sobre la i del poste.
       
       Cuando me acerqué me dijo:
      Oye, atolondrado, ¿no podrías evitar las desgracias por tu propia cuenta? Ya estoy harto de este papel de pájaro de mal agüero.
       
       

      FILIAL
      Don Sabino era el viejo más sano y vigoroso de Orán.
      Lo que es éste —decía el enterrador— hace el centenario.
       
      La víspera de cumplir los noventa y seis años llamó a los suyos y les recordó que acababa de alcanzar la edad justa que tenía su propio padre en el momento de morir:
       
       —No quiero pasar al otro mundo y presentármele con más años.
      Faltarle el respeto ¡no! —y respetuosamente paró el corazón.

  • oscar varela

    CUENTOS asociados:

    • oscar varela

      ANDERSON IMBERT, ENRIQUE
      (Narraciones completas –Vol.I,185/91)
       
      EL CIGARRILLO
      El nuevo cigarrero del zaguán —flaco, astuto— lo miró burlonamente al venderle el atado.
      Juan entró a su cuarto, se tendió en la cama para descansar en la oscuridad y encendió en la boca un cigarrillo.
      Se sintió furiosamente chupado. No pudo resistir. El cigarrillo lo fue fumando con violencia; y lanzaba espantosas bocanadas de pedazos de hombre convertidos en humo.
      Encima de la cama el cuerpo se le fue desmoronando en ceniza, desde los pies, mientras la habitación se llenaba de nubes violáceas.
       
      LA MOSCA
      El soldado Juan dormía la siesta, a la sombra de un ombú, en Campo de Mayo.
       
      Soñó que estaba por despertar y aunque en seguida quiso plegar esa flor alerta que se le abría ya no pudo. ¡Cómo le vibraba en lo hondo del sueño el gran rumor de la mosca! Zumba que zumba, quería metérsele dentro de la calavera por los agujeros de la nariz, de la boca. de las orejas, de los ojos…
       
      El soldado Juan permaneció en la misma postura, todo cerrado a la mosca, quietito, cuidando su sueño. Solamente estiró un brazo, tomó el hacha que había dejado al lado y de un solo golpe se abrió la cabeza.
       
      TABÚ
      El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
      —¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
      ¿Zangolotino? —pregunta Fabián, azorado.
      Y muere.
       
      EL SUICIDA
      Al pie de la Biblia abierta —donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo— alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
       
      Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno. ¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien —¿pero quién, cuándo?— alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
       
      Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien. Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez.
      Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando. Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.
       
      EL AIRE Y EL HOMBRE
      Entre risas concluía el almuerzo. Los ojos de los niños brillaron golosos cuando la criada entró con el postre.
      ¡Bueno! —exclamó Diego restregándose las manos con fruición.
      De pronto, sorprendido, se miró un dedo.
      ¿Qué es esto? —murmuró.
      En la yema del meñique había aparecido una muesca que crecía rápidamente. Uno tras otro, se levantaron y rodearon al padre, que miraba casi divertido cómo se iba quedando sin dedo. Ni un dolorcillo, ni una gota de sangre. En cada instante el meñique pareció la muestra en cera de una amputación. La voracidad del aire se estaba comiendo ahora los otros dedos.
      Entonces el hombre acercó el muñón de la muñeca al postre.
      ¡Oh, papá! —le reprochó Carlitos—. Nos has agujereado el flan.
      El flan, hundido en cinco huecos como los de un guante. Sin embargo, ya no había dedos. Ni mano. La manga ahora parecía un tubo vacío.
      Repártanse el postre —dijo la madre a los niños, y siguió a Diego hacia el dormitorio.
       
      Aunque a Diego se le habían desaparecido los brazos, y por esos lados ya no sentía, en lo invisible falanges, falanginas y falangetas aún debían de estar cumpliendo automáticamente sus movimientos sutiles, pues saco, corbata y camisa se desprendieron del cuerpo y cayeron. Se miró al espejo, desnudo. Ahora la erosión le estaba cavando en el torso grutas que lo traspasaban de lado a lado. Cuando se deslizaron al suelo las últimas ropas Diego y su mujer vieron cómo el aire inundaba violentamente los restos del cuerpo. Riadas veloces penetraban por las carnes y devoraban los islotes. Ya estaban los niños golpeando en la puerta. El más pequeño comenzó a lloriquear.
      Déjalos —pidió Diego- La voz sonó tranquila.
       
      Al entrar los niños descubrieron la cabeza de su padre, risueña, suspendida como un globo de luz.
      ¡Hola! —les dijo con ternura.
      De la sonrisa brotó una oleada transparente que se entró por un ojo y fue vaciando rápidamente el cráneo. No quedó nada. La mujer, inmóvil, tensa, vigilaba el aire.
      Diego —lo llamó en voz muy baja.
      Y avanzó con los brazos abiertos, moviéndolos de un lado a otro como se draga el río cuando se busca un cadáver.
      …………………………….