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La bendición de parejas del mismo sexo

La noticia es de ayer y ya parace vieja. En Religión Digital se han publicado ya muchos comentarios (Arregi, Masiá…). Pero personalmente recomiendo a quien haya tenido prvia relación con textos doctrinales del Vaticano  a leer reposadamente toda la declaración Fiducia supplicans, para ver como el nuevo prefecto surfea para dejar constancia de que lo que se aprueba como acto de Iglesia no es un sacramento y ni siquiera un acto litúrgico regulado. E Atrio abfimos el tema con este artículo de nuestro teólogo Jesús. AD.

El Papa Francisco ha autorizado la bendición de “parejas en situaciones irregulares” y “parejas del mismo sexo” con el fin de dar gracias a Dios por “todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones”. Como era de prever, esta decisión -que algunos han tipificado como “histórica” y otros como “extremadamente corta”- ha hecho correr ríos de tintas e infinidad de comentarios de todo tipo. Quizá, por eso, es posible que no esté de más exponer el contexto eclesial en el que se ha venido gestando.

En su origen se encuentra una histórica rueda de prensa concedida por el Papa Bergoglio en el avión que le trasladaba de Río de Janeiro al Vaticano (julio de 2013): “Si una persona es homosexual y busca al Señor y tiene buena voluntad”, les dijo a los periodistas, “¿quién soy yo para juzgarla?”. La sorpresa fue mayúscula. Francisco era muy consciente de que la desafección eclesial de muchos católicos no solo obedecía al secularismo, sino tambien a la obsesiva e inmisericorde exigencia de una moral familiar y sexual, sin los pies en la tierra. Esa consciencia explica que dedicara dos Sínodos Mundiales de obispos (2014 y 2015) a reconsiderar la moral sexual, prestando una particular atención a la necesidad de acelerar y abaratar las nulidades matrimoniales, así como a no expulsar de la comunión eclesial a los divorciados casados civilmente y a  cambiar el magisterio y la relación con los homosexuales.

En el primero de los sínodos (2014) fue posible agilizar e, incluso, hacer gratuitas, las nulidades matrimoniales. Pero hubo una cerrada oposición a los otros dos asuntos. Pronto se pudo ver que, en lo referente a la homosexualidad, había dos enfrentadas sensibilidades en la Iglesia católica: la primera, manifestaba un rechazo total a cambiar el magisterio ya que la relación homosexual -sostenían- iba contra “la naturaleza”. Este grupo lo formaban la mayoría de los obispos africanos, con una buena parte de los de la Europa del este y de los estadounidenses. El segundo grupo (que no llegaba a los dos tercios requeridos para que saliera adelante una propuesta de cambio), estaba liderado por los obispos alemanes. Para estos, había que cambiar el magisterio y la ley porque la inclinación homosexual era “connatural” o “según la naturaleza” de las personas homosexuales en concreto, tal y como se encargará de recordar el teólogo dominico Adriano Oliva, siguiendo a Sto. Tomás de Aquino.

Visto que no era posible alcanzar la mayoría requerida de dos tercios, en el segundo de los Sínodos (en el del año 2015) se optó por dejar abierto este asunto y sacar adelante, al menos, la acogida eclesial de los divorciados vueltos a casar; cosa que, finalmente, se logró.

De entonces a hoy, hemos asistido a un intenso -y, a veces, muy crispado- debate sobre la homosexualidad en la Iglesia católica que ha tenido la virtud de que haya decrecido (pero no desaparecido) el peso de los católicos contrarios a cambiar la doctrina y la ley. Los que durante este tiempo han ido más lejos han sido los obispos y bautizados belgas (publicando un modelo de bendición de uniones homosexuales), así como los alemanes. Estos últimos han argumentado que la posición de la Iglesia católica sobre la homosexualidad no se ha de asentar tanto en la llamada “moral natural” (invocada por la minoría eclesial), cuanto en las aportaciones más relevantes de la tradición judeocristiana y de los datos científicos que se vienen alcanzando sobre la sexualidad humana. A la luz de estas dos referencias, han defendido que se ha de “respetar la forma en que cada uno concibe su identidad de género como parte inviolable de su ser imagen de Dios de una manera individualmente única”. Y habida cuenta de que “la doctrina de la Iglesia y su ley, dada la definición de binariedad bajo la ley natural, no atienden a estas identidades en absoluto”, deben ser cambiadas porque “no corresponden ni a la autocomprensión reseñada de tales personas ni al estado de las ciencias humanas”.

Estas y otras aportaciones, han ido preparando el terreno para que en el pasado Sínodo Mundial de octubre se haya aprobado -con la mayoría de dos tercios- estos tres textos que muestran un cambio de orientación al respecto: según el primero de ellos, “a veces, las categorías antropológicas que hemos desarrollado no bastan para captar la complejidad de los elementos que surgen de la experiencia o de los conocimientos de las ciencias, y requieren un perfeccionamiento y un estudio más profundo”. Según el segundo, “de distintas maneras, las personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia por su situación matrimonial, su identidad y su sexualidad también piden ser escuchadas y acompañadas, y que se defienda su dignidad”. Y, según el tercero, urge traducir “en iniciativas pastorales adecuadas” éstas y otras indicaciones aprobadas en el aula sinodal.

La bendición de parejas del mismo sexo o en situaciones irregulares es la primera de estas “iniciativas pastorales”. Sin duda, quedan otras por venir.

3 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    Solo manifestar que comparto esa postura del Papa Francisco. De añadir algo sería para decir que los divorciados que desean participar en una eucaristía deben ser admitidos sin reparos. Los reparos, que se pongan ante tantos matrimonios -que en la historia han sido- con “dispensas” papales a reyes, príncipes y princesas muy consanguíneos.  En estos casos el papa pudo dispensar, pero no puede reconocerse -y corregirse- un error en la elección de pareja…, cuando tan inclinados somos a cometer errores. ¿No se pueden corregir los errores matrimoniales?  Jesús demostró en más de una ocasión que era más flexible. Eso de que “lo que Dios unió que no lo separe el hombre”, debe entenderse mejor, en su contexto y circunstancia. Jesús, insisto, era más flexible. No le atribuyamos rigideces ante un error cometido con buena intención…, de modo que no pueda corregirse de por vida…  Por otra parte, ¿tienen sentido evangélico esas “nulidades” concedidas y conseguidas con mucha plata?  Hay que repensar muchas doctrinas clericales, incluso transmitidas con buena intención. Reconocer errores no debe ser nunca un escándalo doctrinal, sino un criterio de buen sentido común.

  • carmen

    Hay quien me ha contado la noticia, ya saben que tengo un hijo homosexual y con planes de boda. Adoro a mí yerno. Quién me iba a mí a decir cuando tenía a mis hijos pequeños que iba a tener un yerno. Pues lo tengo.

    También hay alguien a quien le he mandado la noticia. Les he dicho lo mismo: ves como avanzamos? Ya los pueden bendecir, como a los animalicos el día de San Antón. Lo que no sé es lo que pensarán ellos y ellas. Sí sé lo que yo pienso. Agradecida, pero da un poco igual. Mi Dios está por encima de muchas cosas. O de todas. No sé.

    Pues eso.  

  • ELOY

    Gracias por la contextualización. Es algo que suele fallar en muchas de las noticias sobre este asunto que leemos en la prensa. Saber que estamos en un proceso abierto a nuevas iniciativas, siendo la que se comenta la “primera” de ellas y ante un replanteamiento de las categorías antropológicas manejadas hasta ahora, nos hace pensar que no se trata de “ocurrencias” o medidas tomadas al albur, sino de actuaciones centradas en el cuidado y valoración de cada persona desde la perspectiva  evangélica.