Vivimos tiempos de interrogaciones radicales, tal vez más que en otras épocas. Generalmente las crisis y las grandes fatalidades tenían un carácter regional. Por eso pasaban inadvertidas para la mayoría de la humanidad. Hoy es diferente: todo se da de forma global y a la luz del sol. Presenciamos en tiempo real la destrucción de todo un pueblo. La demolición de sus casas. La muerte de miles de niños inocentes que no tienen nada que ver con la guerra. Son incontables los que permanecen bajo los escombros de los edificios destruidos. Las madres cargan en sus brazos a sus hijos e hijas asesinados y besan sus rostros desfigurados. Todo eso por causa de la mente asesina de un primer ministro sionista de extrema derecha, insensible e inhumano: Benjamín Netanyahu.
Algo parecido sucede en varios lugares del mundo. Hay genocidios perpetrados en África, en Ucrania y en otros lugares del planeta sin que los publiquen las televisiones y los periódicos.
La propia Tierra ha entrado en ebullición. Parece que se está realizando aquello que San Pedro preveía en su segunda epístola: “la tierra será consumida por el fuego; los cielos se disolverán en fuego y los elementos abrasados se derretirán” (2Ped 3,10.12). El calentamiento del planeta está alcanzando tal punto que algunos científicos hablan del inicio de la era del piroceno, la era del fuego, tal vez la más peligrosa para la existencia de la vida sobre el planeta.
Se oyen por todas partes un gran lamento y mucho llanto. Hay ojos secos de tanto llorar. Los que aún creen, gritan desesperados: ¿dónde está Dios? ¿Por qué permite tanta maldad? ¿Por qué no interviene y detiene el brazo criminal? ¿Por qué se calla?
Otros ya no creen en ningún sentido de la vida y de la historia. ¿Por qué podemos ser tan crueles y sin piedad si podríamos ser afables y amorosos los unos con los otros y con la naturaleza? Somos un proyecto fallido en el proceso de la evolución. No tenemos remedio. No aprendemos nada de la historia. Y cometemos crímenes y más crímenes, cada vez con más sevicia y atrocidad.
A causa de estas contradicciones entendemos a los ateos. Ellos aducen muchas razones para negar la existencia de un Ser bueno y amigo de los seres humanos. No obstante, muchos de ellos son sinceramente éticos: creen en la justicia y en la verdad, se compadecen de los que sufren, se solidarizan con los injustamente humillados y ofendidos y procuran bajar a los crucificados de la cruz. Ven sentido en estos sentimientos y en estas prácticas sin formar parte de una religión o de una iglesia.
Pero la llaga sigue abierta y sangrante: ¿no podría ser diferente? ¿Por qué estamos condenados a padecer tanto en el cuerpo, en la mente y en el corazón? Es una pregunta que queda abierta.
Pero hay también obstinados y perseverantes. Contra todos los absurdos creen en un sentido secreto que no ven. Contra todas las razones que los llevarían a negar a Dios, siguen creyendo en Dios. Persistentemente. Obstinadamente.
Corría el año 1943. Cerca de 300 mil judíos eran reclusos, por medio de un alto muro, en un gueto de Varsovia. Se rebelaron. Miles fueron sacrificados o transferidos a campos de exterminio. Antes de que lo matasen, un judío tuvo tiempo de escribir un pequeño documento, que decía:
“Creo en el Dios de Israel, aunque Él haya hecho todo para que no crea en Él. Escondió su rostro. Voy a meter la hoja en la que escribo estas líneas en una botella vacía. Voy a esconderla detrás de los ladrillos de la pared maestra, debajo de la ventana. Si un día alguien la encuentra tal vez va a entender el sentimiento de un judío –uno entre otros millones– que murió abandonado por Dios, ese Dios en el que sigo creyendo firmemente”.
¿Estas palabras no nos hacen recordar a Job, que en medio de la mayor tragedia personal y familiar tenazmente dice a Dios: “Aunque me mates aun así creo en ti” (Job 15,13)? Y otro, contador de inspiradas parábolas y gran sanador de todo tipo de dolencias, que invocaba a Dios con un nombre de extrema intimidad, “Papá querido” (Abba), que fuera condenado por los religiosos de su tiempo por pasar las leyes y las tradiciones por la criba del amor, fue crucificado fuera de la ciudad para expresar la maldición de Dios.
En la cruz, en el auge del sufrimiento “gritó con voz fuerte” en su dialecto arameo: “Eloí, Eloí lemá sabachtani”: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34)?
Para que este grito de esperanza contra toda esperanza y de fe contra la fe no permaneciese en un completo absurdo ni fuera una voz que se perdiese en el universo, se cree que todos estos perseverantes fueron acogidos en el seno del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. También se anuncia por ahí que el predicador ambulante que pasó por el mundo haciendo el bien, “el Justo, el Santo y el Verdadero” (1Jn 5,10), fue resucitado por su Papá querido (Abba). La resurrección es una insurrección contra todos los absurdos de este mundo y como anticipación de un último Sentido, bueno, de toda la historia. Pues todo sufrimiento y toda perseverancia jamás serán en vano: ¿Su nombre? Jesús de Nazaret.
*Leonardo Boff escribió Pasión de Cristo-Pasión del mundo, Vozes y Sal Terrae 1977, varias ediciones.
Traducción de María José Gavito Milano
A lo mejor sí hay que cambiar el nombre de “teología” de la liberación por el de “Buena Nueva de la liberación” o simplemente por el “Evangelio de la liberación”. Pero con un matiz importante: Esa liberación depende de los hombres, que aunque no siempre sabemos bien lo que hacemos -de ahí tantos disparates y barbaridades reiteradas en la historia, también en la historia del pensamiento-, esa liberación depende de nosotros, por muy obcecados que estemos. El Estado social y económico, tan descontrolado e inhumano en muchos países de hoy (cada quien ponga el nombre), ha sido “creado” por hombres egoístas sin sentido del nosotros (que han pretendido ser caudillos o “próceres” salvadores), ha sido “creado” por hombres sin sentido solidario. Y esto es obra del hombre. No de poderes superiores… El mirar arriba desvía del camino. Es el ser humano el responsable de los males evitables, que muchas veces actúa sin razón -con los pies-, aunque su ceguera le impida ver su propia sin razón. En suma, frente al mal…, caben varias preguntas y explicaciones, más o menos razonables: 1) Si Dios existe, ¿por qué el mal? 2) Si el hombre piensa y razona y valora… ¿por qué se comporta como un caníbal? 3) ¿Qué otros factores le impiden ver y le llevan a comportarse como un cretino sin sentido? ¿Por qué además llama grandezas a lo que solo son errores e inmadureces ególatras etc.? En este caso, -aunque el tema no esté bien enfocado-, se entiende que muchos se pregunten: ¿Dónde está Dios? ¿Es admisible creer en Él?-Ante este gran y muy duro y difícil tema, me quedo con la explicación (que reitero) de Torres Queiruga: El amor por lo más frágil con consciencia, con cierta capacidad de discernimiento y una gotita de libertad, el amor por lo más frágil -digo- es, a mi juicio, la mejor explicación. Amor por lo más frágil, aunque cree contradicciones que nuestras mentes limitadas no saben discernir, porque solo ven a distancias cortas. Aunque somos capaces de resolver conflictos e incluso de evitarlos, nuestra miopía nos impide ver más largo… Si a estas limitaciones añadimos otras como las emociones (¡ay las emociones que tanto condicionan y nublan más la vista y engordan el ego!), cabe pensar como Jesús en la cruz: No saben lo que hacen… En suma: Creo que el amor por lo más frágil, que se pasa con nosotros hasta darse hasta el extremo…, es la mejor explicación. Ese Amor que tanto se pasa al fin será el que nos libere y nos salve.
Recordemos que ese mismo justo que gritó: “¿Padre por qué me has abandonado?”, había dicho antes, también, “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”
Quizás eso lo resuma todo.
Hola Llaguno!
En efecto: tu cita lo resume todo.
El ‘Todo’ de Boff.
Lo extraño es que no termine de ‘convertirse’
porque sigue con la cantinela:
“A causa de estas contradicciones
ENTENDEMOS a los ateos”
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¿En serio, Leonardo, me lo decís?
Los entendés ‘hasta por ahí nomás’.
Como también entendés ‘hasta por ahí nomás’ la ‘teología de la liberación’
No te has respondido la pregunta
– que te hice en Buenos Aires (aprox. 2010):
– “¿Cuándo la ‘Teología de la Liberación’
estará en condiciones
de Liberarse de la Teología?”-
En contrapartida
Yo puedo decir (usando tu frase):
– “A causa de estas contradicciones
ENTENDEMOS a los creyentes religiosos”
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