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La otra dimensión

A la serie anterior sobre la consciencia, se añade esta reflexión filosófica de Mariano. Se puede seguir el debate sobre cual será el método para llegar a la dimensión última de la realidad. Esta tarde he asistido en Paris (sic) a la conferencia de Laurent Lafforgue, premio Field 2002, Geometría y mística en A. Grothendieck. Quien sepa francés hará bien en seguirla. Ha resaltado frases de él, semejants a estas: “Para crear matemáticas hay que empezar escuchando las cosas, que nos hablan en el silencio. Luego nombrarlas, definirlas y relacionarlas. Solo con luz que recibes como don puedes ir acercándote a ver el Todo sin deformarlo”. Leamos a Mariano y escribamos desde el mayor respeto y autenticidad. AD.

          En el ámbito de las ciencias y en especial en el de la matemática es común hablar de las dimensiones de la realidad, entendiéndose como tal al conjunto de elementos que la estructuran y que a su vez son irreducibles a cualquier otro, adquiriendo el carácter de elementos de referencia absolutos y a su vez tampoco son deducibles de ninguna combinación lineal de los elementos de dicha realidad.

          En la lógica matemática este concepto alcanza su máxima expresión al afirmar categóricamente que la veracidad de todo sistema lógico formal no reside en él, a través del conocido teorema de la incompletitud de Kurt Gödel.

          Esta situación es semejante a la que acontece cuando desde la razón lógica queremos definir un concepto y en el que dicho concepto no puede formar parte de la definición para no caer en una tautología.

          Por otra parte, estos elementos estructurales o fundamentales son dinámicos con lo que la realidad adquiere también un carácter dinámico, pero con un matiz diferenciador respecto al de aquellos. El dinamismo de los elementos estructurantes de la realidad carece de límites, es totalmente libre ya que en caso contrario sería deducible por otros y no serían fundamentales, en tanto que los de la realidad en ellos fundamentada sí que tienen límites que son los que le impone la dimensión estructurante.

          La técnica es un claro ejemplo de esto que se acaba de decir. Siempre que creamos algún artefacto, un sistema o cualquier dinamismo contingente estamos encerrándolos en unos límites operativos o expresivos, es decir estamos determinando los grados de libertad bajo los cuales se pueden manifestar, y que cuando queremos superarlos, ampliamos o creamos otros distintos con más grados de libertad operativa o expresiva. Nosotros somos el dinamismo que limita al dinamismo de lo que creamos. Nuestro dinamismo tiene siempre un nivel dimensional superior al dinamismo creado, dinamismo velado al acceso a la realidad que le crea, pues en caso contrario caeríamos en la tautología de la razón lógica antes mencionada y que en este caso sería el de la razón práxica. Lo que crea ve a lo creado, pero no a la inversa.

          Para muchos, esto que se acaba de exponer les resulta incomprensible. ¿Cómo es posible que la horma de la realidad no pueda ser deducida de la realidad que sale de ella? Bien, aquí en este punto la ciencia y la técnica no se cansan en corroborarnos este principio de realidad, pues siempre que quiere acercarse a dicho principio se abre un nuevo abismo teniendo que introducir el concepto de infinito como límite tanto en lo grande como en lo ínfimo. Nunca podemos tomar la parte por el todo para poder demostrar el todo, ni tampoco podemos alcanzar la esencia de la realidad que dé razón de dicha realidad.

          Si asumimos esto como verdad científica sobre la realidad material y contingente de la naturaleza, del mundo, del universo entero y en definitiva del cosmos, podremos abrirnos sin prejuicios a esa otra dimensión estructurante de quien se pregunta por ella, el ser humano, la persona, realidad singular, concreta, única e irrepetible con independencia del tiempo de su existencia, pues en caso contrario estaríamos inhabilitados para poder salir de nuestro dinamismo estructurado al enclaustrarnos por decisión propia en una realidad autónoma, no usando nuestras facultades innatas para abrirnos, asumir y participar de la dimensión que nos estructura como realidad humana.

          La propia pregunta sobre esa dimensión estructurante es un fenómeno antropológico de primera magnitud, evidente e innegable desde que el primer ser humano apareció y que ya nos evidencia de forma inconsciente y por tanto pre-racional de la necesidad de preguntarnos por ella. Esta necesidad está inscrita en lo más profundo de nuestras entrañas y nos resulta imposible el no hacernos tal pregunta, siendo una latencia de y en todo ser humano a través de toda su existencia. Otra cosa es que sea despreciada y/o arrinconada al desván del olvido, bien por creernos seres absolutos al considerarnos como la dimensión estructurante de nuestra propia realidad, por propia altanería y soberbia, o bien por pereza intelectual propia de todo burgués comodón que se asienta en la cómoda trivialidad de su vida trivial, diciéndose: “esto no va conmigo”.

          Este desprecio contradice a la propia razón por lo ya explicitado anteriormente y cuando esto acontece, la razón ya sea la científica, la filosófica, la teológica, o cualquier otra dimensión racional humana, se precipitan en un abismo cósico, semejante al de los agujeros negros de la dimensión científico-técnica, el abismo del infinito misterioso que no toca fondo, no tiene fin y por tanto nunca puede lograr la plenitud buscada que dé razón de su realidad. La plenitud es lo que da sentido a la realidad al alcanzar la propia esencia de su realidad, pues más allá de la plenitud no puede existir nada ya que ella es la dimensión que crea y da sentido a todo lo existente. La plenitud no es un concepto cuantitativo, es la cualidad esencial de toda realidad.

          El ser humano, la persona, es un ser futurizo, abierto al futuro, es una realidad escatológica que busca más allá de su realidad su fundamento y su sentido de ser tal realidad. Esta es la verdadera Otra Dimensión, dimensión absoluta que es totalmente libre, ella es liberalidad absoluta, y de la que sólo se puede participar por revelación, pues no está relativizada a nada y por tanto no hay razón que pueda dar plena razón de ella.

          La razón científica cuando quiere sobrepasar el ámbito de la realidad contingente no le queda más remedio que asumir en forma de fe no de hipótesis que sería un no salir de la contingencia racional su nueva racionalidad asentada en una confianza exterior a la de en sí misma.

          Esta confianza no se fundamenta en razones y si en experiencia de vida, experiencia que por necesidad se percibe, se experimenta como “don”, como único medio de posible acceso a su propia realidad para que participe de su sentido de ser y encuentre la razón de su existencia. Esta experiencia es el a priori de su racionalidad

          Al igual que en la razón contingente de la ciencia se generan expectativas en forma de esperanza, esperanza contingente, esta última experiencia previa a toda razón, también da lugar a una esperanza, pero esperanza trascendente muy distinta desde el punto de vista cualitativo y expresivo a la de aquella otra esperanza contingente. La primera incita a la persona hacia una praxis, hacia un modo de vivir acotados por un tiempo sin fin, un tiempo infinito y sin sentido, pues lo que carece de fin carece de sentido, de meta, se esfuma en el absurdo infinito, porque todo infinito es un viaje a ninguna parte.

          La razón científica se abraza al infinito sin meta y por tanto sin sentido final que le pueda dar el sentido de su realidad, ahogándose en un tiempo sin fin que es la radical expresión del sinsentido del absurdo. Por eso la muerte trunca el sinsentido de una vida anclada al tiempo.

          La otra dimensión se encuentra en la historia de la humanidad por autorrevelación y será la que finalmente ponga fin y dé sentido a toda la realidad creada y no será la realidad creada la que pueda alcanzar por sus propios medios la meta de plenitud final. Toda esperanza contingente es una esperanza frustrante y frustradamente inalcanzable.

          Todo pensamiento que no apunte a la trascendencia nace decapitado y toda praxis que así labore lo será en vano.

17 comentarios

  • M. Luisa

     Como decía días atrás, en el intento de evitar en lo posible  erróneas interpretaciones, ahora  me arriesgaré  en hacer algunas reflexiones sobre lo ya anteriormente  expresado para ver si ya en lo dicho queda alguna cosa aclarada. Hablar de la otra dimensión parecería como que  se estuviera afirmando la existencia de dos magnitudes superpuestas.  La otra dimensión  correspondería a lo que se ha venido en llamar lo sobrenatural, sin embargo al traer a colación el teorema de Gödel, es ya el primer paso para rechazar tal idea. ¿Por qué?, porque en él, en esta incompletitud queda probado  que es la realidad  la que se dimensiona. El concepto de dimensión con respecto al teorema de  Gödel  alcanza su máxima expresión al reconocer la anterioridad de la realidad sobre la verdad lógica. Es decir, que lo construido en él por postulación matemática resulta tener más propiedades que las formalmente postuladas. Lo cual significa que el objeto matemático es real  antes de constituirse en lógica,  lo construido en él prueba, como digo,  que es la realidad la que se dimensiona. Una realidad que no se agota en lo que de ella se ha postulado. … En fin, este es a mi juicio la interpretación física y campal no lineal del citado teorema.  Espero que ya estés mejor Mariano, cuídate. Un abrazo!

  • mariano alvarez

    Agradezco de corazón todos vuestros deseos de mi pronta recuperación muy por encima de vuestras críticas que también agradezco pero en este caso más de razón que de corazón, pues ya sabéis que el corazón tiene razones que no entiende la razón. Ya finalmente en casa recuperándome gracias a la ciencia y a la técnica, a esa ciencia y esa técnica a la que tanto critico y  que nos alegra la vida al igual que nos la puede amargar, y además con fecha de caducidad, pues finalmente sin exclusión alguna somos nosotros los que siempre acabamos abandonándolas, es decir somos nosotros los que abandonamos a la razón bien por decisión propia en nuestra praxis existencial cotidiana o bien por imposición existencial, que está mas allá de nuestra voluntad, que no de nuestro deseo. Por los motivos que os imagináis no me extenderé ahora en mis respuestas a vuestros comentarios pero no quiero ser descortés y así cumplir lo que nuestro amigo Rodrigo Olvera ya anticipó en su primer comentario al afirmar que, “Mariano responderá como en otras ocasiones…”, pero sí que lo haré ahora a través de otros artículos que irán apareciendo como consecuencia de vuestras críticas y sin las cuales me quedaría seco, sin repertorio sobre el que hablar. De hecho ya está en Atrio uno Bajo el título de “Evolución, inercia de la Creación.” y otro que pronto remitiré que si son editados espero empiecen a responder a vuestras críticas.Os reitero mi agradecimiento de todo corazón.

    • M. Luisa

      Me alegro mucho Mariano de que ya estés en casa pero no tanto de esta consideración tuya  de trasladar lo nuclear  tratado aquí en otro enunciado.  Pienso que lo que se podría extraer de este daría para mucho  solo  convendría procurar  que las erróneas interpretaciones fueran mínimas y sacar con ello un cierto provecho.  Un abrazo!

  • Juan A. Vinagre

    Me uno a quienes te desean una pronta recuperación, Mariano. Cuidate. Compartimos esperanzas. La realidad tiene -tiene que tener- más de una dimensión… Nuestro yo personal consciente, que busca y se pregunta e intuye… algo más allá de la materia -Algo que no es un sueño ciego-,  ¿no está invitándonos a trascender? Reducir esa CONSCIENCIA que se autoafirma en un yo a solo “aquí y ahora” no es una incongruencia muy pobre? ¿No es un absurdo existencial, por mucho que se cubra de resignada racionalidad?    Un abrazo, Mariano.

  • oscar varela

    Hola, y que le vaya bien a Mariano!

    • oscar varela

      EL SILENCIO, GRAN BRAHMÁN
       
      “Los discípulos preguntaron una vez al sabio maestro de la India cuál era el gran brahmán; es decir, la mayor sabiduría. El maestro no respondió. Creyendo los discípulos que estaba dis­traído, reiteraron la pregunta. Pero el maestro calló también. Otra vez y otra insistieron los discípulos, sin obtener mejor respuesta. Cuando se hubieron cansado de preguntar, el maestro abrió la boca y dijo:
      – «¿Por qué habéis repetido tantas veces vuestra pregunta, si a la primera os respondí? Sabed que la mayor sabiduría es el Silencio».
       
      1- Pero hay una sabiduría, sobremanera importante.
      – La existencia de esa sabiduría y de su forzosa mudez es una averiguación que propiamente se hace sólo en cierta altura de la vida.
      – Se trata de un saber sobre la vida humana, la de nuestros prójimos y nuestra,
      – un concreto saber de éste y el otro y el otro individuo
       
      – Sí; es de usted, amigo mío, de quien yo sé muchas cosas —no hechos de su vida,
      – sino de lo que usted es, de su ser individual.
      – Sé precisamente casi todo lo que no se puede contar.
      – Y si yo supiese todavía más de usted, más hermético tendría que ser mi silencio.
       
      – Sería trivializar el tema suponer que esa sabiduría tácita versa sobre acciones del prójimo que vulgarmente se conside­ran vituperables, y, por tanto, propagarlas implicaría perjuicio social para él.
       
      2- Este conocimiento del prójimo se produce muy lentamente, día a día.
      – Va precipitándose en finísimas capas, como un polvo impal­pable, sobre nuestro fondo.
      – La lentitud de esta adquisición hace que no reparemos en él conforme lo vamos adquiriendo.
      – Es preciso que se haya acumulado en gran cantidad, que las finas capas super­puestas formen un estrato de grueso espesor, para que un día, muy adelante en la vida, sintamos de pronto su peso.
      – Entonces volvemos la vista a ese tesoro subterráneo, tan imprevisto, y su propia y súbita riqueza nos angustia más bien que nos complace.
      – Porque ¿cómo expresarlo?
      – Se trata de conocimientos individualísimos cuyo enun­ciado implicaría innúmeras palabras.
      – Aunque sólo fuese por esta razón, nos aniquila el simple proyecto de comunicarlo.
      – Nos sobre­coge una fatiga anticipada…, y preferimos callar.
      – «¡Más vale no hablar!», solemos decir cuando nos ahoga la garganta el borbotón de cosas difíciles de decir, posibles de decir, que tendríamos ahora, ahora mismo, que decir al amigo, a la amiga.
       
      3- La censura que automáticamente ejercemos sobre nuestra mejor sabiduría, sobre nuestro saber del prójimo,
      – le impide llegar a su perfección.
      – La imposibilidad de comunicarlo hace que al recibir una “impresión” del prójimo no nos esforcemos en formularla.
      – Queda así tosca e impoluta.
      – Toda esta perfección de nuestra sabiduría «humana» queda fallida por la censura que sobre ella practicamos.
       
      – En vez de representar la palabra «antropolo­gía» la disciplina tosca y ridícula que hoy significa,
      – sería a estas alturas el nombre del saber más plenario y maduro de todos.
      – Como Galileo pudo en su hora anunciar la «nuova scienza» que era la física —típica de la Edad Moderna—,
      – cabría anunciar la antropo­logía como la «nuova scienza», el ejemplar y más rigoroso saber del tiempo futuro.
       
      4- Pero sea una u otra la porción de este saber que nos haya sido concedida,
      – da pena llevársela muda a la sepultura, da pena no dejarla para los demás y para siempre «dicha».
      – Yo encuentro que es poco generoso no devolver esa vida a la vida.
      – Por eso pienso que todo hombre capaz de meditación debiera añadir a sus libros profesionales
      – otro que comunicase su saber vital.
       
      5- El conocimiento que tenemos del prójimo incluye el conocimiento que tenemos de la idea que él se ha formado de nosotros.
      – Sí, amigo mío; yo puedo decirle a usted, no sólo cómo es usted por dentro, sino también cómo me ve usted a mí.
      – Sabemos según qué leyes nuestra figura se deforma en los demás.
      – Mi definición de usted, difícilmente le parecerá a usted acertada;
      – pero si le descubro la idea que de mí tiene se sorprenderá usted como tomado in flagranti.
      – Entonces caerá usted en la cuenta de que somos transparentes los unos a los otros.
      – Y ésta es una averiguación de que yo espero mucho como medio educativo del hombre.
      – Porque la mayor parte de nuestros defectos se nutre de que la persona se cree inasequible en el secreto de su intimidad, se presume opaca y usa de su cuerpo como de un disfraz para ocultar su interior, su auténtico ser.
      – ¡Como si esto fuera posible! ¡Cuántas veces diríamos al prójimo!:
      «¿Por qué hace usted este vano gesto de vanidad, si yo estoy viendo que es de vanidad, que usted no está convencido de ser un genio, sino, al revés, me hace usted un gesto de genio para que yo me convenza de que lo es usted y luego yo transmita a usted mi convencimiento?» ¡Por ejemplo, el autor de cualquier «contribución científica» me asegura que su obra ha causado profunda emoción en el extranjero! ¿Por qué el pobre hombre no advierte cómo yo veo perfectamente que él no cree lo que dice, y que me lo dice para que yo lo crea y, al creerlo yo, se lo diga a él, e intentar de este modo creerse lo que yo le digo?
       
      6- Todas las estulticias y torpezas que casi todas las gentes padecen, y que se alimentan de la supuesta intransparencia de la persona, acabarían de una vez para siempre.
      – La mayor parte de los errores que cometemos se originan en la ignorancia de cuál es nuestro puesto en la estimación pública.
      – De hecho, sabemos siempre muy bien cuál nos corresponde: la conciencia no falla nunca con su voz subterránea.
      – Pero creemos que los demás no lo saben y que podemos engañarles fingiendo tener un puesto más elevado que el oportuno.
      – Y como los demás no nos dicen nada, juzgamos que aceptan la valoración que de nosotros mismos hemos decretado.
      …………………………..
       
      Por el pronto, tendrá que proseguir el gran brahmán en el silencio.
      Mas, poco a poco, lentamente, ¿por qué no iniciar esta nueva cultura, esta novísima «scienza»? Lo primero sería meditar sobre qué forma de expresión fuera la más adecuada: ¿El diálogo? ¿Las Memorias? O, por ventura, ¿la novela? ¿Existirá acaso en el mundo la novela como lenguaje que necesitaba madurar en la escuela del arte para poder ser un día la primera forma expresiva del gran brahmán?
      …………………………..

  • Antonio Llaguno

    En primer lugar, Mariano, cuidate. No hay muchas cabezas oensantes como la tuya, por lo que aunque parezca puro egoísmo no es bueno para quienes te leemos que las limitaciones físicas nos aboquen a no tener lecturas tuyas que echarnos a los ojos. Y en segundo lugar te pregunto, dices que estamos abocados al infinito y sin embargo sabemos que en la realidad física, material, el jnfinito no existe. No hay nada matetial que sea infinito. ¿No estaría obligándonos a recurrir a la fe? Pero… ¿Hasta que punto la fe es fuente de conocimiento? Porque de certeza no lo es.

  • carmen

    Hola señor Álvarez.Tenga paciencia.Tenga fe.Un abrazo. 

    Ostrassss Óscar. Acabo de entrar y me he quedado muerta. No te lo puedo explicar. Siempre, siempre he sembrado discordia de pensamiento, hasta el punto de sentirme fatal cuando notaba ese silencio a mí alrededor. El silencio mata.

    Solamente me han dicho dos veces en toda mi vida: eso es lo que es. Eso, justo.

    Una un sacerdote después de meterme por enmedio en una misa del colegio donde pedí una oración por una compañera y recé con los niños treinta segundos. De reloj.

    La segunda vez, un teólogo al que adoro, me dijo algo parecido a impecable.Y contigo ya son tres personas. Suficiente.Gracias. 

  • Mariono Alvarez

    Queridos contertúlios , os agradezco vuestors comentarios, pero ahora seré muy breve, pues estoy en urgencias de la Quirón aquí en Madrid, enganchado a tres o cuatro máquinas prer como tengo las manos libres para teclear el móvi y cada tres por cuatro cometo errores digitales, lo haré breve. Para no pecar de modestía impropia y tampoco de pedantería tambien impropia diré que lo hasta ahora leido no me he sabido explicar ni habeis entendido lo qu digo. Bueno, si salgo potable ya os comentaré, pero tened en cuenta que vuestros comentaris con idependencia de lo dicho anterirmente me estimulan a que mejore mi expresió. Hay un artículo mio anterir a este que si es publicado posíblemente os incite a reconsiderar lo actual. 

    • Rodrigo Olvera

      Mis mejores deseos para tu salud, Mariano.

       

      Cuéntanos, si te sientes cómodo, como vas.

       

       

    • M. Luisa

      Oh, Mariano! acabo de volver a entrar y leo lo que nos dices, ponte bueno pronto, también mis mejores deseos, un abrazo!

    • Isidoro García

      Ánimo Mariano, y aguanta, que todavía tenemos que dar mucha guerra. Ya verás como es una anécdota. Un fuerte abrazo. Isidoro.

    • ana rodrigo

      Deseo y espero, querido Mariano, que te encuentres mejor y que te recuperes lo antes posible. Un abrazo

  • M. Luisa

    Con gusto, Mariano, te saludo de nuevo y es por ello que siendo así no nos debe preocupar  que en principio nuestros postulados  diverjan,   porque si el tuyo como buen ingeniero es de base matemática, el mío la toma de la filosofía. Pero fíjate que en algo coincidimos  y en ello, ahora diré su porqué,  se puede ver  el carácter de responsabilidad que con respecto a la ciencia ha de tener la filosofía. Varias veces aquí me he referido al teorema de Gödel  precisamente para mostrar la indeterminación de la realidad  para  aquellos que desazonadamente   la precisan definir. Ahora bien, tu interpretación del teorema de Gödel  no es la mía y esto requiere un poco de espacio antes de entrar en materia. Verás, así como en matemáticas es normal hablar de elementos  y estos vistos dentro de un conjunto,   en filosofía se habla de “notas”, si se quiere de notas elementales. La diferencia está  en que dentro de la estructura misma es la realidad la que se actualiza en las notas, en cambio, nunca esa actualización  la posibilitará la suma de un conjunto de elementos.  Tampoco se trata  de la limitación intrínseca propia de un sistema de postulados, sino de lo radical construido (en dicho teorema) que por ser real, trata de una realidad que no se agota en lo que de ella se ha postulado previamente. Encuentro en falta siempre  en tus textos   hacer mención a lo real, pues en las estructuras es  donde dimensionalmente trasciende lo real. Por ahí creo se comprendería el comentario de Rodrigo, pues no hay objeto trascendente alguno, sino que es lo real y su propia dinamicidad,  lo que nos es a todos transversal… 

  • carmen

    Es que mi idea es otra.La ciencia y la creencia en un Dios del tipo que sea, personal, no personal, único, o no único lo que viene siendo politeísmo, comprensible, que no hay quien lo entienda … cualquier tipo de Dios en el que se crea, nada tiene que ver con la ciencia. Y sí con otras muchas cosas.

    No entiendo esa obsesión que, desde hace ya años , me he dado cuenta que hay con demostrar de alguna manera que a la idea de Dios se llega a través de la ciencia o , por lo menos, que la ciencia no se opone a la creencia de un Dios, porque es demostrable su existencia.A ver. No existe eso que se llama ciencia, La Ciencia. Por favor, qué es La ciencia? Háblenme del método científico, si acaso… Y es imposible que se llegue aplicando un método científico a demostrar que Dios es una realidad. O sea. No es posible. Y mira que ha habido intentos . Recuerdo en bachillerato o en Preu, haber estudiado en filosofía las pruebas de la existencia de Diós. Y, por supuesto las aprendí, porque en un colegio de monjas, caían en el examen, fijo.

    Seguimos igual? He leído mil veces el siguiente argumento: tal señor , porque señoras pocas, un gran científico y cree en Dios.Pues claro. Acaso no pertenece a la especie humana? Pues se hará las mismas preguntas acerca de todo  lo esencial, y creerá en lo que pueda o desee creer. Estaría bonico que no pudiera. Y qué conclusión se puede sacar de ahí? Si tal señor que sabe muchas matemáticas cree en Dios, entonces Dios existe?

    Por favor. Parece que hay una cierta inseguridad en ese planteamiento. Necesitamos que otros crean en Dios para quedarnos tranquilos? Es que a Dios se llega por otro camino. Porque el ser humano, a lo largo de su vida, recorre muchas sendas. Buscando respuesta. Es una búsqueda constante, hasta que has encontrado tu respuesta. Íntima y personal. Y si es que la encuentras . Cuando estudias  matemáticas a niveles superiores, te das cuenta de dos cosas. Una, es una maravilla, es una construcción mental humana alucinante. Te empequeñeces ante ello. Y dos. Son frías como el hielo. Ahí no cabe otra cosa que no se pueda expresar con lenguaje matemático. Fin.Y claro que son un soporte para todo tipo de ciencia, por supuesto que sí. Pero la parte que a cada ciencia le interesa Puede un matemático creer en Dios? Vamos a ver. Pertenece a la especie del ser humano? Pues entonces, puede. Si un matemático cree en Dios, Eso quiere decir que Dios existe porque si no él no creería? Por favor. Vamos a ver. El ser humano solamente puede recorrer un camino? Una senda? Pensamiento único?  A Dios no se llega por la senda de la razon, pruebe con la de la Belleza. A lo mejor tiene suerte por ahí.Y sí, conozco a mucha gente que no es que no crea en Dios, es que siente un rechazo a la idea de Dios que se nos ha transmitido. Pero un rechazo profundo. Y como consecuencia no cree en nada . Al menos eso cree. Cree que no cree, pero cree en otras cosas, en otros dioses que ni tan siquiera tienen nombre. Hacen lo que pueden. Como todos. Como yo misma.

    Y si no creen en nada, pues suerte que tienen. A lo mejor se centran más en , con su colaboración, mejorar un poquito la sociedad en la que vivimos.

    A ver. Espera un momento. Me suena. Eso no lo dijo un muchacho de Galilea? Pues eso.

  • Rodrigo Olvera

    En resumen: quien no cree como yo o es arrogante altanero o es burgués comodón. En todo caso, su vida es trivial.  No sé con cuantas personas ateas Mariano se haya dado la oportunidad de convivir, de conocerles de verdad y sin prejuicios. Yo, con muchísimas; desde esa experiencia, sé que a las que conozco y con quienes he desarrollado amistades profundas ni  son arrogantes altaneras ni perezosas intelectualmente, ni triviales ni burguesas comodonas.   Anticipo que Mariano responderá como en otras ocasiones en que le he mostrado experiencias  que contradicen sus afirmaciones, diciendo que no aplica esta crítica porque él habla desde la trascendiencia (lo que sea que sea éso).  ¿Podrá alguna vez afirmar su creencia personal sin necesidad de menos-preciar a quien tiene una creencia – o no creencia- diferente?