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¿SÍ O NO?

  ¿TIENE LA VIDA HUMANA UN SENTIDO
Y EL HOMBRE, LA PERSONA, UN  DESTINO?

        Esta pregunta nos pone como vulgarmente se dice en términos pugilísticos, ante las cuerdas, nos enfrenta ante la cuestión más radical de nuestra existencia en esa doble dimensión de realidad histórica de toda la humanidad y de realidad concreta, única e irrepetible de cada persona con independencia del tiempo de su existencia. La cuestión del sentido.

        El hombre, la persona concreta es un preguntón, pero de todas las posibles preguntas que se pueda hacer, solo una es la que dotará de sentido a todas las demás y esta pregunta por el sentido de su vida, es la que debe inaugurar todo preguntar o cuando menos incorporarlo inmediatamente para poder ser y estar, en realidad con sentido.

        El ser humano in-augura la realidad, no la crea, por eso nunca puede llegar a su esencia, está siempre frente a ella augurándola. Dispone de ella solamente en ese modo, dejándose presentir, presagiar, predecir, imaginar, pero nunca tocar ni ser poseída en su más íntima intimidad, en su esencia, y por eso cualquier acercamiento que quiera apoderarse de ella conlleva también su negación, su desaparición.

 

La reponsabilidad de ser libre

        Todo lo que el ser humano in-augura en la realidad lleva implícito el principio de contradicción en forma de cuestionamiento, de afirmación o de negación y entre los que media su voluntad. Este es el espacio insondable de su libertad que está por encima de toda racionalidad. Espacio que le dota de su singularidad concreta, única e irrepetible y que a su vez le convierte en realidad responsable del sentido de su propia realidad, de su ser. En este acto de voluntad, la persona toma posesión de sí misma para responder de sí misma pero no solo ante sí misma. En este punto reside su victoria o su tragedia para poder acabar “siendo lo que debe ser” o “siendo lo que no debe ser”.

        Desde que el ser humano se instaló en la racionalidad para ser persona, quiere no solamente ser y obrar, sino que quiere saber “para qué ser” y “para qué obrar”, in-augurando así una experiencia de sentido, de finalidad, y así resulta que desde la razón filosófica emergen entre otras disciplinas la axiología, la teleología, la metafísica…, dándose la mano para bucear en el sentido de la vida, quedando para la teología el sentido de la muerte. No es que la razón filosófica no aborde también este tema, pero parece que tenga escrúpulos racionales para sobrepasar los límites de la razón, que siempre demanda de un modo u otro un principio de causalidad racional o un principio de sospecha sobre toda creencia, y con toda razón porque la propia razón así termina siempre manifestándoselo.

        Esta experiencia de sentido de la muerte, es experiencia de realidad existencial y no de racionalidad al antecederla. Toda experiencia reclama en última instancia la razón que, de razón de ella, o si se prefiere dicho a la inversa; sin experiencia no hay razones. La racionalidad será consecuencia de dicha demanda existencial inconscientemente presentida y demandada en cada acto de su existencia y no en una contingencia final al ser éste un acto trascendental en toda existencia. La muerte contemplada como contingencia pierde su sentido y de paso el de la propia vida.

        La pregunta sobre el sentido es una pregunta sobre el “deber ser”, que nos lleva a una reflexión sobre la libertad y la responsabilidad, no se trata de instintos como algunos muchos tratan de hacernos creer, sino de exigencias axiológicas inscritas en la más profunda realidad humana, realidad que experimenta la realidad del bien y del mal en lo más profundo de su ser y que es la expresión última de su singularidad. No hay actividad humana en la que ambos principios (el bien y el mal) no coexistan. Ellos son los detonantes de la búsqueda racional del sentido de la vida.

       

Vivir para dar sentido a la propia muerte

La última pregunta que deberá dar sentido a todas las penúltimas preguntas es precisamente la del sentido de la muerte. ¿Tiene o no sentido la muerte para que la vida no acabe siendo un absurdo o, mejor dicho, acabe siendo lo que no debe ser?

        Si ya de entrada no es fácil fijar con precisión lo que la muerte es o significa, aspecto que no debería extrañarnos lo más mínimo al ser ésta la que rubrica el sentido de la existencia estando ligada a ella dese su primer instante, mucho menos fácil será encontrarle su sentido.

        Aquí, las razones al igual que en el origen de la vida, zozobran, carecen de argumentos racionales, pero no por ello de argumentos existenciales. Si la naturaleza no humana, sea del tipo que sea, mineral, vegetal o animal, viene dotada de recursos para adaptarse a la propia dinámica natural de y en la que emerge, también la naturaleza humana, la persona, viene dotada en su origen de los recursos supra-racionales, infra-racionales o trans-racionales o como queramos llamarlos, que le facultan a esa apertura trascendente de la vida que le lleva a buscar el sentido de su existencia y que en su ausencia no precisaría de ningún sentido. El sentido es precisamente la respuesta intrínseca y pre-racional al principio de acción que le dota de su dinamismo vital existencial. El ser humano en su origen ya es un ser en busca de su sentido, es un ser llamado, invocado e invitado a ser, y este dinamismo modulará su existencia, no tiene otra posibilidad, es más es su auténtica posibilidad de ser, convirtiéndose en necesidad y para ello está dotado ya en origen.

        Es en este momento en el que esta apertura le sobreviene, le sorprende y le envuelve percibiéndose como ser visitado, concernido y por tanto no aislado en un su “sí mismo” en el que no cree deber nada a nadie más que a sí mismo, es entonces cuando surge otra lógica, la lógica del don, que le faculta para reconocerse como ser donado, como ser deudor de su ser.

        Si la persona es un ser en devenir, si existe como proyecto, como ser que se anticipa constantemente a su futuro, entonces podemos afirmar que toda su praxis existencial deberá estar impregnada por la necesidad de tener presente el sentido de su último acto en cada acto de su existencia. El aquí y él ahora ha de ser consustancial con su acto final.

        Aquí debemos corregir la conocida frase, de que el hombre es un ser para la muerte, por la de que, es un ser para dar sentido a su muerte, pues si como mera naturaleza el ser humano vive la muerte como necesidad, como persona la afronta desde su libertad y la convierte como un deber ineludible, abierto a su libertad.

        El sentido de la muerte debe gozar de una constante presencia en la vida de todo hombre, de toda persona, en todo tiempo, y en virtud de la cual el futuro se hace intencionalmente presente que le hace apto para morir en cualquier momento perdiendo así su carácter inesperado, contingente y fortuito para in-augurar su verdadero sentido de realidad en la realidad de cada instante de su real existencia. No basta considerarla como el evento terminal, su sombra debe proyectarse sobre el entero curso de su existencia, constituyéndose en el remate de un proceso que comenzó con su primer aliento.

        La razón filosófica que busca la ontología del ser acaba encontrándose con la razón ontodológica que le abre el camino para encontrar el sentido de su ser. La razón filosófica constituye un momento importante en dicha búsqueda, pero no puede alcanzar ese momento cumbre, porque una vez descubierto el sentido ya se sitúa por encima de toda sospecha, que le coartaba su progreso.

        Esta presencia nos impone la obligación de tomar constantemente postura ante ella y este tomar postura es mutándola en posibilidad sujeta a la acción de nuestra libertad. Ante ella somos actores activos y no pasivos. Nos confiere la posibilidad de elegir nuestro destino en uno de los dos modos ya citados, en cada acto de nuestra existencia para no pillarnos desprevenidos.

        La muerte misma pierde su temido aguijón de muerte al no perder su sentido en vida.

        Sólo así la razón filosófica puede convertirse en razón profética, en movimiento del ser hacia el ser, en un camino hacia la plenitud del ser en lo que debe ser o de vaciamiento del ser en lo que no debe ser y del cual carecemos no ya de razones sino de lo que es peor, carecemos radicalmente de experiencia posible alguna.

20 comentarios

  • carmen

    La mía tampoco tiene doble intención.No sé por qué lo dices.Un abrazo 

  • Isidoro García

        Hay una frase sabia evangélica que a mí me pone un poco nervioso, porque creo que no se la interpreta adecuadamente.     

    La frase es, Mateo, 11,25-27: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla”. 

    • Isidoro García

      La auténtica sabiduría de esta frase está muy emparentada con la del cuento del rey desnudo. Solo un inocente niño, ve claramente, (y así se atreve a expresarlo), que en realidad, el rey va desnudo.

      En el tema del sentido de la vida, es necesaria una mirada limpia de hojarascas y adherentes culturales y de refuerzos de la autoestima, para ser capaz de asumir con naturalidad, la dura realidad: la vida es lo que es, y no lo que nos gustaría que fuera.

      Y los primeros que interponen barreras entre dicha realidad y nuestra mirada son las religiones, que nos han emborrachado con ideas de que el ser humano es la biblia en verso.

      Nada más ni nada menos que hijos predilectos de Dios y herederos del Cielo. Hasta a la palabra de Dios se la denomina Testamento, del que naturalmente nosotros somos los máximos beneficiados.

      (Eso se inicia con los dioses tribales, protectores exclusivos de la tribu, que dio lugar a la megalomanía de los judíos, de ser los únicos predilectos de Dios: para salvarse hay que hacerse judío.

      Narcisismo elitista y paranoico, que repite el catolicismo, con la idea, (que sigue implícita en muchos), de que para salvarse hay que hacerse católico, y la idea de que el Santo Espíritu, solo contesta en Roma, que es un villorio irrisorio en el culo del inmenso Universo).

      Cuando se sugiere modestamente, que todo apunta, a que quizás el Universo esté lleno de inteligencias extra-humanas, y mucho mas inteligentes y poderosas que nosotros, se rechaza frontalmente, como el perrillo celoso, que piensa que él es hijo único, y que no pueden venir otros, a comer también en esta casa, y a quitarle su ración.

      Y esto es tan así, que respecto al tema de los Ovnis, fenómeno del que ya habló Jung, y de los proyectos SETI, que tan de moda están hoy día, se asegura seriamente, que los gobiernos no se atreven a informar de la realidad, porque la sociedad y las religiones se hundirían en el caos, ante ese nuevo paradigma, que nos hundiría en la “miseria” de nuestra triste realidad.

      En vez de mirar a las estrellas, preferimos mirar al suelo, a los primates y los gusanos, para reafirmarnos de lo listos y guapos que somos.

      Como decía Platón, vivimos en una cueva, e imaginamos torpemente, lo que hay fuera, por lo poquito que vemos por las pequeñas rendijas de la misma. Solo si nos volvemos niños, y nos olvidamos de toda la superestructura cultural que hemos acumulado, podremos volver a mirar el cielo, y ver las estrellas directamente.

  • carmen

    Por supuesto que se entiende.

    Algún libro que otro de filosofía he leído.  Los venden en las librerías.He leído una , bueno dos preguntas y las he contestado.

    Está claro que para mí la vida tiene sentido, y que no estoy destinada a nada. Esa es mi respuesta. Se entiende, no?

  • carmen

    Respuesta

    La vida humana claro que tiene sentido. La vida es un puro milagro. Y la llamo milagro porque han tenido que darse tantísimas casualidades para que se origine la enorme variedad de vida en el planeta, que…pues un puro milagro, dicho en el buen sentido de la palabra. No meto a Dios por enmedio, porque como yo no sé qué es, pues no lo puedo meter.La vida es una maravilla.

    Si pensamos, gracias a un proceso complejísimo de evolución que nos ha hecho capaces de reflexionar, porque no nos guste lo que nos toca vivir, la vida del ser humano no tiene sentido? La de un perrico sí porque no piensa? O no tiene sentido La Vida en general?

    Pues qué quieren que les diga…Otra cosa es que no nos guste el dolor, pues no. Claro que no, que no nos gusten mil cosas que, como seres vivos nos toca vivir. Quién piense que a la mujer le encanta el parto, pues se equivoca. Tiene sentido? Pues traer un hijo tuyo , que es un miembro de la especie humana, a la vida. Tiene sentido?

    Para mí, todo. Es más, cuanta más capacidad tenga de reflexión, mejor.Quién espere un mundo hecho a su medida, lo tiene claro. Porque los cuentos de hadas, cuentos de hadas son. Preciosos algunos, es cierto, siempre me ha encantado que me cuenten, cuentos, historias, leer novelas que en realidad son cuentos largos, ver películas que también lo son… Pero sé que son historias.Y si lo que no nos gusta es el mundo que hemos construido los seres humanos, por favor, no le echemos la culpa a la vida. Construyamos uno mejor. No sé ustedes, yo no nací con un destino, estoy donde estoy en este momento por mil causas diferentes.No sé. Tengan cuidado con caer el la espiral del sinsentido. Es muy fácil. Lo sé.Pues eso.

    Y si el problema es que ahí está la muerte, pues sí, sí está, sí.Es parte del juego. Se lo decía siempre a mis críos cuando se revolvían contra el mundo porque su abuela, su abuelo, su padre, su madre… había muerto. Muy duro de aceptar por un adolescente. Cierto. Pero nosotros ya somos mayores. Es parte del juego.Y qué hay después? Pues, o sea, lo veremos todos. O no veremos nada. No sé.Pero si tiene sentido la vida? Pero qué pregunta es esa? La auténtica pregunta es , tiene sentido la muerte? Y ya lo creo que lo tiene. Se imaginan que tuviesen de vecino a julio césar cum legionibus? Por favor…Disfruten de cada momento bueno que ofrece la vida.Es que hay algunos filósofos de mucho renombre que me río yo de los peces de colores. Escriben libros en un momento de oscuridad personal y si tú estás también en ese tipo de momento, pues lo que te faltaba ya. Y luego se les pasa, pero el libro ahí queda.En fin.

    • M. Luisa

      ¡Claro que la vida tiene sentido, Carmen! Pero es muy distinto decir que la vida tiene sentido que decir que a la vida hay que encontrarle o buscarle un sentido.  Se entiende ¿no?

      Un abrazo

       

      • M. Luisa

        No podía alargarme, Carmen, tenía visita al médico  y hacía tarde…el modo como termino la frase no tiene ninguna doble intención… susceptibilidades fuera porfa!!

  • M. Luisa

    Fundamentar la experiencia de vida en la consciente realidad  en la que  se está viviendo nunca puede ser esto resultado de lucubración ninguna. Todo lo contrario, cimentarla  ahí es  lo único que aporta verdadera experiencia al ser humano, es decir,  sintiéndose instalado en la realidad, viviéndola en su devenir.  Cómo puede pensarse que en este devenir físicamente abierto  no pueda haber en él  más que  meras teorías?    Es precisamente esta experiencia  la que por encima de toda supeditación moral (deber ser) nos  obliga a responsabilizarnos  con ella, cara a cara, realizándonos y siéndonos para sí la realidad que ya somos!  Solamente dialogando  será imposible que nos encontremos, ni tampoco sumando experiencias particulares  sino intentando ver en ellas  la transversalidad que las une a todas y las configura como tales experiencias humanas.  

  • Antonio Duato

    En este hilo han dominado más las experiencias de vida que las elocubraciones filosóficas, y ¡me alegro! Cada vez veo más claro que el ATRIO que soñamos tiene que ser más un diálogo en profundidad entre personas que buscan en su propia vida y en experiencias vividas quiénes están siendo y queriendo ser, que una tertulia o mesa redonda en donde se planteen teorías científicas, filosóficas o religiosas. Lo teórico hay que conocerlo, pero no para seguirlo como rebaño de escuela o “ismo”. Hay que elativizar lo establecido en textos, sean los que sean, pero afirmando el valor que cada uno da a su conocimiento personal más evidente, que a veces llamamos fe (religiosa o laica).

    Dentro de poco publicaremos un texto de un físico nuclear de Granada sobre cómo la metodología científica evalúa la tesis de si la interioridad espiritual ayuda o no a ser feliz. Al final, se ve claro que más que en acumulación de datos y encuestas, la evidencia mayor se puede encontrar en cada uno.

    Y yo me atrevo a decir, en este si o no que presenta Mariano, que para mí la fe (la mía, personal e intrasferible, que se está depurando cada día) es el faro y motor de vida, que me hace no temer la muerte. La muerte propia, digo, porque lo que me rebela es que en los próximos días puedan morir tantas personas, muchos niños, por las decisiones que hoy tomen o no personas que están en disposición de poder tomar tomar unas u otras decisiones. 

    Las religiones deben tomar partido en cuestiones de bien común, no por estrategia de proselitismo o poder, sino llevadas por lo más auténtico y universal de sí mismas, por respeto y amor al otro. Ningún sentimiento ni olfato religioso nace del temor a la muerte, sino del ver en el respeto-amor el origen y el destino de la vida.

    Posdata: Un ejemplo de vida guiada por una fuerte fe personal es el de la bisabuela de José, que nos cuenta en uno de los comentarios anteriores. Hay una profunda experiencia en esa saga de inteligencia y amor que viene de una joven asturiana que ligó su vida con la de un brigadista inglés en nuestra guerra civil. Su biografía seguro que tendrá mucho que ver con la de otro buscador, Alexandre Grothendieck. Ambos están en el presente y futuro de ATRIO a través de los más jóvenes participante, José Thomson y Mateo Cardona.

    • José Thompson

      Hola Antonio.

      Mi respeto y admiración, porque demuestras tu esperanza en algo que aún no puedes ver, y eso es de ser una persona noble, una buena persona, que es lo que yo aspiro a ser. También creo que  cuando nos esforzamos por alcanzar una meta digna, estamos ejerciendo la fe. Yo quiero vivir plenamente mi vocación, que es la de hacer más fácil la vida a las personas que me rodean, son objetivos del día a día, de proporcionar  sino bienestar sí paz, yo quiero ayudar. Ahora trabajo haciendo prácticas, disfruto acompañando a la gente, aunque muchas veces en consulta parezco un mueble, no tengo opciones de intervenir, yo sólo quiero acompañar no interferir y estorbar  en la consulta. El próximo año me voy de voluntariado, seguro que me hará mejor persona. Cuando pasen los años, con mi experiencia, espero poder ayudar mejor a quienes lo necesitan. Es un proyecto que tengo de vida, lo considero posible, porque además me hará feliz, y siendo feliz puedo trasmitir esa felicidad.

      Un gran abrazo Antonio.

  • Antonio Llaguno

    Enfrentarse a la inevitabilidad de la muerte es un ejercicio que todo ser humano acaba realizando antes o después y con ella se enfrenta al miedo a lo desconocido.El dejar de ser, si la muerte se limita a eso (A dejar de ser) no debería darnos miedo. Dejamos de ser como antes de ser, no éramos.

    Sin embargo no podemos evitar que se nos encojan las tripas cada vez que nos hacemos conscientes de que es algo que nos va a pasar con seguridad. Yo mismo, en este preciso momento, tengo el estómago  encogido, no solo por que hoy en día mis digestiones son más pesadas sino porque estoy pensando en que un día de estos me moriré. Mucha gente, cuando le viene este pensamiento, directamente lo rechaza y vive “como si no fuera a morir nunca”.Decía mi madre (Como buena seguidora de D. Bosco ) que había que hacer cada año una visita al dentista, otra al oftalmólogo y un ejercicio de “la buena muerte”. Tener conciencia de la propia muerte es algo que conforme uno va cogiendo años cobra más sentido. Pero a mi. últimamente, me asalta otra duda: ¿Por que razón la vida tendría que tener sentido? Es cierto que si uno es creyente y cree en una trascendencia de la realidad físico temporal, la vida puede tener sentido pero si uno es agnóstico o ateo. ¿Qué sentido tiene hablar de un sentido de la vida?

    Solo se puede plantear esa pregunta desde la fe.

    Un sentido de la vida, implica un objetivo y un objetivo implica una inteligencia detrás de ese objetivo. A esa inteligencia, los teístas lo llamamos Dios. Sin esa inteligencia, si la vida surgió por azar de una fluctuación del vacío cuántico (Tesis Hawkings), no cabe preguntarse por un sentido.

    Pero es que hay algo más. Si la vida humana tiene sentido. La vida del resto de los seres vivientes solo tiene sentido en función de que permite y facilita la vida humana. No quiero decir que sin humanos el resto de los seres vivos no deban vivir sino que su vida sería un sinsentido puesto que no existe un objetivo para ella… a menos que su vida se circunscriba dentro de un proceso evolutivo que en un futuro permita una vida trascendente.

    Es una reflexión parecida, Mariano, a la que hacías respecto del tiempo. El tiempo tiene sentido en tanto en cuanto existimos los humanos que podemos percibirlos si no hubiera una especie inteligente que percibe el tiempo, aunque éste existiera, sería irrelevante.

    Igualmente, para mi, una vida sin sentido, sin trascendencia, sea de un ser humano o una perro o una ameba, no es relevante. Por eso es tan necesaria la idea de Dios, no solo para combatir el miedo a la muerte, a lo desconocido, que es el mantra del ateísmo fuerte sino para que la propia vida sea relevante.De aquí, yo deduzco que del ateísmo y agnosticismo a la depresión hay un paso muy corto.Y vuelvo entonces al famoso argumento (O apuesta) de Pascal. Si el ateísmo y el agnosticismo me lleva a la irrelevancia y después, a la depresión… prefiero creer firmemente en Dios porque, aunque fuera mentira, sería una mentira daría sentido (Y relevancia ) a mi vida, y por tanto la posibilidad de ser moderadamente feliz, frente a una “verdad” (Que no es tampoco verificable) y que me conduce inevitablemente a la irrelevancia y después, a la depresión.  

    • ana rodrigo

      Llaguno qué buena reflexión y que buenas preguntas formulas. Yo me he cuestionado muchísimas veces esta cuestión. Los seres humanos tenemos conciencia y podemos hacernos preguntas, y, dentro de los seres humanos, hay quienes encuentran su repuesta en un Dios y quienes encuentran el sentido a la vida al margen de la trascendencia, y, no por eso tienen que entrar en depresión.

      • ana rodrigo

        Yo creo que todo lo existente tiene un para qué, aunque no tengan conciencia, como los seres inanimados, o tengan unos ciertos instintos en otros seres vivos, como la reproducción o la alimentación, o el clima, etc. No sé quién decía, si existe otra vida, ya la veremos y si no existe tampoco la vamos a echar de menos.  Hace un par de años entré en quirófano, con anestesia incluida, por primera vez en mi vida. Cuando se me pasaron los efectos de la anestesia, no recordaba nada de este tiempo ni siquiera cuando perdí la conciencia, escomo si no hubiese vivido.  Nadie se puede imaginar lo que me hizo pensar.

        Finalmente, pienso que la vida en sí misma tiene el sentido de vivirla y, hasta el instinto por vivir, nos mantiene vivos, al igual que lo hace con otras especies animales cuando rehúyen el peligro de ser atacados o de morir.  Es cierto que, determinadas situaciones dolorosas, nos llevan al por qué, y no encontramos respuestas con un mínimo de lógica. En cambio, las personas creyentes piensan que es voluntad de Dios, que Dios lo ha querido, cosa que tampoco tiene lógica que un Dios Bondad infinita, haga posible tanto sufrimiento.

        El Cristianismo busca el sentido en el Jesús crucificado, mientras que el mismo Jesús en la cruz también se sentía abandonado por Dios-Padre, y no creo que tuviese sentido para él tanto sufrimiento, ni siquiera tuviese conciencia de que, de esta manera, salvase al mundo, ¿de qué? ¿con el sufrimiento? ¿tiene algún sentido el sufrimiento?. En cambio, el Jesús humano, y tantísimas personas, encontraron y encuentran el sentido de su vida en el amor en estado puro, sin esperar nada a cambio. Amar y ser amado, con conciencia, es una experiencia que da sentido por sí misma a cualquier ser humano. José, y quienes profesional o no profesionalmente, empatizan con personas sufrientes ayudándolas, disfrutan de hacer felices a otras personas. Sin olvidar que el funcionamiento del cerebro humano no es sencillo, y aquí entrar las enfermedades mentales o las lesiones cerebrales, la falta de recursos mentales personales, la cultura en la que han sido educados, etc. Pero yo no veo que l@s ate@s se suiciden por no creer en Dios o no se preocupen por hacer el bien. Lo que no niega que creer en una vida después de la muerte no alimente las ganas de vivir y hacer el bien. El teísmo y el ateísmo son compatibles con el sentido de la vida. Lo contario sería horrible en medio de los más de ocho mil millones de personas, con todo tipo de formas de vida, que vivimos en este momento.

        • Antonio Llaguno

          Querida Ana,

          mi reflexión es un intento de llevar la reflexión de Mariano al extremo.

          Por supuesto que encuentro sentido a mi vida, pero ese sentido puede venir “auto-impuesto” es decir que sea yo unilateralmente quien pretende darle un sentido (Como los del Opus cuando pretenden santificarse en el trabajo. yo solo pretendo que me de de comer y a ser posible bien, aunque yo ahora como poco) o impuesto por la propia vida que impone su sentido.

          Yo como creyente cristiano, creo (Y esto es pura especulación personal) que el sentido de la vida es el amor. Dios nos creo por amor, porque Él es amor y necesita tener alguien a quien amar y la vida es un aprendizaje a amar.

          hace años un teólogo me dijo que la trascendencia es algo así como lo que los ingenieros llamamos un calibre pasa-no pasa. Lo que hagamos por amor pasa y lo que no hagamos por amor no pasa. Lo que seamos que sea amor pasa y lo que no sea amor no pasa.

          Y eso me lleva a una conclusión muy personal e intransferible que tiene contacto con lo que tú decías. Yo no concibo una trascendencia, una salvación sin mi mujer y sin mis perretes a los que quiero sin medida (Como ellos a mi), por lo que todo el amor que les doy espero que sirva para salvarme yo y… para salvarlos a ellos.

          Por eso, ya hice testamento y tengo escrito que cuando se mueran, que lo lógico es que sea antes que yo, guardaré sus cenizas en un saquito y quiero que cuando me muera yo las mezclen con las mías sin solución de continuidad, sin que se pueda distinguir.

          Así estaremos juntos material y espiritualmente.

          Un saludo. Es siempre un placer leerte.

  • mariano alvarez

    No tengo por más que agradecer los comentarios recibidos, pues ellos nos permiten abrir ese espacio de comunicación cálida que acaba siempre superando la fría racionalidad al permitirnos salir de la mera objetividad impersonal, y entrar en esa comunicación más profunda que son nuestras creencias sobre lo que decimos y todo ello desde nuestra singularidad personal. Cuando escribo algo siempre me enfrento a mí mismo en ese diálogo interno de entender lo que escribo, que no es ni más ni menos que darle sentido de realidad en mi realidad, es decir de darle y darnos ambos sentido en un mismo nivel, porque vivir lo que decimos es darle vida a lo que decimos. Situación de difícil sinceridad que con mucha frecuencia nos lleva a instalarnos por comodidad en frases ya hechas de antemano, enlatadas e hibernadas y que cierran nuestro espacio de libertad creativa enlatándonos también a nosotros.

    Por ello toda crítica siempre es una oportunidad para abrirse a la singularidad creativa de quien la hace, y en ese sentido agradezco la oportunidad de reabrirme al lector que además de haber tenido la deferencia de leerme me interpela, bien sea compartiendo, discrepando o complementando lo leído.

    Para mí, el sentido “del Sentido del ser humano, la persona” lo ubico más allá de toda contingencia y de toda dinámica racional y evolutiva. Es por ello que dicho sentido trasciende la facticidad de toda realidad enclavada en un dinamismo evolutivo que carece de fundamento y de fin, cuyo sentido se amolda a las circunstancias cambiantes de dicho dinamismo, siendo siempre un sentido transitorio, hasta que llega el sinsentido final de la muerte, en la que todo sentido pierde el sentido.

    En contrapartida, en este otro sentido trascendente, su sentido ya ha de estar inscrito desde el origen en el ADN de este ser transcendente que es ser humano, la persona, con independencia del espacio-tiempo de su existencia. Mi reflexión gira en torno a este principio y fuera de él nada encaja y cuando utilizo las palabras deber, obligación y necesidad, siempre lo hago añadiendo la coletilla de supeditadas a su libertad, bien de forma explícita o implícita. En esa libertad humana reside el destino final de su ser.Posiblemente no aclare y satisfaga a ninguno de los tres opinantes, pero quedo abierto a ese diálogo cálido y sincero de sus réplicas, pues a través de ellas se me ofrece la posibilidad de que yo también me enriquezca.

    Gracias a los tres.    

  • M. Luisa

     No es nada despreciable el punto de vista que sobre el presente artículo  tienen  los dos anteriores participantes, Rodrigo y José, el cual lo sitúan de manera crítica  en el “deber ser” deontológico típico de la  clásica ontología, donde el sustrato sustancial era el sujeto.   Esto cambia con el inicio de las llamadas  filosofías del “Proceso”, quien uno de sus primeros pensadores fue  Whiteheaden   en el pasado siglo, y entonces no es que se haya de ir en busca de sentido, es que la realidad deviene. Es decir, el débito a cumplir por la persona  propuesto en el artículo  se percibe en él  como  consecuencial en vez de serle  constitutivo de ella. La realidad personal no es sustancial – estática, sino sustantiva-  dinámica.    

  • José Thompson

    Juzgar si la vida vale o no la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. La verdad que no hay pregunta más complicada, intentar dar respuesta a esta pregunta puede provocar  un profundo vacío existencial. Se me ocurre que el sentido de la vida  puede estar en hallar un propósito, en asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el propio ser humano. Así, teniendo claro un “por qué” podremos hacer frente a todos los “cómo”; solo sintiéndonos libres y seguros del objetivo que nos motiva, seremos capaces de generar cambios para crear una realidad mucho más noble.  

    • José Thompson

      Hola.

      Hay personas que dan a su vida un sentido, como expongo en el anterior comentario. Y quiero mencionar a mi bisabuela, la madre de Javier Thompson, tan recordado en Atrio. La joven miliciana asturiana luchadora ejemplar, como otras mujeres que habían adquirido conocimiento a través de la participación política, que con firmes ideales lucharon por la libertad y la igualdad. Unió su vida a un joven brigadista internacional inglés, con más ideales que valor, según decía mi bisabuela, y es que ella sí era de armas tomar. Se fueron a la URSS, allí vivieron en directo el sitio a Stalingrado, que se considera la batalla más sangrienta de la historia de la humanidad, mi bisabuelo curando gente y mi bisabuela, cómo no, tirando tiros, los nazis no entraron. Hasta la muerte de Stalin vivieron allí, no fue buena experiencia se les fue la ideología, aunque ella estudió enfermería y trabajó con su pareja. En Inglaterra trabajó durante muchos años en un hospital púbico en su especialidad de matrona, trajo al mundo a muchos bebes, entre ellos a sus nietos y biznietos, entre ellos yo, pues aún cuando tenía los 80 se ponía a la tarea colaborando. Pasó sus últimos años en su tierra asturiana, y siempre con movidas políticas y sociales, lo peor es que vio morir a su hijo, mi abuelo, ella murió con 95 años, dos años después.

      Un primo mío, que se dedica a eso,  publicará en breve una biografía sobre ella, que seguro que será muuuuuyyyyy interesante.

  • Rodrigo Olvera

    Ejercicio curioso:

    Cuente usted cuántas veces se usa en este artículo la palabra “deber” en sus distintas formas.   

    • José Thompson

      Hola Rodrigo

      Sí el exceso de la palabra “deber” en sus distintas formas denota una obligación,  bien sea por razones de orden moral, bien por determinación de las leyes, a cumplir. No se, quizá no sería lo adecuado para el tipo de artículo y a la temática que trata, el autor sabrá.  Pero no suena bien esa exigencia  moral de estar obligado a …, pero no es en absoluto un lenguaje coercitivo. Gracias por el detalle.

      Un saludo.