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La élite tecnológica se prepara para el apocalipsis

Podrá parecer exagerada la opinión sobre el capitalismo que expresa Antonio Zuggasti en su anterior artículo. Pero bueno será lo en esta conversación dice Douglas Rushkoff que ha seguido de cerca a los líderes tecnológicos de la actualidad, que son a la vez, desde sus grandes compañías, quienes dirigen la marcha del capialismo global. Sobre ello ha escrito un libro, La supervivencia de los más ricos, que resume en lo que publicamos. AD.

Por  Daniel G. Pascual, El País, 20-09-2023.

Douglas Rushkoff (Nueva York, 62 años) vivió una revelación en 2017. Lo invitaron a dar una conferencia en un resort de superlujo escondido en el desierto californiano que luego resultó ser una reunión privada con cinco ejecutivos milmillonarios. No querían saber lo último en tecnología y redes, la especialidad de este escritor y profesor universitario, sino debatir cómo tendrían más probabilidades de sobrevivir al “evento”, esa desgracia que acabará con nuestra civilización (o al menos la pondrá en pausa) y que tendrá forma de colapso medioambiental, agitación social, explosión nuclear, tormenta solar, virus imparable, gran sabotaje informático o rebelión de las máquinas. ¿Les conviene ubicar sus búnkeres subterráneos privados en Alaska o Nueva Zelanda? ¿Qué amenaza es más probable, el cambio climático o la guerra biológica? ¿Cuál es el mejor método para que los guardias de seguridad de sus refugios no se vuelvan contra ellos?

El veterano intelectual neoyorquino, un estandarte de la cultura ciberpunk y conocido por sus ideas marxistas, quedó impactado por ese encuentro. Entendió que la élite que controla la industria tecnológica no solo es inmensamente rica: también da por hecho que nos vamos al carajo y tiene un plan B, que en todos los casos consiste en huir y parapetarse. Los más pudientes van más allá de los búnkeres de lujo. Jeff Bezos quiere viajar al espacioElon Musk, colonizar MartePeter Thiel (Palantir) ambiciona revertir el proceso del envejecimiento. Sam Altman (OpenAI) y Ray Kurzweil (Google), cargar sus mentes en ordenadores. Mark Zuckerberg, refugiarse en el metaverso. Un abanico de formas de alejarse de los problemas que han contribuido a crear. Y del resto de la humanidad.

Autor de una veintena de volúmenes, tres documentales y de un podcast semanal, padre del concepto de la viralidad aplicada a los medios y del lema, luego convertido en libro, “programa o sé programado”, Rushkoff disecciona en La supervivencia de los más ricos, editada en español por Capitán Swing, la forma de pensar y actuar de la superélite tecnológica. “Mucha gente ve a estos titanes de la tecnología como nuestros héroes”, explica por videollamada desde São Paolo. “Quiero que se vea que la visión del futuro que tienen Thiel, Musk o Zuckerberg es muy oscura. Más que emularlos, debemos reírnos de ellos”.

Pregunta. ¿Le han vuelto a contactar ejecutivos tecnológicos desde que publicó el libro?

Respuesta. Tenía un par de charlas programadas justo después del lanzamiento, una en un fondo de cobertura y otra en una especie de conferencia para grandes ejecutivos. Ambas se cancelaron… Pero recibo correos todos los días de dueños de startups que quieren que mire su plan de negocio. Yo voy a las escuelas de negocios e intento convencer a los jóvenes estudiantes de que está bien ganar 15 millones de dólares, de que eso es suficiente. Les digo: si pones tu mira en los 15 millones anuales, podrás tener una carrera mucho más relajada, aumentarán tus probabilidades de tener éxito y podrás crear una empresa que haga mucho menos daño al mundo o que incluso haga algún bien. Cuando empiezo la charla y pregunto quién está dispuesto a ganar solo 15 millones, nadie levanta la mano; al acabar, a veces lo hace alguien. Algo es algo.

¿Su crítica principal tiene que ver con el capitalismo en sí mismo, con el surgimiento de una élite de magnates tecnológicos, o con ambas?

Esa es una de las grandes preguntas que exploro en el libro. Durante más de una década culpé al capitalismo por convertir la cultura abierta, colaborativa y creativa del primer internet en un producto de consumo más. Ahora creo que esa urgencia en desconectarse del mundo y en usar la tecnología y la ciencia para simplificar la naturaleza y controlarlo todo encaja muy bien con el capitalismo, que tiene la misma necesidad y surgió en el mismo momento. El tecnoautismo, como el capitalismo extractivista, quiere entender el mundo a través de un balance contable, de números, en vez de reconociendo otro tipo de valores humanos.

En su libro habla de “la Mentalidad”. ¿Cómo la definiría?

Es la idea de que, con suficiente dinero y tecnología, los milmillonarios pueden escapar de los daños que están causando con sus empresas. Es pensar que siempre hay otra solución tecnológica o de mercado para los grandes problemas sociales y medioambientales. Y que el individuo rico puede seguir elevándose por encima del resto. Es una forma extrema de ateísmo que dice que los seres humanos son solo material y no tienen alma, que no hay sentido en la realidad, que la vida es solo información y que todo lo que importa es difundir sus genes y sus medios. Es pensar que el éxito es comprar Twitter y dejar embarazadas a tantas mujerescomo sea posible.

Cuando empiezo una charla ante estudiantes de escuelas de negocios y pregunto quién está dispuesto a ganar solo 15 millones al año, nadie levanta la mano”

Siempre ha habido élites dominantes y poderosas. ¿Qué hace distintas a las de hoy?

Dos cosas. Primero, nunca antes habían tenido la capacidad de destruir el mundo. Carnegie y Rockefeller poseyeron grandes monopolios, pero los milmillonarios tecnológicos van mucho más allá. Julio César o Alejandro Magno podían conquistar un pueblo, matar y violar, pero no pusieron en peligro la humanidad. Entre los estadistas, eso solo pasó con el botón nuclear. La otra diferencia es que, como individuos, tienen más poder sobre más tipos de cosas.Elon Musk, por ejemplo, no solo es dueño de la principal plaza pública digital. También es el líder en los viajes espaciales y de los sistemas de satélites de los que dependen los ejércitos para navegar. Estos personajes no están bajo el control de un Gobierno y tienen muy poco sentido de la responsabilidad social.

Dice en el libro que venden su plan de escape como si fuera una solución para toda la humanidad.

Bezos ha demostrado que vivimos en un mundo en el que una persona puede ganar suficiente dinero como para construirse su propio programa espacial y lograr la estrategia de salida definitiva. Tienen buenos asesores de marketing,pero también creen que están salvando al mundo, porque defienden el altruismo efectivo. En su opinión, las cosas que están construyendo, las inteligencias artificiales (IA), los robots o los humanos aumentados que un día colonizarán los cielos son más importantes que la gente. Creen que la experiencia de trillones de inteligencias artificiales esparcidas por la galaxia dentro de mil años importa más que la de estos 8.000 millones de pequeños gusanos de carne que se arrastran ahora por el planeta. Y estos señores son lo suficientemente inteligentes y lúcidos para verlo. No están atrapados en la emocionalidad humana, y son capaces de retroceder y ver la ecuación desde un lugar mucho más racional, como Ayn Rand o Jeremy Bentham.

Algunos de los milmillonarios de los que habla en el libro testificaron el miércoles en el Senado de EE UU. ¿Cree que eso los devuelve a la Tierra?

Cuando vi por primera vez a Sam Altman [CEO de OpenAI] pidiendo regulación, mi primer pensamiento fue muy cínico. Aquí está el tipo que tiene el primer monopolio en inteligencia artificial, y por supuesto quiere regulación ahora mismo. Pero mientras lo observaba, empecé a tener la sensación de que aquí hay un buen chico judío que construyó esta tecnología y ahora se da cuenta de que lo supera. No sabe qué hacer, está pidiendo ayuda. Si no nos comprometemos con ellos, lo hará el filósofo de Oxford que inventó el altruismo efectivo y les enseñará que está bien ganar todo el dinero que quieras y no preocuparte por nada siempre que des dinero a la caridad. Y eso es peligroso. Así que creo que tenemos que tomarles la palabra y regular. Podríamos crear algún tipo de fondo común de datos al que todas las IA tengan acceso para aprender de él, pero que su uso esté sujeto a reglas y se vete a las IA que no se comporten adecuadamente. A un amigo mío, David Brin, escritor de ciencia ficción, se le ocurrió incentivar a las IA para que se vigilen mutuamente e informen sobre las que estén haciendo algo malo.

Creo que tenemos que tomarle la palabra a los magnates de la IA y regularla”

En el libro describe muchas tecnosoluciones aportadas por esta élite para salvar el planeta. ¿Cuáles le llaman más la atención?

Las más locales, las que buscan abrazar la complejidad de la naturaleza en lugar de simplificarla en exceso. La agricultura regenerativa me interesa. En cambio, hacer la red eléctrica más inteligente utilizando la IA no es viable porque no creo que podamos generar suficiente energía para mantener el mundo tal y como lo manejamos actualmente. Soy más partidario de lo que llamamos decrecimiento, que es tan simple como pedir prestada una herramienta a tu vecino en lugar de comprarla. No es una gran solución tecnológica, pero me encanta la idea de las bibliotecas donde se prestan herramientas además de libros para que no tengamos que fabricar tantas cosas.

Dice que la tecnología no puede ser la solución a nuestros problemas porque nadie ha parado al fascismo cuando se dispara la desigualdad y ninguna sociedad ha evitado el colapso cuando se han explotado demasiado los recursos. ¿Estamos perdidos?

Si un adicto no detiene su adicción, al final morirá. En Porto Alegre hubo un tornado hace dos semanas que mató a 47 personas. Las inundaciones de Libia quizás hayan matado a 10.000. Todo esto ya está sucediendo. Puede que no podamos evitar la catástrofe, pero podemos elegir cómo nos enfrentamos a ella. ¿Vamos a hacerlo como seres humanos compasivos que se cuidan los unos a los otros, o iremos cada uno por su lado? Eso lo determinará todo. Cuanto más dependamos los unos de los otros, menos cosas tendremos que comprar, menos energía tendremos que gastar, menos esclavos necesitaremos, menos guerras y conflictos generaremos. Podemos aliviar la tensión en la cadena de suministro global. Cuanto más resistente sea cada comunidad a nivel local, mayor será la presión sobre estos sistemas geopolíticos gigantes.

La mayor probabilidad que tenemos de evitar un gran desastre puede venir más de la magia que de la ciencia”

Usted compara a los milmillonarios con el Coyote cuando, obcecado por atrapar al Correcaminos, acaba cayendo por un precipicio tras andar por el aire.

Están organizándose para el apocalipsis, como si hubieran visto el fin de la civilización. Se han dado cuenta de que fueron demasiado lejos. Uno de esos momentos fue la elección de [Donald] Trump. Todos los tecnólogos que se consideran progresistas, liberales y preocupados por el clima vieron que habían creado ese monstruo. Se dan cuenta de que sus plataformas ayudaron a generar la confusión. De que hicieron a gran parte de la humanidad vulnerable a los gobernantes autoritarios. Ahora quieren arreglar rápidamente las cosas, pero utilizando el mismo tipo de herramientas que las rompieron. Y eso no funciona.

¿Por qué sus planes siempre implican empezar de cero?

Yo no creo que debamos encontrar otro lugar para comenzar de nuevo, ya sea en la Luna, en Marte, en el océano o en un nuevo pedazo de tierra. Esta es nuestra adolescencia como civilización. Estamos en esa fase tóxica previa a un gran cambio. Y creo que podemos hacerlo. Pero el cambio que necesitamos es más mental que tecnológico. Odio decirlo, pero la mayor probabilidad que tenemos de evitar un gran desastre puede venir más de la magia que de la ciencia. Si hubiera un cambio repentino y global en nuestros hábitos y en la forma de pensar… Suena como una fantasía, pero creo que es nuestra mejor opción.

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SOBRE LA FIRMA

Manuel G. Pascual

Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

 

3 comentarios

  • Isidoro García

           De nuevo nos enfrentamos ante el pavoroso futuro inminente de la humanidad. Los próximos 100 años, son una encrucijada mortal, en el que nos jugamos el ser o no ser, o el sufrir un invierno cultural y existencial, que nos retrotraiga a los tiempos de hace 100.000 años.

    • Isidoro García

      Y ante el análisis obligado de esta situación hay que tener en cuenta varias cosas. La primer, que no siempre la solución más evidente y facilona es la verdadera solución real. Ante cualquier conflicto social a nivel micro, siempre podemos lamentarnos en que si las personas fueran buenas y cabales, no se produciría esa situación.

      Pero la gente es como es. Si estamos en un gran grupo y unos pocos de ellos, realizan actos inconvenientes, podemos deducir que tienen un problema de salud mental, y que hay que llevarlos a la cárcel o al psiquiátrico.

      Pero si los que lo hacen son la inmensa mayoría, entonces tenemos que deducir, que no es un problema de patología mental o moral de cada persona.

      Que a lo peor es problema de una naturaleza humana con unas características, que reaccionan inadecuadamente ante unas situaciones ambientes determinadas, que han cambiado mucho respecto al pasado.

      La moralidad ambiente vigente aún, que es la clásica de la edad de Hierro, (que se inició hace 3.000 años), es un intento subterráneo de la humanidad, dirigido a auto-modificar su propia naturaleza.

      Aunque su justificación superficial, sea el de mejorar la vida del humano, controlando las conductas erráticas y antisociales.

      Eso está implícito en el mito del Génesis, y la mordedura de la fruta del árbol del bien y del mal. (“Sapere”, significa tanto saber, como saborear “la manzana”).

      Y la expulsión concluyente del mito, es una lección profunda, y significa que ese intento de auto-modificación, es inútil, como el síndrome de Munchhausen, de sacarse del barro, tirándose uno mismo por los pelos.

       

      Volviendo al tema original, es claro que algo es imperativo hacer en esta tesitura, pero lo que parece claro es que no es solución las admoniciones morales: hay que ser buenos, justos y empáticos…

      Muy bien, ¿y qué se consigue con eso?. Lamentos, más lamentos,  y advertencias de Casandra, que ya sabemos todos.

      Aquí el problema no son solamente los diez mil super-ricos del mundo. Si los sustituimos por otros, acabarán igual que ellos, y si eliminamos a esos filo-psicópatas, a los que solo les preocupa el generar riqueza para quedársela, nos empobrecemos todos, y alcanzamos la igualdad de la miseria general, (ver ejemplo Cuba).

      La evolución de las conciencias, por la vía moral, avanza muy lentamente, no hay mas que ver la evolución moral, evidente pero muy lenta, de la cristiandad tras 2.000 años de plena vigencia, y que nos ha llevado al enorme fracaso de la situación actual.

      Dicha evolución de las conciencias solo tiene dos vías rápidas para producirse. La natural del “espíritu”, y la de la manipulación genética o neurológica, que quizás puede ser el instrumento final de la primera.

       

      Para comprender la aparición del “espíritu”, como elemento esencial y determinante del nuevo “homo sapiens sapiens”, hay que comprender la dinámica de la evolución emergente.

      Parece ser que en la naturaleza, la Ley de la evolución de la vida, no dispone solo de la mutación aleatoria de genes, para disparar la evolución.

      La Inteligencia detrás de la maravillosa evolución del Universo, dispone de un misterioso mecanismo que tras un continuo análisis detallado del complejo mundo de las relaciones entre el ser y el medio ambiente, deduce potenciales problemas de supervivencia, que amenazan el futuro de cada especie.

      Y una vez detectado el problema futuro, puede poner en marcha un sistema de elementos atractores y repulsores, que generan una serie de línea rojas y azules, que dirigen el curso de dicha evolución.

      Y así, a veces se desencadena la aparición de un salto disruptivo evolutivo, con un nuevo órgano o conducta instintiva, (emoción), para solventar positivamente dicha amenaza latente futura.

      (La aparición de este salto disruptivo, se ve acelerada y disparada, cuando el nivel de estrés de supervivencia, alcanza niveles muy elevados, y así se ponen en marcha los mecanismos automáticos profundos de supervivencia)

      Además se ha comprobado en múltiples casos biológicos, que este salto disruptivo se produce en dos etapas. En la primera etapa, aparece el nuevo órgano o conducta, de forma imperfecta y no siempre generalizado en todos los individuos.

      En el siguiente salto evolutivo, se produce un nuevo salto disruptivo, y el del salto anterior se perfecciona y generaliza. (Debe ser como una especie de prueba para depurar en la práctica las novedades).

      El “espíritu” personal, un clúster de toda una serie de algoritmos neuronales comportamentales, que constituyen una nueva serie de “emociones” superiores humanas, (que constituyen la emoción de la “trascendencia”), dotadas con una gran carga psicológica, cuya incorporación diferencial ha supuesto la nueva especie humana que somos.

      Y actualmente está constituída de forma imperfecta, y con relativa poca carga energética, por lo que es tan difícil escuchar al “espíritu” y seguir sus consejos y directrices.

      Y además no está uniformemente repartida entre los humanos, con lo que una gran mayoría lo tenemos solo de forma latente y con un funcionamiento muy débil y ocasional.

      (Aunque hay una minoría de “espirituales” laicos y religiosos, los humanos auto-realizados, cuyo paradigma es Jesús, que han sido dotados de ese enorme potencial).

      Estamos a la espera, del siguiente salto evolutivo emergente, que desencadene la potenciación y universalización de ese “espíritu”-guía, con una enorme potencia psicológica para su fácil y común utilización por todos.

      Dado el enorme estrés y nivel de angustia reinante en la actualidad, es esperable que se produzca relativamente pronto, haciendo así bueno el dicho, de que donde crece el peligro, crece al lado el antídoto.

       

      Ahora bien, la prisa es mucha, y mientras llega la solución del Universo, deberíamos ser conscientes de que el moralismo cultural, (sin que sobre), no es realmente la solución, y deberíamos abrirnos a una investigación intensiva en cuanto a la auto mejora neurológica, aun en pañales, pero que en un futuro relativamente cercano será una solución efectiva. A pesar de todos los peligros que eso supone.

      Aquí no valen “angelismos” y “buenismos bienintencionados. No estamos en el Paraíso. La situación es de “susto o muerte”.

      Perdón por el rollo.

  • Nacho Dueñas

    A estas alturas, se requiera mucha ceguera para ignorar el riesgo elevadísimo que la tecnología (IA, Chat GPT, internet, nanotecnología, implantes cerebrales…) nos extinga.

    Desde Harari a Hawking hay gente que lo avisa, pero me temo que seguiremos negándonos al más elemental pensamiento crítico al respecto, y en los mundos de Yupi.

    Feliz día y besos a todas.Nacho.