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El Buscón

        No trato de hablarles sobre el personaje literario del buscón de Quevedo ni tampoco del personaje virtual del buscador de Google, me refiero a ese otro personaje real, en carne y hueso, y empedernido buscador, al ser humano, la persona concreta como usted y como yo.

        Realmente, desde un principio tuvimos que buscarnos la vida de mil formas distintas pues carecíamos de las pautas que la propia naturaleza imprimía en su dinámica evolutiva a todo ser que de ella y en ella emergía, dotándoles de los recursos básicos de subsistencia a edades bien tempranas, si bien tuvimos que empezar imitando a nuestros antecesores no humanos.

        Desde el punto de vista biológico y evolutivo somos una especie un poco rarita, le hemos salido “ranita” a la naturaleza, llegando a querer apoderarnos de ella, aprovechándonos de ese mecanismo llamado mutación con el que ella marcaba las pautas y los modos de su existencia a todo lo que ponía en su realidad.

        Hemos mutado no para adaptarnos a ella, sino a la inversa para que sea ella la que se adapte a nosotros y podamos ejercer nuestro dominio sobre ella. ¡Qué contradicción!, le ha salido el tiro por la culata. Esto sí que no se lo esperaba. ¡Menuda tragedia!

        Al a vista de lo visto, este nuevo buscón, que somos usted y yo, nos deberíamos hacer la misma pregunta que en sí, ya se habrá hecho seguramente la propia naturaleza, la de que si continuamos por este mismo proceso evolutivo podría emerger una nueva mutación que replicara en contra nuestra esta actitud, como ya ha acontecido con nosotros respecto a lo que llamamos naturaleza.

        Por el momento dejo abierta esta pregunta para que quien quiera opine el respecto de dicha posibilidad o imposibilidad. Será bien recibida por mi parte ante la profunda duda que me embarga al respecto, y no solo por mi duda sino también porque del resultado final de esta cuestión depende no solamente nuestro futuro sino en mucha mayor medida nuestro presente, a través de la ingente cantidad de recurso que le dedicaríamos según fuese la conclusión y que mucho me temo ya le estamos dedicando.

        Entretanto o entre tanto, como prefieran, me he detenido a meditar un poquito, solo un poquito, sin filosofías profundas ni análisis metafísicos sobre la forma de buscar que tenemos los humanos, y sobre la cual también agradeceré su opinión.

        El buscar, como todo dinamismo, se ejercita en una doble dimensión, en un doble plano reflexivo al igual que pasa con el amor. Si nadie fuera amado, nadie amaría y el amor no existiría, y así sucesivamente. Qué tragedia, ¿verdad? Es más, si no fuésemos amados no existiríamos, y problema resuelto. ¿Le sorprende esta afirmación que nos evidencia que en el origen de todo dinamismo hay un doble movimiento en el que prima el don recibido con respecto al don ejercitado? Mire, aquí le dejo abierta una nueva oportunidad para que también opine al respecto, y aprovecho para no perder el hilo del título de esta simple reflexión, adelantando que toda reflexión ya en sí es un modo de buscar y toda búsqueda es una aventura en la que el lector también debe participar.

        No se extrañe querido lector, recuerde el principio de la dinámica: “A toda acción le corresponde una reacción”, sin la primera no existe la segunda. La ciencia, es decir, la razón del hombre que busca el principio de realidad se mantiene en la expectativa de integrar en una nueva teoría a la fuerza de la gravedad, fuerza atractiva y de carácter universal como esa primera acción que unifique y explique el dinamismo de toda realidad material. Mientras no aparezca esta nueva teoría cuántica que contemple a esta fuerza unificadora de toda acción, permaneceremos sin llegar al punto primordial de la dinámica realidad, porque la realidad solo es perceptible desde su dinámica.

        Bien, en tanto esto no acontezca y mucho me temo que no acontecerá – (ve querido lector que continuamente nos metemos en nuevos interrogantes que nos abren la puerta a posibles novedades)- seguiremos siendo unos buscones.

        Por otra parte, la inmensa mayoría de la gente no anda por ahí haciéndose preguntas metafísicas ni especulando sobre la esencia de su propia realidad y de la realidad con la que tropieza desde que se levanta hasta que se acuesta, simplemente sintiéndose y sabiéndose que son personas, con ello les basta, o mejor dicho nos basta, a excepción de que uste y yo seamos la rara excepción en ese infinitesimal grupito de raritos desde un punto de vista estadísticamente cuantitativo (no sea mal pensado). Nuevamente aquí surge otra oportunidad de reflexionar al respecto y que nos llevaría a muchas novedades insospechadas, aspecto ya matizado en mi anterior reflexión sobre la “discreta realidad”.

        En definitiva, el ser humano es realidad en contínua búsqueda, de su principio de realidad, ese es su dinamismo, ese es el movimiento de reacción que continuamente busca la acción que le dinamizó en su existencia, que le puso en movimiento para encontrarle su sentido de ser y experimentarlo en su máxima plenitud. En ese dinamismo el ser persona se encuentra entre dos posibilidades, la del absurdo y la del misterio, entre lo finito o caduco, y lo infinito o eterno, entre la muerte y la vida, entre la movilidad absurda que le lleve a la inmovilidad radical de la primera y entre la movilidad de sentido que le lleve a la vida en un eterno dinamismo de plenitud plenificándose sin fin, que trasciende a todo infinito y del que carecemos de adjetivo que lo objetive, pues la palabra eternidad es inobjetivable, para acabar así en un dinamismo de sentido dinámicamente eterno.

        Sólo hay estos dos tipos o dos modos posibles de búsqueda, el del absurdo y el del misterio y en ellos nos movemos y nos vemos. El primero es un buscar a ciegas al que denominamos deseo, es una búsqueda incierta fundamentada en unas hipótesis previas y sujetas a que nuestra razón las valide o no, es una búsqueda de posesión y el segundo es el que busca lo que ya ha encontrado sin necesidad de hipótesis, simplemente se ha dejado sorprender ante la magnitud del encuentro, que le incita a buscar dentro de él. Este dinamismo es semejante al de ese hombre que encuentra de sopetón un tesoro y se desprende de todo lo superfluo, hasta de su yo, entregándose a él para dedicarse a profundizar, a indagar en el tesoro encontrado. Su existir encuentra no un punto fijo y estático y sí un dinamismo distinto al de la búsqueda primera, un dinamismo misterioso y sin fondo, siendo éste a su vez su fundamento. Éste último busca dentro de sí al haberse entregado libremente al tesoro encontrado, aquél otro busca fuera de sí para poseerlo.

        Este dinamismo ha existido siempre, pero es ahora por primera vez en la historia de la humanidad donde se puede apreciar en su máxima expresión, sin necesidad de hipótesis, simplemente emerge ante nuestra mirada gracias al llamado progreso que durante mucho tiempo nos ha tenido anestesiados, pero que ahora nos da su verdadera cara ofreciéndonos la posibilidad de que con solo apretar un botón saltemos todos por los aires. El buscado y encontrado progreso nos presenta de forma definitiva sin ambages, sin ropajes, las dos caras de la realidad para que optemos ya sin más dilación. Por el absurdo o por el misterio.

        Somos como la oveja perdida que debe ser encontrada.

        Es su turno querido lector.

3 comentarios

  • José Miguel lertxundi

    La idea de modernidad sustituyó, en el centro de la sociedad a Dios por la ciencia y deja las creencias religiosas para el seno de la vida privada, parece que no lo hemos asimilado aún. La razón se identifica con el principio que traza las normas, racionalizando el desorden y el caos, ordenando, según sus designios, al mundo.

    Estamos pasando de la modernidad a algo que todavía no está definido. La llamada cultura de la posmodernidad es un intento somero de hundir a la modernidad en la historia de las ideas. La crítica a la modernidad no es más que una tendencia a mejorar lo que tenemos, con algo que aún no se ve claramente en el horizonte. Quizás en el futuro mediato podamos definir claramente el término posmodernidad. Podemos postular, entonces, que estamos ingresando a una etapa que podemos llamarla de cambios y de metonimia al infinito donde lo único absoluto es que no existen absolutos.

  • LEANDRO SEQUEIROS

    Este comentario no viene firmado y parece ser una opinión o propuesta de ATRIO.. [Fue un descuido al editar la entrada. Ya aparece la firma. AD] Y es verdad. Nuestra sociedad vive una cultura de la banalidad en la que solo se busca disfrutar del presente. “Ande yo caliente y ríase la gente”. De esto hablé en https://batalloso.com/pensamiento-critico-frente-a-la-cultura-de-la-banalidad/  Si se contempla críticamente el conjunto de valores de nuestra sociedad, llama la atención que las redes sociales construyen la vida como una sucesión de banalidades, sin gran apego por casi nada y con una gran dosis de provisionalidad, pensamiento Ikea y por extensión, a los afectados por esta corriente ideológica, generación Ikea. Y daba a entender con este símil mueblístico la preferencia de estas generaciones por lo inmediato, sin planteamientos de futuro ni de permanencia, a lo cual, sin duda, colabora la provisionalidad de buena parte de los trabajos y los sueldos de la actual clase trabajadora, que no permiten proyectos estables de futuro, aunque tampoco me parece suficiente motivo para abrazar esa banalidad generalizada en la que está inmersa la sociedad.  Son muy necesarios espacios de pensamiento crítico (que no significa ser pesimista y derrotista, sino usar la razón. Posiblemente, en un mundo en el que las comunidades de reflexión crítica perciben la urgencia, posibilidad y necesidad de fomentar el pensamiento crítico, racional, no banal, interdisciplinar, con la integración de científicos naturales, ingenieros, filósofos y humanistas, teólogos, economistas y cultivadores de las ciencias del espíritu (que postulaba Dilthey) no es una distracción sino una exigencia de la tarea de buscar y construir juntos sistemas interpretativos de la realidad que den sentido global y respuesta a la gran pregunta que ya se hacía en su tiempo Immanuel Kant: ¿qué es el hombre?