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Desiguales desde siempre

Hace bien Celso en publicar hoy algo de lo que sabe de derecho positivo y canónico y de sucedidos  reales que eran ocultados para proteger el buen nombre de clérigos y jerarquías. Comprendo que no pueda poner nombres y apellidos de personas y lugares, pero yo al menos me fío de que lo que cuenta es pura verdad, muy semejante a otros hechos recientes aquí publicados, como el de una joven de Medellín y un curita recien ordenado, tan simpático y enrollado él. Contamos contigo, Celso. AD.

        Nuestra Constitución recoge la igualdad de todos ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra condición o circunstancia personal o social.

        La misma igualdad se prescribe en la Declaración Universal de Derechos Humanos proclamada por la ONU en 1948. Los Estados que se llamen democráticos deben ajustar su legislación a dicha Declaración que bebe en la Revolución Francesa y en la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América de 1776.

        No hablamos de desigualdad física o de talento. Como en cualquier otro género o especie de ser animado, los humanos, en cuanto individuos únicos e irrepetibles, somos desiguales. El Legislador pretende la igualdad de derechos sociales, civiles y jurídicos. ¿Por qué persisten las flagrantes desigualdades en un mundo que se precia de democrático de Derecho?

        Hace 3.773 años, el rey babilonio Hammurabi dictó su famoso Código. No es el primero de los conocidos, pero es el mejor y más completo. Para ser atendido y obedecido por su pueblo, Hammurabi se proclamó representante y portavoz de los dioses Anu, Enlil y Marduk. Una estrategia repetida por reyes y líderes sociopolíticos que gobiernan “por la gracia de dios“. Cada pueblo se inventaba o asumía uno o más dioses que respaldaban al líder. En nuestro mundo judeo-cristiano, lo hizo Moisés de cara a su insumiso pueblo hebreo. En el Sinaí Yavé le entrega las tablas de piedra con el Decálogo esculpido. Los antropólogos ponen en valor esta apelación a los dioses porque consiguó – y consigue – cohesionar a los subditos y evitar la indisciplina. La estela pétrea cilíndrica del Código, más de dos metros de altura y con escritura cuneiforme, fue descubierta en Irán hace poco más de un siglo y se encuentra en el museo del Louvre.

        La ética del Código de Hammurabi es la “ley del talión”, pero adaptada a la mentalidad dominadora y popular de entonces. Se esperaría que la hoy detestada “ley del ojo por ojo” fuera aplicada con rigor, sin miramiento de personas. Pero no. La considerada legislación mejor y más completa de la antigüedad es claramente clasista y desigual. Divide a las personas en tres categorías sociales: superior, plebeyo y esclavo.

196. Si un hombre superior deja tuerto a otro hombre superior, lo dejará tuerto.
197. Si le rompe el hueso a otro hombre superior, que le rompan el hueso.
198. Si deja tuerto a un plebeyo o le rompe un hueso, pagará 60 siclos de plata.
199. Si deja tuerto al esclavo de un hombre superior o le rompe un hueso, pagará la mitad del valor del esclavo.
209. Si un hombre superior golpea a una mujer de clase superior y le provoca el aborto, pagará 10 siclos de plata por el feto.
210. Si esa mujer muere, que maten a la hija del hombre.
211. Si es a la hija de un plebeyo a quien le causa el aborto a golpes, pagará 5 siclos de plata.
212. Si esa mujer muere, pagará 30 siclos de plata.
213. Si golpea a la esclava de un hombre superior y le provoca así el aborto de su feto, pagará dos siclos de plata.
214. Si esa esclava muere, pagará 20 siclos de plata.

        A primera vista, estas diez sentencias – de casi 300 – nos suenan injustas, vejatorias y discriminatorias. ¿Estamos seguros de que no adoptamos esos estándares en nuestra era, la intelectual, la cristiana, informática, espacial?

        La raza, el sexo, el género, la religión, la opinión, la minusvalía, la posición económica, el poder.. Son base de la discriminación actual. Basta echar una mirada a nuestro alrededor. Inmigrantes de países lejanos son relegados, con frecuencia abandonados en nuestras calles y parques. Casi impasibles, escuchamos las noticias de naufragios de pateras con multitud de seres de nuestra especie que sólo buscaban sobrevivir en un ambiente amable. Mujeres que son vetadas o marginadas en instituciones como la Iglesia Católica, vejadas, agredidas o asesinadas por varones o preteridas ante el sexo opuesto. Persecución de creencias religiosas o políticas en varios pueblos y estados modernos. Eliminación, a veces cruenta, de profesionales informadores. Impunidad judicial cuando una parte pobre confronta con una rica a causa de la distinta posibilidad económica. En efecto, mientras una parte dispone de los mejores letrados, la otra parte debe contentarse con abogados de oficio menos duchos o decide prescindir definitivamente de toda defensa por imposibilidad económica. Y ello sin incidir en la venalidad de jueces desaprensivos. La marginación de incapacitados, con frecuencia válidos en determinados campos. La corrupción de políticos ávidos de poder, avariciosos o incompetentes, que se aprovechan del erario público o gobiernan para unos con evidente detrimento de los administrados.

        Viene al caso una personal experiencia. Real, verídica, constatable. Nombres simulados.

Esperanza era la joven amante de Silicio, párroco en una zona rural. Cuando la joven le comunicó su embarazo, Silicio la ahorcó sin piedad para salvaguardar su reputación y su oficio. La feligresía y población del entorno saben lo ocurrido. Se prescinde de la autopsia, ya que murió de infarto. Nadie denuncia el caso. La familia de Esperanza no tiene medios para contratar un abogado y, sobre todo, supone que “con la Iglesia hemos topado”. El obispo conoce lo ocurrido, pero no se mueve, salvo para desplazar al párroco asesino. Es un ejemplo de suprema desigualdad y, por ende, de discriminación.

        CELSO ALCAINA. Teología bíblica y Filología

 

2 comentarios

  • ana rodrigo

    El mayor enemigo del ser humano es otro ser humano, creo que también se da en algunas especies de mamíferos, pero, como es obvio, los animales carecen del desarrollo de conciencia de los seres humanos. No se trata solamente de los asesinatos y homicidios, que es lo último y lo irreversible, sino de la inmensa cantidad de agresiones cotidianas, del desinterés por otros seres humanos, por considerarlos inferiores como si fueran de otra especie, es el caso l@s inmigrantes, las niñas como  objeto de compra-venta para uso sexual, las mujeres en los países del mundo como objetos de usar, abusar y tirar y tantas y tantas injusticias….

    Como nos recuerda Celso, no hay mejor excusa para las tropelías de los seres humanos que acudir a los dioses.

    Yendo a la casuística, el escritor Pepe Rodríguez ha escrito mucho sobre este tema en la Iglesia Católica y sectas, documentando cada caso con nombre y apellidos y con las sentencias correspondientes. Imaginemos la inmensidad de casos de abusos desde el poder “sagrado” del clero, muchos de ellos se están publicando, denunciando en el caso de la pederastia clerical. De esto a que se haya hecho justica con todos, creo, que hay un abismo, porque la reparación, una vez que se le reconoce como víctima, en el caso de su destrucción personal, casi no tiene arreglo y, en el caso económico, determinadas diócesis están en la ruina.

    A las religiones y, en concreto, a la Iglesia Católica, le queda mucho por hacer, entre otras cosas, no meter a Dios en sus decisiones humanas y mirar más a la tierra que al cielo. El clero, siempre masculino, le hará decir a Dios lo que ellos quieran para sus intereses de poder, y otros inconfesables.

    En España, con leyes para la igualdad y contra la violencia de género, son 42 mujeres asesinadas en lo que llevamos de año, miles de denuncias diarias de violencia machista. Imaginémonos en otras regiones donde es voluntad de dios denigrarlas hasta el máximo, es voluntad de dios lapidarlas cuando su dios quiere, mutilarlas genitalmente, en fin es de poner los vellos de punta…..Y así y todo, aún hay quienes esto del feminismo es una impertinencia insoportable.

  • Benito Paz Trelles

    No sé si por ser más antiguas las leyes, serán por ello más justas. Más bien, creo lo contrario. A medida que avanza la Humanidad, se perfilan mejor las leyes, se adaptan más a la sociedad en que se legislan, no quedan inmutables como “la ley del talión”(ojo por ojo, diente por diente), propia de países primitivos que se arrogan practicar la Justicia en nombre del Dios que sentenció aquello de “No matarás” (Ex 20, 13).

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