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¿Son los perros de Burgos, o el perro soy yo?

        Perdón, pero al día siguiente mismo de morderme un perro, me vino a visitar otro con aviesas intenciones, o con desmesurado amor a juzgar por la forma en que me chupaba, o para mearme encima por la ley de la revancha, o para ligar conmigo al olisquear en mí ciertos signos de perruneidad. El hecho parece increíble, y entiendo que ustedes no lo crean, pues ni yo mismo termino de asimilarlo. Esta vez se trataba de un perro suelto, pero con su amo caminando a unos cincuenta metros; no de un mendigo, sino de un méndigo, cuyo cuadrúpedo se acercó a mí y estuvo varios segundos lamiendo mi pierna izquierda. Este gesto al fin y al cabo era de agradecer, porque la pierna mordida ayer fue la derecha. Este desmedido interés de los canes conmigo ¿responderá a mi carácter igualmente malcarado y ladrador, aunque afortunadamente no mordedor?, ¿seré un perro más, y de ahí su voluntad de contubernio?, ¿o es que muerden en mí a la humanidad humana? Lo dicho, ¿son los perros de Burgos, o el perro soy yo?

        Entre temeroso y sorprendido, el caso es que, por lo menos, eta vez pude gritarle al chucho para que me dejara en paz, sin que la cosa llegara a más. Después, no dando crédito a la pasividad de su dueño poco aseado y con aspecto de maleante, le increpé sin demasiada afición, pues ya se veía que su cara (y su catadura) tampoco presagiaban nada bueno. Como ya comenzaba a echarme la culpa de lo sucedido, tomé las de Villadiego: ellos eran cinco y nosotros ocho, qué paliza dimos, ellos a nosotros, yo que era el más fuerte me lancé al más flojo, si no me lo quitan, si no me lo quitan, me saca los ojos.

        Santiago Hernández, uno de mis queridos lectores, me escribió ayer con ocasión del primer asalto: “Carlos Díaz, muy impresionante tu narración y lamento profundamente el penoso y doloroso incidente que por inesperado es aún más sorprendente. Sin embargo, no sólo empatizo contigo sino que mi preocupación es también por el perro puesto que lo “no provocado” del asalto del can lo hace sospechoso. Y si no se ha hecho ya, es preciso encontrar al perro (o a la perra) y observarlo durante dos semanas. Si el can no muere en ese periodo de tiempo es señal que su ataque no fue producto de la rabia o hidrofobia usando la antigua nomenclatura médica. Pero si está enfermo el perro. No sobrevive la rabia y muere, a pesar de que sus síntomas pueden ser leves al principio, tiene que ser cauto. Hay tiempo todavía para aplicar la vacuna al mordido para prevenir la enfermedad. En todo caso es prudente consultar a un veterinario o al centro de control animal municipal, si existe. Mis disculpas si he sido indiscreto o demasiado intenso en el intento. Y desearía que tu trauma sea cada día más leve y que todo se resuelva bien. Un saludo cordial”. Mucha gracias, me sobrecoge este mensaje sanador.

        José Antonio Fernández, que sabe muy bien de las mordeduras que da la vida y es uno de los ángeles que pueblan la tierra, se ríe caritativamente conmigo de este modo: “¡Querido Carlos! Espero que vaya bien tu evolución. Hacer filosofía también de las propias desgracias es un arte que no se da con facilidad y hacerlo con humor es la cuadratura del círculo. Me he reído tanto con el artículo que al final he pensado, ‘¡pero qué hago, si le ha mordido un perro a Carlos!’”. Ríete niño mío, ríete siempre.

        José Antonio Benito, salmantino/peruano servidor y diácono eterno, me escribe con su fina ironía: “¡El monoloquio de los perros! No sé si pensar que el perro es figura diabólica que atacaba a los santos o custodio como el ‘gris’ de don Bosco. Lo que está claro es que al menos ha servido para que nos brindes un artículo magistral y no te hayas enrabietado sino que compartas una paz beatífica. Muchas gracias y ¡a cabalgar o andar de nuevo!”

        Emmanuel Buch, mi pastor, me dice: “¡Madre mía! No sé si es para reír o para llorar. Y no te quejes, al menos esas mujeres han sido más solidarias contigo que con el perro. Hoy por hoy, muchos llevarían al perro al veterinario, preocupados por si en tu sangre hay algún elemento nocivo que le pudiera enfermar a él/ello, y acto seguido denunciarte a ti”.Mo sé cómo no he abandonado hace tiempo su pasgtoreo por cañadas oscuras…

        Pepe Medina, mi querido Pepiño, un hombre más bueno que el pan de cuya amistad gozo va para cuarenta años y vecino mío, responde así a mi noticia: “Me alegro, Carlos, de que tu pensamiento siempre esté en acción , con tu fina ironía y tu humor socarrón. Te agradezco que sigas compartiendo conmigo tus escritos y me hagas sonreír en los tiempos que corren”.

        Jesús Morales, desde El Cubo de Don Sancho, discípulo como yo de Marcelino Legido, se me ríe en toda la barba con este comentario: “Bueno Carlos, espero que estés bien de la mordedura del perro. Tú dices que no sabes si te habrá contagiado la rabia. De lo que yo estoy seguro es de que ese perro, después de morderte, es un perro más sabio…aunque seguirá siendo un poco “cínico”. Jajajajaja. Un abrazo y cuidado con los paseos”.

        Nuestra hija mayor, Esperanza, que es médica en Noruega, me dice con su habitual maternidad subrogada: “¿Qué tal la pierna? Si era un perro vagabundo a lo mejor te deben ver la herida si se pone fea”. Hija mía, pienso para mis adentros, ¿cómo puedes sospechar de la posible fealdad de las piernas de tu padre, cuya fama de belleza corre por los cuatro costados del universo, del uno al otro confín?

        Y, como era de esperar dado su humor agudo y amoroso al mismo tiempo, nuestro hijo me espeta inmisericorde: “Leído, pater. Pasea por zona de gatos”. Hijo mío, qué buen mamador fuiste de pequeño, y qué mamón sigues siendo….

        He dejado para el final este otro, aunque la verdad es que mi artículo ha sido muy comentado, en otros mails, casi todos ellos interesándose por mi salud, cosa que agradezco. Se trata del mail de Ana Rodrigo, una señora siempre amable y educada, también en esta ocasión, que dice así: “Carlos, siento lo que te ha pasado con un perro agresivo y agresor. Cuídate y espero que no tenga consecuencias indeseadas. Puesto que aprovechas el accidente para filosofar, pues yo voy a aportar algo sobre lo que dices de las feministas, dices: ‘Pero hasta ahora estaba hablando en género masculino, es decir, de perros y no de perras, aunque, francamente, para posible desesperación de las inflamadas neofeministas, yo no me fijé mientras tanto en el sexo de mi agresor’. Creo que la razón del feminismo y de quienes nos tomamos en serio el mismo, se debe al hecho de que las mujeres tenemos conciencia de que no somos hombres y sí somos mujeres; desconozco si una perra tiene conciencia de que es no debe ser tratada como perro sino como una perra.

        Tampoco sé si soy una inflamada neofeminista (no soy neo, soy feminista desde que tuve conciencia de lo que eso significaba, es decir hace muchísimos años, tengo 81 años…) o no, pero nooooo me gusta que se tome a cachondeo la identidad de cada persona, en concreto en este caso, la de las mujeres, es decir, el feminismo, porque es algo muy serio dadas las consecuencias de lo contrario, es decir, del machismo, del que estamos viendo todos los días, en todos los lugares del mundo y en todo momento del día, agresiones, marginación, exclusión y, además, las Evas de turno provocando sexualmente a los hombres, ¡pobres!, porque ellos no pueden controlar por sí mismo sus instintos cuando ven unos pechos femeninos, siendo nosotras las culpables de sus desvaríos. Es como, no hace tantos siglos, los hombres se excitaban al ver los tobillos de las mujeres. ¡Siempre la misma canción….!

        Los hombres que aún no lo han hecho, debería estudiar y aprender lo que es la masculinidad para no estar echando continuamente la pelota (las pelotas) contra las mujeres.
Un saludo cordial”.

        Dos cosas hay en este mail que vuelvo a comprobar una vez más. La primera es que cada lector responde a lo leído por él según su propia cosmovisión, sus intereses, su biografía, sus gozos y sus sombras, razón por la cual resulta tan difícil entenderse en común sobre un mismo asunto, algo que de todos modos no puede evitarse y está bien. La segunda es la recurrente focalización y el subsiguiente juicio de intenciones feminista a que se somete a quien escribe, escriba lo que escriba y a quien escriba. Digas lo que digas, oralmente o por escrito, incluso cuando haya abundancia de matices y hermenéuticas posibles, da lo mismo: como si no hubiera más que un tema, tendrás que pasar por el aro.

        Semejante empobrecimiento del discurso ¿a quién beneficia?. En este asunto, aunque salga el sol por Antequera, escribas lo que escribas, te habrás caído con todo el equipo si no estás en la onda de la hegemonía dominante, es decir, de las ideologías, que no son sino la visión deformada de la realidad. Tienes que ser un petimetre si quieres ser aceptado según la moda o el pensamiento hegemónico social de cada momento histórico, que en este caso es de forma archiatosigante el tabú del feminismo. Así que, aprovechando que el río Pisuerga pasa por la ciudad de Valladolid, tendrás que sumarte al coro de los grillos que cantan a la luna, si no quieres ser lanzado al agua.

        Digas lo que digas, te caerá encima un sermonazo, casi siempre lleno de tópicos y lugares comunes, acompañado de su correspondiente regañina anatematizadora, incluso cuando viene cargado con las mejores intenciones por parte del censor o de la censora. Cuando los lugares comunes arrecian, en este caso el de la “ideología de género” del momento, todo estará consumado: recordemos la insufrible murga ideológica del marxismo ayer, que ahora no lo quieren ni los perros para orinarse encima, o la del catolicismo de sacristía y de golpes de pecho contra las mujeres que llevaban los brazos desnudos, más o menos como en el islam, versión suave. Yo, empero, si me dan papel pautado, escribo por el otro lado.

        Lo más curiosos es que nunca he tenido problemas de tipo feminista con las mujeres, y espero seguir sin tenerlos. Soy un hombre reflexivo, entradito en años, y, si no fuera mucho presumir, no tan bestial como los canallas machistas. ¿Por qué me caen encima regaños, admoniciones, chorreos y moralinas siempre con la sospecha directa u oblicua de que soy el toro que mató a Manolete? No me merezco ese trato, señoras. Apliquen sus clichés como gusten, pero no abusen por favor de la protervia genérica del “macho alfa”, pues este machacar fuera del clavo puede tener un efecto perverso sobre el propio dedo acusador. Generalizando semejante perverso proceder, y aplicado a las mujeres, permitiría devolver las mismas piedras a sus tejados una vez metidas todas en la misma jaula.

        Me gustaría, en fin, que esos machos maltratadores sean castigados con la severidad que merezcan, pero convivamos con racionalidad no haciendo pagar a justos por pecadores. Los pueblos necesitan hombres y mujeres mejor formados y más capaces de analizar sin visceralidad ni aprioris cuáles son los motivos por los cuales hay desigualdad, injusticia, violencia e inhumanidad. Y en eso estoy completamente de acuerdo, querida Ana. Gracias.

5 comentarios

  • carmen

    No voy a hacer ningún comentario.Ana. Un abrazo 

  • Querida Ana: De veras que lamento tu enfado. Yo escribo desde el género masculino, no siendo del feminino. No conozco ningún género feminista, como tampoco ningún otro. Sólo conozco el género humano, que abarca a ambos, y desde el mcual apelo a la racionalidad comunicativa.
    Carlos.

    • ana rodrigo

      Carlos, tú que sabes jugar muy bien con el lenguaje, por mi no te molestes más. Si te apetece lee lo que tú has escrito y lo que he escrito yo. ¿Dónde he hablado yo del género feminista? Y si quieres repasar la gramática española elemental (no te ofendas, dada tu categoría intelectual) te hará recordar que existe el género masculino y género femenino, el género feminista te lo has inventado tú.

      Ya he dicho que el feminismo, como movimiento social defensor de los derechos igualitarios entre hombres y mujeres, no es una cuestión para tomársela a cachondeo ni para perder el tiempo en discusiones bizantinas. Quien no vea la realidad patriarcal y machista en todas las sociedades así como los datos de violencia, maltrato y otras desigualdades, que se lo haga mirar. Los diálogos camuflados en otros intereses, son una pérdida de tiempo.

    • Rodrigo Olvera

      Ana nunca hablo de “género feminista” sino de feministas (postura política), debido a que Carlos descalificó a “neofeministas” (si Carlos usó neofeministas no como tercer género sino como movimiento) es muy bajo éticamente defenderse pretendiendo que Ana uso el término como “tercer género” y no como movimiento. Doble vara de medir. Tampoco es que sorprenda de Carlos, a quien parece que le duele más tener que reconocer que comete un error que las mordidas de los perros.

       

      La percepción que me dio la publicación anterior es que solo era paja paja paja para justificar descalificar al feminismo. Esta publicación – pero sobretodo esta pobre respuesta a Ana – no hacen sino confirmarme esa percepción.

  • ana rodrigo

    “‘Pero hasta ahora estaba hablando en género masculino, es decir, de perros y no de perras, aunque, francamente, para posible desesperación de las inflamadas neofeministas, yo no me fijé mientras tanto en el sexo de mi agresor’.

    Carlos, si a tí te parece gracioso decir que las feministas nos desesperemos por el sexo de una perra, pues, a divertirse tocan…. Cada cual a lo suyo.