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La juventud: un desafío pendiente en la vida de la Iglesia

Se está celebrando la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Portugal y, como todo evento, será un momento de renovar esperanzas, de entusiasmo, de alegría, de recargar fuerzas y de incorporar experiencias fuertes que van constituyendo la vida y ayudan para el camino. Sin embargo, ese encuentro de jóvenes levanta, en su contra cara, una de las crisis más grandes de la Iglesia: muchos jóvenes están cada vez más distantes de ella, no logran entender el mensaje que comunica, no se sienten atraídos por sus convocatorias, no les parece que puedan encontrar en ella alguna respuesta a sus múltiples búsquedas. Por supuesto esta apreciación no se puede generalizar porque en algunos ambientes siguen participando jóvenes, algunos de los movimientos cuentan con números aceptables de jóvenes y, aunque con mucha escasez, no dejan de llegar algunas vocaciones a la vida religiosa y presbiteral.

¿Qué razones podríamos aducir para esta escasez de jóvenes en los espacios eclesiales? Algunos invocan el secularismo de la sociedad y las múltiples ofertas que les llegan del mundo que parece les impide descubrir a Dios e interesarse por él. Otros aducen a la falta de familias creyentes lo cual no favorece la transmisión de la fe y el surgimiento de vocaciones como en décadas anteriores. No faltan quienes señalan que los jóvenes no tienen ideales, viven ensimismados en el inmediatismo, no se interesan por el bien común y están inmersos en el consumismo, las drogas, la delincuencia, etc. Aunque estas razones son válidas, esto no significa que la Iglesia no se mire a sí misma y se pregunte por qué su mensaje, su testimonio, su apostolado, cada vez llega menos a los jóvenes. Puede haber muchas causas externas que hagan difícil el trabajo con jóvenes, pero también hay muchas razones internas que deben ser identificadas si se aspira a llegar a la juventud de manera significativa.

Algunas respuestas ya se han dado, pero no se asumen en la práctica. Por ejemplo, la Conferencia de Aparecida, en 2007, ya hablaba de cómo “en la evangelización, en la catequesis y, en general, en la pastoral, persisten lenguajes poco significativos para la cultura actual y, en particular, para los jóvenes. Muchas veces los lenguajes utilizados parecieran no tener en cuenta la mutación de los códigos existencialmente relevantes en las sociedades influenciadas por la posmodernidad y marcadas por un amplio pluralismo social y cultural” (DA n. 100d). Lo mismo dijo el secretario de estado, Pietro Parolin, a propósito de esta JMJ en Portugal: “La Iglesia tiene que ser creativa, necesita encontrar el coraje y el lenguaje adecuado para presentar a Jesucristo a los jóvenes de hoy, en toda su frescura, en toda su actualidad”. Verdaderamente, la cuestión del lenguaje es sustancial a la hora de comunicarnos con los jóvenes, por eso habría que revisarlo a fondo.

Pero la iglesia, en muchas instancias, se resiste al cambio. Para no ir muy lejos, el lenguaje inclusivo que permite visibilizar a las mujeres, encuentra muchas resistencias en la sociedad, pero mucho más en la Iglesia. Además, la institución eclesial permanece muy ajena a los movimientos actuales en torno al feminismo, al género, al pensamiento decolonial, a las diversas identidades sexuales y genéricas, a las diversas configuraciones de familia, etc., lanzando solo advertencias sobre sus peligros y catalogándolas de ideologías, sin conocer a fondo sus fundamentos y los aspectos positivos que conllevan. Muchos jóvenes si conocen esos contextos, los sienten como horizontes que les muestran un mundo más inclusivo y propicio para ellos y, si no ven en la Iglesia una institución que entiende sus búsquedas actuales y los acompaña a recorrerlas, será muy difícil poder ser significativa para la juventud.

Aquellos que dicen que la juventud es pasiva y no tiene ideales habría que mostrarles que esto no es verdad en todos los casos. Precisamente ha sido la juventud la que en muchos países se levanta para pedir sus derechos y no se cansa de marchar y exigir lo que les corresponde. No es verdad que muchos jóvenes no se interesen por las cuestiones sociales. Y aquí es donde la pastoral juvenil no debería limitarse a lo sacramental e intra eclesial sino acompañar la vida real de los jóvenes y su compromiso social. Además, si la juventud en algunos casos no responde cómo nos gustaría, no es tanto por una supuesta apatía sino por la falta de oportunidades en la sociedad en que viven. Trabajar por las conquistas sociales para garantizar el futuro de los jóvenes es mostrarles que el evangelio no es algo alejado de su vida concreta sino una palabra de fortaleza en pro de sus derechos.

El papa Francisco en su primera homilía en la JMJ reconoce el cansancio que se está experimentando en estos tiempos frente a la evangelización de los jóvenes. Pero, con el optimismo que le caracteriza, señala tres decisiones que habría que tomar para superar ese cansancio. En primer lugar, “navegar mar adentro”, es decir, no dejar de echar las redes confiados en el Señor que así instó a los discípulos cuando estaban desanimados porque no habían pescado nada (Lc 5,5). En segundo lugar, caminar juntos en el trabajo pastoral. Vivir la sinodalidad donde el laicado participe plenamente de la vida eclesial. Y, finalmente, ser pescadores de personas -propuesta que le hace Jesús a Pedro en ese pasaje de la barca- pero no entendiéndola como buscar vocaciones a la vida religiosa sino llevando la misericordia de Dios a todos los lugares donde hace falta: la sociedad multicultural, las situaciones de pobreza y precariedad, la fragilidad de las familias, las relaciones heridas y, por supuesto, a la juventud, entre otras situaciones necesitadas de misericordia.

Todo esto que señala Francisco hay que encarnarlo en realidades cómo las que señalé al inicio y en otras que hay que seguir planteando y asumiendo. Con seguridad el papa seguirá insistiendo en sus intervenciones en esta JMJ que Cristo sigue vivo y su evangelio es actual, siempre y cuando, no nos apeguemos a lo que “siempre fue así” sino que acompañemos a la juventud por los caminos que van transitando porque en ellos, con toda seguridad, también el Espíritu actúa, aunque no estemos acostumbrados a reconocerlo.

4 comentarios

  • Antonio Llaguno

    No recuerdo muy bien, a qué conclusión llegamos. Lo cierto es que fue una conversación con mucha polémica.Ten en cuenta que tal y como suele pasar en los centros de Salesianos y Salesianas, la mayoría éramos “Gente de Ciencias”, estudiantes o incluso titulados ya (Como yo), de carreras de ciencias naturales y/o ingeniería  y nos resultaba muy difícil entender, desde un punto de vista literal, la presencia real y física de Cristo en el vino y el pan que se consagraba en misa.

    Recuerdo a mi amigo Carlos de Gregorio, uno de los pioneros y hoy reconocido psiquiatra, que decía que si se analizaban una hostia y un poco de vino consagrado, veríamos que seguía siendo un derivado procesado del trigo con gluten y un fermentado del jugo de la uva.

    La conclusión (Creo recordar) fue que la eucaristía, independientemente de la presencia real, tenía un enorme valor como sacramento, es decir como signo o símbolo de la amistad de Cristo con el ser humano y que nunca debíamos planteárnosla como una obligación o como un sacrificio, sino como una ocasión de encuentro con un amigo que sigue vivo entre nosotros. (Nuestro movimiento se llamaba Movimiento “Cristo Vive”)

    También concluimos, en que uno de los problemas que teníamos para catequizar (No adoctrinar) a los jóvenes, es que para que ellos entendieran lo enorme que es el amor de Dios y la luz que podía aportar Cristo a sus vidas, debíamos despojar nuestra enseñanza (No es necesario negarlo, simplemente basta con no hacer hincapié en ello) de los aspectos “mágicos” o “semi mágicos” de la doctrina, sencillamente porque son (Los jóvenes) personas mucho más preparadas intelectualmente y conocen mucho mejor el mundo real, que aquellos a quienes se destinó el primer mensaje, la primera predicación y que recurrir a lugares comunes de difícil o imposible justificación, solo enfangaba el camino.Era mucho más productivo hablar de transignificación, es decir en trasladar a la hostia y al vino el significado de la carne y sangre de Cristo, entregada, no tanto para nuestra redención sino para mostrarnos el camino del Amor de Dios (Que es lo que nos redime, no la cruz), que afirmar “sospechosamente” que debido a un par de “pases mágicos ” de unas manos consagradas, de forma completamente improbable, el pan y el vino se convertían en carne y sangre divinas y “reales”… sin dejar de ser pan y vino, saber a pan y vino y alimentar como pan y vino.Y nuestros jóvenes lo entendieron. O eso quisimos creer.

  • Antonio Llaguno

    Estimada Olga

    Con este tipo de reflexiones me pasa siempre que la realidad vivida por mi es muy diferente y por si sirve de algo te la cuento. te contaré 2 experiencias mías que como son vivencias reales, más que discutir si se dieron (Yo las viví) habría que discutir, por qué se dieron y en otros sitios no.

    La primera fue en mi Parroquia Salesiana de San Francisco de Sales (Estrecho – Madrid) dónde en 1984, en plena “Movida madrileña” y cuando los aires de libertad y tolerancia (Y droga que la heroína mato a mucha gente entonces) que se vivían en España, todo el mundo recurría al lugar común era: “La religión no interesa a los jóvenes”. Un curita salesiano llamado Juanjo Ochoa (Curita porque medía 1,60 m, aunque tenía buen tirón entre las muchachas) nos animó a un grupo de 8 jóvenes y jóvenas a reflotar un Centro Juvenil Parroquial que se había derrumbado.

    8 años después, el Centro Juvenil Salesiano “La Balsa” (Todavía existe. Es curioso por que le pusimos ese nombre. CuriosO y una muestra de rebeldía juvenil) tenía censados (Y pagando cuota. Simbólica pero cuota) a más de 1900 jóvenes, de todas las tendencias sexuales que se pueda uno imaginar, y de entre los cuales salieron 4 curas y una monja (Además una de las muchachas más bonitas que pasó por allí. Más de uno lloramos en su profesión), 10 más hicimos nuestra promesa de Cooperadores Salesianos, 5 comunidades de vida apostólica con cerca de 500 miembros en total, ya adultos y con hijos, y casi todos participantes en proyectos de voluntariado en zonas periféricas de Madrid (Caño Roto, Pan Bendito, la Celsa, Proyecto Hombre rehabilitando o ayudando a rehabilitar toxicóman@s, incluso fundamos y duró 10 años una escuela gratuita de adultos) e incluso unos 6 nos animamos a participar en voluntariado misionero, en mi caso en la Sudáfrica pre Mandela concretamente en Lesotho).

    Aún guardo con mucho cariño y en dos hoja consecutivas de mi álbum particular de fotos, una foto con los 8 pioneros del centro y al lado otra de 1992, con los más de 150 animadores que nos reunimos en La Adrada (Ávila) para planificar la temporada 1992/1993 ya con otro salesiano al frente, José Luis Riesco porque Juanjo se había marchado de misiones a Cuba (Y allí sigue).

    La otra experiencia han sido mis dos Pascuas Juveniles en Taizé (Francia) en 2001 y 2002, acompañando en cada una a Un grupo de unos 15 jóvenes y jóvenas.
    Te aseguro que la impresión de ver orando en esa capilla transformable que tiene allí la Communauté de Taizé a más de 15.000 jóvenes (Y unos pocos adultos), compartiendo experiencias, inquietudes, compromisos, reflexión, silencio y por supuesto también fiesta, alegría y algún que otro romance eventual pasajero, me impresionó y me llenó de gozo. Aún llevo al cuello la chapa con su paloma.

    Los jóvenes, Olga, por supuesto que se interesan por la fe, por la trascendencia, por la religiosidad. Y además, están necesitados de esperanza, de gente que les acompañe, de caminos por los que transitar en los cuales se pueda buscar a Dios, cada uno a su manera.Pero el joven y la joven de hoy (Y en el fondo de siempre) lo que no soporta es la mentira, la falta de testimonio, la hipocresía. No soporta que se le mande y no se le escuche. Necesita quien le acompañe y no quien le guíe, porque acompañar significa ineludiblemente que es el/ella quien elije el camino; el adulto solo está… para cuando se le requiere.Y te aseguro que si le acompañas y consigues su confianza, te requerirá.La juventud no es solo el futuro de la Iglesia sino la salvación de la misma. Pero podemos confiar el futuro de la Iglesia y de la Humanidad a la juventud  ultra conservadora de la que nos hablaba Antonio  Duato el otro día que surge en Catalunya, o de la juventud que nos evangeliza desde las periferias como la que se entrevisto con Évole y el Papa no hace mucho.

    No son contradictorias. Las dos son juventud y las dos son hijas e hijos de Dios. Pero quien de las dos marque el camino será quien marque el futuro de la Iglesia.Mira, yo no tengo hijos y calmo mi ansiedad paternal con mis perretes. Pero en el fondo, de quienes estoy muy orgulloso y sé positivamente que me ganarán el cielo, si es que algún día acabo allí (Seguro que acabaré allí. Todos acabaremos allí) son mis niñ@s.

    Mis niñ@s (Que ahora los hay con 50 años e incluso alguno más) que ya son madres y padres de familia, que han dedicado su vida cotidiana a su prójimo más próximo y a “algo más”. Que se han comprometido, no con la Iglesia, sino con la gente y cada uno dentro de sus posibilidades va dejando su huella y que son razonablemente “Buenos cristian@s y honrad@s ciudadan@s” (Usando la famosa frase de D. Bosco).

    A l@s jóvenes se puede llegar, el problema está en que cuando lleguemos… ¿Tendremos algo que ofrecerles o solo las manos vacías?
    De eso se trata.
    Como buen Cooperador Salesiano de vocación, este es un tema que me apasiona, que ha conformado mi vida y mi experiencia. pero ya me he enrollado bastante. Cuando quieras te puedo contar cómo lo hicimos, las dificultades con que nos encontramos, las alegrías de que disfrutamos (Que fueron muchas) y sobre todo, lo mucho que aprendimos de ellos y como nos acercaron, sin darse cuenta a constatar que eran “Signos y Portadores del Amor de Dios”
    Un abrazo

    Nota: No tengo la foto. La presté y no me la devolvieron. Pero no faltaba reflexión y teología. Recuerdo con cariño y pasión la foto de un viernes a las 2 de la mañana los 150 animadores del centro recibiendo una conferencia y discutiendo sobre si había transubstanciación o transignificación.  

    • Antonio Duato

      Está muy bien, Antonio, que nos cuentes con tu autenticidad y sencillez, esos testimonios. Yo me remonto aún mucho más atrás. A los 1962-67 con el pujante movimiento de Cursillos. Esos años fui Delegado Diocesano. Pero era muy consciente de que esa emotividad y directividad que impregnaba la metodología del movimiento (que luego heredaron lo kikos, quienes se alimentaron de muchos cursillistas) no era formación de personas critianas y hacía todo lo posible por conducir a los mejores cursillistas hacia lo movimientos especializados.

      Pero, a propósito, Antonio: ¿me podrías decir qué diferencia práctica veíais vovotros entoneces entre transubstanciación y transignificación y qué piensas ahora?