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El orgullo antropocéntrico

A don Santiago Ramón y Cajal, un hombre socarrón, de trato difícil, un poco hosco, pesimista en muchas cosas, casi tan misógino como Schopenhauer, un no poco displicente, con fama de peleón, le encantaba la polémica y tenía verdaderamente un humor muy fino. Escribía muy bien, era culto, leía mucho, y contaba luego bastantes anécdotas de su época. Me hubiera gustado mucho conocerlo por ser una personalidad singular, brillante, sabia, aunque sus opiniones no siempre hubiera podido compartirlas. He aquí uno de sus relatos:

  • “El hombre: Soy el objeto predilecto de la Creación y el centro de cuanto existe. Para mi sustento y regalo fueron formados el vegetal y el animal. El cielo, insondable abismo sembrado de nebulosas y estrellas centelleantes, fue fabricado para saciar la sed de infinito de mi alma y rendir al sublime Arquitecto el culto que le es debido. Y el supremo Hacedor fue tan generoso que me otorgó imperio absoluto sobre animales y plantas, desde el elefante al perro, y desde el árbol al hongo.
  • La tenia solium. Paréceme, querido huésped, que te desvaneces un poco. Si te consideras rey de la Creación, ¿qué seré yo, que me alimento de ti y mando en tus entrañas? Te envaneces de ser centro de todo, pero yo soy centro de tu centro. Alardeas de penetración intelectual y ni siquiera sospechas que yo me alojo en tu cuerpo y te exploto como la larva de mosca al muladar. Haces bien en ensalzar al Creador, pero en  mi boca se justifica el elogio mejor que en la tuya. Desbarras al afirmar que plantas y animales se han producido para tu regalo, pero se han creado para el regalo de todos. Y, si yo me permitiera un  rasgo de orgullo, diría que nacieron para que, por  ministerio de tus jugos gástricos, se nos proporcionara, no sólo a mí, sino a la caterva innumerable de microbios intestinales, ración abundante nutritiva y variada. Bien miradas las cosas, mi condición es harto más envidiable que la tuya; tú trabajas y te afanas para ganar el sustento, mientras que yo, sin el menor esfuerzo, me nutro del quimo elaborado por tus glándulas  digestivas. El privilegio que tú persigues de vivir sin trabajar me lo ha acordado graciosamente la providencia desde hace millares de años.
  • El hombre. Ignoraba, en efecto, que existieras y fueras capaz de discurrir. Permíteme, sin embargo, afirmar que mi orgullo tiene mejor ejecutoria que el tuyo. Careces de razón y de alma inmortal.
  • La tenia. ¡Donosa ocurrencia! ¿No estoy, acaso, provista de células nerviosas, fundamentalmente iguales a las tuyas, como las similares, todavía más complicadas, de mis parientes los ascáridos y las sanguijuelas? Y, siendo un hecho demostrado que la concentración y complicación del sistema nervioso se ofrece en la escala animal como una serie ininterrumpida de gradaciones, ¿por dónde cortamos? ¿Cuántas neuronas hay que atesorar para poseer alma y un poco de racionalidad?”[1].

Puestos a elegir entre la soberbia antropocéntrica y la soberbia de la tenia o solitaria, yo prefiero la antropológica, que además da vida a la propia tenia. Quien más vida da es más respetable.

De todos modos, la comparación es recurrente en nuestro premio nobel: “¿Qué obstáculos nos detienen para injertar glándulas humanas en monos? EL Oriente, con sus fabricantes de eunucos, y Roma con sus devotos laboratorios de tenores, nos ofrecerían al efecto material fresco abundante, sin contar con los jóvenes europeos que, por amor a la ciencia, se prestarían al cruento sacrificio. ¡Qué diablo! Esta reciprocidad de trato bien la merecen el abnegado y sumiso chimpancé, o el cinocéfalo, a quienes tantas veces hemos inoculado la sífilis y otras infecciones. ¡Quién sabe si resultaría a la postre, después de varias generaciones injertadas y remontadas intelectualmente, una raza de monos parlantes no muy inferior a la casta de parlamentarios sonoros, orgullo y delicia de las naciones constitucionales!”[2].

Estas fantasías son muy recurrentes en la literatura universal, recordemos a Giovanni Papini en su Gog y Magog. ¿Será que con ocasión de cualquier búsqueda anhelamos la madre mitocondrial, del mismo modo que los niños adoptados sienten la irredimible nostalgia de sus padres biológicos, a pesar de la bondad de los padres de adopción? En cualquier caso, el regreso al origen es la condición de posibilidad para alcanzar las metas finales: hacerse niños. Ahora bien, una cosa es darse pasadita por el origen, y otra muy distinta es remontarse al árbol para allí acampar, como el protagonista del barón rampante de Italo Calvino, aunque el mono comparta el mismo árbol genealógico que el sapiens, sapiens, sapiens, tres veces hurra.

En realidad, don Santiago no tenía demasiada buena idea respecto al anthropus superbius o animal soberbio, de ahí que asegure, en serio y en broma, que a la mayoría de los seres humanos nos pasa lo que a las ranas o a las moscas decapitadas, que se obstinan en preservar y defender la cabeza después de haberla perdido. Y, si esto es así, entonces el pretendido supremacismo de la especie humana sobre el resto de los animales estaría sumamente injustificado.

También afirma Ramón y Cajal que muchos animales humanos poseen autotomía, pues se desprenden instantáneamente de una pata atrapada por un enemigo con el fin de salvar el resto de su cuerpo. Hasta ahí llegaría su pobre autonomía autotómica: automutilarse para huir d las dificultades, al precio de andar renqueando toda la vida. Su pequeño inconveniente será el de no andar, pero en última determinación prefieren huir.

Sin embargo, a nuestro sabio no le place en absoluto la huída, que es una forma de pesimismo, y por eso censura: “Finot afirma, para animarnos en presencia del tiempo amargo, que es gran satisfacción considerar que el cadáver se anima con el bullir de gusanos y microbios. Con tan singular consuelo, extraña cómo Finot no agradece a las bacterias que nos anticipen piadosamente mediante infección fulminante la tragedia final. Con ello lograríamos tempranamente esa decantada inmortalidad bacteriana, molecular o micelar de semanas o de meses”. Fina ironía contra los quejicas, los pesimistas, y los pro/muerte, siempre tan contentos con subrayar la parte oscura de la existencia.

En fin, que de todo hay en la fauna, en la selva y en el zoo del Señor:

Propendemos a considerar simpáticos y hasta inteligentes a los guapos mozos, olvidando que la belleza es un accidente de la piel y del esqueleto. Una vez desollados, ¿en qué se convertiría un Apolo o un Antnóo? El canto de los pájaros, que tanto seducía a Dickens, rara vez se acompaña de la belleza del plumaje. Y lo mismo ocurre con la inteligencia y los instintos superiores, que casi siempre son la compensación de una facha y librea miserables. Sirvan de ejemplos zoológicos la hormiga, la abeja, el ruiseñor, de aspecto vulgar, pero dotado de instintos admirables, frente al el pavo real y el ave del paraíso, animales bellos y estúpidos”[3].

[1]  Ramón y Cajal, S: Charlas de café. Pensamientos, anécdotas y confidencias. Librería Beltrán, Madrid, 1947, pp. 308-309.

[2] Ibi, p. 325.

[3] Ibi, p. 117.

6 comentarios

  • Monica

    El libro de referencia es interesante, para saber lo que pensaba Don Ramón fuera del laboratorio, dus opiniones, divagaciones, comentarios y juicios, ora serios, ora jocosos, provocados durante algunos años por la candente y estimuladora atmósfera de los cafés a los que acudía. Quizá, sus comentarios sobre las mujeres eran bastante misóginos, hay que contextualizarlos en esa determinada época, aunque ya había mujeres que sobresalían en la investigación.

  • Monica

    Me uno al recuerdo de Don Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia moderna. Su teoria  describía cómo fluía la información por el cerebro. Las neuronas eran unidades individuales que se comunicaban unas con otras de una manera no determinada Esta conexión aleatoria, que hoy sabemos es de carácter eléctrico o químico, le permitió a Cajal conjeturar que, si pensamos, aprendemos y creamos nuevos recuerdos en el cerebro, entonces ese espacio de luz pequeñísimo entre neuronas era muy probablemente la ubicación del lugar donde surgen los pensamientos. Cuestionar la teoría reticular hizo que se diera cuenta de cómo las células cerebrales individuales envían y reciben información, algo que constituye la base de la neurociencia moderna.

  • José María Valderas

    Señor Llaguno, uno puede intentar no perder el temple cuando le tachan de mentiroso, siendo el mentiroso el emisor del insulto. Uno puede callar ante respuestas de pata de banco y pasar por simple, cuando lo que te pide el cuerpo es chillarle “a escuela, a escuela”. Pero son varias las ocasiones en que usted se ha referido despectivamente a un señor, en mi opinión de los pies a la cabeza, lo que antaño se decía un caballero cristiano, en la tradición del “miles christianus” del Kempis, añadiendo que es amigo mío. Lo es y me honra. Que conste. Por cierto, no quería ensombrecer su hermosa aportación sobre la juventud que usted guio, aunque coincidía con audición de una impropia declaración de Francisco, a quien usted tiene en un pedestal, y no seré yo quien se lo recrimine. En la más pura tradición del argentino seguidor del horóscopo indicaba hoy a los jóvenes que rezaran por él, su muletilla habitual, y el que no creyera o sintiera fe, que le enviara buenas ondas, buenas vibraciones. No impartirá doctrina, pero resbala, hay que ver lo que resbala. No le quería amargar esa página hermosa.

    • Antonio Llaguno

      Estaba contestándote, José María y la divina providencia ha hecho que poe error echara para atrás la página, lo que ha hecho que pierda los frutos de mi santa ira.

      No reproduciré los epítetos que mi descontrolada reacción estaba dedicando a su ornitològico amigo, porque en primer lugar, no es el tema del artículo de Carlos Díaz (Mi única intención al traer mi comentario previo era solidarizarme con el autor ante la nueva inquisición) y porque, en segundo lugar, basta con leerle (A su amigo de usted) para que se califique solito, con los calificativos más despectivos que la lengua de Cervantes mantenga en su diccionario.

      Solo le diré que no hay una sola mentira en mi comentario previo y que mantengo mi postura anterior

      Su amigo del alma no merece más y Carlos Díaz no merece menos.

      Y lo que de esto diga el Kempis pinta menos que Chafachorras en las Cortes.

      (Perdoname Antonio) Qué le den a su amigo. Leamos a Carlos que es mucho más interesante, sea osco u hosco (Que ambos está en el diccionario)

      • José Maria Valderas

        En ningún momento digo que usted mienta. Le contraponia lo que uno aguanta cuando sufre una agresión y lo que es una agresión  a un amigo. Va a tener que poner uno un manual de hermenéutica  para cada intervención

  • Antonio Llaguno

    Hoy, el amigo intachable de José María Valderas, el cigüeño infovaticarca, más conocido en los ambientes como “El cuervo del campanario”, se permite el lujo de dedicar su tiempo a corregir las faltas de ortografía de otras publicaciones. https://infovaticana.com/blogs/cigona/a-atrio-se-le-ha-caido-una-hache/    Acostumbrado a poner nota a obispos y cardenales, se ve que se aburre como una ostra  (No será por la extensión de sus artículos que son meras reseñas y llamadas al trabajo de otros; y es que se ve que en Fuerza Nueva no le enseñaron a escribir, al igual que en la RENFE, de la que era comisario político franquista, no le enseñaron a trabajar) y ha decidido poner nota también a quienes se toman el trabajo de escribir de verdad y con un talante y calidad muy superior a su cicógnida excelencia reverendísima. Estoy por escribir, a partir de ahora cualquier colaboración que se me permita publicar con faltas de ortografía, al estilo de Juan Ramón (“Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado”), solamente para que este buitre de salón, se dedique a corregir mis artículos y así pierda el tiempo; del que tiene que tener mucho en su ya de por sí ociosa vida (Y no solo desde la jubilación) Vaya por delante mi solidaridad con Carlos Díaz, para que escriba como le de la gana; porque, con o sin faltas de ortografía, siempre será mucho más interesante, estimulante y cristiano que lo que escriba el amigo cordial de Blas Piñar. Nota: El cigüeño más famoso del carquerío ultra talibán católico español, no admite comentarios que no sean de loa y alabanza a sus estupideces o de crítica salvaje y descarnada al Papa Francisco y quienes viven en el entorno y las esperanzas del papa. Estoy seguro de que aquí en ATRIO no se le censuraría. Aunque dudo que, a pesar del recio laconismo de su franquista espíritu, tenga lo que hay que tener para escribir un comentario aquí. De hacerlo, lo hará desde su púlpito inquisitorial, bien protegido por los intereses de sus amos.