Estos días hay debates sobre las elecciones en diversos ámbitos. En contra de la norma para conservar la paz familiar de “no hablar de política ni de religión”, en ATRIO queremos que se trate de política y de religión, pero sin insultarnos, sino escuhándonos e intentando comprender al otro. Y decidiendo en estos temas con razones y libertad personal. La opinión de Deme en este artículo no va por un bloque u otro, sino contra la tentación de no votar ni por uno ni por otro. Deme está contra las razones que presentan la abstención como opción bien fundada. Gracias Deme por tu sinceridad nacida de tu larga vida como cura-obrero y animador de comunidades. AD.
Hay la utopía ácrata de una sociedad autogestionada sin Estado. Hay también la opción por la República frente a la Monarquía (con la agravante en nuestro caso de impuesta por el dictador y con la oscura historia de los Borbones…). Y también un Estado laico y plural.
Pero siendo realistas, en el año y el país en que vivimos, hay una democracia parlamentaria (muy deficiente, muy mejorable, más formal que real: “lo llaman democracia y no lo es”). Democracia en un país europeo, de Primer Mundo (con todas sus deficiencias), democracia parlamentaria, representativa (con su discutible Ley Hont…), con el Congreso y el Senado (también cuestionado), una Constitución que se queda corta, las autonomías, etc. Esta democracia ha posibilitado este estado del bienestar (mejorable, claro). Hace falta más democracia, no menos. La democracia tiene “sus” reglas, nos gusten o no. Esto es lo que hay, hoy por hoy, y ahora toca votar.
También los partidos tienen sus deficiencias, pero de ahí a hablar de “dictadura de los partidos” (porque haya más o menos dura disciplina de partido), opino que no es para tanto. Peor fue y hubiera sido una dictadura sin partidos, como vivimos en su tiempo. Generalizar que todos los partidos son iguales, como que todos los políticos son iguales, me parece injusto y no correcto. Desprestigiar la política considero que es reaccionario.
El problema más de fondo es que las “democracias formales” suelen estar controladas por el poder real de las grandes corporaciones capitalistas, que a veces consiguen que la política esté a su servicio: gobiernos gestores de intereses capitalistas. Y el toque más hondo creo que es que el capitalismo (en su forma actual de neoliberalismo…) es incompatible con la democracia, cuando ésta defiende el bien común de la mayoría más oprimida frente al privilegio y explotación de la minoría más rica y poderosa (el 1%). El capitalismo sólo “tolera” la democracia formal que le sirve para que esa desigualdad e injustica no explote. Por eso quiere “cuanto menos Estado mejor”, pero sí un poco de Estado que le garantice sus privilegios (leyes favorables, fuerzas represoras…) y controle a la población (manipulación, represión…).
Por lo que nos toca, la política es una mediación necesaria porque en ella se cuecen decisiones que nos afectan a toda la población. Por eso es también una responsabilidad personal (si no haces política, otros la harán por ti y seguramente contra ti, que dijo no sé quién). Además como recuerda Francisco, es una “forma sublime de caridad” porque más allá de dar algo o ayudar (asistencialismo también necesario), crea estructuras que posibiliten el trato justo a quien lo necesita y no puede por sí: leyes justas, estructuras políticas, etc. Por eso creo imprescindible trabajar por defender lo público (Sanidad, educación, servicios sociales, vivienda, pensiones…) frente a la privatización capitalista. Y ahí está el dilema entre derecha e izquierda, y la opción política coherente por defender lo que más beneficia a la mayoría y a los de abajo. Y ahí no cabe neutralidad o pasividad porque dejarlo “a lo que salga” es ser cómplice de quienes más pueden (influencias, manipulación…). Ni desperdiciar votos nulos o abstención. “Empujemos” la historia en la dirección en que creemos, aunque “no la lleguemos a ver”(la utopía), “pero habrá que forzarla para que pueda ser”.
En resumen, creo que hay que votar y votar izquierda (cada uno/a según preferencias y conciencia, con libertad y responsabilidad). Hablamos de que es preferible democracia participativa que representativa, pues participemos. De momento, en votar, pero tiempo habrá que seguir participando y trabajando por defender los valores en que creamos. Como decimos los iaioflautas. “gobierne quien gobierne las pensiones se defienden”, las pensiones y la sanidad, la educación, la vivienda…, todo lo público y los derechos humanos.
Salud, y esperanza
Siento, Demetrio, tener que discrepar de tus argumentos. Hace años, bastantes, que no voto (la última vez fue a un partido nacionalista en el municipio donde vivo y su gestión del servicio en el que trabajaba me llevó a prejubilarme, imagina). Y no pienso hacerlo mientras continúe este régimen. Me da que no soy ácrata, ni exactamente republicano, ni busco un estado laico.
Mis distancias con estas urnas provienen de lo que he ido aprendiendo a lo largo de los años y de la relectura que hago de lo que llaman transición (¡menudo tocomocho!), de lo que he ido captando y entendiendo que ocurrió y ocurre.
Desde luego, Demetrio, me resulta imposible llamar democracia a este régimen al que estamos sometidos. Una cuestión es que haya votaciones (con Franco también votaban algunos) y otra que haya democracia. Porque la democracia precisa de que haya separación de poderes. Y aquí no hay tal invento. No hay separación de poderes, luego no hay democracia (los representantes en el Congreso son nombrados en listas cerradas por los jefes de los partidos, y el Poder Judicial es nombrado por los dos o tres partidos mayoritarios). A ver si entra en la cabeza, aquí-no-hay-democracia. Los resultados más inmediatos los vemos tanto en lo discretos que han terminado siendo los diputados y senadores (“el que se mueve no sale en la foto”, así se les ve ya de lameculos oficiales), como en las distintas sentencias judiciales que han tratado tanto a los partidos como al eje de la corrupción, la familia real.
Tomar como tal (democracia) el régimen instaurado por Franco (la monarquía que disfrutamos con los maquillajes posteriores) es como mínimo, una ingenuidad. Lo que tenemos es una oligarquía de partidos y un régimen de libertades. Y punto. No hay equiparación posible a Francia, Inglaterra (por cierto, es una teocracia) o los USA, donde los votantes eligen tanto a sus representantes en la cámara, como directamente a sus presidentes (bueno, en USA a estos no).
El sistema que han montado crea (no hay que ser ingenuo, a propósito, porque tiempo han tenido para reformarlo) unas desigualdades tales que los votos de los ciudadanos (proletarios, claro; o trabajadores, seamos más finos hablando) de algunas provincias valen ¼ parte que el de otras. Esto solo ya vulnera aquello que dicen en su constitución de igualdad de los españoles ante la ley. Y sería suficiente para darse cuenta de que ese sistema no está hecho para mí. Lo comento en relación al párrafo sobre las “democracias formales” de que hablas. Fíjate que sólo busco equipararnos un poco, un poco, a las “democracias liberales” de los países de nuestro entorno. Li-be-ra-les, con economía de mercado, capitalistas. ¡Buf! Jamás imagíneme defendiendo esto. Pero ni a eso llegamos. “Atado y bien atado”. Ni de lejos me aproximo en sueños a aquella primera Asamblea en la que los representantes llevaban en unas cartillas lo que iban a votar, que era para lo que les habían delegado en sus regiones.
El bienestar en esas democracias europeas empieza por la vivienda (¡la bicha!), mientras que aquí constituyó el negocio de unos amiguetes del régimen y perdura como escalón insalvable para que muchos alcancen el Estado del Bienestar. En algunos lugares de esas democracias liberales los parques de viviendas de la administración alcanzan hasta el 30 y el 40%. Aquí hemos asistido hace un mes a las declaraciones de unos bocazas que prometen enmendarse y promover cientos de miles de viviendas en los 4 años que vienen. Que se burlen así de los débiles a los que piden el voto para representarles solo es expresión de su inmundicia moral.No sigo, Demetrio, porque seguro que algún día nos vemos y de palabra nos ponemos de acuerdo en esto y muchas cosas más. Mi ingenuidad con la parca que nos ha caído se terminó hace tiempo. No voy a validar el domingo que viene el régimen con mi voto. Como ves, hoy puedo decirlo, con Franco no: régimen de libertades.Un
fuerte abrazo.
También yo estoy de acuerdo con la reflexión y los datos que aporta Deme Orte, no tanto con otras aportaciomes que me parecen muy sesgadas. A la hora de votar, me inclino por quien-es defienden valores humanos solidarios con hechos -no solo con palabras. Sin dejar de ser realista ( y el realismo puede frenar o ralentizar), me inclino por quienes reclaman un reparto más justo de los beneficios; me inclino por quienes quieren mejorar responsable-responsablemente lo público, no por los que promueven una educación o sanidad privadas y dejan lo público para la “masa”… (Hace poco fui a visitar a una recién mamá en un hospital privado y quedé sorprendido por la comodidad y la atención individualizada…, y un cierto lujo del edificio. Conozco a algunos-as de MUFACE que han renunciado a los privilegios que ofrece, y se han integrado plenamente en la pública.) Me inclino por los que promocionan (de verdad) la formación y salud de las clases bajas, no por los que quieren mantener privilegios… de clase. Pero más que hablar -aunque hoy parece inevitable- de “izquierdas o derechas”, prefiero pensar-hablar de movimientos-partidos solidarios, que en sus programas proponen, como prioritarios de hecho -no solo de palabra- la promoción del hombre-mujer-niños-, junto al respeto al planeta tierra. Prefiero y voto al que comparte, no al que acapara o reparte mendrugos… Pero al hablar así, no deseo generalizar: Hay empresarios que merecen todos los respetos, porque dan de comer y visten y hacen posible que el trabajador-a puedan comprar un piso sin las angustias “hipotecadas” de cada mes y por muchos, demasiados años… Voto por la liberación de los oprimidos con hipotecas casi de por vida…, que les obliga a vivir con aprietos…
En suma, voto por una democracia sin dependencias y peajes, sin vigilancias por parte del sistema creado por el poder, que quiere mantener e incrementar ese poder. Nuestra democracias se hallan todavía en una etapa de desarrollo muy inmadura… Pero crecerán y madurarán.Y no quiero olvidar que el fermento de la democracia se halla en el Mensaje evangélico… A nosotros nos queda el compromiso y el esfuerzo de transformar la masa con ese fermento, y así poder madurar esa democracia en la sociedad y también ¡en la Iglesia! y en todas las religiones. Mientras esto no se logre seguiremos siendo inmaduros, “indigentes intelectuales y morales”.
Es decir, seguiremos soñando con utopías…
Pienso que nos ha costado mucho a los españoles y españolas poder votar para elegir a los que nos gobiernen como para tirar por la ventana ese privilegio (El de votar) por el que nuestros padre, abuelos y algunos de nosotros se dejaron las pestañas e incluso la vida.
Estoy muy de acuerdo en la postura de Ana. Esas deben ser nuestras prioridades. Otra cosa es que podamos tener criterios distintos a la hora de afrontar con que soluciones se pueden resolver esos problemas que deberían preocuparnos a todos al elegir nuestro voto.Y como creo de verdad que esas prioridades fundamentales se pueden atender desde posturas de derechas y de izquierdas, creo que el problema fundamental está en las personas.La calidad humana y profesional de quienes aspiran a gobernarnos es lamentable. El famoso debate entre los dos supuestos líderes (Jefes lo son, pero líderes no estoy seguro) de los partidos mayoritarios fue un espectáculo lamentable. Indigno de figurar descrito con la palabra “debate”. Y no voy siquiera a plantearme quién ganó o quién lo hizo mejor de los dos, me dieron vergüenza. Si tuviera hijos es habría tenido que decir: “Así no se discute”.
Pero es que el de ayer con los segundos de a bordo y más partidos en la pelea, fue, aunque menos bronco, igualmente vacío de contenido. Uno añora a los Suarez, González, Guerra, Carrillo, Solchaga, Arias Salgado, Tarradellas, e incluso Calvo-Sotelo (Si es que uno era capaz de aguantar despierto un discurso suyo).
No es que cualquier tiempo pasado fuera mejor, que no es verdad; pero comparar a estos políticos de ahora con los del principio de la democracia, es comparar, hablando de cosmología, a D. Alberto Einstein con Cañita Brava.
Y luego son esos indigentes intelectuales quienes van a gestionar miles de millones, supuestamente para nuestro bien y el mejor gobierno de nuestro país.Es para deprimirse.
Y que creo que deberíamos empezar a pensar que el mundo del siglo XX es pasado.
Y que creo que lo que tenemos que hacer es analizar los errores del pasado para no volver a caer en ellos.
Y que creo que el futuro ya ha empezado y que muchas , muchísimas veces el pasado puede en nuestra cabeza al presente y al futuro.
No sé.Que cada cual vote a aquel partido que crea que debe de votar. Vivimos tiempos muy convulsos y quizás, solo quizás, las soluciones que resolvieron problemas en el pasado, ya no sean soluciones para el presente.
No sé.Buena suerte a todos
Pienso que en democracia la prioridad no debiera estar en que una persona aspirante a gobernar me caiga mejor o peor, sino que nosotr@s debiéramos tener una lista de valores y ver quién puede defenderlos, proponerlos y hacerlos realidad en la sociedad.
Mis valores son: defensa de los derechos humanos en personas que, metidas todas en un colectivo, se difumina su individualidad, como el colectivo LGTEBQ y su derecho a SER lo que son; el problema de la inmigración en origen y el de los y las inmigrantes que llegan a nuestras fronteras o que ya están en nuestro suelo que es el suyo. (Los derechos humanos están por encima de las fronteras); el grupo de las personas mayores, su pensión, su dependencia, su salud, su soledad, etc.; la pobreza real y cotidiana de tantas familias; el derecho y la posibilidad de acceder a una vivienda; las mujeres despersonalizadas en un colectivo, colectivo en manos de grupos de poder machistas que nos niegan nuestros derechos a ser sujetos y no objetos de usar, tirar o asesinar. La educación desde la “libertad de cátedra” que se decía antes. Libertad cultural. Sancionar las políticas de odio contra las personas pertenecientes a los colectivos señalados anteriormente. No ignorar o ridiculizar el problema ecológico al que estamos contribuyendo.
Ayer vi un información sobre los seis ministros y ministras de utraderecha en Finlandia y me parecía surrealista lo que estaba oyendo, Atroz, terrible, inhumano. Y esas mismas políticas las estamos viendo hechas realidad en este momento en aquellos gobiernos en los que la ultraderecha en España ya lo está practicando. Y esto no hace falta que nos lo cuenten, lo ven nuestros propios ojos.
Estos son los principios personales, éticos y políticos que van a decidir mi voto, que en este momento me representa mejor la izquierda política. Contando con que nada es perfecto y que, desde esta imperfección, debemos avanzar.
Muy de acuerdo
Tampoco yo voy a votar a la izquierda. Porque no me gusta la sangre derramada. Porque a mi edad (experiencia) y estudio, la supuesta solidaridad de la izquierda frente al egoísmo de la derecha me parece de un infantilismo atroz y una falsedad palmaria. Del tratado platónico La República hasta la llamada teología política de Metz, la búsqueda de las razones morales que deben guiar la res publica ha sido objeto constante de estudio y debate. Por algo Aristóteles ya en su Política y éticas (Etica a Nicómaco sobre todo, pero también la eudemia y la Magna moralia) considera indisolubles ambas disciplinas. Es una falsedad burda afirmar que la derecha busca anular o degradar la escuela pública, la sanidad pública, los derechos de los trabajadores. Uno que ha sido trabajador y empresario, empresario por cuenta ajena, desmiente con rotundidad tales contraposiciones simplistas. He asistido cómo la irresponsabilidad de los sindicatos han echado a la calle a miles de personas en el sector de la edición, o de artes gráficas, como se decía antaño y en el que he pasado cuarenta largos años de mi vida. El motor de Cataluña era ese sector junto con el textil. Barcelona capital de la edición era un aforismo. Los sindicatos irresponsables obligaron a cerrar primero los talleres medianos y pequeños. En muchos casos el empresario –el maldito capitalista– les regaló la gestión y se fueron al traste. Primero los talleres de encuadernación, de inmediato les siguieron los de impresión medianos y pequeños, luego cayeron editoriales enteras. Fue el caso de Gustavo Gili, de Codex y de la misma Labor. Conozco muchos casos de directivos que ni siquiera han tenido nunca un seguro médico privado. Como es mi caso.
La mayoría de los políticos que juegan a Robespierre proceden de familias que no han tenido ninguna dificultad en su vida. No voy a caer en la demagogia de contraponer en ese terreno a Sánchez y a Feijóo, aquel copiando la tesis y viviendo de pingües rentas familiares, propias y llegadas con el matrimonio, éste de familia humilde y que siempre se ha ganado con su trabajo el pan. En Barcelona abundan los casos. No citare nominatim ninguno, pero sí la trayectoria. De familia franquista (primero de Cambó, luego de Porcioles), posee extensas propiedades heredadas, para mí la más envidiable es la edición completa de la Bernat Metge. No hay nadie más en Cataluña que posea esa joya, salvo la Biblioteca Central. Tribuno de lengua fácil se hizo con un cargo institucional por el que se asignó un sueldo triple al del presidente del gobierno de la nación. No hace falta decir que tiene todos los seguros médicos privados. Ni que era el jefe máximo –no diré su rango oficial– de una agrupación, de un partido, de izquierdas.
Quien sembró de institutos la piel de toro no fue la izquierda, fue un democristiano al que no se le reconocerá nunca el mérito de haber pasado de un país con un solo instituto en cada provincia a multiplicarlos por toda la geografía patria. Otero Novas. Por razones familiares me ha tocado conocer la medicina pública, Médicos que no han querido pasarse a la privada porque entienden que los centros públicos revisten más interés humano y profesional. UCD, con Rovira, instrumentalizó –es decir, llenó de instrumentos– los hospitales públicos. Recuerdo que hubo un importante hospital en Barcelona con un analizador de proteínas completamente abandonado en el sótano. Un profesor de bioquímico aprovechó la ocasión y se hizo con él. No lo robó, sencillamente se puso a sacarle partido. Los hospitales públicos tienen más recursos que los privados. Eso lo sabe cualquiera que se acerque.
Dígase lo propio de la educación. He mencionado ya el caso de los institutos. ¿Qué decir de la Universidad? Con la llegada al poder de los socialistas, un gobierno de penenes se dijo, los profesores no numerarios pasaron en seguida a opositar en horas venticuatro a adjuntías, agregadurías, cátedras. Uno de los senadores primeros de la democracia por Barcelona defendió la tesis de noche y sin la obligada presencia de público interesado. Como a Sánchez se la regalaron. Vinieron leyes de “memoria democrática” ad hoc. En plata, fueron expulsados de la Universidad catedráticos preparadísimos porque procedían del franquismo. Del franquismo procedían lógicamente todos, pero había que dejarles la silla a los izquierdistas que arribaban al poder. Había en Barcelona un famoso catedrático de la Escuela de Arquitectura que se negaba a firmar los llamados principios del Movimiento. Con alguna que otra algarada. De las dificultades le sacó un catedrático más tarde de la Escuela de Navarra y por aquellos años director de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Ese descabezamiento supuso un duro golpe a la Universidad, cuyos efectos catastróficos llegan hasta nuestros días, pues aquellos aguerridos socialistas y comunistas que se hicieron con las vacantes forzadas han durado en el cargo hasta hace escasos años: treinta y pico años de tapón universitario. Dígase tres cuartos de lo mismo del CSIC.No. No es la historia reciente de España un aval de ninguna supremacía de la izquierda. ¿Es mejor la derecha? Habrá interpretaciones de su más corta gobernanza. Pero, por imperativo moral, votaré a la derecha. Como dice el autor, hinc et nunca. Porque si pudiera uno votaría lo que el cuerpo y la mente le pide, la democracia cristiana de Adenauer.