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Noches insomnes

Cada vez más, relatos sencillos que incluyan retazos de cruda realidad y el impacto revolucionador que ocasionan en personas que buscan sentido a su vida y las de los demás, me son tan valiosos como los análisis más  trabajados y las elucubraciones más articuladas. Gracias, Pepa, por estos insomnios de los nos haces partícipes en un revistilla que seguís sacando en Madrid, alandar. AD.

Por , Madrid 

En mis noches insomnes la creatividad se me dispara y juego a subvertir acontecimientos que suceden por el día y que forman parte de la realidad kafkiana que se nos impone y que, demasiado frecuentemente, terminamos por naturalizar.

Me cuesta dormir estas noches. No sé si es la ola de calor o el alto voltaje de un mapa político en manos de la ultraderecha, o quizás ambas cosas.

Anoche subvertí el juicio de un amigo mantero que actualmente lleva en España cinco años. Es solicitante de asilo, camarero en una cafetería del barrio de Salamanca e intérprete de una Escuela de derechos en el Museo Reina Sofia.

Llegó a España por Tenerife cruzando la frontera mortal del Mediterráneo, mientras otros compañeros de la patera no tuvieron esa suerte. Al llegar a las costas españolas le metieron en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) creándole tal estado de tristeza que creyó que iba a morir pues nada más ajeno a su sueño europeo que saberse preso al llegar a tierras españolas. Días después, sin darle ninguna explicación, junto a otros compañeros, le metieron en un avión y, cuando creía que le estaban deportando a Dakar, su tristeza se volvió alegría al descubrir que el avión aterrizó en Barajas.

Le dejaron en la calle sin ninguna orientación y él mismo, como pudo y contactando con paisanos, llegó a Lavapiés. Alguien le dio dinero para el metro y nada más salir a la calle lo primero que vio fue a dos chicas besándose. Se extrañó, pero también ese beso le hizo sentir libertad. Unos paisanos le acogieron en una habitación compartida con otras personas. Enseguida se dio cuenta de que para sobrevivir no tenía más opción que vender bolsos de Louis Vuitton.

Pasados tres años, siendo camarero profesional, la justicia le acusa de un delito contra la propiedad intelectual en el que la “víctima” es la compañía Louis Vuitton (por cierto, una de las 10 empresas más ricas del mundo).

Con ese juicio por medio no le renovarán el asilo y perderá su trabajo. Es mucho lo que se juega además de la multa y la indemnización que tendrá que pagar a dicha empresa si le declaran culpable. Pero nada de eso le suele interesar a los jueces, que prefieren no mirar a los ojos de los manteros cuando firman sentencias. El día señalado para el juicio él acudió, pero no pudo celebrarse pues los policías no se presentaron por estar de vacaciones y tampoco los representantes legales de la marca. El juez decidió que había que aplazarlo para dar una oportunidad a los policías y a la marca.

En mis noches insomnes juego a buscar finales alternativos donde las personas invisibles no son ninguneadas, donde se reparan dignidades quebradas y se resarcen derechos; donde las oportunidades se les brindan a los pequeños y no a los que les expolian.

Así, imaginando finales alternativos frente a la dureza de la realidad y la violencia de la “justicia” con los empobrecidos y empobrecidas, somos muchas las personas que nos recargamos de imaginación y utopía para no cejar en el empeño de subvertir el desorden clasista, racista y colonial que los mercados nos imponen.

 

Un comentario

  • ELOY

    Muchas gracias Pepa Torres por este testimonio de realidad.  Como suscriptor que soy de ALANDAR,  aprovecho para agradecerte también tus muchos trabajos periodísticos y me alegro mucho que a través de tus intervenciones en ATRIO ( y también las de Carlos Barberá) ALANDAR en su actual versión digital ( ha dejado de publicarse en papel) pueda ser conocido y llegar a muchos más lectores. Un saludo