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NO a las bodas “en” la Iglesia

Tengo gran respeto y agradecimiento al amigo Antonio Aradillas (nos conocimos hace más de cincuenta años, pero la amistad se ha profundizado en tiempos recientes). Si alguien ha notado la ausencia de su columna no es porque no la haya enviado. Todo lo contrario, ha enviado dos. La primera “Algo huele a podrido (en la Iglesia)”, fue publicada en RD y son inadmisibles del todo los comentarios allí recibidos. Leedla todos y, si queréis, desagraviadle aquí con lo que penséis. La otra, que es una muestra de su olfato periodístico y cristiano, la publicamos aquí. Gracias, Antonio, por conservarte tan bien y tan lúcido!. AD.

       No es de extrañar que a muchos –muchísimos– les parezca raro que, con “la que está cayendo dentro y fuera de España”, inicie este comentario con una síntesis de elemental gramática castellana. Me explico: la preposición “en” hace referencia real a “cómo se realiza la acción del verbo, al lugar, al tiempo y a la forma”. “El modo de realizar algo, su causa o motivo”, expresa con certeza académica el sentido y el contenido de la preposición “por”.

        Respecto a los matrimonios y bodas, sacramentalizadas o no, desde sus perspectivas sociológico-religiosas correspondientes, urge destacar que una cosa distinta, a veces diametralmente opuesta, es, significa y comporta casarse “por” la Iglesia, con conciencia de ello, y otra, hacerlo “en” la iglesia, como marco para lucimiento de vestidos y trajes, y al dictado de ancestrales costumbres, aunque todas ellas hayan sido y sean veneradas y venerables.

        Los medios de comunicación, de toda condición y color, –todavía “palabra de Dios” para buena parte del pueblo– , sin ahorrarse datos y detalles de ninguna clase y condición, tuvieron y tienen al corriente a la opinión pública de estar ya en vísperas de vivir una boda de las de tronío, cuya noticia equipara o sobrepasa a las dedicadas a los acontecimientos de superior importancia, riesgos y sobresaltos como los de las guerras entre Rusia y Ucrania, y otros de calado idéntico.

        Su protagonista se llama TAMARA, nombre procedente del hebreo, que significa “flor y fruto de la palmera –dátil– , dulce y “protector” a la vez.

         Aunque algunos, con inclusión de directores espirituales y posibilidades de electores para calificar de “santos” determinados “testimonios de vida cristiana”, pensaran antes en la citada Tamara para patronear nada menos que la “Santa Infancia Misionera”, me siento obligado a que estos mismos le sugieran ahora que no se case “por lo canónico”. Casarse “por”, que no “en”, la Iglesia, es algo cristianamente muy serio. Serían –están siendo ya–, muchos los escandalizados al comprobar esta decisión de desacralización de un acto tan religioso como de por sí es el matrimonio entre bautizados.

        Una boda cristiana y en cristiano, por poner un ejemplo, jamás podría justificar y exigir efectuar unos cuantos viajes a países de otros Continentes para “in situ”, probarse el vestido con el que sacramentalizar el acto sobrecalificado de “religioso”. Por supuesto que, en cálculos y programas católicos de verdad, difícilmente hallarán acomodo ético-moral tantas despedidas de solteros con sus correspondientes y desbordadas fiestas y festejos. (La referencia y recuerdo a las bodas de Caná, en la que milagrosamente Jesús aceleró su misión redentora, con su madre, parientes y amigos, resultaría irreverente y antievangélico).

 

¿“Para toda la vida,” y “hasta que la muerte nos separe”?

        A pregunta tan importante –esencial–, los expertos en Derecho Canónico responden, con el aval familiar de la madre de Tamara, que la corrección radical de la equivocación, por sacramental que haya sido y sea, está y estará siempre en manos de los miembros de la Rota y los “Sagrados Tribunales Eclesiásticos“ de Roma, o de donde sean , con las rituales fórmulas y formas de las “nulidades” o “anulaciones”, por la Iglesia, con nuevas posibilidades religiosas de volver a casarse más veces.

        Por respeto a la Liturgia, al Código de Derecho Canónico, a Nuestra Santa Madre la Iglesia, al pueblo y a los pobres-pobres exiliados de estos privilegios, es explicable el consejo-precepto de no pocos cristianos que les supliquen a Tamara y a su pareja que no se casen “por lo canónico”, sino que lo hagan “por lo civil”.

        De todas maneras, amigo Íñigo, con la venia del capellán, no olvides de obsequiar a las monjas del monasterio santa Clara, con dos docenas de huevos, ecológicos, “para que no llueva”, porque si llueve, “¡nuestro gozo en un pozo!”.

                

3 comentarios

  • Opino que las preposiciones ANTE y POR van por allí, comulgan de la misma ostia, a no ser que se haga metafísica con ellas. Otro aspecto de los matrimonio “en” la Iglesia es la simonía o algo parecido a eso. Hay mucho dinero de por medio: Lo primero que el párroco te habla es del coste del matrimonio.

    Si la Iglesia lo adornan con flores alfombras y con un coro que ameniza la celebración, el matrimonio en esa Iglesia le cuesta un ojo de la cara que generalmente no está al alcance de la mayoria de cristianos. Eso es para los ricos.  

  • Antonio Llaguno

    He leído el artículo de RD y ciertamente le comentan de la misma forma que le comentan siempre los mismos descerebrados que le comentan siempre.Pienso que Antonio está acostumbrado a eso, pues viene ocurriendo desde que RD es RD pero es lo que hay. Yo le dejo una fabulilla de Iriarte por si sirve de pequeño desagravioUn oso, con que la vidase ganaba un piamontés,la no muy bien aprendidadanza ensayaba en dos pies.Queriendo hacer de persona,dijo a una mona: «¿Qué tal?»Era perita la mona,y respondióle: «Muy mal».«Yo creo», replicó el oso,«que me haces poco favor.Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?¿no hago el paso con primor?».Estaba el cerdo presente,y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!Bailarín más excelenteno se ha visto, ni verá!».Echó el oso, al oír esto,sus cuentas allá entre sí,y con ademán modestohubo de exclamar así:«Cuando me desaprobabala mona, llegué a dudar;mas ya que el cerdo me alaba,muy mal debo de bailar».Úsese la fábula “del revés” y recordemos que los agravios pretendidos por algunos deben considerarse elogios si los juiciosos los reciben.Un abrazo a los dos tocayosGuarde para su regaloesta sentencia el autor:si el sabio no aprueba, ¡malo!si el necio aplaude, ¡peor!

  • Rodrigo Olvera

    Me gusta leer a Antonio Aradillas. Y me ha gustado mucho esta entrada. Por cierto, ya que estamos con las preposiciones, ¿la expresión no debería ser “casarse ANTE la Iglesia”? 

    Abrazos y esperanzas