Consecuente con su artículo previo, Antonio escribe hoy este artículo. Muchos, ayer por la noche, sentimos el mismo alivio que muchos estadounidenses en los días posteriores al 3 de noviembre de 2020. Esperamos que no tengamos en España un 6 de enero de 2021, si la izquierda logra armar suficientes consensos para que Sánchez pueda jurar de nuevo su cargo de Presidente del Gobierno. AD.
La campaña de la derecha para las pasadas elecciones generales, basada en la mentira, la descalificación y el insulto, no ha conseguido su objetivo. Un objetivo largamente acariciado, y que durante semanas parecía tener al alcance de la mano: una mayoría absoluta que le permitiera gobernar cómodamente y precipitar a España en un acelerado retroceso social y político.
Aunque la Ley D’Hont les ha favorecido seriamente, pues al PP cada escaño le ha costado 59.498 votos, mientras que al PSOE han sido 63.614, a VOX 91.931 y a SUMAR 97.226, a la derecha le han faltado siete escaños para la mayoría soñada.
Esto no quiere decir que no hayan conseguido engañar a mucha gente y lograr que votaran en contra de sus intereses. Lo cual supone que la izquierda tiene que poner un gran empeño en la batalla ideológica para abrir los ojos de la gente y ver lo que nos estamos jugando en unas elecciones. Los grupos de izquierda tendrían que ver cómo se baja a la calle y se llega a esa gran masa de jóvenes desencantados, que no esperan nada de nadie, a las mujeres que no se dan cuenta de lo que supondría para ellas un triunfo de la extrema derecha, a los agobiados por sus problemas y que pasan de política, a todos los que se abstienen porque “todos son iguales”. Y a los que se creen eso de que la derecha va a mejorar sus vidas.
Un tema fundamental es la postura ante el cambio climático, la amenaza más grave que la humanidad tiene en estos momentos. La derecha, en mayor o menor medida, es negacionista. VOX, y alguna persona tan estacada del PP como Díaz Ayuso, niegan abiertamente que tengamos un cambio climático provocado por los humanos, que cambios en el clima se han dado siempre. Otros lo niegan en la práctica, resistiéndose a tomar las medidas necesarias para intentar frenar un catastrófico cambio climático.
Estas elecciones han supuesto para la izquierda un agradable despertar de las ppesadillas en que estábamos sumidos desde las elecciones municipales y autonómicas, pero mucho cuidado con volver a dormirse que los fantasmas siguen rondando amenazantes.
La garantía democrática de un país no se momifica dentro de un marco inamovible, en cuanto garantizadora de libertades, la democracia ha de entenderse como aquello que impele a los políticos para irla perfeccionando hacia nuevos retos… Por tanto, no se trata de sumar, como está de moda decir ahora, sino de crecer democráticamente, cosa muy distinta. En este sentido, no es de extrañar que haya una cierta identificación, si acaso similitud de ideas entre defender la unidad indivisible de un país y la unidad indivisible de aquello que defiende la institución eclesial. Unos lo hacen con la fuerza de la violencia física y otros violentando a la inteligencia… Aunque no esté a la vista lo que se está cociendo en ambos ámbitos, un día, no sé cuando, darán sus frutos.
Las mentiras no han fracasado, han ganado, todos se las creen. Sí hablamos de bloques, de izquierdas y derechas, me cuesta mucho la utilización de esa terminología anticuada y desfasada, es la derecha la más votada con la mayoría absoluta. En otro artículo ya comenté que veo muy difícil que pueda haber investidura, pero sí fuera así, no veo posible que se aprueben leyes estrictamente de izquierdas. No parece que se pueda estar contento con los resultados de ayer, más allá de la ideología, aunque sí por el retroceso de Vox, un grupo prescindible en un país democrático, y también de Sumar.
¿Mentiras? Yo diría ignorancia. Basta oír a Sánchez para saber que no tiene ni remota idea de qué sea la concentración de CO2, la fijación del carbono, ni los gases de invernadero. Lo mismo que la ignorancia peligrosa de las centrales nucleares que demuestra la vicepresidenta del ramo. No sé lo que piensa Abascal porque no parece que pueda tener incidencia lo que él opine, puesto que está alejado del poder.
Sería bueno conocer el efecto de El Niño y de la Niña, hurgar en la historia de la paleontología para conocer extinciones en masa debidas a un brusco enrarecimiento de la atmósfera provocada por episodios volcánicos. Incluso en nuestros días estamos sufriendo los efectos de la acción sofocante de volcanes en actividad. No es frecuente un político científico. Y los pretenciosos ni siquiera lo reclaman, aunque dicen basarse en “expertos como no podía ser de otra manera”. Y ahí está la pandemia. O ahí están los desastres de desechos de minas acumulados. O ahí está la eutrofización de los embalses de refrigeración de las centrales nucleares. O ahí están los incendios veraniegos que multiplican la erosión del suelo, un suelo español cuya desertización es galopante. Pero hay quien se cree las palabras de Sánchez o la de la ministra y no mira a su alrededor para ver cómo están acelerando esos fenómenos que diezman la biodiversidad y anulan en última instancia la vida.La ignorancia es peligrosa. Sobre todo si está en el poder. Puede ser letal si se combina con la mala fe. Y, para mayor desparpajo o desvergüenza se esgrime como arma arrojadiza.
Hace decenios que se está estudiando el estoma de las plantas. Sánchez y Rivera no conocen su significado como sensores del cambio climático. Pero este es el momento en que hayan de pedir información científica. Cuánta ignorancia en el que está en el poder y cuanta credulidad en quienes debían ser críticos.