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Del caos mundial, ¿un nuevo orden?

Como pocas veces en la historia general de la humanidad, con posibilidad de ser datada, constatamos una situación de caos en todas las direcciones y en todas las esferas de la vida humana, de la naturaleza y del planeta Tierra como un todo. Hay presagios apocalípticos que se engloban bajo el nombre de antropoceno (el ser humano es el gran meteoro amenazador de la vida), de necroceno (muerte masiva de especies de vida) y últimamente de piroceno (los grandes incendios en varias regiones de la Tierra), todo por la irresponsable acción humana y como consecuencia del nuevo régimen climático irrefrenable, y no en último lugar, el peligro de una hecatombe nuclear capaz de exterminar toda la vida humana.

No obstante el enorme avance de las ciencias de la vida y de la tierra, principalmente del mundo virtual y de la Inteligencia Artificial (IA), no reina optimismo, sino pesimismo y preocupación seria sobre el eventual fin de nuestra especie.

Muchos jóvenes se dan cuenta de que, al prolongarse y al agravarse el curso actual de la historia, no van a tener un futuro apetecible. Se comprometen valientemente en un movimiento que ya es planetario para la salvaguarda de la vida y del futuro de nuestra Casa Común, como lo hace prototípicamente la joven Greta Thunberg.

No deja de sonar porfiadamente la advertencia del Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti (2020): “Todos estamos en el mismo barco; o nos salvamos todos o no se salva nadie” (n.32).

En este contexto vale la pena reflexionar sobre la contribución que nos ofrece uno de los mayores científicos actuales, ya fallecido, el ruso-belga Ilya Prigogine, premio Nobel de Química en 1977, con su vasta obra, pero principalmente en “El fin de las certidumbres” (ed. Andrés Bello,1996). Él y su equipo crearon una nueva ciencia, la física de los procesos de no-equilibrio, es decir, en situación caótica.

En su obra pone en jaque a la física clásica con sus leyes determinísticas y muestra que la flecha del tiempo no vuelve atrás (irreversibilidad), que apunta a probabilidades y nunca a certidumbres. La propia evolución del universo se caracteriza por fluctuaciones, desvíos, bifurcaciones, situaciones caóticas, como la primera singularidad del big bang, generadoras de nuevos órdenes. Enfatiza que el caos nunca es solo caótico. Él alberga un orden escondido que, dadas ciertas condiciones, irrumpe y da inicio a otro tipo de historia. El caos, por tanto, puede ser generativo, pues del caos surgió la vida, afirma Prigogine.

En este científico, que era también un gran humanista, encontramos algunas reflexiones que no son soluciones, sino inspiraciones para desbloquear nuestro horizonte sombrío y catastrófico. Pueden generar alguna esperanza en medio del pesimismo generalizado de nuestro mundo, hoy planetizado, a pesar de la lucha por la hegemonía del proceso histórico, unipolar (USA) o multipolar (Rusia, China y los Brics).

Prigogine comienza diciendo que el futuro no está determinado. “La creación del universo es ante todo una creación de posibilidades, algunas de las cuales se realizan y otras no”. Lo que puede suceder está siempre en potencia, en suspensión y en estado de fluctuación. Así ocurrió en la historia de las grandes destrucciones ocurridas hace millones de años en el planeta Tierra. Hubo épocas, especialmente cuando ocurrió el rompimiento de Pangea (el continente único) que se dividió en partes, originando los distintos continentes. Cerca del 75% de la carga biótica desapareció. La Tierra necesitó algunos millones de años para rehacer su biodiversidad. Es decir, de aquel caos surgió un nuevo orden. Lo mismo cabe afirmar de las 15 grandes destrucciones que nunca consiguieron exterminar la vida en la Tierra. Más bien, se produjo después un salto cualitativo y un orden superior. Así sucedió con la última gran extinción masiva ocurrida hace 67 millones de años que se llevó a todos los dinosaurios pero dejó a nuestro ancestral que evolucionó hasta alcanzar el estadio actual de sapiens sapiens o, realísticamente, sapiens y demens.

Prigogine desarrolló lo que él llamó “estructuras disipativas”. Ellas disipan el caos y también los deshechos transformándolos en nuevos órdenes. Así, en un lenguaje pedestre, de la basura del sol –los rayos que se dispersan y llegan a nosotros– surge casi toda la vida en el planeta Tierra, especialmente permitiendo la fotosíntesis de las plantas que nos entregan el oxígeno sin el cual nadie vive. Esas estructuras disipativas transforman la entropía en sintropía. Lo que es caótico y dejado de lado es reelaborado hasta formar un orden nuevo. De esta forma, no iríamos al encuentro de la muerte térmica, un colapso total de toda la materia y energía, sino hacia órdenes cada vez más complejos y altos hasta un supremo orden, cuyo sentido último nos es indescifrable.

Prigogine rechaza la idea de que todo termina en el polvo cósmico. Como consecuencia, Prigogine es optimista ante el caos actual, inherente al proceso evolutivo. En esta fase, le corresponde al ser humano la responsabilidad de, al conocer el dinamismo de la historia en abierto, asumir decisiones que den prevalencia al caos generativo y hacer valer las estructuras disipativas que ponen un freno a la acción letal del caos destructivo. “Cabe al hombre tal cual es hoy, con sus problemas, dolores y alegrías, garantizar que sobreviva al futuro. La tarea es encontrar la estrecha vía entre la globalización y la preservación del pluralismo cultural, entre la violencia y la política, y entre la cultura de la guerra y la de la razón”. El ser humano se presenta como un ser libre y creativo y podrá transformarse y transformar el caos en cosmos (orden nuevo).

Tal parece ser el desafío actual frente al caos que nos asola. O tomar conciencia de que sobre nosotros recae la responsabilidad de querer continuar sobre este planeta o permitir, por nuestra irresponsabilidad, un Armagedón ecológico-social. Sería el trágico fin de nuestra especie.

Alimentamos con Prigogine la esperanza humana (y también teológica) de que el caos actual representa una especie de parto, con los dolores que lo acompañan, de una nueva forma de organizar la existencia colectiva de la especie humana dentro de la única Casa Común, incluyendo a toda la naturaleza sin la cual nadie sobreviviría. Si es grande el peligro, decía un poeta alemán, grande es también la posibilidad de salvación. O en las palabras de las Escrituras: “Donde abundó el pecado (caos), sobreabundó la gracia (nuevo orden: Rm 5,20). Así lo esperamos y así lo quiera Dios.

 

*Leonardo Boff ha escrito El doloroso parto de la Madre Tierra: una sociedad de fraternidad sin fronteras y de amistad social, Vozes 2021; Habitar la Tierra: cuál es el camino para la fraternidad universal, Vozes 2021.

 

Traducción de María José Gavito Milano

Un comentario

  • Juan A. Vinagre

    Me parece que este artículo de L. Boff no debe pasar de largo sin al menos alguna reflexión a propósito de Prigogine y sus estudios sobre el caos. En una primera impresión, el caos aparece como una gran amenaza, que puede generar temores y pesimismo. (¿Tal vez como a los seres humanos primitivos les causaban las grandes tempestades y truenos…?)Sin embargo, Primogine ve el caos con optimismo. El caos no es preludio o amenaza de muerte definitiva… El caos no es caos propiamente: Se rige por leyes tan sutiles que no sabemos entender ni por ello controlar. Leyes que tienden a un nuevo orden, surgido como un parto… (con dolor)El proceso evolutivo surge del caos, que se transforma en nuevos órdenes sucesivos, que son portadores de vida. Ese proceso, pues, conlleva vida, aunque la vida suponga dolores de parto.  En este sentido, la “creación” es portadora de inmensas posibilidades…, que pueden utilizarse bien o mal, según las limitaciones (inmadurez-madurez) cognitivas o éticas, del homo pre-semi-sapiens…, que puede complicar o retrasar ese proceso.Pero ese homo -pese a sus limitaciones-demencias-, está llamado a ser co-protagonista para descubrir, desarrollar y encauzar e incluso crear nuevas esas posibilidades. Para ello, es necesario que el homo sea cada vez más sapiens y menos demens. (El homo lleva en sí una carga de caos… Por eso no entiende bien… ni se explica con frecuencia.) Lo cual requiere que ese homo madure más y entre en razón, y superado su propio caos-ego, se abra más a un sentido solidario…  Entonces se convertirá en protagonista generador de nuevos órdenes, cada vez más humanos, a través de la historia. En esta perspectiva, esa parte del homo caos se transformará y convertirá en esperanza de un orden cada vez más humano y solidario.¿En el fondo, el caos se dirige hacia un orden humano de familia, enlazada por el amor incluso en la distancia?  Y una pregunta más: Dentro de la visión de un nuevo orden evangélico, la Iglesia-Fraternidad (y todas las religiones) ¿tendrá la misión de ser una minoría como fermento transformador de la masa-caos en sociedad  humana, convirtiéndola en más solidaria y con sentido trascendente de la vida?