El viernes santo se dedica a confrontarnos con el hecho más escalofriante que ha realizado la humanidad: al mismo Hijo de Dios, los seres humanos lo crucificaron: sin piedad, sin justicia, sin causas suficientes, sin posibilidad de apelación. Se puede aducir que quienes lo crucificaron no sabían que era el Hijo de Dios. Es verdad en sentido estricto, pero toda la vida de Jesús había sido un anuncio de quien es Dios, quién es el ser humano para Él, cuál es la realización de la humanidad, de qué forma vivir, amar, rezar, gozar, para ser felices. Pero los contemporáneos de Jesús no lograron, no quisieron o no pudieron entenderle y decidieron asesinarlo.
Lo mismo se sigue repitiendo a lo largo de la historia de la humanidad. La Buena Noticia del reino continua anunciándose a través de tantas personas que de alguna manera son la presencia de Cristo hoy en medio de nuestro mundo –personas amorosas, transparentes, serviciales, libres, comprometidas, misericordiosas, justas, líderes y lideresas sociales, “santos de la puerta de al lado”, pero seguimos dejándolas de lado y, muchas veces, asesinando tantos brotes de bien y bondad que surgen en nuestro mundo.
Por lo tanto, sería bueno preguntarnos qué tanto nuestra vida no sigue crucificando a Jesús en este presente y qué podríamos hacer para no quedarnos contemplando el hecho, tal vez sintiendo compasión por esa historia de dolor, posiblemente agradeciendo que Él “haya muerto por nuestros pecados” –como lo repite insistentemente la liturgia de hoy– pero sin una determinación de no ser cómplices de más cruces, denunciándolas y poniendo todo lo que está de nuestra parte para que no se sigan dando.
Cada uno sabrá qué cruces podría confrontar e intentar erradicar. Pero se podrían nombrar algunas que son evidentes y que no acabamos de afrontar.
- Es una cruz actual este sistema neoliberal que mete en nuestra mente la lógica del más consumir, del más ganar, del más producir, del más controlar, del más poder. Un sistema que no permite reformas que favorezcan a los más pobres porque es mejor que ellos vivan de migajas a que las ganancias disminuyan. Lo dijo el papa Francisco claramente en su primera exhortación:
“En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia “(Evangelii Gaudium n. 54).
- Es una cruz actual el patriarcado y el clericalismo -que en una combinación perversa- siguen modelando este mundo en masculino donde la mujer no logra garantizar una vida libre de violencias. Sea en casa, en el trabajo, en la política, en la economía, en la Iglesia, lo femenino ocupa un segundo lugar y vive bajo la sospecha de no alcanzar el nivel adecuado para erigirse en igualdad con lo masculino. Por supuesto hay muchos avances gracias a la insistencia de muchas mujeres valientes y lúcidas, pero sigue siendo un movimiento social mirado con sospecha, con temor, con desprecio, incluso por las mismas mujeres.
- Es una cruz actual el racismo y toda clase de exclusión por razón de etnia, de condición social, de nivel de estudios, de títulos honoríficos, de orientación sexual, de opción religiosa, es decir, es una cruz actual el que no se ha instalado en la sociedad ni en la iglesia que la pluralidad existe y no se puede vivir ya más en sociedades hegemónicas. Aquella ética de mínimos es necesaria para lograr convivir en las diferencias, sin que eso niegue la ética de máximos que en contextos concretos se quiera vivir, pero sin ninguna imposición universal.
- Es una cruz actual la explotación que vive nuestra “casa común” y a la que le seguimos dando largas para tomar medidas correctivas. Basta ver las resistencias que se dan en el mundo entero para implementar políticas que cambien la lógica de la explotación por la del cuidado del mundo que habitamos.
- Es una cruz actual la suerte de los migrantes, condenados a ser expulsados de todos lados o a vivir en los bordes, recibiendo migajas porque solo son bienvenidos los que tienen poder, honor y riqueza. Un mundo en el que no deberían existir fronteras porque la tierra es la casa de todos pero que sigue condenado a ver reforzadas las leyes migratorias y a tener cada vez más pánico de viajar porque cualquiera puede ser impedido de entrar por la simple razón de provenir de un país de segunda, tercera o cuarta categoría.
- Es una cruz actual una cotidianidad que no puede vivir con naturalidad, sin consumismo, favoreciendo el encuentro, la alegría, el servicio, el cuidado, la amabilidad, porque el ritmo de vida casi siempre es de prisas, de desconfianza hacia los otros, sin detenernos a mirar lo bueno que tiene toda persona y la riqueza que puede comunicarnos.
En conclusión, en la liturgia de hoy se hablará del dolor del mundo, se recordarán muchas situaciones difíciles que vivimos, se traerán a la memoria muchas situaciones inhumanas, pero para que no se quede entre los muros de las iglesias, conviene hacerse preguntas similares a lo que aquí propongo. Qué tanto me decido a contrarrestar las cruces de este mundo y hasta dónde llega mi compromiso con esas urgencias. Si no logramos implicarnos personalmente, habremos vivido un viernes santo más, como meros espectadores, una vez más como el pueblo indiferente de tiempos de Jesús, que no supo exigir su liberación o su indulto, porque lo inmediato les impidió ver lo esencial, lo único que importa: la dignidad del ser humano y su derecho, como lo formulan los pueblos ancestrales, a tener “un buen vivir”, donde nadie sea excluido y la vida se garantice para todos, todas y todes, comenzando con los últimos de este tiempo presente.
Hacerse como Cristo es el ideal del ser cristiano…Cargar con nuestras cruces y las de los demás es difícil pero no imposible..Así como el Padre sostuvo al Hijo en la agonía del Huerto y cuando estuvo crucificado en la Cruz hasta que “todo se cumplió”…de la misma manera la gracia que nos ofrece Jesús a diario es la única manera que podremos seguirle ejerciendo el bien y rechazando el mal porque el amor de Dios ha de ser efectivo y actuado…No vale decir Señor, Señor…sino la piedad consiste en arrancarnos nuestras inordinadas adicciones y dejar a un lado nuestras actitudes erróneas y continuar por la senda que nos ha sido trazada por la fe, camino que es de la gloria. Esta es sin duda la meta final, donde muy pronto estaremos todos presentes, en el juicio sobre el Amor.
Un saludo cordial. Felices Pascuas de Resurrección
Santiago Hernández
Cuando se repite una y otra vez la frase de que Jesús “murió por nuestros pecados” ¿a qué pecados se refiere, por ejemplo, en el momento actual?. ¿A los pecados que se enumeran en este escrito? Si se enumeran todos los pecados económicos y sociales del mundo actual, o sistémicos de todos los tiempos, pueden producir varias reacciones: una, la de la sobreculpabilidad individual, otra, que dé la impresión de que solamente los cristianos tenemos la obligación de resolver todos los males del mundo, tercera, la angustia que produce tanto peso sobre nuestros hombros, otra, la impotencia de ver que no podemos arreglar problemas tan expandidos, tan generalizados y tan profundos y tan complejos y que se cargan nuestra conciencia individual, o bien, quedarnos paralizados ante tanto peso.
Jesús no resolvió ninguno de los problemas de su sociedad ni del mundo en el que vivió, ayudó a personas, unas poquitas; tampoco quiso agobiarnos con tanta carga moral. A un mundo tan complejo, no se le pueden dar soluciones simplistas, de un sermón dominical. Para eso están las sociedades y las autoridades civiles en sus distintas formas de gobierno y de participación del pueblo en las democracias. Incluida la Iglesia como poder fáctico a través de sus obras, no sólo con su doctrina, tan importante defendiendo los objetivos iniciales del proyecto. Pues como Institución, la verdad es que deja mucho que desear.
Constantemente hacemos referencia hasta dónde ha llegado la Iglesia en su testimonio antievangélico en cuestión de riquezas o de patriarcado casi obsceno, con exclusión total de las mujeres en los lugares de decisión. El poder está sólo en los hombres y esto desacredita otros mensajes muy luminosos para que lo cumplan los demás.
Quienes hemos conocido a Jesús, el Galileo, hemos conocido su legado: un proyecto de vida individual y comunitario desde la fraternidad-sororidad. Y este proyecto de vida nos debe llevar a un compromiso personal en todo lo que conforma nuestra vida.
Hacer un listado de males mundiales es fácil, las prédicas son necesarias y convenientes porque nos ayudan a caminar, pero que nos caiga la bóveda del universo en su totalidad sobre nuestras cabezas, me parece excesivo, imposible e improductivo, porque puede ser que todo se difumine en las nubes de lo imposible.