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Seminarios mixtos

        Finiquitado el mes de febrero, el tiempo asignado por el papa Francisco a los dos señores obispo uruguayos para que, recorriendo personalmente España, le preparen serios informes sobre la situación real de los Seminarios Diocesanos, me apresto a recopilar algunas de las impresiones que en mayor proporción debieron, sorprenderles. Se trata tan solo de una aproximación, por lógicas e indiscreciones siempre “santas”.

        El problema de los seminarios en España es grave. Como el de la Iglesia. Además, significativo y representativo de lo que ella–la Iglesia– es y será, y desde su misma concepción, desarrollo y presentación. Los seminarios son y están tal y como es y está la Iglesia.  Es una de sus más veraces y tangibles de las definiciones.

         Los seminarios demandan para muchos urgente revisión, reforma y puesta a punto, aunque para otros –tal vez aún   minoría de sus responsables– la única solución está en su desaparición, que es lo que está aconteciendo y se impone ya en no pocas diócesis. La entrega de los “Seminarios Conciliares Diocesanos“ a Congregaciones Religiosas vinculadas de alguna manera a movimientos piadosos –siempre los mismos– no deja de ser “pan para hoy y hambre para mañana”.

        Y es que los seminarios como tales no tienen cabida hoy en la Iglesia. Esta es, tanto o más de los laicos, como de los curas.  Estos –la clerecía– acapararon la idea, el sentido y la función de la Iglesia en exclusiva y en actividades y ministerios fundamentalmente “religiosos”, moderados por la Liturgia y el Derecho Canónico. Los seminarios difícilmente formaron a los sacerdotes para el pueblo-pueblo. Los formaron para alejarlos del mismo y no solo en hábitos, lenguaje, teología, ética, ascética, moral, pedagogía y santa y sempiterna capacidad de servicio, sino de servirse del mismo en función de la carrera eclesiástica elegida, al margen, o sobre, la vocación recibida por la gracia de Dios.

         Formar para ser y ejercer sobre el pueblo, y servirse de él, jamás justificará la existencia de los seminarios por mucho que se los reforme. La sociedad y el sentir del pueblo de Dios se están encargando de su desaparición, o de su forzada continuidad, aunque sea otra la Iglesia y no la sinodal, la del Vaticano II y la interpretada y vivida por el papa Francisco.

        En este contexto ocuparía privilegiado lugar el hecho de que en los seminarios que queden, también las mujeres habrán de hacerse activamente presentes, con derechos y deberes idénticos a los de los varones. Seminarios mixtos.  Con coeducación no impuesta por las subvenciones estatales establecidas –concertadas– por la ley, sino por el simple convencimiento de que el ser humano, para todos los efectos, es hombre y mujer, por definición, tal y como Dios, su Creador, es y ejerce como Padre y Madre.

        La discusión de si la mujer es o no sujeto de todas las responsabilidades eclesiales ministeriales, al igual que el hombre, resulta hoy anacrónica y fuera de tiempo y lugar, y solo adecuada para fomentar el machismo ancestralmente clerical, instigador de los malos tratos, de su teología e interpretación ofensivamente bíblicas, con riesgos de justificar de algún modo hasta la muerte a manos de sus respectivas “parejas”.

        Somos muchos los que alentamos la esperanza de que, apreciaciones como las aquí reseñadas, inspiren los informes de los obispos uruguayos encargados por el papa Francisco de su redacción.  Tal esperanza, se da por supuesto, incluirá necesariamente idéntica veracidad y urgencia, por ejemplo, en relación con la Universidad Gregoriana de Roma, Colegio Español y Curia de la Ciudad Eterna.

        Precisamente fueron, y siguen siendo estos centros eclesiásticos los que modularon y, en parte, vistieron y revistieron de obispos a los hoy máximos responsables de los seminarios en las diócesis que les fueron asignadas con sus respectivas “cátedras” y sus “catedrales”.  De estos centros, y más concretamente de su Curia, al papa Francisco no le tembló la voz al aseverar públicamente ser una “cueva de ladrones”.

        ¡Ánimo, señores obispos uruguayos! Déjense de parafernalias protocolarias y redacten los informes solicitados con veracidad e hidalguía; y con la seguridad de haber tomado nota de cuanto han visto y oído de quien o quienes tenían que enseñar y decir, que no siempre y menos en este caso, eran y son los señores obispos sufragáneos de las respectivas diócesis.

        Y no olviden que clamor popular es ya el de que los seminarios habrían de ser mixtos, dado que los tiempos y la Iglesia así lo requieren, a instancias del santo Evangelio, que es lo que importa, y no por razones crematísticas como las que dimanarían de las subvenciones estatales.

2 comentarios

  • ana rodrigo

    Creo que el problema no está en la composición de seminarios -hombres-mujeres-, sino, si hay hombres y mujeres que quieran ir a los seminarios.

    El sacerdocio tuvo su gran época en una iglesia preconciliar, (después del Concilio muchísimos abandonaron) y cuyo tipo de iglesia sólo se conserva en reductos como los kikos y el OPUS.

    Leo en RD que “Uno de cada cuatro futuros sacerdotes se forman en los centros del Camino Neocatecumenal”, yo añadiría, y los restantes proceden del OPUS.

    La imagen que yo tengo de niña es la de auténticas “procesiones” de cantidad de seminaristas,  cuando los “sacaban a pasear”, jóvenes felices, con sus sotanas y su decisión de llegar al sacerdocio; eso ya no lo veremos nunca.

    Y, sobre las mujeres que quieran ser sacerdotisas, no creo que haya muchas que quieran serlo con este tipo de sacerdocio tan anacrónico para la sociedad actual.

    Con el problema añadido de que este tipo de aspirantes a sacerdocio encaja poco con los planes de Francisco para la Iglesia futura. No sé cómo van a congeniar estos dos tipos de entender la iglesia. Teniendo en cuenta que de los sacerdotes es donde salen, los obispos, los cardenales y el papa. Difícil cuestión.

    • Antonio Llaguno

      De hecho, Ana, has dado con uno de los problemas mas gordos y más difíciles de resolver, como es la convivencia entre los curas nuevos y los curas anteriores.

      Y no son los anteriores los más tradicionales.