En contra de lo que algunos piensen –y otros tal vez quisieran–, las catedrales no echarán, por ahora, el cierre. Su cerrojazo, clausura o reconversión supondría un descomunal desgarro en la historia, sobre todo occidental, con incidencias gravemente negativas en la cultura y en la religión.
Pero el hecho es que, con el planteamiento que tienen en la actualidad, la mayoría de ellas no justifican su monumentalidad, los gastos de su mantenimiento, su magnificencia y ser referencia en la concepción y adoctrinamiento de ideas y supuestos relacionados con la religión cristiana.
Muchas catedrales se hallan vacías de contenido, como si fueran templos paganos. Por otra parte, a algunas les sobran dependencias, símbolos y actividades que proclaman, con voces roncas por el paso del tiempo, que en su destino y definición difícilmente prevalecieron los elementos verazmente religiosos, y menos, cristianos. Enterramientos, capillas, escudos y emblemas nobles o jerárquicos, imágenes y advocaciones de santos y santas con apellidos, historias y leyendas ilustres e ilustrísimas, carecieron por sí mismas de la posibilidad de estar al servicio de la pedagogía de la fe, del adoctrinamiento evangelizador, de la práctica de la caridad y de la convivencia leal entre los miembros de la comunidad local.
El hecho cierto y fácilmente constatable es que las catedrales solamente se abren a la hora de la celebración de la misa capitular, tiempo que aprovechan algunos para entrar sin pagar el tique, o recibo, con la obligación turística de hacerlo en calidad de visitantes, a la terminación de la “sagrada función”, siguiendo para ello las direcciones que marcan las flechas y los carteles, con la explicación de los guías oficiales.
Abonar, con los descuentos establecidos, para colegios, jubilados y grupos, la entrada a las catedrales, además de a las dependencias dedicadas a sus museos y “tesoros”, explica el rechazo radical de los visitantes cristianos. Estos están convencidos de que, instaurados y mantenidos tales edificios “sagrados” con dinero público, pagar por su visita les pareces indignante y contrario a la razón y a la historia.
Sin perder su función esencial en la concepción, realización, mantenimiento, uso y empleo de las catedrales, urge y se precisa un mayor aprovechamiento por parte del pueblo. Las fórmulas podrían ser, por ejemplo, aprovechar las capillas para sus reuniones las asociaciones culturales o de vecinos, servirse de los coros como auditorios o escuelas corales, instalar en dependencia claustrales talleres para capacitación de canteros, forjadores, vidrieros, restauradores y otras actividades artesanales, que sin duda tuvieran en los tiempos primeros, sin descartar la dedicación de otros espacios a representaciones teatrales, como Autos Sacramentales y otros géneros literarios.
Las catedrales estarán abiertas, no solo para los actos específicamente calificados de culto, con referencias a las misas y procesiones “pontificales”, o no, en las que se hacen presentes las autoridades con todos sus emolumentos, atributos y honores cívicos y políticos. Se abrirán asimismo, y expeditamente, para actos, acontecimientos y actividades urbanas Con criterios religiosos y sociales distintos a los vigentes hasta ahora en relación con la comunidad ciudadana, al erario público se le han podido ahorrar ingentes cantidades de dinero que se emplearon, y emplean, en la construcción de casas de cultura y en centros para regiones de jóvenes y de mayores.
El sano trasiego de ciudadanos y feligreses por las dependencias catedralicias es constructivo para todos y edifica, ampara y defiende la unidad de los pueblos, mediante el conocimiento, uso y disfrute de los elementos que requieren la convivencia y el esfuerzo en comunidad.
“Autoridades” eclesiásticas y civiles –ciudadanos y feligreses– han de afrontar por igual, con gallardía y civilidad, –y al margen de politiquerías partidistas intra o extra municipales–, la tarea de la construcción – reconstrucción de la unidad que se torna más factible y llevadera con el uso de edificios como las iglesias y las catedrales, cuyos orígenes y financiación respondieron precisamente a estos postulados.
Así las cosas, las catedrales se revitalizarán y llegaría a ser impensable la posibilidad de tener algún día que echarles el cierre por falta de uso, y en cuyas vísperas se encuentran ya la mayoría, aunque externa e internamente sean referencias espectaculares y todopoderosas de religión y cultura.
Hace poco, Maluma y Nathy Peluso grabaron un video clip en la catedral de Toledo.
El búnker clerical se rasgó las vestiduras, les tachó de blasfemo y puso al Sr. Obispo de Toledo y al dean de la catedral a caer de un burro y acabó forzando a éste último a dimitir.
Yo vi el vídeo. Escuche la música y la letra. Es cierto que ciertas moralina puritanos pueden entender el lenguaje visual del clip como provocador, aunque es bastante más pacato que los que ambos músicos suelen hacer.
Y no soy consumidor de reageton y similares pero la letra se refiere a una conversiòn por medio del amor y es un oasis entre las que ambos cantantes tienen por costumbre perpetrar.
Incluso podría afirmar que estéticamente es un baile agradable a la vista.
Sin embargo la presión del búnker hizo insoportable al Sr. Obispo respaldar a su dean, que no vio problema moral en el vídeo y lo consideró “lenguaje visual propio de la cultura de nuestra pueblo” y decidió recular cobardemente dejando a su dean sin sotana en las garras dd inquisidores infovaticarcas e Infocarcólicos.
También recuerdo la polémica creada por la instalación en la Caredral de mi Cuenca natal de unas vidrieras preciosas que le aportan una luz dorada y ocre preciosa pero que son ¡¡¡ABSTRACTAS!!! (Oh anatema).
Quédense con sus catedrales.
El verdadero templo de Cristo es el cuerpo de el/la herman@