Es de agradecer este servicio que nos hace Celso con este esfuerzo por exponer y explicar con rigor el origen y las consecuencias de estas plagas de la Iglesia, como se podría hacer de cualquier estructura clerical de otra religión. Ayuda descreer y purificar cualquier fe de esas incrustraciones, sin tener que acudir a Drechner o a esos otros fake-vídeos, con exageraciones y simplismos que, como dice José Antonio, no me gustan, aunque permita que se publiquen algunos. Realismo crítico sí pero nihilismo destructivo no. AD.
Corruptio optimi pessima”, La corrupción de lo mejor es lo peor.
Hoy aplico el adagio a las“Indulgencias”. Podría aplicarse a todo el Cristianismo. Un recorrido aséptico por la historia nos muestra los estragos producidos por la Iglesia institución. Siempre, bajo pretexto de la Religión “verdadera”. Estragos personales en mentes, cuerpos y familias. Estragos sociales en pueblos y continentes. Guerras, destierros y esclavitudes. Siglos y siglos de atenazar cuerpos y almas.
“La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual como administradora de la redención distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”. c. 992
He citado el vigente Codex de 1983, promulgado por Juan Pablo II. Su inmediato antecedente es la Constitución Apostólica “Indulgenciarum Doctrina” de Pablo VI, año 1967. Posteriormente, Juan Pablo II con su “Pastor Bonus” (a. 1988), o Francisco con su “Praedicate Evangelium” (a. 2022) apenas han hecho cambios.
Así, Pablo VI suprimió la cuantificación de días de indulgencia que los jerarcas podían conceder. También limitó los lugares en que tales indulgencias podían ganarse.
Todavía recuerdo a un canónigo subido al púlpito de la catedral: “Su eminencia reverendísima el cardenal arzobispo concede doscientos días de indulgencia a todos los presentes”. Si se trataba de arzobispo no cardenal, eran 100 días. Si sólo era obispo, eran 50 días.
Las Indulgencias son competencia de la Penitenciaría Apostólica que abarca:
- – Absolución de las excomuniones latae sententiae reservadas a la Santa Sede,
- – Dispensa de impedimentos sacramentales reservada a la Santa Sede,
- – Emisión y gobernanza de Indulgencias.
La Penitenciaría Apostólica data del siglo XIII. Un cardenal se encargaba de recibir confesiones en nombre del papa. No se limitaba al foro interno. Estaba asistido por cuatro capellanes, uno por cada basílica mayor romana. Estos son los papas que, antes de Pablo VI, más cambios realizaron sobre este dicasterio: Pío V (a.1569), Sixto V (a. 1588), Benedicto XIV (a. 1744) y Pío X (a. 1908). Fue Pío X quien limitó sus competencias al foro interno. Benedicto XV (a. 1915) agregó a la Penitenciaría la sección de Indulgencias, hasta entonces en el Santo Oficio de la Inquisición.
La doctrina de las Indulgencias está estrechamente ligada a conceptos de pecado, penitencia, purgatorio y mística comunión de creyentes. Ciertas consecuencias del pecado, como la pena temporal del mismo, pueden ser objeto de indulgencia concedida por algunos jerarcas, bajo condiciones.
Pero la práctica de las Indulgencias tiene un origen anterior a la Edad Media y al nacimiento del Papado y de la Curia Romana. Retrotraigámonos a los siglos I y II de nuestra era. Los seguidores de Jesús tenían sus reuniones, las habituales eucaristías. En ellas compartían sentimientos, ideas, bienes, costumbres, vida. Algunos miembros pecaban y escandalizaban al resto de fieles y a la sociedad. Eran expulsados de las eucaristías. Debían arrepentirse, confesar su pecado y esperar el perdón. La congregación o su presidente, constatado el arrepentimiento, les perdonaba la culpa y les imponía una pena que podía durar muchos días, incluso años. Sobre todo, si se trataba de apostasía o de homicidio. Una vez cumplida la pena, eran readmitidos. La congregación cristiana podía indultar o descontar parte de la pena al pecador arrepentido. Cien, doscientos días, un año. Bajo razonables condiciones, incluso podía indultar toda la pena. Era la indulgencia plenaria. Entre esas condiciones no se excluía la donación de dinero en favor de la comunidad o de los pobres. Estamos ante una praxis razonable y justa.
Repito que la histórica contaminación y corruptela de los usos apostólicos ha sido constante y creciente en el Cristianismo. La práctica de las Indulgencias no fue una excepción. A partir del siglo III las comunidades cristianas consideraron que las penas impuestas eran demasiado severas. Habitualmente eran públicas, a veces de por vida. Los obispos arbitraron vías para aligerar las penas. En tiempo y en forma. Medidas de gracia, cada vez más fáciles de obtener.
El dinero no era un medio nuevo. Era tentador. Sobre todo, resultó ser discriminatorio, injusto y abusivo. Y, por tanto, escandaloso. Poder y corrupción se aliaron en el devenir de las Indulgencias.
De los siglos III y IV es el fenómeno lapsi (caídos). Fieles que habían apostatado ante las persecuciones anticristianas. Expulsados de las eucaristías, aunque arrepentidos, debían superar penas muy importantes antes de ser readmitidos. Los lapsi impetraban el perdón valiéndose de los llamados confesores, aquellos que, en vez de sucumbir a la persecución o tormentos, estaban encarcelados por su fidelidad a la causa cristiana, en espera del martirio. El confesor firmaba la carta de recomendación, el libellum pacis, que el penitente llevaba al obispo. En virtud del sufrimiento y martirio del confesor, era amnistiado o indultado el lapsus. Una remisión mística de sufrimientos y merecimientos entre creyentes. Embrión de la comunión de los santos.
En la Alta Edad Media, los obispos consideraron excesivas las penitencias impuestas. Las redujeron de manera discriminada e individualizada. Clara acepción de personas o de lugares. La indulgencia suponía peregrinar a determinado santuario, o realizar acciones mortificantes como ayunar o procurarse dolor.
Es en los siglo XI y XII cuando deja de personificarse la concesión de indulgencias. El papa o los obispos conceden remisión de penas temporales a todo cristiano que realice una obra determinada, tal como peregrinaje a un determinado santuario, limosna a pobres o donación a la Iglesia. La normativa eclesiástica distigue entre la absolución ante Dios y la reconciliación con la Iglesia. Para esta reconciliación eclesiástica, los jerarcas establecen determinadas condiciones. Es el período de las peregrinaciones a Compostela, Roma, Jerusalén. Los peregrinos obtenían indulgencia plenaria.
Todo ello devino en un negocio y la paralela simonía. Fieles pudientes, a veces criminales, ofrecían dinero a los jerarcas a cambio de la dispensa de actos penitenciales vergonzantes. Los concilios se esforzaban en atar en corto al clero fijando tarifas que valoraban delitos o faltas. Pero fue precisamente el papa quien se atribuyó máxima libertad para utilizar las Indulgencias en su labor geopolítica. Es el caso de la Reconquista española.
La Bula de la Santa Cruzada, dictada por Alejandro II en 1063, estuvo vigente hasta 1966. Por ella se concedía indulgencia plenaria a los soldados en la guerra santa y privilegios especiales a quien comprara dicha bula. Su principal finalidad era dotar de medios bélicos a España en su labor de Reconquista contra los musulmanes. Consumada la Reconquista en el siglo XVI, la bula siguió renovándose con otros fines a cambio del tributo que cada cristiano español prestaba al retirar el documento. Extraño que la inicial indulgencia en favor de la guerra se haya transformado en dispensa de una obligación como eran la abstinencia y el ayuno.
Partiendo del antiguo libellum pacis, la Iglesia, en los siglos XII – XIII, elaboró la llamada comunión de los santos. La santidad o la maldad de un miembro influye, positiva o negativamente, en toda la comunidad de creyentes, y viceversa. El resultante tesoro espiritual será administrado por la Iglesia jerárquica. En este trasvase de méritos se incluyen los fieles difuntos que se encuentren en el Purgatorio.
En el marco del Renacimiento, explota una tormenta perfecta en la cumbre de la Iglesia. El Papado corrupto no sabía o no podía controlar un inmenso desconocido mundo transoceánico que se le unía. Campo fértil para la crítica y la rebelión de los pensadores. Limitándonos a las Indulgencias, las protestas surgieron de importantes teólogos, ya en los siglos XIV y XV, pero principalmente en el siglo XVI. El vaso se colmó con la indulgencia plenaria acordada por el papa León X en 1515 a favor de quien contribuyera económicamente a la construcción de la basilica de San Pedro. Una clara venta de indulgencias iniciada por su antecesor Julio II. Se desencadenó la guerra doctrinal y de autoridad que llevaría a la Reforma protestante.
El arzobispo Alberto de Brandeburgo y el predicador dominico Tetzel propagaban y defendían las posiciones romanas. Martín Lutero profundizó en el desencuentro con sus famosas 95 tesis. Enviadas primero al dicho arzobispo Alberto con fines académicos, fueron luego colgadas en las parroquias de Wittenberg en 1517. Lutero evidenciaba las contradicciones de las Indulgencias. En un atisbo de benevolencia hacia Roma, afirmaba que “si el papa supiera lo que se predicaba en su nombre, preferiría que la basílica de San Pedro fuera destruida por el fuego”. La controversia duró varios años. Luterofue excomulgado en enero de 1521 porLeón X mediante la bula Decet Romanum Pontificem. El emperador Carlos V, en mayo del mismo año, refrendó la excomunión con el Edicto de Worms después de que, ante la Dieta de Worms,Luterose hubiera negado a retractarse.
El Concilio de Trento (1545-1563) ratificó la anterior doctrina. En cuanto a la praxis, prohibió la venta de indulgencias. Pero el negocio se mimetizó en turismo social y propaganda.
Es evidente que la institución Indulgencias ha decaído. Quedan los jubileos perpetuos con sus respectivas indulgencias plenarias. Hay cinco ciudades con derecho pontificio a jubileo ordinario recurrente. Se celebra cuando su santo patrón o advocación cae en domingo: Santiago, Roma, Jerusalén, Liébana y Caravaca. En cuanto a los jubileos extraordinarios romanos, éstos son convocados por los papas de manera arbitraria desde el siglo XIV. El último fue convocado por Francisco para 2015 – 2016.
Concluyendo. Las Indulgencias son fuente de ganancias. Antes y ahora. Hoy ganan la hostelería y otras empresas de servicios. ¿Penitencia o diversión? ¿Peregrinos o turistas? Negocio asegurado.
Celso Alcaina. Dr. Teología y Bíblia
Pero amigo Antonio Ll la moral natural -que nos dice que debemos hacer el bien y rechazar el mal -no tiene su origen en nosotros puesto que nosotros no nos “autocreamos” sino que recibimos la existencia como un don..
Por tanto junto con la existencia -que fue por una decisión de una Inteligencia Creadora personal – nos fue impresa la moral natural que se puede llamar con propiedad que es innata..Es per se, no porque esta moral se creó asimisma, sino porque se encuentra siempre presente en nosotros. Y nos incita al bien porque Dios es el Bien Supremo y si Dios no nos hubiera hecho para el bien no podríamos salir de nuestra biología tal y como lo vemos en el reino animal irracional. Pero somos seres racionales y la razón nos lleva a descubrir la ley natural, don de Dios.
Si podemos acceder al bien NO es por nuestra biología sino por la espiritualidad infundida por Dios en nosotros.
La santidad es el producto del amor infuso de Dios en nosotros. Como dice el Apóstol Juan: “En esto está el amor: no en que nosotros hubiéramos amado a Dios, sino que El nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo” (1 Juan 4:10)
Por eso, no basta sólo la razón porque ésta tiene que ser iluminada por la FE. Podemos llegar a Dios -solo a pensar en la posibilidad de Su existencia- con la razón. Es algo evidente y actualmente más probable que el ateísmo.
Pero se necesita la FE para creer en el Dios que se Revela como Amor y en Jesucristo como Hijo de Dios unigénito y verdadero. Por eso la FE es un don, un regalo, que como tal podemos aceptar o rechazar, ya que para el que no quiere ni siquiera la posibilidad de acceder a querer creer, la FE,( que requiere el consentimiento personal humilde)… , es una verdadera imposibilidad.
Por eso pudimos “ver” y “oír” a Cristo en el siglo I, pudimos presenciar la Resurrección de Lázaro y “oler la corrupción del sepulcro”como Marta advirtió a Jesucristo, es más, pudimos “ver” al Resucitado, y todavía NO querer creer porque en la FE no sólo interviene el intelecto sino la voluntad que tiene que asentir a lo que se le presenta con visos de posibilidad real, y si no queremos, nada más se puede hacer.
No hay duda, Antonio que eres buen alumno pero yo no soy tan buen maestro y voy más allá de lo que creo de mi investigación que se basa en los testigos del Evangelio.
Te soy incómodo en lo que presento porque oscilas un poco, siempre oscilamos en el grado de la FE y la FE supone un esfuerzo, un trabajo y un compromiso que no es fácil de seguir a pesar de que da la paz en la conciencia. Espero que mi exposición no te ofenda sino que sea parte de un diálogo constructivo.
Un abrazo
Santiago Hernández
Indulgencias. Un no ocio.
La historia de la iglesia, del Cristianismo ha estado plagada de esta práctica escandalosa. El teólogo laico al que admiro Bernardo Pérez Andreo en su maravilloso libro “La sociedad del escándalo” nos habla del riesgo y oportunidad para la civilización de esté hecho. La iglesia no solo ha caído en las mismas trampas del mundo sino que las ha multiplicado, pues es esta la que más ejemplo se le presupone y se le pide, como faro en el que mirarse para orientar la vida hacia la otra vida por el camino recto. El problema es que la estructura que está podrida, por mucho que apartes la fruta que se hecha a perder, el mismo jarrón seguirá generando fruta podrida. Cuál es la solución? Limpiar el frutero, y sino romper el frutero. No hay más…la corrupción, el escándalo que supone las inmstriculaciones, los abusos a menores y a seminaristas, los escándalos del IOR banco Ambrosiano, el escándalo Vatileaks, son algunos de los muchos ejemplos de la podredumbre de la estructura, algo aleja a la gente del culto, pero no de su espiritualidad y eso no se ve o no se quiere ver, por qué esto afecta tanto a los cristianos ortodoxos, como a cristianos progresistas. Este alejamiento de la iglesia y de la religión y el acercamiento a otras formas de espiritualidad es lo que ciertos intereses desde dentro han llamado neopaganismo, incluso apostasía silenciosa.la diáspora ha comenzado y no tiene vuelta atrás.
https://www.abc.es/sociedad/numero-tres-vaticano-revela-tribunal-timaron-millones-20230316193559-nt.html
Yo prefiero pensar que si Jesús dijo aquello que le atribuyen haber dicho en Juan 20, 23, no hacía sino advertir, con tono exhortatorio, del peligro de no liberarse y de no liberar de las ofensas. «Recibid Espíritu Santo: A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.» El comentario de Juan Mateos a esta perícopa es extraordinario. Dicho sea de paso, con Jesús solo había seglares como él, si uno ha de dar crédito al texto evangélico. Parece que se trata de que quien desea liberarse «del pecado,» es decir de su complicidad con el sistema al que se opone el proyecto jesuánico, le es preciso aceptar y enrolarse en dicho proyecto y, en consecuencia, su participación en el pecado terminará aunque deberá mantenerse vigilante de si (discernir . Todo el rollo canónico, teológico, etc., no me atrae y me alegro de ello. En cambio, me alegra sentirme acogido, con mis pecados, en y por la comunidad cristiana. En medio de ella encuentro la liberación en la medida que me voy convirtiendo en fiel seguidor de Jesús. No creo que sorprenda a nadie en la comunidad (ni que me sorprenda) que mi vida cristiana siga siendo defectuosa al mismo tiempo que se mejora poco a poco. Desde luego, respeto todas las opiniones diferentes, pero me siento bien examinando críticamente «tanto bien recibido,» a lo largo de mis 80 años de existencia, para tomar en préstamo la frase de Ignacio de Loyola en los EE.
¿Penitencia o diversión? se pregunta Celso.
Yo me pregunto el porqué del exitoso camino de Santiago para creyentes y no creyentes.
Desde luego el camino que ha recorrido la historia de las indulgencias, no es otra cosa que la degradación desde lo que fue a lo que llegó a ser.
Cuéntale estas cosas a la juventud, y veremos el futuro que tiene la Iglesia con estas y tantas otras cuestiones rancias, donde las haya, y qué piensa la juventud de una iglesia que no es capaz de parar tanto sin sentido, y dar sentido a la vida y mensaje de Jesús, del que yo no recuerdo nada más que el perdón y el “vete y no peques más” y salvó a la mujer adúltera de ser apedreada, avergonzando a los adúlteros de su hipocresía y crueldad, queriendo apedrear a la víctima sus mismos agresores.
Y aquí podríamos empezar con el sentido del pecado como ofensa a Dios, como si Dios fuese tan frágil como nosotr@s que se ofende y hace caer su ira contra quien le haya ofendido o, incluso peor, sacrifica a su propio hijo para perdonar los pecados hasta de los recién nacidos.
Pronto llegará la semana santa cuando se escenifica este Dios a semejanza de un hombre que es tan iracundo que hace pasar a su Hijo y a la madre de éste por tanto dolor y sufrimiento, elevando el sufrimiento al máximo nivel de virtudes.
En fin, que no se puede decir que la Iglesia va por un lado y la sociedad va por otro, porque a la semana santa se suma hasta el apuntador. ¿Y en los otros temas dogmáticos? ¿Cómo va la relación iglesia-sociedad? ¿Penitencia o turismo? ¿Penitencia o diversión? ¿penitencia o negocio? ¿Indulgencias o negocio?
La indulgencia no es más que la reducción de la “pena” temporal que conlleva todo falta, no el perdón de la culpa que se borra con la absolución. Por eso, era “la congregación” o sea “la intervención de la Iglesia” la que poseía esta facultad porque Jesús le dio a los Apóstoles -y sólo a ellos- el poder de “atar y desatar”, porque no solo se lo dio a Pedro sino a el resto del Colegio Apostólico (Mateo 18:18; 28:16-20). Claro que hubo, hay y habrá abusos. Recordemos que la “cizaña” siempre crecerá con “el trigo” por prrmisión de la misericordia divina, y a pesar del daño, Dios siempre saca un mayor bien.
Sí, Santiago pero yo te pregunto…
Cuando Cristo afirma “Lo que atéis en la Tierra atado quedará en el Cielo”… ¿No esperaría un comportanmiento ante los “pecados” y los “pecadores”, por parte de los apóstoles y sus sucesores, similar al suyo; es decir lleno de misericordia y sin jucios ni prejuicios? Por que de ser asñi, hamos hecho muy mal uso de esa potestad.
Y claro es que lo verdaderamente objeto de discusión no debería ser el sacranento de la reconciliación o las indulgencias (La existencia de penas temporales, por pecados, me escandaliza aunque el origen de éstas sea razonable) sino el concepto de pecado.
¿A pertir de cuándo la moral o la relacion de cada ser humano con Dios, se convirtió en o pasó a ser reguard por el Código de Derecho Canónico?
Eso sí que me oarece sustantivo.
Antonio Ll. muchas gracias por tu intervención…Existe el concepto del pecado porque existe el mal..Porque sabemos con certeza lo que está bien y lo que está mal..pero no porque “lo impone” la sociedad sino porque automáticamente nos damos cuentas “per se” que no podemos matar al inocente, defraudar al pobre, calumniar al amigo, traicionar a quien amamos, etc. Y si existe la moral “natural” es porque existe Dios puesto que sin El no podríamos siquiera discernir entre el bien y el mal, tal y como J P Sartrè afirmaba.
Y es porque dependemos de Dios -porque no somos Dios- y porque El existe y nos mantenemos vivos por El, por lo que debemos sujetarnos a lo que es El: bondad suprema. Puesto que Dios aborrece mal y desea el bien…y no hace falta nadie que compruebe que el mundo sin Dios y sin moral
es un caos difícil de vivir como está pasando ante nuestros ojos con los crímenes horrendos de los que prescinden de todo concepto moral y actúan contra los niños y ancianos, no sólo los que son realizados por individuos sino los que ya se encuentran institucionalizados como el narcotráfico y su secuela de crímenes, la trata de mujeres como objetos de placer, el crimen organizado etc
Cristo vino precisamente a rescatarnos porque “el Hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar Su vida como rescate por muchos (o por la multitud) (Mateo 30:28) y el Apóstol San Juan nos dice que Jesús es “propiciación por nuestros pecados”
Cristo sabía que estábamos enfermos en la voluntad de pecar y que íbamos a seguir pecando, haciendo el mal. De aquí que sólo nos pedía creer en El y que nos convirtiéramos a El que ES sólo bondad. De ahí los sacramentos y particularmente el poder de Su Iglesia para poder perdonar los pecados (o retenerlos) para nuestra conversión al bien porque nadie puede entrar en Su reino con conciencia de perseverar en el mal que es el pecado. De ahí las leyes canónicas que ayudan a preservar la catequesis oral y escrita del Nuevo Testamento.
Un abrazo
Santiago Hernández
Santiago, muchas gracias por tomarte la molestia de enseñar a este difícil alumno.
Contigo me pasa una cosa que estoy convencido de que no es a la única persona que le pasa.
Tus razones son contundentes, tajantes y serían definitivas si no fueran las mismas que ha indicado siempre la Iglesia Católica Romana Tradicional que presupone que el Dios en que la Iglesia Católica Tradicional cree existe y que lo que ellos creen sobre Él es la unica y definitiva Verdad.
Si tus argumentos fueran “válidos” (No te tomes a mal este adjetivo. No encontré otro mejor o menos peyorativo), el debarte teológico no tendría sentido. la respuesta a cualquier pregunta sería: “Esto es así porque la Iglesia lo dice y ya está”.
El problema es que el debate debría hacerse siguiendo la idea que tenía Hugo Crocio sobre las leyes, es decir debe hacerse “Como si Dios no existiera”
Es decir que las leyes morales deben ser intrínsecamente justificables “per se” y no porque Dios así lo quiera.
Es decir que Dios debe querer lo que es objetivamente bueno para nosotros y no las cosas deben ser buenas porque son las que Dios quiere.
Esto cambia profundamente las reglas, porque por ejemplo el decálogo es una norma de conducta que es buena “per se”, porque es lo mejor, objetivamente hablando, para el ser humano y es por eso que Dios lo quiere y lo propone y no al revés.
Esa es la “Moral Natural” a la que deberíamos aspirar (Si es que existe eso llamado “moral natural”) una conducta moral que es admisible por un cristiano, un musulmán, un induista brahmanico e incluso un transhumano o un cientifista ateo (Incluso para ChatGPT).
Si quieres y para distinguir, llámala Moral Universal, pero entonces es a esta Moral Universal a lo que debemos aspirar los seres humanos y no a una Moral Natural que yo entiendo como algo que es objetivo “per se” que no depende del sentimiento trascendente que uno tenga ni de la religión que uno profese o no y que nos viene impuesto (y de forma indirecta) por la naturaleza, no por Dios que es un ser con voluntad (O así lo creemos ls cristianos).
Mientras nos argumentes siempre con criterios bíblicos y/o dogmáticos católicos y generalmente tradicionales o tradicionalistas, serán argumentos que no serán relevantes para quienes no compartan tu sensibilidad religiosa o tengamos dudas sobre la postura católica.
Esto yo lo aprendí de una mujer andalua (Ana Márquez) que tiene un blog en el que discute permanentemente con ateos cientifistas sobre Dios y su circunstancia y para ella es frustrante ver como los católicos tratamos de debatir con quienes están fuera con argumentos que solo sirven para convencer a los de dentro (Como un vulgar mitin político).
Tenemos que hacer el esfuerzo, pienso, de emplear argumentos que sean válidos para todos porque de no hacerlo nunca seremos tenidos en cuenta por aquellos a quienes las Escrituras son solo papel emborronado.
Yo podría aceptar la casi totalidad de tus argumentos y sin embargo, me siento terriblemente incómodo con ellos porque sé que sólo son relevants para quienes comparten contigo su posición religiosa.
Me gustaría mucho ver como, un hombre de tu saber y erudición, hace el esfuerzo de llegar a quienes hablan un idioma diferente al suyo.
En la cristianización de América, los indios acabaron hablando nuestro lenguaje, pero necesitamos Malinches (Tan injustamente denostada por la posteridad) previas para poder enseñárselo.
un abrazo