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Del No al Sí

Recordemos que los martes es tiempo en ATRIO para reflexión honda. Y otra vez Mariano nos invita a ello. Na menos que entrando en el tema de la Libertad, lo mismo que antes habia hecho sobre el tiempo. Qué es la Libertad en sí, comoexperiencia antes que como idea, como cosificación no como acto creador. Cabría preguntarse lo mismo de las otras tres patas de la modernidad:Igualdad y Fraternidad. Revisar las ideas mitos de la Ilustración para encontrar el trasfondo humano. Es una sugerencia. AD.

        Del No al Sí le pasa lo mismo que del dicho al hecho, del que se suele decir que hay un buen trecho. Y en este caso, un trecho in-finito, in-sondable, in-comprensible, in-abarcable, in…, llamado Libertad.

        Este “espacio” no se corresponde con el de la realidad, no puede pertenecer a ella; decía N. Berdiaev que: “La Libertad pertenece al ámbito de lo increado”. Ella es la medida de la realidad, es más, es creadora de toda realidad, de toda vida. Su espacio es el del misterio creador. Cuando el hombre la pronuncia conscientemente de lo que significa y quiere acercarse a ella se le abre súbitamente un abismo y siente un vértigo existencial, siente que su vida pende del hilo de su libertad, solo en situaciones existencialmente límites es capaz de apreciar la profundidad de dicha palabra.

        La libertad nos enfrenta radicalmente a nuestra vida, es un enfrentamiento a vida o muerte aunque parezca una contradicción. Un enfrentamiento en el que sólo puede haber un ganador. Aquí reside la tragedia de todo hombre que por encima de todo quiere vivir, sin darse cuenta que la vida tiene un precio, un valor, el de la libertad. Es tragedia porque la vida misma depende de ella, está a su disposición. Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por Mí la salvará (Mc.8:35). Está claro que ese “Mí” es la expresión encarnada de la Libertad, Sacramento y Alimento de Vida Plena.

        Si en el pensamiento existencialista no nihilista, la persona “es en” el espacio del Yo y Tú, en el que Yo no soy sin Ti; en la realidad de la existencia, la vida de la persona para ser vida, exige que ese espacio esté lleno de libertad sin ningún tipo de condicionamiento, en caso contrario el Yo se debilita, se extenúa y muere. Por todo esto y para mantener el rigor y la coherencia de lo hasta aquí dicho, es preciso afirmar que la vida de toda persona ya desde su origen lleva de forma implícita el sello de la libertad, porque la libertad es condición necesaria en esa relación primordial que da la vida, por eso la persona es un ser relacional en origen, relación con su Tú Primordial, lo quiera o no lo quiera, lo afirme o lo niegue. La libertad tiene rostro, y el hombre, la persona, es su imagen y no el azar como muchos creen.

        La libertad es irracional, es previa a toda razón. Cuando el hombre la racionalizó y la institucionalizó, la introdujo en la realidad y la adulteró. Toda racionalización en su expresión límite, es un intento de dominación, de apoderamiento comprensivo, encerrando en sí a toda realidad, confundiéndola con poder, al situarse por encima de ella, con lo que la libertad perdió su esencia, se prostituyó en objeto manipulable. Aun así, al institucionalizarse precisó, precisa y precisará de muchas palabras, de muchos escritos, de muchos libros, de muchas leyes, pues se resiste a dejar de ser lo que es. Todo el vasto mundo del derecho da fe de esta necesidad.

        Si en el pasado el poder del hombre se fundamentaba en la fuerza bruta y después en la fuerza de su razón, al final tuvo que añadirle la fuerza de la palabra, de la palabra libertad, porque ningún poder podía hacer frente a sus ansias infinitas de libertad ya que la fuerza bruta en sus mil y una formas, con razón o sin razón, siempre acababa siendo desbancada, pues no hay poder que se resista a un poder mayor, por lo que cada vez se precisaba de más fuerza para mantenerse en el poder y esto al final resulta agotador, exterminador, ya que todo poder acaba colapsando sobre sí mismo, se convierte en un agujero negro que se engulle a sí mismo y a todo lo que le rodea, nada se salva.

        Pero el hombre junto a la fuerza ha introducido la astucia de la “palabra”, pues ésta es el arma más poderosa que existe y así se apoderó de la palabra Libertad como arma de engaño. Astucia y mentira se apoderaron de ella dando comienzo una nueva historia de un nuevo poder que exige menos esfuerzo físico. Hasta el hombre de la fuerza se aburguesa

        La libertad institucionalizada, cosificada, es un señuelo que está acabando por adormecer los espíritus libres, mutándolos en espíritus burgueses, comodones, que reniegan de la verdadera libertad en aras de una vida sin problemas como propone el Nuevo Orden Mundial, en el que la libertad es sustituida por la zanahoria del bien-estar y no del bien-ser. Un bien-estar a la carta, tutelado por el poder del nuevo hombre progresista, cuyo poder nos hará creernos libres, pero que en realidad será más un perdona vidas a cambio de nuestra libertad. Libres de preocupaciones, de responsabilidades, incluso del miedo a la muerte, que no de la propia muerte, ofreciéndonos a cambio una realidad nueva con una inmortalidad virtual.

        La libertad mutó en ley y ésta ocupó el sitio de aquella. Si la libertad originaria era creadora de vida, la ley tratando de emularla es ahora quien decide quién debe vivir y quién no, a través del derecho que es la nueva fuerza del nuevo hombre, el hombre del derecho, quien se erige en dueño de la vida y la muerte, con su ley de eutanasia ante ese fin inevitable que es la muerte, en espera de su virtualización y con su ley eugenésica ante el principio de la vida, en su variante abortista o mejor dicho con sus propias palabras: interrupción voluntaria (mejor sería decir inducida) de un proceso al que llama embarazo y debería llamar embarazoso, pues la nueva vida en camino le resulta embarazosa para su propia vida.

        Este hombre del derecho es egoísta y egótico, y no podemos decir menos de una sociedad en la que estas leyes estén institucionalizadas. Todos participamos de esta sociopatología, ya que como decía Mounier: “Todos tenemos nuestra quota-parte de burgués”, de comodón, de indolente, de mirar a otra parte. No son infrecuentes los argumentos ingenuos que muchas personas dan en relación a estas dos leyes: “bueno, como yo no soy abortista esto no va conmigo” o “bueno, yo con tal de evitar el dolor y el sufrimiento no diría que no a la eutanasia”, etc., frases típicas de cualquier espíritu burgués. Ya casi ha desaparecido ese espíritu anarquista sano cuyo valor máximo en la vida era la libertad.

        Con qué facilidad decimos NO a la Libertad a cambio de un SI a la vida, sin percatarnos que al hacerlo perdemos a las dos. Hace falta valentía, hace falta dominio de sí, hace falta inteligencia, hace falta voluntad, hace falta…, mucho amor, para poder decir Si a la Libertad, aunque en ello tenga que entregar mi vida.

        Querido lector, le cedo la palabra para que sea usted quien continúe poniendo epítetos y argumentos a esta no tan breve y si tosca reflexión sobre el SI a la Libertad por encima del Sí a la Vida, si así fuese preciso. Argumentos y epítetos tanto a favor como en contra, pero no olvide que la libertad institucionalizada (por ley) deja de ser libertad. La libertad o es universal o no lo es, no nos creamos libres en tanto exista un solo ser que no lo sea. ¡Otro gran misterio!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5 comentarios

  • Santiago

    El que ES omnisciente y omnipresente quiso, sin duda, otorgarnos, a sabiendas, con plena ciencia y conciencia, el don más preciado que se puede pensar, que es la libertad que nos da el poder decidir, por nosotros mismos, a pesar de –y por- nuestras circunstancias. Porque según Ortega somos “YO y mis circunstancias” y no puede ser otra cosa.

    El Creador personal quiso que no fuéramos meras inteligencias artificiales robóticas sino personas totales,  capaces de escoger el amor como norma y sacrificio voluntario, y que pudiéramos ser conscientes de Su Realidad en la que vivimos y nos movemos.

    Sin embargo la “imagen y semejanza” a El, no nos hace co-iguales porque esto es, realísticamente, una imposibilidad. Y aunque no lo queramos existe un abismo entre la divinidad y nuestra humanidad doliente e insegura. Es esta conciencia divina de nuestra “poquedad nuestra nada” como escribía en su diario Juan XXIII lo que incita a Dios a repartir Su compasión misericordiosa hacia el género humano que El quiso voluntariamente asumir. Porque El sabe de nuestras debilidades y flaquezas en nuestra libertad que es donde pululan también nuestras tribulaciones y dolores…

    Es, pues, en ese Dios  misericordioso en el que debemos vivir y morir..ya que todas nuestras justicias   están marcadas y “tocadas”  de nuestro innato egocentrismo personal. Solamente El, con nuestra sincera conversión, puede perdonar nuestras debilidades y flaquezas e incorporarnos -ya purificados en Su amor- a esa feliz vida perdurable que ansiamos constantemente en esta vida y a la que no podemos renunciar.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

  • Jose Antonio

    Yo voy a contestar con un video que explica durante 15 minutos lo que yo pienso sobre la libertad…y como lo explico antes que yo este señor pues es justo que lo ponga aquí. Se que el equipo de Atrio no le gusta que ponga videos, prefieren mis palabras, pero yo un humilde biólogo, un Manchego, un quijote aunque mas de las veces me veo Sancho, pues no puedo explicar algo que fue inspiración de este sabio que habla en el video…disfrútenlo, yo lo disfruto cada vez que me lo pongo para recordarme que es la libertad.

  • mariano alvarez

    Respondo a George R. Porta  así como a todos los que como él se pregunten su misma pregunta, y aquí va mi exploración que hago de la libertad. No veo mejor forma de hacerlo que adjuntando en forma de oración lo que hace años escribí para mis hijas tratando de que captasen el sentido de la libertad más allá de las palabras. Espero al menos dejarle y dejarles una pista que está sólo en sus manos, en las manos de cada uno.
                                                   SEÑOR, GRANDE ERES…
    Señor grande eres, grande en tal magnitud que superas toda grandeza, tan grande que mi razón no alcanza a dar razón de ti. Mi razón se esfuma ante tu presencia, empequeñece para poder llenarse de ti y así experimentar el inmenso placer de llenarse de tu grandeza que supera a toda grandeza y sólo experimentable en un tiempo sin fin, un tiempo que es eternidad.
    Señor, pero dónde está la razón de mi razón que hace que yo te conozca y te reconozca en tal grandeza que sobrepasa a toda grandeza. La razón de mi razón está en ti porque yo antes de tener razón ya me tenía en ti, pero al no tener razón con qué razonarme, yo era en ti sin saberme en mí. Yo era en tu pensamiento de amor, yo era como una burbuja de amor, del más puro amor que surge de tus entrañas. Pero tú quisiste que yo supiera de mi por mí mismo para que así te devolviera ese amor que me tenías antes que yo supiera de ti y de mí.
    Entonces me dijiste: “Sé tú para que yo me goce de tu amor y los dos nos gocemos con mi gozo eternamente”.
    Tremendo momento éste en el que diste libertad a tu pensamiento de amor que era yo para que yo fuera “yo” y en libertad, pues eso es lo que significa la expresión “sé tú”.

    Sí, tremendo momento para que yo siendo “yo”, te eligiera por voluntad propia, sin condiciones y además gratuitamente, como reflejo de tu gratuidad, pues al darme la libertad te distanciaste de mí y me dejaste dueño absoluto de mi vida, me responsabilizaste de lo que yo hiciera con ella, pero yo ya era “yo” con anterioridad a mi vida, yo era en tí sin saberme en mí y ahora soy yo sabiéndome en mí y además tengo que decidir qué hago con la vida que me ofreces.
    Me dices: “Te he creado libre, a imagen mía, sé libre como yo soy libre y devuélveme tu mirada también libremente y moraremos eternamente en mi reino de amor eterno en libertad, porque todo lo mío será tuyo y todo tú mío; juntos crearemos maravillas sin fin en un gozo jamás imaginado por nadie”.
    Qué grande, pero qué tremendo, la libertad que me has dado ha hecho que entre Tú y yo se abra un inmenso abismo. ¿Cómo he de sortear ese abismo?, pues me creaste para tí sin mí y ahora me pides que sea para tí de por mí, pues me hiciste a imagen tuya y sólo ante tí puedo ser tu imagen. No soy Tú, pero tengo el poder y la fuerza de tu imagen y que al igual que los rayos del sol al ser reflejados por un espejo son capaces de encender una llama y de iluminar la oscuridad, yo también tengo la fuerza de tu imagen que es mucho más poderosa que los rayos del sol.
    Tal fuerza Señor me embriaga, me turba y me tienta. Tu imagen que soy “yo” se empieza a enturbiar por otra imagen más próxima, tan próxima que es capaz de ocultar aquella imagen originaria en la que yo era sin saberme yo. Yo era de por tí y no de por mí.
    ¿Qué razón me da ahora razón de tí?
     Ahora mi razón se siente poderosa ante la libertad tan inmensa que me has concedido, pues todo lo que tu das es siempre inmenso, de tal inmensidad que no tiene límite. Mi libertad es total en cuanto a disponer de mi vida se refiere. Dispongo de mi “yo” que era de por tí, y a partir de ahora que soy de por mí, me olvido con mucha facilidad de tus palabras en las que me dijiste que esperabas que volviera a ti por voluntad propia, que al igual que tú te me das gratuitamente sólo podré volver a tí también autoentregándome a ti libremente.
    Señor me has dado tanto poder al hacerme libre que corro el riesgo de hacerme imagen de mí mismo, o lo que es peor hacerte a Tí imagen mía y ser yo el origen y la referencia de toda realidad.
    Tu libertad me embriaga Señor y muchas veces me hace perder la razón de mi existencia.
    Que tremendo y a la vez qué grandioso es esto de la libertad Señor. No hay mayor fuerza en la creación. La libertad es a la vez semilla y fruto del Amor. No hay Amor sin Libertad y no hay Libertad sin Amor.
    ¡Pero qué tremendo!

  • Isidoro García

    Me ha gustado mucho el artículo, sobre todo porque saca a la palestra un tema central en el conocimiento sobre el humano.

     

    El problema de los determinismos, versus el libre albedrío, es un tema central en la antropología humana.

    El libre albedrío, lo sostienen aquellos que tienen una visión clásica del humano, en el que el humano es el eje y centro sobre el que gira todo en el Universo. Es la base del moralismo “justiciero”, tanto el religioso, como su sucesor el moralismo laico, y que dan un sentido a la vida de muchas buenas personas.

    Las religiones de pecado-culpa, y sus continuadoras las ideologías modernas laicas, se basan en la plena libertad del humano, y su plena responsabilidad, y por ende su necesidad de ser reconducidos e ingenierizadas socialmente, a base de sermones, y amenazas con un castigo o recompensa en esta vida o en la próxima, o al menos con el correspondiente desprecio y hasta odio, (latente o explícito): el más que merecido odio al “malo”, que es considerado la gran virtud moderna.

     

    Pero la realidad humana es mas compleja y caótica. El comportamiento humano, es un fenómeno de tipo caótico, similar al del tiempo atmosférico.

    Porque son fenómenos donde intervienen una gran cantidad de causas, (muchas de ellas desconocidas), y las que conocemos, con intensidades y cualidad variables, en cada caso concreto.

    Esto introduce en el fenómeno, una enorme cantidad de aleatoriedad, que es lo que le da al fenómeno una gran sensación externa de imprevisibilidad, que confundimos con el “libre albedrío”.

    Porque esa sensación de imprevisibilidad, es la que otorga una excusa magnífica al “ego”, (ese “gran impostor”, que nos tiene engañados desde siempre), ese núcleo neurológico, a cargo de la “conciencia” de nuestra actividad mental, para reivindicarse arteramente, aduciendo que es dicho “ego”, el que ordena cada comportamiento concreto.

    Por eso esa “sensación” subjetiva de libre albedrío, es una maniobra de presunción del ego racional, y por eso la “libertad” es un valor es tan querido, por la Modernidad racionalista, en cuya antropología, la razón es la dueña y señora de la mente.

    Y es utilizado por el ego racionalista en su constante lucha contra su eterno enemigo, el “espíritu” personal, el Sí mismo, y la mente subconsciente, por afianzar su supuesto y falso dominio de la mente humana, el alma.

    (La mente humana, con su razón consciente, está diseñada por la evolución, no para hacer filosofía, sino para sobrevivir. Por ello, tiene una necesidad perentoria de pensar que tiene control sobre todo, pues lo contrario, genera mucha angustia y malestar psíquicos, lo que es muy poco favorable a la supervivencia.

    Hasta ahora nos ha servido muy bien, pero en esta nueva etapa, en la que la supervivencia parecía estar asegurada, precisamos para sobrevivir un nuevo modelo del ser humano en el Universo, mas adecuado a la realidad, pues el modelo antiguo ahora ya es ineficaz, porque genera muchas contradicciones).

     

    Pero como la realidad es la que es, y en la realidad, continuamente, es la mente subconsciente, quien impone, (vía intuiciones y emociones), su acción directriz de la mente humana, continuamente expone a la falacia de la “libertad”, a las mayores contradicciones, como por ejemplo señala Pablo de Tarso, cuando desconcertado, hablaba de lo que hacemos sin quererlo, y de lo que no hacemos, queriéndolo.

    Y para solventar esas contradicciones existenciales, el “ego”, fabrica nuevas falacias mentales artificiosas, como el de la “voluntad”, o hasta los del “demonio”, el “mundo” y “la carne”, enemigos poderosos que serían responsables de nuestras “contradicciones morales”.

    Y esto genera mas confusión y caos en el tema. “Es muy difícil encontrar un gato negro en un cuarto oscuro, especialmente cuando no hay ningún gato”, dice el viejo proverbio.

     

    La libertad tiene dos facetas: la interior y la exterior. Generalmente socialmente se valora la libertad exterior, que es “la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que, a menudo, pueden quitarle a un hombre parte de su poder para hacer lo que quisiera”, afirma Hobbes en su Leviatán.

    Pero los moralistas, enseguida, extienden este concepto de libertad exterior, en el que existe un consenso general, a la libertad interior, de la persona.

    Y eso genera muchas contradicciones. Cuando en un planteamiento, introducimos algo irreal, falso, inevitablemente, eso es fuente de grandes contradicciones. Ya decía Jorge Wagensberg: “Toda idea ausente se preanuncia, con una paradoja o contradicción presente”.

     

    Yo creo que la cuestión se resolvería, si situamos al ser humano como integrante del Universo, surgido en el mismo, por sus leyes generales, y el software inteligente, que lo diseñó, guía y dirige.

    En este contexto, el ser humano, no es ni libre, ni deja de serlo. Esa es una pregunta que no tiene sentido.

    Por ejemplo. En la fábrica Seat, se fabrican muchos coches. ¿Tiene sentido preguntarse si esos coches que se fabrican en Seat, tienen libertad de ser de otra marca?. No tendría ningún sentido.

    Nosotros hemos surgido y somos integrantes de este Universo en el que estamos. Si el Universo, fuera distinto, con distintos diseños de las fuerzas que lo dirigen y de la materia que lo constituye, y con otras constantes cosmogónica, el ser humano, sería distinto a como somos ahora. Pero ese planteamiento aquí y ahora no tiene sentido.

    Si mi abuela tuviera cuatro patas y un tapete encima de la cabeza, no sería mi abuela, sería una mesa camilla.

     

    Por eso la “libertad” del ser humano, consiste realmente en estar en armonía con las leyes constituyentes y directoras del Universo, ni más, ni menos.

    Y por eso la libertad del ser humano pasa por la sintonización con el “espíritu” interior personal, que nos conecta con el Universo.

    Y pretender una libertad “auténtica”, (diría que “divina”), no deja de ser una locura más de los monstruos de los sueños de una razón, cuando esta pierde la noción de su auténtica realidad.

    A la razón hay que utilizarla al máximo, pero embridarla muy corto, para que no nos aliene con las “fantasías” del ego.

     

    (Perdón que me enrolle tanto. Es un tema controvertido, y con muchas opiniones posibles).

  • George R Porta

    Gracias por este artículo. Fuera bueno, al menos para mi ilustración, que el autor explorara un poco más la posibilidad de alguna libertad sin condicionamientos. En mi ignorancia, me parece que una tal libertad sea imposible. No se puede ser libre de modo absoluto, sin las limitaciones que impone la libertad ajena, o mejor la autonomía ajena. Somos concebidos en el contexto de una herencia pre-existente, condicionada ella misma, que nos impone una diferenciación, una individualidad condicionada y que precede los condicionamientos sociales que solo se harán cada vez más complejos y nos harán el acceso a la libertad buscada cada vez más costoso. La autonomía es inconcebible fuera de un contexto condicionado y condicionante. Si hubo un Creador que no necesita la libertad (no se pudo equivocar ni necesitaba escoger) tampoco somos a su imagen y semejanza precisamente porque nos habita esta pretensión incesante de ser libres. ¿Cuál puede ser el origen de nuestro anhelo de libertad sino la misma arrogancia de desear ser como imaginamos a los dioses? Estamos plantados en la frustración de no poder existir sin límites y sin condicionamientos, una especie de caricatura o parodia de la divinidad omnisciente y omnipotente, omnipresente, que nos hemos inventado.