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La ética de un capitalismo salvaje: la corrupción de las ‘Americanas’

El agujero de 20 mil millones de reales [unos 3.600 millones de €] en la cadena gigante minorista de las Lojas Americanas acumulado durante años y aumentado con deudas de 43 mil millones de reales [unos 7.600 millones de €] tiene muchas facetas.

La más explícita y vergonzosa es calificar la corrupción que se esconde tras estas cifras con el eufemismo “incoherencias contables”.

El mercado, siempre sensible ante cualquier pequeño movimiento del Estado de orientación social que favorezca a los desposeídos, reacciona con rapidez de modo crítico. Ante estos miles de millones no ha mostrado ninguna reacción. Claro, se trata de la complicidad de las mismas mafias financieras, especialmente las especulativas, que ganan sin producir nada.

Los nombres de los principales “socios de referencia” (los verdaderos dueños) son los conocidos multimillonarios Jorge Paulo Lemann, Marcel Telles y Carlos Alberto Sucupira que, con otros bienes que poseen como Burger King, Kraft Henz y particularmente el control del mercado cervecero con InBev, suman 185 mil millones de reales [unos 33.000 millones de €].

En la nota publicada por el trío el día 11 de enero de 2023 se eximen de cualquier conocimiento, tratando a los lectores, que conocen como funciona el capitalismo brasilero, como tontos.

No me corresponde profundizar en esta cuestión, cosa que ya han hecho los especialistas. Me atengo a lo que me toca como profesor de ética y teología que he sido durante muchos años.

Lo que ha ocurrido aquí confirma lo que el añorado Darcy Ribeiro afirmaba frecuentemente: el capitalismo brasilero nunca fue civilizado; es uno de los más salvajes del mundo y profundamente egoísta e individualista. Esto nos remite a lo que uno de los mayores pensadores de la actualidad, el filósofo y lingüista Noam Chomsky, amigo de Brasil (su esposa es brasilera), dijo con tristeza: “nunca en mi vida vi a nadie tener tanto desprecio por los pobres y negros de la periferia como a una parte de la élite brasileña”.

Esto mismo lo confirma en su vasta obra el sociólogo Jessé Souza, especialmente en el clásico La élite del atraso: esta élite marginó vergonzosamente a gran parte de la población pobre y negra, les negó sus derechos, desconoció que son humanos como ella e hijos e hijas de Dios. Cuando se levantaron fueron rápidamente reprimidos e incluso asesinados.

En otro pasaje enfatiza Noam Chomsky algo que nos ayuda a entender a nuestros corruptos (especialmente a este trío, siempre sonriente): “La idea básica que atraviesa la historia moderna y el liberalismo moderno es la de que el público debe ser marginado. El público, en general, es visto nada más que como ignorantes que interfieren como el ganado desorientado”. Lo que le interesa al capitalismo es tener consumidores, no ciudadanos. No ama a las personas, solo su fuerza de trabajo y la eventual capacidad de consumir.

Ya Aristóteles, uno de los padres de la ética occidental, decía que la primera señal de la falta de ética es la “falta de vergüenza”. Etimológicamente vergüenza viene del latín vereor, que significa respeto, temor reverencial. Cuando falta ese valor de respeto y reverencia frente al semejante, se abre la puerta a cualquier tipo de desvergüenza.

Los corruptos de los 20 mil millones de las Americanas no muestran la menor vergüenza: se presentan como bienhechores de la sociedad, apoyando a algunas personas (las más dotadas) para estudiar en las mejores universidades del mundo (por ej: Harvard), para ser educados en el espíritu del capitalismo y llevar adelante sus proyectos. No se trata, como es el caso de muchas universidades norteamericanas que son apoyadas por grandes corporaciones que favorecen su mantenimiento e investigación. Nuestros opulentos practican solo ayudas puntuales a personas distinguidas, no ayuda a a los grandes proyectos educativos que benefician a toda la nación por avanzar rumbo al conocimiento y la autonomía.

Lo más doloroso, sin embargo, es la absoluta falta de sensibilidad de la élite del atraso, que al decir de nuestro mayor historiador mulato Capistrano de Abreu “capó y recapó, sangró y resangró” a la población que salía del régimen colonial, pero mantenía la esclavitud.

Esta ausencia culposa de sensibilidad fue denunciada frecuentemente por uno de los brasileros más beneméritos de los proyectos contra el hambre, por la vida y por la democracia, el siempre recordado Betinho:

Nuestro mayor problema no es económico, no es político, no es ideológico ni religioso. Nuestro mayor problema es una falta de sensibilidad hacia nuestros semejantes, al que está a nuestro lado”. No oímos su grito de dolor, no vemos su mano extendida esperando algo de comida, ni siquiera vemos sus ojos suplicantes. Pasamos de largo al lado del caído al borde del camino como hicieron bíblicamente el levita y el sacerdote en la parábola del Buen Samaritano. Fue necesario que un despreciado hereje samaritano interrumpiese su viaje, curase sus heridas y lo llevara al sanatorio, dejando todo pagado y si fuese necesario más lo pagaría a la vuelta.

¿Quién es aquí el prójimo?, preguntaba el Maestro: es aquel a quien me aproximo, sin reparar en su condición moral, su religión o el color de su piel. Es un hermano herido que necesita que otro hermano le socorra.

En Brasil, los cristianos son solo cristianos culturales que no han aprendido nada del Jesús histórico que estaba siempre del lado de la vida, del pobre, del ciego, del cojo y del despreciado. Por eso hay tanta desigualdad social, una de las mayores del mundo. Porque falta sensibilidad, solidaridad, sentido humano, el de tratar humanamente a otro ser humano, su hermano y hermana.

El trío milmillonario y los 318 millonarios (según la revista Forbes) no oyen el clamor que viene de las periferias, de los indígenas que están siendo diezmados por gente del agronegecio, como en Dourados-MT, ni de los miles de yanomamis violentados por la minería ilegal, a los que oficialmente se les negó agua, vacunas, asistencia médica y nutrición básica por parte del gobierno genocida.

En el caso de Brasil, pero sirve también para gran parte de la humanidad, faltó ética y faltó moral. Faltó ética si entendemos por ética la promoción de una vida buena y decente para todos. Faltó moral si entendemos por moral la observancia de las normas y leyes que la sociedad estableció para sí misma para garantizar una vida buena y decente.

Pues bien, faltó ética y moral en los causantes del desfalco millonario de las Americanas. No sabían de los 33 millones de personas con hambre en nuestro país ni de los más de cien millones con insuficiencia nutricional. Si tuviesen un mínimo de sensibilidad ética y moral tratarían de disminuir esta tragedia humana con ayuda de sus fortunas. Pero seguimos así, con el salvajismo de nuestra cultura capitalista, que a través del mercado intenta controlar la economía del país, especialmente si esta se orienta hacia los que más necesitan.

Recuerdo la clásica frase del filósofo Heráclito (500 aC) que bien decía: “el ethos es el ángel bueno del ser humano”. Entre nosotros, el ethos se mostró demoníaco.

*Leonardo Boff, filósofo y teólogo ha escrito Etica de la vida, Record 2009; Ética y moral: en busca de los fundamentos. Vozes 2003.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Un comentario

  • Juan A. Vinagre

    Comparto y me uno a esta reflexión de Leonardo Boff, que, a mi juicio, deja claras varias cosas:

    1) Que el ser humano está, en parte, sin humanizar. Más que homo sapiens, es homo “discriminator”, elitista, que con frecuencia vive del sudor ajeno, explotando -o fomentando- la debilidad humana.  Lo que lo acerca a homo caníbal…  ¿Los que así se comportan saben lo que es ser “grande” de veras?

    2) Esto quiere decir que esa élite del poder es una porción carente de ética. (La moral la crean e imponen ellos, como diosecillos.)  Y por carecer de ética esa élite es inmadura y humanamente ciega, es decir, carece de valores humanos. Sus únicos valores son el poder y el dinero.  Lo que devalúa el concepto del hombre y de “grandeza”. La clase oligarca, que no piensa ni se interesa por los demás, no sabe, no es consciente de que su “grandeza” es un ídolo que la somete, la ciega y la rebaja y devalúa como personas, aunque se eleve a una gran torre.  Ignora que el primer valor es, debe ser la persona.  Invertir el orden prioritario de este valor es oligofrenia ética.  Es sub-normalidad humana. (Cosa que el poder del oligarca desconoce, o se ríe de quien lo dice.   Hasta ahí llega la ceguera del poder…)

    3) Lo cual nos lleva a pensar que nuestras sociedades, modeladas por el poder oligárquico  -que ignora lo que es auténtica “grandeza”, y/o la confunde con el poder-, en sus estructuras de fondo no han sido nunca cristianas, aunque ese poder se valga de “iglesias evangélicas” (y otras), para robustecer más su poder, sacralizándolo.  Es decir, presentándolo como incuestionable.   (Esta estrategia de crear-reforzar  religiones elitistas es quizá más grave que el mismo poder. Impide discernir… y no tolera el cambio de pensamiento…)  En suma, ese consorcio -poder elitista y religión-,  (cosa que no solo se extiende por Brasil. Brasil es una colonización más de ese consorcio…); ese consorcio, digo,  es anticristiano. Consorcio que, por desgracia, ha crecido y crece en el campo del Reino…  ¿Cuándo llegará esa descolonización, que nos lleve a descubrir  y  a asumir valores más auténticamente humanos, que prioricen al hombre-mujer-niños-naturaleza?  Cuando eso ocurra, habremos renacido.