Nos llegó la noticia ayer por la tarde. Enrique de Castro, que se hizo próximo a los excluidos de Entrevías, había consumado su misión y su entrega. Hoy podemos ver magníficas memorias de su trayectoria en RD y otros medios (En elDiario: Y Dios pasó por Vallecas, de Javier Baeza). Aquí reproducimos la que nos llega de las Comunidades Cristianas de Andalucía. Gracis por tu VIDA y descansa en Paz, Enrique. AD.
Enrique de Castro ha iniciado su viaje a la otra orilla del río de la vida a las 7 de esta mañana. Brindemos por su VIDA. Gracias a la Vida.
Bertolt Brecht de haber conocido a Enrique de Castro le hubiese dedicado estas palabras: “Hay hombres que luchan un día, y son buenos; hay otros que luchan un año, y son mejores; hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos, pero hay los que luchan toda una vida… ésos son los imprescindibles”.
Enrique de Castro, conocido como el cura de la parroquia de Entrevías, o por algunos titulares mediáticos como el cura rojo de Vallecas, fue uno de esos incansables luchadores por las personas más empobrecidas y excluidas de los últimos 50 años. Ordenado sacerdote en 1972 y destinado a Vallecas, cambió repentinamente su vida al darse de bruces con la realidad social en la que miles de personas tenían que vivir a diario situaciones de extrema pobreza, exclusión, explotación, carencias afectivas, rupturas por la droga y por la cárcel, desesperación, etc.
Proveniente de una familia de clase acomodada, Enrique fue educado para ser una buena persona, conservadora, al servicio de la estructura eclesial y del poder establecido. Muchos de los valores, las ideas y las normas morales más básicas que él adquirió se desplomaron como una torre de naipes. Los principios tradicionales sucumbieron para él. Fiel a su experiencia vital, con sonrisa cómplice, siempre se despedía de las personas que quería con un: “Que no seas bueno…”
La parroquia fue el instrumento y el lugar de encuentro para la difusión del nuevo espíritu de lucha que pretendía transmitir a todos los vecinos del barrio. La eucaristía, la llamada “misa de una” de la parroquia de Entrevías, tomó un valor educativo de concienciación y lucha social, partiendo de las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Asamblea humana que compartía la vida, la justicia y la esperanza, brindando con vino y comulgando con galletas, tortas, pan o lo que se pusiera encima de la mesa, con el propósito de celebrar y compartir. Enrique de Castro acogía en la parroquia a las madres del barrio y a mucha gente de corazón grande y, en muchos casos, roto. Acompañaba, daba aliento y comida, techo, papeles para alcanzar libertades y, sobre todo, cariño, mucho abrazo y ternura, la mejor medicina para un corazón desangrado o un alma en pena. En la parroquia, y en torno a su persona, se congregaban personas de todas las religiones y clases sociales, cristianos musulmanes y ateos, el juez y la madre contra la droga, el educador y el preso, el catedrático de universidad y la catedrática de la calle, el sin papeles y el fiscal… Cada persona tenía su espacio, respetada por ser persona y no por lo que tenía o por el dios en que creía o no creía.
Detectaba todo lo que olía a iglesia institución, al clero y a su parafernalia, a las liturgias huecas y vacías de calor humano, triste y aburrido donde no tenía cabida la risa, el brindis y el baile, tres sustantivos íntimamente ligados a su persona.
La fe para él era algo completamente diferente a lo estipulado. Su fe se traducía en esperanza y lucha, encuentro entre personas y brindis por la vida, convencido de que Dios es ateo, tal y como tituló su último libro. Él creía en la persona, su fe residía en la persona, especialmente en las personas en las que muy pocos creían. Su fe era en: Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados (…), en palabras del poeta Galeano.
Su fe en ellos y en ellas le hizo perder el miedo, y al perder el miedo perdíó la vergüenza, se mimetizó y se hizo uno con ellos, rompiendo con todo tipo de conservadurismo. Aprendió de los que nada tienen que conservar porque lo perdieron todo, incluso el miedo.
Generoso, entregado a fondo perdido, sin importarle ni el cómo, ni el cuándo, ni el cuánto…De puertas abiertas, y no en sentido figurado, porque en su casa siempre había un plato de comida, una cama y mucho cariño para quien lo necesitaba. Por su hogar pasaron cientos de chavales, e incluso de familias, a los que dio cobijo hasta sus últimos días.
Para Enrique la solución estaba en proporcionarles amor de manera incondicional, amor del que nunca habían gozado. Por medio de ese amor conseguía que creyesen en ellos mismos, que recuperasen la fuerza y la autoestima necesaria para luchar por su vida y por sus derechos, siempre con paciencia, confianza y apoyo.
Tenía como lema un “nunca dejes a uno de los chavales en el camino”, pronunciado siempre desde el corazón y con los ojos humedecidos. Era como decir aquello de “dejar que los más pequeños se acerquen a mí” (Lc 9,56-48. 18,15-17) “porque la verdad les ha sido revelada a ellos” (Lc 10,21-22).
Vivió el presente, su aquí y ahora, y lo hizo plenamente. Fue feliz con su gente, con sus chavales, con las madres, con sus amigos y amigas, con su familia biológica y de corazón. Allá donde estés brindaremos por ti, por la dicha de poder sentirte, bailaremos contigo y reiremos hasta que la pena de no poder darte un último beso y abrazo nos ahogue por dentro.
Damos gracias a ese dios ateo por habernos permitido que nos cruzáramos en tu camino.
Miguel Santiago en nombre de las Comunidades Cristianas Populares de Andalucía.
15 de Febrero de 2023.
Acaba de citar Eloy un obituario sobre Enrique de Castro.
Añado yo otro enlace a otro medio en el que cuenta con impresionable realismo cómo la vida de un hijo de guardia civil que llegó a rango de general se mezcló después con los jóvenes víctimas de los suburbios de Madrid, “haciéndose como ellos” excepto en el pecado, hasta fumar con ellos en torno a una mesa en la que se recordaba cómo Jesús se entregó hasta el fin por amor. Pero él lo cuenta mejor, sin tanto recurso bíblico y simbolismo. Leedlo. Y rescatad vuestra memoria de él de tanta peleas ideológicas.
Así se veía él a sí mismo hace seis años:
https://elestadomental.com/especiales/la-mala-fama/enrique-de-castro
Muchas gracias Antonio por el enlace que nos has facilitado con las declaraciones de Enrique de Castro.
Las he leído con mucho interés y respeto.
Me asombra su clarividencia sobre el camino a seguir en su acción personal y su conciencia de hacer lo ética, moral y educativamente correcto, aunque desde puros parámetros de legalidad pudiera parecer que era otro el camino a seguir.
Gracias a Enrique por el ejemplo de su vida. Gracias Antonio por facilitarnos esta información.
He leído ávidamente el monólogo de Enrique en la entrevista a El estado mental. Yo sabía mucho de su disponibilidad y entrega en favor de los necesitados de protección. Pero ignoraba lo más duro, lo trágico, lo heroico de su ministerio. Se jugaba la vida cada día. Lo hacía por amor, también a los que lo odiaban, maldecían o agredían. Sólo siento envidia y desazón por estar lejos de alcanzar su grado de perfección evangélica.
Así era, Celso, por eso, quienes lo tratamos algo personalmente y lo escuchamos, a mí por lo menos me dejó impactada, como ya he dicho y no me canso de decirlo, era único en en todos eso que llamamos un proyecto de vida evangélico, humano, plenitud de ser humano, valiente donde los haya, desprendido y generoso sin límites, creador de comunidad y de humanidad con quienes la vida o las circunstancias se la negaban.
Celso, a ver cuándo nos deleitas con alguno de tus estupendos escritos. Me encanta leerte.
El diario “EL PAÍS de ayer 18 de febrero publica un articulo obituario sobre Enrique de castro poniendo de manifiesto algunos aspectos de su vida entregada contra la exclusión de los más necesitados y con especial preocupación por las personas en prisión.
Firma el obituario el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz González.
Adjunto enlace:
https://elpais.com/espana/2023-02-17/enrique-de-castro-mas-de-50-anos-de-constante-lucha-contra-la-exclusion.html
No pienso convertir este diálogo en un torneo de egos. Hablando de narcisista a narcisista, en ese tema, me rindo: la suya es mas larga. Pero su contestación, amigo Valderas, es un corta y pega, de todas las suyas en este foro.
Nunca aporta algo de conocimiento, (ya no digo sabiduría, que eso para todos, es pedir peras al olmo). Usted, solo interviene para criticar, (de ahí mis referencias a los “críticos profesionales”).
Pero sobre todo para criticar la forma, no el fondo, que es lo que en verdad interesa. Vamos, algo así, como una maestra de dictado infantil.
Quizás sea deformación profesional, el mono de poder y reconocimiento por la jubilación, (muy abundante a nuestra edad), o quizás sea un efecto psicológico de vivir en la Cataluña actual, pero se le nota “encabronado”, y usted aquí solo se dedica a discutir.
Yo comprendo, porque a mí también me pasa mucho, que los que tenemos una forma “irritante” de ser y de comportarnos, suscitamos ataques, y tenemos que defendernos.
Pero lo que me extraña en usted, es lo mala que es su defensa. No entra, ni por asomo en los temas, y sale por peteneras, con sus libritos y librotes. No reconoce al otro nunca nada, ni pide perdón nunca por las cosas que haya dicho o hecho mal, (que alguna habrá, lógicamente).
Yo estoy convencido que no es por miedo a que lo demás conozcan sus debilidades, porque ya se encarga usted mismo en sus respuestas, de focalizarlas. El que escribe, quiera o no quiera, se desnuda.
Yo creo que un problema que le pasa, como a mí y a muchos, es que no “podemos” entrar adentro y mirarnos bien, pues nos tememos que nos vamos a llevar un buen disgusto, pues no concuerda nada con nuestro disfraz-careta-persona.
Un análisis superficial hablaría de “narcisismo elefantiásico”. Pero yo creo que normalmente el narcisismo es el disfraz que usamos los “acomplejados”, para compensar nuestros fuertes complejos e inseguridades, (que todos tenemos, yo el que más).
Me da la impresión de que tiene tanto miedo a no llevar razón alguna vez, que cuando inconscientemente se siente en terreno poco seguro, usa su “manta mágica de invisibilidad”, de escurrir el bulto y salir por peteneras bibliófilas.
De ahí la metáfora de Calleja, de que “pincha el balón, o se lo lleva a casa cuando se enfada”. Y naturalmente, acaba siempre diciendo la última palabra. ¿Cómo no iba a ser así?. Faltaría más.
Pero esa manta no funciona, le han timado.
Y esa fuerte inseguridad interna, explica en mi opinión, su adhesión inquebrantable a la santa Iglesia, que le da la seguridad que tanto necesita.
Luego usted, esa ciega adhesión de un hombre cultivado, la racionaliza con lecturas y demás, pero en el fondo, fondo, eso es lo que posiblemente haya.
Amigo Valderas, nos queda poco de vida, y no merece la pena malgastarla en discusiones personales, siempre a la defensiva, y ejerciendo de viejo cascarrabias.
Seamos felices, en lo que podamos, y disfrutemos con nuestros hábitos y placeres personales, que el Universo es maravilloso y “Dios” es el primero que se alegra de nuestra felicidad.
Se lo deseo, sinceramente, y sin ninguna acritud.
(Soy consciente, de que casi todo lo que le he dicho, es un reflejo de lo que me digo yo a mí mismo todos los días: hay pocas cosas nuevas bajo el sol. Se lo digo, con la pena y la frustración de pensar, en lo mucho y bueno que nos podía aportar en este foro, si su actitud fuera otra).
(Como ve, no he puesto ni una cita de calendario de taco. Mi abuelo paterno Francisco, era un pobre agricultor segoviano, con muy pocos años de estudio en la escuela del pueblo, todos juntos en una sola clase, pero con un ansia enorme de aprendizaje y de conocimiento.
Y al final de sus días, cuando yo le conocí, con 10-12 años, declamaba poesías, y casi todo lo que sabía, lo había aprendido en los calendarios de taco y en el Calendario del Corazón de Jesús, que culturizó a mucha gente, sobre todo en los pueblos.
Por eso les tengo mucho cariño nostálgico, aunque no se si seguirán existiendo).
Veo señor García que usted se abona al género biográfico, el preferido al parecer por muchos de los que intervienen en este blog. Se adentra en los recovecos de mis intenciones. Vamos, que ni el confesor.
Con ánimo de ayudarle, enseñar al que no sabe es una obra de misericordia, existe en España una especialidad cultivada por Gregorio Marañón; la elevó a la cima en su historia de Antonio Pérez, cuya identidad supongo conoce. Vale la pena leerla. A ese género literario Pedro Laín Entralgo, admirador de quien consideraba su maestro, le llamaba patografía. Porque el internista que era Marañón y su espectacular interpretación del Greco –otro día se la explicaré, si quiere– ahondaba con precisión de bisturí en la psiquis del biografiado. Una psiquis que él mezclaba con lo que un hipocrático llamaría humores. ¿Me sigue?
Bueno, pues ese género literario tiene sus reglas. Quizá convendría que las conociera.
No me importa su interior, ni quién es usted, ni a qué dedica el tiempo libre.
Si necesita ayuda, sepa que aquí me tiene. Decía san Pablo que lo que recibisteis gratis, dadlo gratis.
Por cierto, cuando habla del contenido, del asunto, de quo agitur? Quizá esa expresión escolástica sí le sea familiar.
(Hoy como es fin de semana, aprovecho para soltar un “rollo” mío, y de paso meterme en un charco. Sé lo que me espera…). Y que perdonen las C. C. de Andalucía y su recuerdo a Enrique Castro, que acaba de pasar el trance que pasaremos todos pronto).
Hay un refrán popular que dice “dime de lo que presumes, y te diré de lo que careces”. Pero a veces la mente es un poco mas complicada, y por eso, se podría mejorar ese refrán, diciendo, “dime de lo que presumes, y te diré de una fuerte carencia que estás tapando”.
Las personas inteligentes, sufren de carencias, que en otros, tienen relativa importancia. Cuanta mas son nuestras posibilidades, más se notan, aquellas cualidades que no tenemos. No es lo mismo que las lentejas te hayan quedado un poquito durillas, en bar de menú del día, que en un restaurante de estrellas Michelin.
Por eso es muy normal, que la persona con grandes cualidades, sufran mucho la ausencia o la deficiencia en otras. Porque siempre apreciamos más lo que no tenemos que lo que tenemos, lo que es una triste maldición.
Todo esto viene a cuento del amigo Valderas. Que presume ostentosamente, (casi diría como Jesús Gil, “ostentóreamente”), de sus muchas lecturas y espléndida biblioteca. Y la verdad es que da un poco de penilla.
Denota claramente varias cosas. La primer que no ha comprendido bien, que Atrio, no es un foro académico, sino un foro de “divulgación” del pensamiento.
Aquí, los lectores y muchos de los escritores de artículos, somos aficionados en vías de formación en los temas, con mayor o menor número y dedicación a la lectura y el pensamiento.
Por eso, no se nos puede acusar de “diletantes”, (eso ya lo sabemos), y por eso los “académicos”, para escribir aquí deben saber “divulgar”, y tener “paciencia” con los que no sabemos tanto como ellos.
Porque por otra parte, yo, sinceramente, por ahora no he aprendido nada, (NADA), de Valderas, más que lo mucho que dicen que sabe de esto y de lo otro. Debe exponer sus ideas sobre los diferentes temas, y no pretender ser el mas listo de la clase. Y luego cada uno que aprenda lo que pueda o quiera.
En el fondo se trata de un episodio más de la constante batalla cultural entre “críticos” y “creadores”, o entre “analistas” y “sintetizadores”, o entre “eruditos” y “sabios”.
Un crítico en general, “es un hombre que conoce el camino, pero no sabe conducir el coche”, como dijo el crítico Kenneth Tynan.
Ramón Gaya opinaba “que a medida que el crítico se perfecciona en su especialidad, irá hundiéndose más y más en la maraña de lo que “sucede” en el tablero del arte, y apartándose de lo que el arte, sin tablero, es”.
Y el crítico inglés Cyril Connolly, como buen crítico, criticaba también a los críticos, comparándoles con los escorpiones, capaces de destruirse con su propio veneno.
Pero la puntilla final, la da Boadella cuando señala que nadie de pequeño aspira a ser crítico, ni erudito: “Los niños quieren ser aviadores, bomberos, futbolistas, pero nunca críticos”.
La verdad es que las personas que encarnan el papel de “crítico, meten mucho miedo, y todos ante ellos oímos en nuestro interior una voz que nos avisa, (ripiando el consejo de Góngora a la rosa):
“Vienen con un mal instinto insano,
mala leche y en cada mano un mazo.
No salgas que te aguarda algún tirano,
dilata tu nacer, contén tu mano,
no les des ocasión al estacazo”.
El poeta inglés Yeats, quizás un poco optimistamente dejó escrito: “No puedo dejar de pensar que esta época de críticos está a punto de acabar, y que en su lugar pronto empezará una época de imaginación, emoción y revelaciones; ciertamente creo que un mundo suprasensorial está cerca”.
Todo esto es causado por los efectos psicológicos de la excesiva erudición, que como decían Gibbon, y André Gide: “La erudición ahoga las inteligencias”.
La erudición neurótica, es como el alcoholismo, que nos hace perder el norte. El economista, novelista, el académico José Luis Sampedro, nos alertaba de la relatividad de todo, y en concreto de la erudición, en su soneto sobre la “estructura económica”, que acaba con estos dos tercetos:
“¿Y todo para qué?. ¡Bien locamente
sacrifiqué la edad joven y ardiente,
en holocausto de esta ciencia frígida!.
Pues he de confesar con amargura,
que sin tanto estudiar, en estructura,
tiene más que enseñar la Lollobrígida.”
Y es que como decía Bernard Shaw, “los hombres son sabios, no en proporción a su experiencia, (o a sus lecturas podemos decir también), sino a su capacidad para aprender de ellas”.
Y Lichtenberg, que era un gran enemigo de los “eruditos”, opinaba: “Hay muchísima gente que lee solo para no tener que pensar. La gente que ha leído mucho, raras veces hacen grandes descubrimientos, pues para hacerlo es preciso ver con criterios propios, más que oír a los otros”.
Aunque distingue: “Los eruditos con escaso sentido común, aprenden generalmente más de lo que necesitan. Entre todos los hombres doctos que he conocido, los más grandes pensadores eran los que habían leído menos”.
Parece ser que Maquiavelo, sobre un erudito de su tiempo decía: “Mejor que saberlo todo, es para un hombre, observar el mundo que le rodea, tener ideas propias, saberlas explicar claramente, y sacarles jugo“.
En general los eruditos, son buenos abogados, fiscales, y críticos, pero malos creadores y son como maestros de enciclopedia y libro de texto.
Y de la misma opinión era Machado, que le hace decir a su “Juan de Mairena”: “Aprendió tantas cosas, escribía mi maestro a la muerte de un erudito, que no tuvo tiempo para pensar en ninguna de ellas”.
Que es de lo que acusaba Clemenceau a su adversario Poincaré: “Lo sabe todo y no entiende nada”.
Por eso Américo Castro, aunque él era un erudito, nos daba un luminoso consejo: “Hace años que viene preocupándome darme cuenta del sentido de lo poco que sé, más que de aumentar su modesto volumen”.
Hombre, cúrreselo un poco más. No es presentable citas de taco de calendario. Es un remedio muy sobado. He cogido de su estante dos libros que le vendrían al pelo y le darían una pátina de seriedad y de frecuentación de las fuentes.
Dictionary of Scientific Quotations, de Bynum y Porter, dos maestros de historia de la ciencia, geniales. De ese libro ha escrito Dawkins que “he buscado en vano omisiones e imperfecciones; por su parte, Gratzer añadió: “un trabajo prodigioso de amor y cornucopia de sabiduría, humor y sorpresas”. Los juicios laudatorios siguen.
The ultimate quotable Einstein, editado por Alice Calaprice y prólogo nada menos que de Freeman Dyson. (No estaría demás que conociera algo de Dyson y su apertura a la trascendencia. Vale la pena.). La edición crítica de Einstein en una quincena larga de volúmenes se ha editado por Princeton University Press. Este compendio de frases célebres es una suerte de colofón.
Maneje esos volúmenes y déjese de florilegios.
Dudo de la oportunidad de intervenir en la polémica Duato-Valderas. Quisiera aportar un rayito de luz. Por supuesto, las descalificaciones e insultos a personas y personalidades, incluido el papa, son siempre intolerables. Quisiera romper una lanza a favor de José María Valderas.
Hace sólo medio siglo, en las mejores facultades teológicas, los dogmas eran probados con textos tomados acríticamente de la Biblia. Así, el “Tu es petrus” para el primado de Roma. “Pater, filius et spiritus” para la naturaleza de nuestro ignoto dios. Los relatos novelescos o poéticos eran históricos. Salaverri, Escudero, Lucio Rodrigo y otros profesores en Comillas. Santo Tomás era texto básico, casi único, en Salamanca. En el prestigioso Instituto Bíblico de Roma, quince años después de la “Divino afflante spiritu”, el profesor Agustin Bea (luego cardenal), precisamente el redactor de dicha encíclica, repetía cuanto San Jerónimo había escrito: “Cada una de las palabras de la Biblia fue dictada por el Spíritu Santo a los hagiógrafos”.
Y qué decir de los dogmas. Desde Nicea, con la sorprendente estratégica imperial definición de la divinidad de Jesús hasta el Vaticano I con la narcisista definición de la infalibilidad papal. Desde Gregorio VII con su “Dictatus papae” hasta Juan Pablo II con su “Dominus Iesus”. Y en medio, numerosos “dogmas” que no pasan de ser hipótesis de filósofos y proposiciones, a veces interesadas, revisables, de jerarcas y de fervorosos fieles.
Valderas dispone de toneladas de libros que, sin duda, leyó y lee. Sus numerosos libros recogen el sentir y la evolución dogmática bimilenaria del Cristianismo y milenaria del Catolicismo. Pocos libros pueden ser posteriores al Vaticano II. Como el Quijana de Cervantes, vendió muchas fanegas de su albedrío para solidarizarse con los dogmas tal y como la Jerarquía los venía proponiendo hasta finales del siglo XX. Es explicable. No podemos pedir peras al olmo. Como Valderas hay muchos pensadores a quienes los mínimos gestos de discordancia con lo que siempre se hizo o se enseñó resultan intolerables. Basta tender nuestra vista a cardenales claramente díscolos en Roma.
Hay que ver, señor Alcaína cómo me conoce y cóm conoce mi biblioteca. Podría sumarse al coro de mis biógrafos que abunda en este portal. Mejor que yo mismo y que mi confesor, porque al confesor ya se sabe que uno le cuenta de la manera que lo ve o quiere ver.
Pues sencillamente, ni una. Ni un acierto. El grueso de mi biblioteca está dedicado a mi profesión durante casi cuarenta y cinco años. Quiero decir que predominan los libros de ciencia y de filosofía, con particular atención a las ediciones críticas de los grandes autores y a comentarios de expertos. Por ejemplo: la edición de Newton y el comentario de Chandrasekhar, entro otros. La edición crítica de los clásicos de la Belles Lettres, la Loeb y la catalana Bernat Metge, que por cierto cumple este año el centenario de su mecenas, Francisco Cambó, efeméride a la que la Universidad de Barcelona le está dedicando varios homenajes.
Algunas ediciones críticas y sus comentarios presentan aportaciones muy interesantes sobre la metaciencia y pensamiento religioso de sus autores. Piense en Euler o en los Bernouilli, o para mí el muy caro Maxwell, en cuyos tres tomos de la edición de Cambridge University Press no podía faltar su réplica a Tyndall.
No le abrumo más. Uno lletraferit que se dice en catalán, un enamorado de los libros y de la palabra escrita, tiene un innegable fetichismo por los libros. Visita y es conocido por todos los principales libreros de libros antiguos de los cuatro puntos cardinales, que no dejan de enviarle sus novedades. Pero, ahora cada vez menos, no deja de visitar traperos y libreros de lance en busca de la joya escondida. Y la encuentra. Así he podido hacerme con un De locis de Melchor Cano del XVI, un Pedro Lombardo del XVI o un Capreolo de parejas fechas. También en el campo de la historia de la ciencia española (mamtemáticas, química y botánica) y francesa, sobre todo.
Pero vayamos a la teología. Dice usted que mis fondos son anteriores al Vaticano II. No es verdad. De hecho a la biblioteca de la Facultad de Teología de Valencia le envié algunas joyas bibliográficas (una historia de la Iglesia del XIX en seis tomos, entre ellas) y libros de teología anglicana y protestante, que compré de saldo a un vicar del consulado de GB en Barcelona que quería despojarse y que era una remesa muy valiosa.
En su mayoría, si descontamos el uso frecuente que hago de las obras de santo Tomás, son posteriores al Concilio. Francesas en buena medida, de las editions du Cerf, algunas italianas, de la Libreria Vaticana, inglesas bastantes y, en menor medida, italianas. Por supuesto que algunas españolas no cuentan entre mis favoritas (Trotta, no son de mi atracción, aunque tengo alguna, desde la mesa leo en la estantería “Conceptos fundamentales de ética teológica”, ni me apasiona Sal Terrae). Los libros de Salaverri o los de Hellín-Gironella en filosofía no se cuentan entre mis visitados habituales.
Unos a veces te gustan en un tema y en cambio los encuentras flojos en otros. Pero, cuando se vive de trabajar en textos ajenos, te olvidas en seguida de quién es el autor, sino de lo que dice. Cuando en mi juventud me hice cargo de la edición española de una revista de ciencias de alcance mundial, pasé un período breve de formación en la sede central, en Nueva York. El editor me dio, a modo de prueba y ensayo, un texto de quien para mí era tabú, al poco premio Nobel, pero indiscutible por su descubrimiento de la fijación del nitrógeno. Cuando tuve ante mí el texto que tenía que revisar y “editar”, es decir, darle la vuelta del calcetín y hacerlo accesible a gente profana, me quedé como cuando la gallina le sale pato. El editor americano al poco vino y me dijo el habitual “qué, ¿cómo va eso? Le repuse, no me atrevo a tocarle una coma, es de fulano de tal. Y me repuso, “no mires nunca al autor, fíjate en lo que dice y si lo que dice no lo entiendes tú es que no lo entiende nadie, ese es tu único criterio-” Llevo muchos decenios de costumbre fijándome en lo que se dice.
Lo demás es cosa del biógrafo. Uno más.
He entrado porque me lo ha indicado una atriera, de sentido común y no eclesiástico.
Entiendo y puedo equivocarme…. de “evangelio o BUENA NUEVA” no se infiere de este diálogo.
Enrique de Castro fue valiente, coherente y testimonial. Guste o no guste: ESA FUE LA BUENA NUEVA: AMÓ Y RESPETÓ.
Los “llenos de sí mismo” no pueden verse más que a sí mismo porque están “llenos”. Ahora bien, ¿llenos de qué? El juicio no está en mis manos.
Una atriera que no soy yo y, aunque lo hubiera sido, me parece muy pertinente lo que has dicho.
Un abrazo, Jaume.
Señor Calleja, las reducciones y simplificaciones son buenas para profundizar- La biología se reduce a la química y ésta a la fisica. sin que ninguna materia pierda su autonomía en el tránsito, ni su especificidad. Si embarro o no embarro el campo es cosa suya. No creo que pueda demostrar que he hecho daño a nadie, de intento. No pincho ninguna pelota, entre otras razones porque no sabe cuánto me costó obtener una.
Y a lo mollar. Para saber qué entiendo por teología, le remito a lo escrito hace ya algún año:
Filosofía de la biología, papel intermediario entre ciencia y teología. Scripta Theologica, vol, XI, mayo-agosto 2009, p.425-450
Neurociencia cognitiva de la religión, Estudios Filosóficos, 2013, n.179, pp.63-97
Etica de la biología sintética, Estudios Filosóficos, 2011, 217-255.
Introducción a la neuroteología: una aproximación a las bases neurales del fenómeno religioso. Escritos del Vedat, 2013, vol-XLIII, pp.7-64.
Sobre los preambula fidei, le citaré uno solo, que lo mío me costó
Ajuste fino y origen de la vida, Naturaleza y Libertad, número 5, pp.133-238.
Desde el VAR y que tenga suerte en la portería.
Enrique Castro “el cura de entrevías” ha fallecido. Por respeto a su memoria toca decir lo bueno de este hombre, que como sabemos es mucho.
Un amigo mío, cura obrero, con 92 años, apareció en el barrio de la periferia de Barcelona donde yo vivía, junto con otros curas obreros, que confesaban un propósito. Ser “kamikazes” en dicho barrio pregonando e imitando a su maestro Jesús el Cristo.
Mucho critico hoy el credo que los impelía a forjarse un espíritu de sacrificio. Pero lo cierto es que nadie está en el interior de nadie, y por las obras es como se conocen a las personas. Enrique Castro debía de sacar agua viva de algún manantial que le diera energías para su obra compasiva. El sabría de donde la sacaba. “Dios escribe recto, con renglones torcidos”.
El gran Vicente Ferrer de la India, es otro hombre santo que decía aproximadamente, esto. ¿Para que la teología de un Dios que no ves? si tienes al hermano al lado, que si ves…
Si, en los evangelios esta puesto:
“¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? “Y. respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a unos de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mateo 25:37-40.)
Me da que pensar. Nadie saca agua de una fuente seca.
Que “el cura de Entrevías” descanse en paz, envuelto en sus méritos.
Pues sí, cuando estamos recordando, casi aún de cuerpo presente, el mismo día de su sepelio, a un hombre seguidor radical de Jesús, resulta asqueroso que se desvíe la atención en pro de otras cosas ajenas a la conducta impecable de Enrique. Jesús debió ser muy, muy comunista a juzgar por su modo de vida, trabajando como artesano, comiendo con publicanos y pecadores, diciendo que las prostitutas irían por delante de muchos meapilas, juntándose con “los malos”, como ha dicho alguien, preocupándose por los más desvalidos, dando latigazos a quienes habían convertido al templo en una panda de mercaderes, asesinado a petición del SANEDRÍN, autoridad religiosa máxima, sin que ni el propio Pilatos entendiera porqué, juntándose con mujeres, sus amigas…, en fin un personaje no deseable ante quien se descartó Barrabás, por lo visto, un delincuente conocido a la hora de condenarlo a la cruz, como el más miserable entre los miserables.
Pues nada, sigamos pensando en “el templo”, en vez de las personas necesitas, mezclemos basura, a ver si borramos la memoria de Enrique Castro. ¡Qué vergüenza ajena siento en estos momentos por alguna manifestación aquí y hoy.! ¿Por qué cuando el arzobispado de Madrid intentó cerrar la parroquia, no lo pudo hacer ante la presión de sus parroquianos y parroquianas?
Hoy, el recordado es Enrique Castro, no otras personas que nada tuvieron que ver ni con él, ni con su vida de entrega total a imagen de su Maestro Jesús, no de ningún otro ídolo, llámese como se quiera. Un poco más de altura de miras, señores.
Sosiéguese, señora, sosiéguese. Y no dé circunloquios para referirse a mí. Por altura de miras, y no por ningún movimiento reptiliano, rastrero, me propuse indicar al señor Llaguno las distintas ópticas de ver el sacerdocio obrero y, con ello, las diversas consideraciones sobre determinada vida llevada por una persona, en la que, en ningún momento, he minusvalorado. Relax, señora Rodrigo, relax, y sí, aúpese un poco más en sus juicios desarrapados.
Contrólese, señor Valderaa, contrólese. Su mentalidad ultraconservadora, con la que llega a declarar que Francisco es un papa desastroso para la Iglesia y (ahora mismo) que los juicios que hace Ana Rodrigo son “desastrosos”, chirrían demasiado en este Atrio que quiere ser “lugar de encuentro” y no “arena de gladiadores”.
No permiteremos que siga intentando apabullar a base de anécdotas narcisistas de sus contactos o de sus metros de librerías. Si quiere exponer sus ideas ortodoxas y su fidelidad a la letra del Dezinger y del CIC, hágalo con suavidad y mesura, como lo suele hacer el médico catalán residente en USA, Santiago Hernández, que está defendiendo en ATRIO la ortodoxia católica más extrema, mucho antes de que aparaciera por aquí Ludovico, y sin que nadie se haya sentido ofendido por él.
Y desde luego, con la mínima coherencia que se exige a un católico radical, sin llamar ignorante o desastroso (permítame que documente más sus intervenciones) al papa actualmente único legítimo en la Catedra de San Pedro. Contrólese pues o acompañe al Sr. Cigoña en Infovaticana, donde será bien acogido.
No sé cuál es mi mentalidad. Mi mente se ha configurado con el crisol constante de la empeiría, la lógica matemática y la formación continua. Y por supuesto no voy a aceptar lecciones que no estén respaldas por los mismos parámetros. Si usted quiere suprimir mis textos, allá usted; desde niño estoy acostumbrado a que cuando alguien pierde se lleve la pelota, porque nunca tuve botas de fútbol ni balones de reglamento. Es usted el dueño, con plural mayestático o sin él. No creo que haya alguien aquí que documente más sus intervenciones.
Por supuesto que estoy hasta el tupé de las meteduras de pata de Francisco en lo doctrinal. No porque sea progresista –en oposición a ultraconservador–, sino por sus disparates teológicos en dogma, moral y exégesis. Y lo he mostrado: sin respuesta a los disparates que le atribuyó en sus entrevistas el director de la República, en la respuesta sobre la comunión de los protestantes y los separados, aquellos niegan la presencia real y éstos se alejan de las exigencias reclamdas por san Pablo, En moral aun estamos esperando la respuesta a las dubbia, donde entran consideraciones gravísimas de teología sacramental. En moral, sus dislates sobre el discernimiento en oposición a conciencia recta son de aurora boreal. Un Papa desastroso en lo principal.
Yo no acepto la división entre ulttraconservadores y progresistas en dogma ni en moral. Quizá sea deformación profesional. En ciencia no hay ulttaconservador y progresista. El experimentum crucis es la verdad, no lo que yo diga o lo que otro diga, sino el código de enunciados que conforman una ciencia o el código de verdades de fe que recoja el CIC.
Y, por supuesto, lo que llama usted narcisismo es la constación personal experiencias a las que hago referencia para atestiguar lo vivido.
Y, por supuesto, tengo una biblioteca envidiable, de muchos miles, de varias decenas de miles de volúmenes que he ido formando desde que cobré mi primer peso, a los diez años, porque en casa escaseaban los libros. Y. además, he enviado toneladas de libros a la facultad de Teología de San Vicente Ferrer porque la formación es el bien que mejor podemos legar a los que no tienen posibilidades.
Merced a esa biblioteca puedo desmentir los disparates que leo.
No acepto lecciones de nadie, señor Duato. Si a usted no le gusta el tono y el contenido, coja la pelota y llévesela. La pelota es suya. Es decir, suprima mi texto. No creo que le deba ningún favor. A la primera supresión entenderé que no quiere que juegue.
Ay, D. José María, hay niños que se llevan la pelota a casa y niños que la pinchan cuando la cogen o la tiran lejos del campo de juego para molestar y arruinar el partido. Niños que no siguen las reglas del juego, que quieren jugar y ser árbitros a la vez, que se lo dicen a papá si los cuestionan (Catecismo), niños que embarran el campo… Niños que disfrutan parando el juego. Hay muchas clases de niños y muchos de ellos nos saben jugar ni quieren. No los echan, sino que no dejan jugar. Nunca lo reconocerán, no lo ven.
Yo, personalmente, atendía a muchas claves que usted aporta, y le tomaba muy en serio; poco a poco, he visto que demasiado en serio; no le interesamos como interlocutores válidos; solo para ser aleccionados en el catecismo; veo que en teología sus límites están en lo que usted mismo confiesa, “quizá sea deformación profesional” de científico. Exacto, deformación profesional o lo que sea, pero deformación: la teología como glosa del catecismo, de eso quiere que hablemos y le llamemos teología.
Tomado el axioma al pie de la letra, una ruina de antemano para su método y conocimiento. Usted no hace teología, afirma la verdad, como dice, tal como se ofrece en “el código de verdades de fe que recoja el CIC”. Le es igual, si lo recoge, ya está. La teología como glosa servil del Catecismo, sin el mínimo sentido crítico para darle a nuestras credo formas más precisas en la razón iluminada por la fe. Y en moral, en particular. Ya lo sabía, pero quería verlo en letras de molde. Y eso, el catecismo no es un código de verdades, es la primera vez que leo algo así en serio. ¿Un código? Hasta los códigos admiten confrontación en la interpretación y aplicación de la norma. Usted no.
Por tanto, no esté tan seguro de que los problemas que le causamos son su sabiduría y argumentos inapelables, sino que embarra el campo y lo deja impracticable, y cuando entramos en materia, nos quiere glosadores serviles del catecismo y eso, en sentido estricto, no es la teología.
Con todo, y siempre, el campo de juego y el balón es de todos, suyo también.
Estoy escandalizado.
Tengo la costumbre, como penitencia autoimpuesta, leer de vez en cuando el portal Infovaticarca (Cada vez menos que uno no es masoquista) y hoy, a modo de zappinh, pase por ahí y vi que se hacñian eco de la muerte de Enrique de Castro.
El titular no puede ser más asqueroso: “Muere Enrique de Castro, el cura rojo de Vallecas que se jactaba de fumar celebrando misa”.
Esto es lo que estos indeseable sponen de titular en su basura de página web sobre el tema.
El artículo que sigue al titular es vomitivo.
Es mejor no reproducirlo.
Estos son los que se dicen poseedores de la Verdad religiosa y los depositarios de la continuidad católica.
No es posible compartir Iglesia con estos despreciables sujetos.
Debe ser pecado, pero yo no puedo.
Que Dios me perdone.
Ante todo, que Dios le haya acogido en su seno.
Uno, mi apreciado señor Llaguno, no puede presumir de haber dedicado largo tiempo a los demás como usted en tierras de misión. Ha sido más bien burgués de espíritu, ya que no ha llegado a tanto de dinero. Pero seguramente no había usted nacido cuando un servidor era niño y adolescente, que fue el tiempo en que conocí la existencia de los curas obreros de Francia. Eran tiempos preconciliares y, por casualidades de la vida, conocí a un cura, hermano del entonces director de Le Monde, que con su dos caballos iba trotinando de camping en camping con su breviario y su media lengua. Al preguntarle si le seguía alguno, contestó: supongo que no, pero me basta con remover el agua. Como un cura obrero a su aire iba en mangas de camisa, en un tiempo en que el traje talar debía de ser obligatorio.
Pero quizá lo que me impresionó más fue, en Toulouse, en la casa de los Hermanitos de Foucauld. Hombres hechos y derechos, era yo un adolescente, se pasaban horas ante el sagrario, antes de encaminarse en bicicleta al tajo, unos a la obra, otros al taller mecánico o al servicio municipal de limpieza. Andaba por allí Jacques Maritain.
Espoleado por su ejemplo, cierto verano acudí a una parroquia obrera del cinturón rojo de Barcelona, dispuesto a arrimar el hombro. Puede imaginarse el contexto: templo desnudo, habitaciones sin puertas, pasquines por doquier, vivas al Che y a Castro… Los sacerdotes, llegadas las elecciones con la democracia, se presentaron por el PSUC, es decir, por el partido comunista.
Cualquiera que se entrega a los demás me tiene ganado. Soy incapaz de imitarlo, más allá del fervorín. Pero, ¿por qué subvertir la doctrina de la Iglesia centrada en Cristo? Le he dado muchas vueltas a la frase de Ottaviani “sacerdotes de los obreros sí, sacerdotes obreros no”, a propósito de la reacción de Roma ante el movimiento y la réplica de Mauriac “han decapitado la cabeza del catolicismo francés”.
Rezaré por él una oración que suele venirme a la memoria cuando paso delante de un camposanto: De profundis clamavi ad te Domine…
José María,
sabes que te respeto y admiro lo que tu trabajo tuvo de bueno en mi juventud (Que fue mucho), pero precisamente por tu experiencia de importante divulgador científico es por lo que un poco de precisión se hace necesario.
Yo no he presumido de “haber dedicado largo tiempo a los demás en tierras de misión”. De hecho, presumir, lo que se dice presumir, no he presumido de nada (De lo único que presumo con verdadero deleite en mi vida es del amor de mi mujer, de la compañía de mi familia, perretes incluidos y de la pasión por el Atleti).
Lo que sí he dicho, y no es presunción sino puros datos, es que fui voluntario misionero en Lesotho (Africa) durante el verano del 92, y que les teché un colegio, acompañado de 3 seminaristas zambeños (O zambianos) que trabajaban más que 5 ó 6 de los mecánicos que, hoy en día, en España, trabajan y muy bien en mis obras.
Mi conocimeinto de Enrique de Castro, viene de mi condición de Cooperador Salesiano.
En mi juventud, en el centro juvenil (Muy pijo, es cierto) del colegio de Estrecho, vino a vernos varias veces y nos contó su vida, sus experiencias y la razón que le llevaba a vivir así, y todos nosotros nos quedamos enamorados del brillo de sus ojos cuando hablaba de su gente y de la vida de su parroquia… porque siempre nos dejó claro que todo eso lo hacía por amor a Dios, que sólo puede ser mostrado en forma de amor al prójimo.
Para nosotros fue un referente, aunque nuestra colaboración juvenil fue más estrecha con otra parroquia similar, en este caso en Pan Bendito y que estaba regentada por una comunidad salesiana.
En cuanto a denominarme “burgués de espíritu” creo que has confundido el orden.
De ser burgués, lo soy de facto, no de espíritu. De espíritu soy una persona que teniendo un pensamiento cercano a la izquierda, se ha visto tremendamente decepcionado por ella y se ha vuelto pragmático. Vivo bien. Gano dinero suficiente para vivir con comodidad (Aunque algunos errores en la búsqueda de la paternidad/maternidad me han llevado a tener que administrar mis gastos con verdadera contención). Y en las últimas elecciones voté al PP.
Pero créeme. En mi corazón, sigo siendo el jovencito ingénuo que votaba a Julio Anguita.
Los que en su día se auto denominaron “curas obreros”, como de Castro y el recientemente homenajeado Llanos (O Julio Yagüe, párroco salesiano de Pan Bendito), en los años de mi juventud, consiguieron aglutinar en torno a una coherencia social con el Evangelio a una juventud ávida de democracia, libertad y pensamiento libre.
Siempre recordaré como en mi parroquia, nos reuníamos los viernes por la tarde más de 150 catequistas para ser formados por el teólogo o experto de turno, hasta altas horas de la noche y así poder, a nuestra vez, acompañar a nuestros catecúmenos en su libre elección de seguimiento (O no) a Cristo, por medio del amor (Y solo por medio del amor que es el motor de cualquier acción social cristiana).
Allí aprendimos que la doctrina cristiana NO ESTÁ CENTRADA EN CRISTO sino en el amor al prójimo que Cristo predicó y por el que el Padre le premió con la Resurrección definitiva y con ello, nos la prometió a todos nosotros. Lo ratifique el Papa o su porquero.
Que la Iglesia, en vez de predicarse a si misma y a su dogma y su doctrina, TIENE LA OBLIGACIÓN de transformar el mundo, construyendo el Reino de Dios en la Tierra (Que ya nos lo regalará el Padre después cuando nos acoja, pero en eso no tenemos mérito. El mérito es todo Suyo).
Y que hombres y mujeres (Encarnita te queremos) como Enrique, José María o Julio nos enseñaron que era posible hacerlo aquí y ahora.
Yo no soy el mejor de mi “quinta”.
Entre aquellos jovencitos que nos juntábamos los viernes hay hoy funcionari@s de prisiones, maestr@s (Much@s), médic@s, enfermer@s, sacerdotes (Sacerdotas no hay desgraciadamente aunque alguna monja sí salió), trabajador@s sociales y también algún ingenier@ o empresari@ que tratamos de demostrar que en un trabajo “no tan social” se puede servir al y construir el Reino.
Me limité a mostrar mi asco y mi profunda nausea al ver lo que los ultras de Infovaticana han escrito de sobre un hombre que nunca será canonizado pero que para muchos de mi generación nos mostró el verdadero camino de la santidad.
Aunque fumara y fuera del Madrid (Que nadie es perfecto).
Breve puntualización, no digo que usted presuma, sino que yo no puedo presumir. El burgués de espiritu me lo atribuyo a mí.
Conocí a Enrique de Castro en época de mi actividad de abogado matrimonialista. Me ayudó a proteger, incluso a esconder, a menores abandonados o represaliados en las lamentables trifulcas de separaciones matrimoniales. Disponía de hogares colaborativos que acogían secretamente a tales menores en tanto sus progenitores no aparcaban sus diferencias o los tribunales no emitían sentencia. Esas familias participaban y participan del espíritu y estrategia de Enrique. Su luz se difundía entre las tinieblas. ¡Sigue iluminándonos, por favor!
No rezaré por que Dios lo reciba con su abrazo amoroso porque seguro que ya lo ha recibido y ya está gozando del amor de Dios. Amor que derrochó por arrobas.
Rezaré porque ser digno de su testimonio y por tener como modelo una vida tan ejemplar.
Solo consaber que hay hombres (Y mujeres) así es suficiente para saber que hay un Dios y que es sólo y todo amor
Destaco este texto: “Bertolt Brecht de haber conocido a Enrique de Castro le hubiese dedicado estas palabras: “Hay hombres que luchan un día, y son buenos; hay otros que luchan un año, y son mejores; hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos, pero hay los que luchan toda una vida… ésos son los imprescindibles”.
Como dije ayer, no ha habido una persona en mi vida que me haya impactado tanto como Enrique Castro.
Pasó por la vida haciendo el bien, no sin dificultades y problemas, al igual que el Maestro Jesús.
Impresionaba la naturalidad con que relataba su vida cotidiana recibiendo, acogiendo, dando amor, comprensión, comida y techo a l@s desahuciad@s de la sociedad y de las instituciones. Su techo y la parroquia de San Carlos Borromeo, era el techo de los sin techo, era la familia que los nadies no tenían, no sin dificultades y problemas que eran muchos, pero Enrique se enfrentaba a guardias civiles, a fiscales y a jueces para defender a sus hermanos y a sus hermanas. Las puertas de su casa, de su templo y de su corazón siempre estaban abiertas, siempre disponibles, era su vida, fue su vida, un referente social y religioso para que sepamos que es posible poder implicarse, de una manera o de otra, en un mundo mejor,
Como decía él en una entrevista: dios no cree en ninguna de las religiones, incluida la católica, por eso siempre escribía dios con minúscula, por eso escribió un interesante libro “dios ateo”, libro, que por cierto, presté a alguien que no recuerdo quién.
Quien haya conocido a Enrique Castro, no quedó indiferente, su vida, como me pasó a mí, fue un estímulo al compromiso, a mi medida (yo sola, con cuatro hijas de mi corazón,- no todas biológicas- y una de ellas necesitando una atención a su discapacidad), en la lucha por la justicia y la compasión. siempre a años luz de Enrique, obvio. Pero con la rebeldía y la lucha por delante. Donde no hay amor, pon amor, donde hay indiferencia, pon denuncia, donde hay un horizonte de valores sitúate en el lugar preciso.
Como leí ayer a alguien, que el misterio de la muerte, le haya acogido con la misma generosidad que que él vivió.
Perdón, hay algún problemilla en la redacción y por no sé qué, he repetido algún párrafo. Disculpas
No deseo hacer ningún comentario más que éste: Dar gracias al Dios Padre del Jesús del Evangelio por el regalo testimonial de Enrique de Castro, que pasó por la vida y por su iglesia haciendo el bien. Su vida fue la mejor predicación, el mejor anuncio del Evangelio del Reino. Se necesitan muchos como Enrique -en la Iglesia y fuera de ella-. Como diría B. Brecht éstos son los imprescindibles para un buen anuncio del Reino. De Enrique tenemos mucho que aprender todos, creyentes y no creyentes, especialmente los SERVIDORES que sirven más teóricamente que con testimonio de obras. Te recordaré en una misa. Te recordaré para dar gracias, porque súplicas tú no las necesitas, pues ya estás en el Reino de Dios. Enrique, “mil gracias derramando”, Jesús pasó por ti… y en ti dejó sus huellas…