Este artículo de Celso nos llegó el treinta de diciembre, cuando Francisco había pedido rezar por el papa emérito, pero aún no se había producido el tsusami de después de su muerte ni la acertadísima carta de Honorio. El retraso hace esta reflexión más actual que nunca en Atrio. Personalmente creo que si se quiere “dirigir” una oración especial es hacia el corazón de personas o colectividades, pues solo creo en la acción real de la oración y de la acción de Dios en lo más íntimo de cada persona. AD.
- La sunamita corrió a Eliseo para que resucitara a su hijo. Eliseo ordenó a su siervo Guejazí. Cíñete los lomos, coje mi bastón y parte. Pon mi bastón sobre el rostro del niño. Guejazí llegó y puso el bastón sobre el rostro del niño muerto, pero no revivió. Guejazí volvió a Eliseo y le dijo que el niño no había despertado. Entonces fue Eliseo y penetró en la casa. Subió, se tendió sobre el niño poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre sus ojos, y sus palmas sobre sus palmas. Y el niño cobró calor. Eliseo esperó paseando, volvió y se inclinó de nuevo sobre el niño. Entonces estornudó siete veces y abrió los ojos. Su madre, agradecida, se echó a sus pies.. (2 Reg 4).
- Y sucedió que mientras Moisés mantenía alzadas las manos prevalecía Israel, pero cuando las bajaba, vencía Amalec. Se le cansaron las manos a Moisés y entonces tomaron una piedra y se la pusieron debajo. Aarón y Jur le sostenían las manos… hasta la puesta del sol, y fue así como Josué derrotó a Amalec y a su pueblo al filo de espada”. (Ex 17).
- Yahvé dijo entonces a Josué. Tiende hacia Haai el dardo que tienes en tu mano porque en tu mano te la entrego. Josué tendió el dardo que tenía en la mano hacia la ciudad. Tan pronto como extendió la mano, los emboscados surgieron rápidamente de su puesto, corrieron, entraron en la ciudad y se apoderaron de ella y a toda prisa la incendiaron”.(Jos 8):
- Elías clamó:Yo solo he quedado de los profetas de Yavé mientras los profetas de Baal son cuatrocientos. Dénseme dos toros y escojan ellos para sí uno. Córtenlo en pedazos y colóquenlo sobre la leña sin poner fuego. Yo prepararé el otro toro, lo colocaré sobre la leña y tampoco pondré fuego.. Luego invocaréis el nombre de vuestros dioses, mientras yo invoco el nombre de Yavé, y el dios que responda con el fuego ése será el dios. Todo el pueblo asintió. Los profetas de Baal cogieron el toro, lo prepararon e invocaron a Baal desde la mañana hasta la noche. Pero nadie contestaba. Y danzaban en torno al altar. Elías burlábase de ellos: Gritad más fuerte, les decía, pues es dios y puede estar cavilando o dormido. Y hacíanse incisiones hasta sangrar. Ninguna respuesta de Baal. Entonces dijo Elías al pueblo: Aproximáos. Elías tomó doce piedras con las que dispuso un altar. Hizo una zanja alrededor, dispuso la leña, dividió en trozos el toro y lo colocó sobre la leña. Traed cuatro cántaros de agua y derramarla sobre el holocausto y la leña. Y dijo: repetidlo y lo repitieron. Y siguió: hacedlo por tercera vez. Y lo hicieron. Y se llenó de agua la zanja. Luego, Elías oró: Yavé, dios de Abraham, de Isaac y de Israel, conózcase hoy que tú eres dios en Israel y que yo soy tu siervo. Responde para que este pueblo sepa que tú eres el dios. Entonces cayó fuego de Yavé y consumió el holocausto, la leña y las piedras y lamió el agua de la zanja. El pueblo cayó rostro en tierra y exclamó: Yavé es el Dios. Entonces dijo Elías: prended a los profetas de Baal, que no escape ni uno. Y Elías los hizo degollar. (I Reg 18)
Son sólo cuatro citas de la magia que practicaban nuestros ancestros hebreos. Primero fue la magia pura, con atribución de fuerzas ocultas a objetos materiales o acciones humanas (magia imitativa entre otras). Luego fue la magia que involucra a un ser imaginario superior. Magia que desemboca en mito. En la Biblia abundan narraciones semejantes o alusiones a la magia. Algunos de estos relatos tienen carácter didáctico o épico. El sentido mágico se fue perfilando con el tiempo, pero nunca desapareció. Todo lo contrario. El pueblo hebreo lo personalizó en Yavé. La impetración a nuestro actual particular dios es un refinamiento de la magia. Pero esta magia no suele funcionar. Es lo que sucedió con Guejazí y el niño de la sunamita. Cuando funciona, sabemos que operan fuerzas naturales o sociales explicables (o todavía no) científicamente.
La invitación a la oración para resolver problemas – impetración a dios o a los santos – es algo cotidiano en el Cristianismo. Todavía se organizan rogativas ante una sequía. O se solicitan oraciones comunitarias ante una inminente muerte o catástrofe natural. Las beatificaciones y canonizaciones rezuman magia. Sus milagros son inexistentes o fruto de causas naturales. Incluso admitiendo la posibilidad de milagro obrado por un dios, nunca podría ser atribuído a nuestro Dios ya que lo hemos ideado bueno, justo e imparcial. ¿Por qué iba a beneficiar sólamente a uno si hay muchísimos otros con la misma enfermedad o necesidad? ¿Por qué siempre se trata de algo sanitario?
En la historia reciente, también hoy, los males y desgracias fueron y son innumerables. Guerras devastadoras, tsumanis, hambrunas, sequías, pestes, opresiones de diversa índole. Las religiones recurren a la impetración al dios. Pero el resultado es insatisfactorio. Sólo los candidados a los altares obtienen milagros. Pero son espurios. La oración de los fieles no ha impedido la enfermedad ni la muerte, ni siquiera de aquellos que se dicen representantes de nuestro dios.
Celso Alcaina. Dr. Teología Bíblica.
Desarrollo la segunda parte de mi comentario sobre la oración, sugerida anteayer.
-Oración y milagros: Si parto de la realidad científica comprobada, indiscutible, de que el Universo está diseñado-regido por leyes, pedir milagros-curaciones etc., que SUSPENDAN esas leyes, ¿es oración evangélica? ¿Pedir en la oración algo en contra de las leyes naturales no es-será como “tentar a Dios”, suplicándole que corrija o suspenda esas leyes, aunque sea por un momento? ¿No estaremos en este caso tratando de “parar el curso del sol”…? La oración con fe, con gran fe -a la que se refería Jesús-, capaz de mover montañas… es oración evangélica. Pero muchas de nuestras oraciones, ¿no son más bien una manera de “tentar a Dios” y de hacer que pare el curso del sol…? (No me olvido de los que pedían a Jesús curaciones etc. y que él curaba…, a veces de modo sorprendente.) Estas y otras preguntas y comportamientos humanos similares, ¿no nos obligan a REPENSAR nuestro concepto de oración e incluso nuestro concepto de milagro? En otras palabras: ¿milagro es la suspensión de las leyes naturales o más bien es la facultad de llevar las leyes naturales hasta sus últimas posibilidades? Concretando más: ¿La supervivencia después de la muerte es un milagro o más bien una mutación, inscrita en las mismas leyes naturales? (Permítase un ejemplo de cada día, por si aclara algo, aunque solo sea un poquito: ¿Si no lo hubiésemos comprobado -y visto-, creeríamos fácilmente que un gusano se puede transformar en una libélula?) Somos demasiado inclinados a llamar “milagro”…, y a creer en intervenciones divinas materiales…, así como a olvidarnos de las montañas a remover en nuestro interior, que tantos problemas nos causan… La cruz de cada día pesa más, si no recurrimos a la oración, que suaviza ese peso. En nuestra oración -hablo en general- hay demasiada inmadurez y súplica infantil (infantil, no de la buena, que Jesús ponía como modelo). Lo que no debería sorprendernos. Cuando oramos, proyectamos nuestra inmadurez… Y cuando negamos valor a la oración…
-Los milagros de las “canonizaciones”: ¿Son obra de los “méritos del siervo o sierva” de Dios o más bien de la fe de quien ora, cuya fe tan profunda produce el “milagro” de una mutación-curación…? Según Jesús, es la fe (de quien ora) la que produce el “milagro”… Por eso quizá no sea correcto atribuirlos al “siervo-a”…
-Por último, oración e intermediarios: ¿Muchas veces no concebimos como “idolillos” a ciertos intermediarios en nuestras oraciones? ¿No se ha enseñado a orar así a los fieles? ¿Muchos rezos, devociones, novenas, rosarios etc. -que tanto repiten lo mismo, y que se parecen a los rezos de los paganos de que habla Jesús- son de verdad oraciones? ¿Nuestros intercesores no son más bien “idolillos” a los que damos un culto, casi preferente, demasiado especial? ¿Un Dios Padre Abbá necesita intermediarios para “apiadarse”? ¿No bastan Jesús y el Espíritu como guías y referentes en nuestro camino hacia el Padre? En nuestras oraciones hay mucho antropomorfismo…
*Mi agradecimiento a Carmen Pereira por leerme, y cuya primera parte comparto. Saludos.
El comentario de Vinagre me satisface más que otras visiones fundamentalistas, vertidas en este blog, sobre narraciones evangélicas. La línea que él invoca de Queiruga es la de otros exégetas modernos y supera la magia. Esa línea interpreta los escritos sagrados en sus justos límites. Ningún libro de la Bíblia es histórico. Ninguna frase o palabra puede ser considerada literalmente de Jesús. En las novelas o en escritos didácticos, el autor se atribuye libertad para poner en boca de su protagonista y personajes lo que el mismo autor cree verosímil o conveniente, según las circunstancias históricas y sus propias convicciones.
Pero hay más. Jesús era judío, con extracción y educación judías. Jesús creía en un dios al que oraba con los estándares del judaísmo. Jesús imploraba a Yavé esperando intervenciones semejantes a las que se narran en el Pentateuco o en Reyes. Están presentes la magia y la imperfección del sentido de la oración. Finalmente, el dios judío no salvó a Jesús. “Dios mío, por qué me has abandonado”. Prueba principal de la inutilidad e improcedencia de la oración de petición.
Este tema, que nosotros “complicamos” tanto, es quizá más sencillo. Digo “complicamos” porque depende de nuestro concepto de Dios y del grado de nuestra inevitable inmadurez psíquica y espiritual (aparte de costumbres y conceptos adquiridos que modelan tanto que no se someten a análisis…) De modo resumido, voy a intentar exponer unas reflexiones -opiniones-, que como tales, en algunos aspectos al menos, siempre serán provisionales y revisables. Nuestra fe -y la calidad de nuestra oración- van madurando con el tiempo. Nuestro concepto de Dios pasa por etapas de crisis, de revisión, de maduración, lo mismo que nuestra fe. En algunas de esas etapas se pueden encontrar, incluso conceptos infantiles…, muy inmaduros. Cosa que no debería sorprendernos, pues vamos madurando con el tiempo. Nacimos y crecimos inmaduros en todos los aspectos. Esas inmadureces pueden servirnos de lecciones para “comprender”, revisar y analizar con sentido crítico -sin descalificar a nadie, en lo posible- y crecer y madurar como personas. (Crecer y madurar también la Iglesia como institución, y en algunos aspectos también la jerarquía como “maestra”, condicionada por las circunstancias de cada tiempo, que muchas veces falsifican y/o marginan el Evangelio.) Voy a centrarme en tres temas, aunque en algunos aspectos me repita, porque los temas -si bien tienen su perspectiva propia- también se repiten. (Toco solo algunos aspectos)
1. LA ORACIÓN: -Es necesaria e imprescindible. Somos seres dependientes y limitados, necesitados de recargas de energía, corporal y espiritual. Si no siento la necesidad “espiritual” de fondo, o no la sigo, ¿no estoy limitando demasiado mis necesidades? ¿Me entiendo bien como ser humano que se pregunta, y cuando pregunta, de alguna manera se trasciende? ¿Enfoco bien mi rumbo, como ser humano que en vez de buscar más, se contenta con lo “tangible o contable”, con solo el “aquí y ahora” o solo con ideas? Matizo y amplío, aunque esto parezca un cierto salto: A mi juicio, hay una forma de oración cuando uno siente la necesidad de comprometerse en la ayuda solidaria. En este caso, la oración va inherente a las buenas obras, que recargan también de energía, como el amor. -La oración es también SÚPLICA, a veces para poder asumir y/o poder llevar mejor la cruz de cada día… -Es también oración la GRATITUD… (No entro en la alabanza, que Dios no la necesita.) -Asimismo, la oración es CONFIANZA, como el niño con sus padres, aunque no siempre los entienda. -La oración es ENCUENTRO en sencillez, convencidos de que ante Dios Padre -aunque se tengan muchos años- siempre seremos como niños, conscientes, por una parte, de que nuestro concepto de Dios Padre es inmaduro (el concepto), y por otra de que, espiritualmente, somos frágiles e inmaduros. (En mí, al menos, no es posible ningún rastro de pelagianismo) -Por otra parte, también conscientes de que cuando no obtenemos lo que pedimos o es por poca fe o porque pedimos mal, -como los hijos de este mundo-, o porque nuestra súplica no encaja en papel personal, que nos corresponde. Por ejemplo, cuando lo que pido equivale a un milagro, ¿no estoy, más que orando, “tentando a Dios”? ¿No pido que Él mismo se salte, y corrija, el diseño de su propio Proyecto de vida con sus leyes? ¿Muchas oraciones no suplican correcciones continuas de ese Diseño? Con estas preguntas -que requieren matices probablemente-, sé que entro en un campo minado -lo dije en otras ocasiones-, pero si pienso que el mal y el dolor (que tanta oración sugieren) son la consecuencia inevitable de una creación por amor… Si pienso que son la consecuencia inevitable de un AMOR que se rebajó a “fecundar” la burbuja cuántica (o el “huevo cósmico”), y encarnarnos en la frágil materia, de la que nacimos ya como hijos… (La idea central de esta esta visión, si la he captado bien, se la debo a Torres Queiruga, que me aclaró muchas cosas. Graciñas, Andrés) El AMOR se rebaja hasta convivir y al fin reciclar el mal.
–Para no alargarme más, los otros dos temas -Oración y milagros y -Oración e intermediarios, los desarrollaré en otra entrega, aunque los he abordado en otro comentario reciente.
Pero no podemos descartar totalmente lo extra-biológico, extra material porque fundamentalmente somos seres espirituales y el espíritu trasciende la materia porque prescinde del tiempo y del espacio.
Por eso, reducirnos sólo a lo que vemos no es coherente con nuestra propia humanidad. Y es claro que existen hechos que superan nuestras potencias y fuerzas naturales y que no podemos explicar. Los ejemplos abundan a diario, desde siempre. Hay y han habido miles y millones de testigos de estos hechos extra-naturales.
Esta es la categoría donde entran los milagros porque solamente Dios puede anular temporalmente las leyes naturales de Su Creación y lograr la espectacularidad de una curación súbita y perfecta inexplicable para los ojos humanos. Pero nada es imposible para Dios.
Y si pedimos constantemente los humanos en la tierra, no es lógico que no pidamos al que nos recomienda pedir. Porque entonces estamos descartando y anulando el Evangelio, claro, si creemos en el.
Y así Jesús nos recomienda pedir “y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá …porque todo el que pide, recibe, y el que busca halla y al que llama se le abre” …. claro no para obtener cosas inútiles y perjudiciales, sino para entrar en el Reino de Dios que es lo importante de vivir en esta vida. De nada vale “ganar todo el mundo, si perdemos la entrada en la vida…eterna” Este es el pensamiento y deseo de Jesús, el mismo Hijo de Dios, que resucitó de entre los muertos, que fue visto por muchos y que sigue vivo en Su Iglesia.
Jesús nos dice en la oración dominical que pidamos entre otras cosas el sustento material y el espiritual para mantenernos listos para luchar contra la tentación de hacer el mal que está presente cada día en nosotros junto al deseo de acceder al bien. Esta es la dialéctica en la que se debate el ser humano confundido por su poca visión sobrenatural y por la acerbidad de las pasiones que le llevan muchas veces por el camino de la adicción al desorden, al crimen y a la corrupción de la moral.
Es por eso que Francisco pedía oraciones por Benedicto en su hora final que es el momento más trascendente del ser humano cuando va a penetrar y rasgar el velo del misterio. Es entonces cuando necesitaremos de la ayuda divina para enfrentarnos por primera vez a nuestra pura realidad.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
He querido releer porque lo recordaba, un artículo de Celso Alcaina, colgado en este blog
Alcaina pedía que nos dejasen soñar y creer independientemente del fundamento de sus convicciones si es que ello nos hacía felices. Como referencia, acudía a la felicidad de los niños ante Papá Noel, los Reyes Magos o la Befana.
Pero los niños abandonan esa ilusión apenas dejan atrás la primera infancia. Me pregunto si nosotros, ya adultos, hemos de contentarnos con las ilusiones pueriles de esperar los beneficios de un supuesto dios ignoto al que imploramos incluso cuando constatamos la inutilidad de nuestras plegarias. Puede que esto valga para el vulgo despreocupado y crédulo. Nada impide que lo cuestionemos en este portal.
El testimonio de Antonio Llaguno merece seria reflexión. La oración de petición es una farsa, un comecocos, un simple edulcorante ineficaz.
Seamos claros. Si los clérigos y jerarcas, incluido el papa saben – y deberían saberlo – que las oraciones son inútiles, ¿por qué las recomiendan y piden a los fieles? ¿Por qué ante una guerra ante una inminente muerte o catástrofe natural, solicitan rogar a nuestro dios para evitar esas desgracias? Concretamente, en el caso presente, ¿por qué el papa actual pide una “oración especial” por el otro papa agonizante? Precisamente “especial”. Alcaina sugiere un motivo poco convincente.
Así concluía el citado post:
“Después de este brevísimo selectivo naíf esbozo, sólo cabe una conclusión. Los humanos, por avanzada edad que tengamos, somos niños, somos imaginarios, crédulos, temerosos. Seguimos en período de desarrollo. Las religiones, no sólo el cristianismo, son la prueba de nuestra finitud, de nuestra credulidad. también, de nuestra angustia. Es inconveniente la racionalización y consiguiente descarte de los andamiajes religiosos. Podría conllevar la desesperación de millones de seres.
Un ruego a los filósofos, a los teólogos, a los científicos. Dejadnos soñar, idealizar, creer. Eso sí, nada de esclaviar cuerpos y almas en nombre de las religiones. Saulo acierta cuando dice: “ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad. La más excelsa es la caridad. El amor”
Amigo Antonio. Cuando yo califico de “infantil”, a la creencia en la acción directa de todo un inmenso y desconocido “Dios”, en nuestros asuntos personales, no lo hago como referente de la infantilidad del individuo.
Sino que lo hago refiriéndome a la evolución de la cultura de la humanidad, cuya conciencia, (cosmovisión general), ha pasado por toda una serie de etapas, (primitiva, mágica, mítica, racional autoreflexiva, e “integral”), en función del conocimiento de la realidad del Universo, que hemos ido adquiriendo paulatinamente.
Es de sobra conocido el mecanismo literario del “deus ex machina”, como causa para explicar, aquello que no tenemos conocimientos suficientes para explicar. Y “Dios” ha sido el “deus ex machina” por excelencia.
Hoy, la Ciencia, nos ofrece unas alternativas de explicación de fenómenos, y concretamente el fenómeno espiritual, que no necesariamente obliga a meter a “Dios” en persona, para explicarlo.
Naturalmente la Ciencia, admite que no se crea en algunas ideas que algunos científicos aportan. Y habrá muchas personas que no admitan, que el “espíritu personal”, sea un algoritmo neuronal complejo, incorporado por evolución emergente a nuestro acervo genético. La Ciencia es muy plural
Pero si no lo aceptan, porque va contra su fe cristiana, (que si va contra su fe católica-romana), yo creo que no hay motivo para hacerlo. Pues somos hijos del Universo, y el Universo puede ser hijo de “Dios”, con lo que lo único que cambia es que “Dios”, deja de ser nuestro Padre, para ser nuestro Abuelo.
Es verdad, que no es lo mismo de “fácil” hablar de Dios, como si estuviese “ahí mismo”, hablándonos al oído, que tener que vivir la incómoda vida, del huérfano, con su padre “ausente”.
Es en ese sentido que es más “infantil” agarrarse a ilusiones, de las que la razón desconfía, que la valiente actitud del huérfano, que sabe de su orfandad, y asume su triste situación de soledad, (¡ya quisiéramos creer, o mejor saber, que Dios en persona está atento a toda nuestra vida). Es una postura mas adulta.
Pero es que además, el Universo, (que yo creo que tiene un telos, un direccionamiento determinado, por parte de su diseñador), nos ha provisto (¿casualmente?), con un mecanismo interior, mini-copia de la propia alma del Universo, (Anima Mundi), que nos guía en nuestra evolución personal, si sabemos oírlo y atenderlo.
(Podemos perfectamente pensar, que el “Dios” ausente, en su providencia general del Universo, nos ha dejado un manual de instrucciones, y no nos ha dejado tirados en el arroyo).
Entonces, ¿cómo explicamos la Revelación?.
En la época cultural, con los conocimientos que se tenían, no existían conceptos, tan cotidianos hoy día, como “contestador automático”, “asistente personal tipo Siri o Alexa, o ChatGPT”, incluso por no saber, no se sabía de “neuronas”, y menos aún, de “arquetipos”.
Y por eso la revelación, es cosa de una época cultural anterior. Y por eso Teilhard y Bonhoeffer, y otros, clamaron a la espera de una nueva revelación. Una nueva revelación que ya existe, es la de la Ciencia.
(La Ciencia, se puede considerar perfectamente como una actividad “religiosa”. Hay un libro muy interesante, “La religión de la tecnología. La divinidad del hombre y el espíritu de invención”, de David F. Noble, de 1997, de Paidos, que así lo contempla).
En la actualidad, estamos en una situación similar a la de la aparición de Jesús. El era judío, y la mayoría judía seguía en el Antiguo Testamento. Pero a partir de Jesús, sin derribarlo, (no se quitará ni una coma de la Ley), se superó el antiguo Régimen religioso, hacia el Nuevo Testamento.
Y hubo muchas resistencias, (los de Santiago y la mayoría de judíos de Judea).
Actualmente, estamos en el quicio de la puerta de salir de una habitación y entrar en otra totalmente distinta, y una parte mayoritaria de la Humanidad, está todavía en la primera habitación.
En esa habitación, rige la religión teísta, y en la otra, la espiritualidad laica o deísta. Y no pasa nada. “Dios” es muy grande, y hay para todos, igual que hay “Dios” para los mahometanos, para los budistas, y para todo el mundo.
Aquí de lo que estamos hablando no es del presente, sino del futuro. Y de las nuevas generaciones, que están “desquiciados”, pues han pasado el quicio de la puerta, y ya no tienen el paraguas cognitivo y conciencial, de la anterior época. Y se precisa de una nueva mirada religiosa. Y se la tenemos que ir proporcionando.
Isidoro te leí al publicar tu comentario, me interesó tanto que lo releído mientras aislado en un AVE camino de Madrid. The agradezco tu síntesis y tu perspectiva. Podrias dedicar un artículo a ampliarla y detallarla?. Lo agradecería mucho. He mandado tu comentario a los casi sesenta loqueras que nos , y nas, sentimos en el Quicio pero más pallá que pacá. Un abrazofh
Yo siempre he pensado que la oración de petición por los difuntos hace más bien a quien reza que al propio difunto.
De hecho me parece bastante pretencioso que nos permitamos el lujo de decirle a Dios lo que tiene que hacer con el alma (Si es que existe algo llamado alma) de nuestros seres queridos.
Recuerdo el funeral de mi made a quien yo amaba con locura.
Me tocó decir unas palabras y le pedí a la asmablea que no rezara por ella. Que lo mejor que podían hacer era recordarla en sus actividades en la familia, perroquia, Asociación de María Auxiliadora (De la que era muy devota), catequesis con niños, etc… y siempre sonriendo y siempre acogiendo y que estuvieran seguros que en ese mmento y de la mano de su Mauxi querida era ella quien rezaba por todos nosotros y no al revés.
El cura que ofició el funeral (Y que me fue impuesto por la parroquia. Yo nunca lo hubiera escogido para ese funeral) me llamó la atención al terminar la misa y me dijo que, en primer lugar yo no era quien para decirle a la gente que no rezara y en segundo lugar era muy presuntuoso pensar que mi madre estabva en el cielo con la Virgen.
Yo le contesté que muy bien; pero que 1000 veces que tubiera que decir algo en el funeral de mi madre, 1000 veces que volvería a decir lo mismo, a lo que él me contestó que debía confesarme y que estaba disponible.
Yo le dije que ni en momento de muerte me confesaría con él y que se abstuviera de volver a intentarlo.
Ni que decir tiene que ya no soy bienvenido en la que fue mi parroquia de toda la vida, al menos hata que el párroco (El cura en cuestión) no sea trasladado.
No es problema. Hay más curas que botellines y los muchos curas que conocieron a mi madre, en su mayoría, subscribirñian mis palabras.
Pero es cierto que esa superstición mágica existe y coincido con Ana en que no es una reliquia del pasado. Hoy en dñia se nos quiere seguir haciendo comulgar con ruedas de molino.
Ante estas cuestiones yo siempre aplico el aserto con que Uta Ranke Heineman comienza su librito “No y Amen. Invitación a la duda”: “Si una religión, con alguno de sus postulados, insulta a tu inteligencia, no hagas caso. te está mintiendo” (O algo así).
Por añadir algo que yo creo en profundidad. Creo que Dios no puede hacer nada que no haga uno de nosotros en su nombre y que la oración, para lo que sirve es para despertar en nosotros esa cpoonvicción de hacer su voluntad y hacernos salir a la calle a hacer bienaventurado a nuestro prójimo.
Lo creo de verdad.
E se non è vero è ben trovato
Estoy de acuerdo con lo que dicen Ana e Isidoro en comentarios anteriores. Y muy satisfecho que este tema de la oración de petición – con creencias y relatos que reducirían la fe a magia, como ya decía Juan Luis Herrero de Pozo- sea tratado con la seriedad y mutua escucha que exige el estilo de ATRIO.
Pero inisto en que ese juicio adulto que analiza lo que antes se deonominaba acción de Dios -gracia o milagros- para situarla en fenómenos meramente humanos surgidos de “la “ayuda” de que hemos sido dotados, (el “espíritu personal”)” no puede destruir la verdadera y desnuda fe personal. De acuerdo también en que “Cada uno debe investigar por su cuenta, y discernir, con la ayuda de la “brújula” de su “espíritu”, cual es la idea de la realidad adecuada“.
Pero creao que la adultez de juicio no implica que ese espíritu interior sea solo algo estrictamente humano, adquirido por el ADN, por la herencia social o por méritos de mi reflexión. Yo dejo el camino abierto a que sea una creación conjunta de mi y de algo que me trasciende pero que está actuando en mí. Y a “eso” trascedente lo puedo adultamente nombrar (no definir conceptualmente) como Dios, como Abba, como Alguien que está presente en mi, guiando, inspirando, fortaleciendo, actuando pero con respeto a mi libertad. Afirmar y estar convencido de eso no es caer en la infantilidad engañada con creencias y mitos. En todo caso sería llegar a la infancia espiritual, tras largos itinerarios de búsqueda adulta, para aceptar la pequeñez y carencia de ser de mi persona, situación en que puedo aceptar con inocencia la palabra de quien descubre los secretos “a los niños y pequeños de este mundo”.
Eso creo que puede definir la fe -en mi, en los otros y en Dios, algo muy distinto de las creencias, que es mí obra y trabajo personal pero no solo creda por mí sino recibida como don.
Antonio, gracias por participar en nuestras reflexiones y en ésta tan difícil.
Mi pregunta ha sido desde hace muchos años: si hay un, llamémoslo Dios, que nos ha programado (no sólo por ADN), supongamos como seres capacitados para madurar, para pensar, para tomar decisiones conscientes, para trascender lo asible con nuestra razón o por nuestra voluntad, ¿por qué esa “gracia” sólo la tienen unos cuantos seres humanos privilegiados, ya sea por razón biológica, por salud, ya sea por razón cultural, ya sea por suerte, mientras a tantísimas personas se les niega dicho privilegio desde que nacen o después de nacer?
Desde que el homínido pasó a homo sapiens, siempre se ha visto (por tener conciencia) al albur de la naturaleza, y, al sentirse tan vulnerable, trascendió este desamparo fuera de la realidad tangible y aparecieron diosas y dioses para cada necesidad humana.
Jesús apareció unos millones después de que el homo sapiens se las apañara como pudo en su proceso de racionalización, y, si Jesús (y otras personas) fue un ser humano que aportó luz en el caminar, a nivel individual y colectivo, siempre limitado a un reducido colectivo, mi pregunta: ¿por qué tardó tanto en presentarnos a un Dios Padre? Segunda pregunta: ¿Por qué un Dios-Padre en medio de tanta desigualdad, en la mala suerte de tantísimas personas dependiendo de circunstancias exteriores al individuo? Antes todo se echaba al pecado original, ahora….
La expresión del evangelio referente a la receptividad de los niños o pequeños, yo lo quiero entender como limpieza de corazón, no como infantilismo.
Es que, cuando nace una niña en una región de este mundo, antes y ahora, que sus padres la venden con corta edad para la prostitución, ¿Cómo llamaríamos a esta desgraciada circunstancia? ¿Que Dios desprotege a miles de millones de seres humanos, pobres, enfermos, por haber nacido en un lugar determinado que le incapacitan hasta para pedirle a Dios que los libre de tanta desgracia? Resumiendo: Dios capacita a los seres humanos de razón y capacidades múltiples, pero no a todos ni a todas, según sus circunstancias.
Yo no estoy preparada para dar respuesta a estas preguntas, pero me hacen pensar mucho. Os leeré con toda mi atención a quienes abráis una ventanita de luz a este galimatías entre fe y realidad. Porque la fe ciega, es muy cómoda, pero no entra en mi cabeza.
Habla muy bien Ana de esas creencias “mágicas”, que nos han inculcado de pequeñitos, y que en muchos se han quedado enquistadas en la mente, incorporándolas a su personalidad, en forma de convicciones. (¡Qué peligrosas son las convicciones!).
Una de esas convicciones del cristianismo es las falas características de la “gracia” de Dios. Nos han metido la imagen infantil, del ángel que acompaña de la mano a Tobías, protegiéndole de todo peligro, en el que se meta, ¡sólo hay que ir de la mano!.
Es un arquetipo infantil, que por eso funciona muy bien, pero que a los adultos nos congela en el infantilismo.
(Por cierto, ayer veía en un semáforo, como una niña de unos 6-8 años, iba de la mano de su abuelito, (que no era tan viejo), y cuando cruzaban el semáforo, iba tirando de él para que cruzara lo más rápido posible. ¡Fue una imagen muy enternecedora!).
El otro día leía en un blog de antiguos “quicos”, que ante una de sus alocadas iniciativas de irse a un país extranjero, con toda la familia, sin conocer el idioma, a hacer “apostolado”, y los graves problemas que ocasiona a la socialización de los niños y los padres, (y los nulos resultados catequéticos), se les insiste en que “la gracia” de Dios, les proveerá de todos los recursos y ayudas mentales necesarias.
El peligro de muchas convicciones, es que si no son auténticas, nos conducen a una vida errática y sin sentido.
Las creencias que hacemos convicciones, son como unas gafas que distorsionan la realidad, y nos impiden ver las cosas tal y como son.
Jordi Casals cuenta una anécdota significativa.
“Hace un tiempo vi un vídeo en YouTube donde aparece una anciana que acaba de comprar unas galletas en la máquina de la estación. Se sienta en el único hueco libre en un banco del andén al lado de un punki con cresta.
En un momento dado, el punki coge una de las galletas, la anciana se enfada y las pone encima de su falda para alejarlas de él, pero este sonríe y coge otra.
El cabreo de la señora va en aumento, hasta que llega el tren, se sube y al abrir el bolso para sacar el billete se da cuenta de que su paquete de galletas estaba dentro intacto.
En ese instante cae en la cuenta de que las galletas que se estaba comiendo antes, eran las del punki. Gira su cabeza para mirar por la ventana conmovida y donde antes creía ver a un delincuente, ahora solo ve a un joven amable y educado.
¿Cuántas veces por no chequear nuestras creencias, cambiamos de camino o nos dirigimos hacia un destino equivocado?
Cuando creemos conocer algo, cerramos las puertas a poder descubrir cómo es realmente ese algo”.
Y señala: “Una creencia muy común es la de dar por hecho, que los pensamientos que aparecen en la conciencia son fruto de nuestra voluntad.
Esta creencia impide una mejor y más sana relación con la mente, y no nos deja ver con claridad cuál es la motivación detrás de nuestras acciones”.
Por eso es tan importante, llegar a comprender bien, como funciona el mundo y nuestra mente. Con la concepción infantil de la gracia de Dios, muchos se instalan en un mundo delirante, (quijotesco), pero muchos otros, desanimados ante la evidente falta de eficacia práctica, abandonan toda creencia, y reniegan de la “gracia de Dios”.
Por eso hay que comprender cómo funciona la “ayuda” de que hemos sido dotados, (el “espíritu personal”), para sacarle todo el jugo a esa magnífica herramienta para nuestra vida.
Es como un cajero automático, que nos da dinero siempre y cuando sepamos las reglas fundamentales de su manejo, y las sigamos.
Cada uno debe investigar por su cuenta, y discernir, con la ayuda de la “brújula” de su “espíritu”, cual es la idea de la realidad adecuada.
Es verdad que nos podremos equivocar. Pero al menos tenemos una oportunidad de acertar, y si nos equivocamos será error nuestro, no de exceso de credulidad.
Quienes tenemos una cierta edad, como es mi caso, hemos escuchado lecturas “sagradas” de la, no menos, “Sagrada” Escritura que entraban en nuestro infantiles o inocentes cerebros cual aire tóxico que iba haciendo su efecto durante la época que, por lo menos, yo, “viví en el limbo” (aunque Juan Pablo II dijese que no existía…jaja), e igual que a mí, esa toxicidad de las creencias se extendía a lo largo y ancho del mundo. De ahí se generaron tradiciones que, a su vez, se sacralizaban, y al ser Santa tradición, se fueron convirtiendo en dogmas, de obligada fe, y así sucesivamente.
En el imaginario, el colectivo de muchas de esas llamadas autoridades eclesiásticas, vaticanas y no vaticanas, han ido configurando una Iglesia atribuida a Jesús el Galileo, que tanto dista de la sustancia de su mensaje anunciado durante su vida.
Y esto no es una cosa del pasado, la oración de petición, que en el Padre nuestro, es que venga (o lo hagamos presente) el reino de los valores del Dios de Jesús, se ha quedado en el devocionario de pedirle a la Virgen, a Cristo y a los santos o santas, que hagan un milagro, desde que su nieto encuentre trabajo, o que apruebe las oposiciones, a tantas cuestiones que están en nuestro deseo, etc. etc., ofreciéndole a Dios, como hizo Jefté con su propia hija, si Dios le ayudaba a derrotar a los enemigos.
¡Ay, la oración de petición…, y la magia…!
¿La Iglesia se empeña en seguir por este camino o vuelve al Evangelio de Jesús? De lo contrario seguirá perdiendo “clientela” a millones en una sociedad madura, una juventud a la que la magia no le va y, la Iglesia con estas cosas y otras muchas, pasará a ser un ente poderoso en medio de palacios, catedrales, jerarquías, monarquía absoluta, patriarcado, con las que se margina ella sola.
Me ha resultado curioso -y divertido- que este artículo coincida con mis pensamientos de hace tan sólo unos días, en los que vinieron a mi mente pensamientos sobre la oración y los dioses (de todas las religiones).
Seguramente ocurrió después de ver imágenes de los desastres de la guerra en Ucrania (en este caso, porque hay otras guerras en estos momentos pero no salen en los documentales) y los padecimientos de sus habitantes. Pensé en las víctimas y sus familiares. Y en lo que les pasa. Muchos de ellos rezarían. Pensé que efectivamente puede que haya un dios omnipotente.
Llamado azar.
Creo que es parecido a lo que el Sr. Alcaina describe aquí.