Tras varios artículos y celebraciones sobre Navidad, en esta semana previa al fin y principio de un nuevo año en nuestro calendario, invito a una lectura sosegada de esta reflexión de Mariano. Es largo y alguien dirá que no entiende tanta filosofía. Pero no lo vea como tal. Recomiendo leerlo, dándole tiempo, eso sí, como reflexión desde sí mismo, no desde sistemas, sobre ese ser personal, no meramente natural, sino única e irrepetible singularidad en el Cosmos y en la Evolución, que es mi insignificante pero enorme ser persona y naturaleza consciente. En resumen: que persona y comunidad somos inseparables. AD.
Una de las necesidades más básicas del ser humano es sin duda alguna la de disponer de un sistema de referentes, es decir precisa percibir y percibirse en la diferencia, sin diferencia no hay ni percepción ni autopercepción. La primera en cuanto a lo que está frente a sí pero diferente de sí, y la segunda en cuanto a sí mismo pero diferente de sí mismo.
Estos dos niveles de percepción y autopercepción, determinan un doble dinamismo en la realidad persona, dinamismo no solamente distinto a cualquier otro dinamismo que exista frente a sí, sino que también precisa en sí misma de esa otra referencia y por tanto diferencia que dinamice su autopercepción, material/biológica, psíquica y espiritual. Autopercepción englobante e integradora de toda realidad, dinamismo que constituye una verdadera singularidad en el orden de toda existencia, por el que podemos afirmar que el estar-en-realidad de la persona es: Ser realidad singular, única, concreta e irrepetible.
Hasta que la persona no hizo presencia, la naturaleza permaneció muda, autoindiferenciada, nada dentro de ella ni nada fuera de ella reclamaba su identidad, su mismidad, pues no la precisaba.
Cuando en la evolución hay un cambio de especie o variabilidad dentro de ella, motivado bien por la necesidad adaptativa o por el error replicativo propio de la diversidad recombinatoria de sus elementos estructurales, cromosomas y genes en lo biológico, moléculas, átomos y partículas subatómicas en lo material, fuerzas y energías en lo inmaterial, en un dinamismo denominado selección natural; ninguno de sus individuos se cuestiona el posible cambio, precisamente porque carece de su sentido de sí, existe sin saber que existe, su saber es su sentir en lo orgánico/biológico y su estructura en lo inorgánico, no precisa de más
La persona es sujeto de su propia realidad en la que su autopercepción es mucho más que eso, es autoposesión, es su realidad expresándose libremente en sí, es a lo que Heidegger llegó a identificar por el “ser ahí”. En este punto, Heidegger miraba al “ser” teniéndolo frente a sí, se queda en su exterioridad, se queda en su huella, de ahí dicha expresión, no logrando penetrar en el dinamismo de la realidad persona, pues no hay filosofía que pueda penetrar en él, porque dicho dinamismo es privativo de su libertad y nunca podrá ser acotado, objetivado ni capturado y mucho menos definido y generalizado, porque la libertad es todo lo contrario. La pregunta de qué o quién es el “ser persona” es privativa del “ser persona” que se pregunta, persona singular, única, concreta e irrepetible, solo ella podrá dar razón de sí. Esta singularidad extrema será la piedra angular de todo su universo personal. En la naturaleza la especie enmarca y determina al individuo. El individuo es la negación del “ser persona”, no hay un “yo en sí”, solamente frente al “tú persona” emerge el “yo persona”.
La persona no es “algo” que emerja de un análisis conceptual ni de una combinación definible de caracteres, si así fuera sería una suma de elementos, una especie de inventario. La persona es el lugar de lo no inventariable como decía G. Marcel, es el lugar de la libertad, lugar de profundo misterio, es la urdimbre insondable e inefable del ser persona, o también como el centro misterioso del que todo emerge y todo culmina en palabras de J. Lacroix. Así se comprende que la vida personal esté ligada por naturaleza a un cierto secreto como también solía decir E. Mounier, la discreción es el homenaje que la persona rinde a su infinitud interior, jamás puede comunicarse plenamente y directamente, es misterio para sí misma y por eso cuando queremos definirla recurrimos al distanciamiento dialéctico a través de la metáfora, la abstracción, la paradoja, la ficción, el símbolo, el mito, etc. Discreción que, en el pensamiento de inspiración personalista de filósofos como Kierkegaard, Jaspers o Soloviev recogen bajo el calificativo de pudor.
Lo contrario del pudor es la vulgaridad donde todo es exterioridad expuesta a la mirada pública que acaba degenerando en mirada púbica y todo ello como consecuencia de una cosmovisión de la realidad persona muy naturalista, no hay más que asomarse a los denominados “reality show” de los medios audiovisuales que acogen los mayores ratios de audiencia. Los actores son el más puro reflejo de la exterioridad natural, no tienen secreto ni densidad ni fondo, todo está en la superficie a la vista, todo se muestra y todo se dice, no hay nada que ocultar, no hay intimidad, no hay singularidad. Lo que si hay es un pudor impúdico compartido por multitud de espectadores morbosos y ansiosos de vulgaridad que les haga olvidarse de su propia vulgaridad, regodeándose en la impuridad.
La singularidad persona que surge en la naturaleza, pero no de la naturaleza, trastoca todo el orden natural, a través de ella la naturaleza cobrará sentido, abandonará paulatinamente su dependencia del azar y la necesidad, se abrirá a la libertad de la singularidad persona, la persona será el “tú” de la naturaleza, su diferente, su referente en el que emergerá un nuevo dinamismo, la ciencia y la técnica de la persona deberán modular poco a poco las energías de la naturaleza en un orden distinto al del azar y la necesidad.
En esta dinámica, la naturaleza y la persona entablan en una relación intrínseca, en un nuevo orden con un nuevo dinamismo, de ahí que la persona de forma inconsciente y a trancas y barrancas se tenga que ir haciendo cargo de ella, pero no en una dinámica de poder, propio de la tensión de toda necesidad y sí en una dinámica de libertad creativa, esencia de su singularidad. Sólo cuando la persona confunde libertad con poder es cuando el orden trastoca en desorden y la persona se llevará la peor parte, siendo engullida por las fuerza de la naturaleza. La persona que se identifica con la inidentidad de la naturaleza la imita y trata de imponerse a ella por su propia fuerza, fuerza contra fuerza, necesidad contra necesidad, poder contra poder, surgiendo de nuevo el complejo de Edipo en su versión natural. El que se decía hijo de la naturaleza se vuelve contra su progenitora.
La dinámica relacional del “ser persona” con el “ser naturaleza” es tan estrecha que la propia persona muchas veces acaba antropomorfizándola, o lo que es peor, acaba ella misma naturalizándose. Decía Ortega que: “Al hombre le pasa que se halla en constante riesgo de dejar de serlo” y a lo que se podría añadir que, en la medida en que cuanto más trata de atenerse a lo estrictamente “natural”, más en riesgo. No es difícil encontrar este sentimiento arraigado en forma de creencia en una gran parte de la humanidad con sus inevitables consecuencias sociales e institucionales.
Toda la ideología “trans”, tiene como fundamento esta creencia, es una reacción anclada a la materialidad y a la necesidad recombinatoria y reproductiva de la naturaleza, resultado del empoderamiento de la persona y no de sus posibilidades creativas propias de su libertad. El movimiento “trans” no se puede calificar de “transhumanismo” y sí de “transnaturalismo”. Lo “trans” es precisamente la negación del principio de identidad, nunca es lo que dice ser, siempre es realidad en tránsito, realidad efímera, realidad mutante, realidad fugazmente evolutiva, realidad de necesidad deseada. El poder de la palabra es inmenso y cuando se acepta un vocablo erróneo como verdadero, desencadena un dinamismo de realidad perniciosa, la palabra es el germen de toda realidad, y la palabra “trans” ya se ha instalado en el inconsciente colectivo de muchas personas de buena voluntad, pero de mala racionalidad, generando una realidad social e institucional eminentemente perniciosa.
La persona es el “tú” de la naturaleza que le rescata de su soledad indiferenciada y le dota de sentido y por tanto de finalidad, la naturaleza ya es para alguien y no para algo, la persona dignifica a la naturaleza incorporándola a su existencia, la persona dota de existencia a la naturaleza. Decía Zubiri que la persona es el único ser que se sabe que existe. La naturaleza cobra existencia gracias a la persona. Todo el ecologismo es una manifestación más o menos consciente de este dinamismo relacional de la persona con la naturaleza, siempre y cuando su relación sea en una dinámica de personalización y no de naturalización. Decía Mounier que la misión del Hombre, la Persona, es elevar la dignidad de las cosas, humanizando la naturaleza a través de su trabajo y así su relación con ella es una relación de intimidad, no de exterioridad, es una relación transformadora y transfiguradora.
La persona rompe con el dinamismo evolutivo de la naturaleza. La persona no cabe en una clasificación taxonómica. La persona no es ni género ni especie, ni individuo dentro de la especie, es singularidad absoluta respecto a aquella (la naturaleza) y relativa respecto al “Tú” diferente Absoluto que le abre la puerta a su identidad, a su mismidad, a su “ser en sí”, para ser un ser fundamentado en una libertad otorgada gratuitamente y precisamente esta libertad otorgada es la que le posibilita ser realidad singular, única, concreta e irrepetible. La libertad siempre diferencia nunca iguala. La dinámica creativa nunca hace copias, nunca se repite, siempre es novedad absoluta, pero novedad integradora de toda novedad, no hay dos personas iguales, cada “ser persona” es ser realidad singular, concreta única e irrepetible. No me cansaría de repetir hasta el infinito estas palabras para que quedasen grabadas imborrablemente en el subconsciente de toda persona. Le invito querido lector a no pasar por encima de ellas como una frase más, hágalas suyas, vívalas, experiméntelas en primera persona y posiblemente le muevan a una reflexión profunda, enriquecedora, transformadora y transfiguradora en la que toda persona y toda realidad adquiera un valor incalculable para usted. Este es precisamente el misterio velado al ser que primeramente se identifica como naturaleza y posteriormente se encumbra sobre ella y sobre toda realidad como referente absoluto.
La realidad humana es integradora de toda realidad, es realidad acogedora, es realidad amorosamente enamorada, pero cuando la persona quiere verse y percibirse bajo el patrón naturaleza, automáticamente se desintegra, se clasifica, se autolimita y se introduce en un orden taxonómico, orden sujeto a la necesidad, perdiendo entonces su singularidad y entrando en conflicto consigo misma. La ideología de género es un ejemplo de este conflicto, persona contra persona en sí misma, hombre contra hombre, mujer contra mujer y todos contra todos y todo ello por haber perdido el referente que les hace iguales en la libertad, iguales en la dignidad de su singularidad, igualdad que diferencia en la complementariedad de la unidad y no en la radicalidad de la contradicción de unos contra otros y consigo mismo.
Muchas discusiones filosóficas, sociológicas, antropológicas y un largo etc.…, padecen estas consecuencias al haberse dejado infectar por el espejismo clasificatorio con que la persona observa a la naturaleza. Machismo y feminismo es una clara consecuencia de dicho conflicto en el que la singularidad integral del ser persona se ha desintegrado perdiendo su unidad en la complementariedad que les hace únicos e irrepetibles. Hombre y mujer son dos realidades singulares, únicas, concretas e irrepetibles que se complementan en la realidad persona. Ni opuestos ni contradictorios, simplemente complementarios. Decir hombre o decir mujer es decir persona. Todo prejuicio al respecto que intente contraponerlos los desnaturaliza generando una dinámica de confrontación personal, social e institucional conflictiva.
Al igual que la naturaleza clamaba por el “tú” que le rescatase de su inidentidad, la persona también clama al “Tú Absoluto” en el que pueda verse reflejada y le permita reconocerse en su intimidad más profunda, en su mismidad y así hacerse cargo de sí misma por la que su autopercepción se eleve a un grado superior, el de la autoposesión.
“En esta experiencia primigenia, fundante de la categoría persona están dos sujetos: uno que llama y otro que es capaz de ser llamado; por ello las categorías de relación y autonomía surgen así coextensivas y constitutivas de la categoría persona, ya que desde la relación instaurada desde fuera surge en ella la conciencia de ser alguien y a la vez le hace posible y necesaria la respuesta que tiene que dar desde sí misma y por sí misma. Se es llamada en persona para ir a otras personas. Por eso no existe el individuo como absoluto. Existe el yo y el prójimo como “tú” constituido y constituyente”. (Olegario Gonzalez de Cardedal. Burgos 22 de julio de 2011. “La entraña personalista del cristianismo”).
De aquí que “yo sin ti no soy yo, pero sin mí tampoco”, en una doble dimensión: La dimensión primordial con el “Tú” Absoluto fundante de todo “yo persona” y la dimensión relacional de coexistencia con todo prójimo, relación de realidades singulares, únicas, concretas e irrepetibles ancladas a la relación primordial. Si se rompe una se rompe la otra.
Desde aquí se puede apreciar la diferencia que existe entre esta concepción de ser persona, frente a la centrada en la absolutez de la propia libertad del individuo natural, sin su fundamento primordial, y en el que la relación con su prójimo será una relación de exterioridad, relación contingente que dará lugar a dos realidades bien distintas: Una abierta a la libertad creadora e integradora y otra a la necesidad reproductiva y diferenciadora.
Yo sin ti no soy yo, pero sin mí, tampoco.
Mi querida Ana Piera, en tí se ha cumplido mi esperanza esperada. Al escribir mi artículo que más que artículo era un coloquio conmigo mismo en una relación de interioridad vivencial alejada de la retórica fría y expositiva de la razón, pues era mi yo existencial el que dictaba lo que traducía a través de la escritura y que posteriormente al releerlo yo mismo me sorprendía pues no había mas argumento de fondo que un sentimiento, un sentimiento de encuentro conmigo mismo y a la vez fundamento de todo encuentro entre personas y que cierra el título del mismo de que “yo sin mí no soy yo” para poder decir también que “yo sin tí tampoco” y todos ellos fundamentados en el “YO Primordial” de la relación de Primordial de toda existencia personal singular, única, concreta e irrepetible.
Ante los comentarios que surgían no era mi interés responderlos personalmente, esperaba que fueran los propios lectores los que se expresasen y se auto- respondiesen, ya en parte muy acertadamente también M. Luisa daba fe de mi esperanza, pero he de serte sincero y esperaba el tuyo, pues en tu otro comentario al artículo anterior previo a éste ya vi como captabas lo que yo quería transmitir, pues en tu comentario de ahora has revivido en mí esa experiencia pero desde tí, desde tu propia experiencia, con tus propias palabras, con tu propia singularidad que siempre es novedad y por tanto también singular, única e irrepetible.
Dudaba de si realmente habrían respuestas, y mucho más que fuesen entendidas o mejor dicho fuesen experimentadas vivencialmente. También agradezco a A.D su presentación.
Con las tres citadas me doy más que por satisfecho. También los silencios son significativos.
Cuando leí esta reflexión de Mariano Álvarez, me llamó la atención. Es ese tipo de textos que me obligan a releerlos con calma. Esperé unos días, y cuando volví a ella me encontré con los comentarios tan amplios que había suscitado. Los leí y volví de nuevo al escrito de Álvarez para ver dónde encajaban. Pero tuve que dejar los textos de ida y vuelta, porque me perdía lo que originalmente me había llamado la atención. Tal vez, la inmediatez del mundo digital nos arrastra con sus prisas a donde uno no había elegido ir.
Quiero pensar que sería posible mantener una conversación sobre el sentido de la vida, sin necesidad de indicar la referencia de algún sabio o entendido. Eso me posibilita hablar con un gran abanico de personas profundas que, con ánimo de decir su verdad, me acercan a esa realidad ser persona que, seguramente, es posible encontrar en la escucha profunda de uno mismo, y que a veces percibo que se deriva de lo vivido, lo esperado y lo perdido. De esa realidad experimentada a la que nada puede oponerse.
A veces, con intención de aclarar una idea que deseaba explicar, me he apoyado en alguna frase clarificadora que perteneciese a cualquiera de los autores que hubiera leído y, cuyo contenido yo asumía como razones posibles, para expresar y argumentar mi propia forma de ver el mundo de la vida. Esa forma que además es deudora, en su construcción, de esos textos y del acompañamiento de las personas con las que he podido compartir. Ahora, al leer el texto, veo que lo mejor para mí es dejarle hablar. Escuchar. Dejar las referencias de los autores acotadas en los entrecomillados y seguir adelante.
Y dice, entre otras muchas afirmaciones valiosas para mí, la siguiente: cada “ser persona” es ser realidad singular, concreta única e irrepetible. No me cansaría de repetir hasta el infinito estas palabras para que quedasen grabadas imborrablemente en el subconsciente de toda persona.
A la consideración sobre la realidad singular, concreta, única e irrepetible que somos cada uno, nada añadiría porque encaja perfectamente dentro de mi comprensión. No necesito grabarlas, porque las comparto y las podría haber nombrado de modo similar, dentro de cualquier otro conjunto de expresiones de mi realidad. Pero lo que realmente me ha parecido maravilloso es la afirmación de que nunca se cansaría de “repetir hasta el infinito estas palabras para que quedasen grabadas imborrablemente en el subconsciente de toda persona”. Solo con atreverse a eso, ya me parece absolutamente esperanzador. Tanto más, cuanto no nos lo propone para entrar en su razonamiento, sino como propuesta para ser experimentada en primera persona. Ese es el proceder de muchos maestros. Y es desde esa experiencia de mi realidad, desde donde puedo acercarme al otro.
Entre los párrafos que va siguiendo el discurso aprecio un recorrido en espiral ascendente en el que, a cada vuelta, va incorporando un nuevo elemento. Aparece la persona, luego la autoposesión, el pudor y su contrario descrito como la exterioridad natural, la singularidad, la libertad y el Tú absoluto fundante de toda persona. En medio, la ideología “trans” como negación de ese principio de identidad. Una identidad del ser persona, que no cabe en una clasificación taxonómica –dice Álvarez-, y cuya descripción va presentando, paso a paso, para llegar a la consideración de que es su libertad la que siempre le diferencia y nunca iguala.
Gracias pues Mariano, por su forma de presentar lo que yo soy. Yo no soy si no hay otro ser persona, y a este ser persona le sucede otro tanto. Si no fuese así, no sería posible la relación en el espacio de la intersubjetividad donde todo cabe diálogo.
!Espléndido, Ana¡
Ni que decir tiene Isidoro, que quien te ampliaría mejor el significado que me pides le da Mounier a la “persona” es sin duda Mariano, quien, para mí, lo deja ya muy bien expuesto en el artículo. No obstante, y a pesar de la poca delicadeza con él tanto en este artículo por parte tuya como en el anterior por parte de Ana, no le importaría a él, creo, darte esta ampliación que solicitas.
En cualquier caso, ahora que te acabo de leer en el Post de Habernas y Ratzinger, etc. Por mucho que te expliquemos los caracteres que singularizan a la persona, tú que me dices que lo haga de forma inteligible, ya te digo yo que por mucho que me esfuerce no te lo harás inteligible mientras no haya, con respecto de nuestra mente una superación de la idea arquetípica que mantienes por la idea de estructura. Solo en esta en su sistematismo puede darse la singularidad de la que hablamos. Son dos puntos de partida, en la concepción de la mente, que requieren análisis distintos y es frecuente en ti verlos como mezclados y esto francamente no ayuda nada.
¿Llamas, Isidoro, sacar los colores al hecho de discutir una materia con la única intención de examinarla atentamente y en profundidad? ¿Te piensas que no me imaginaba algo de esto desde tu sepulcral silencio? ¿Tus reservas en responderme? A mí sí que, íntimamente, me subieron los colores ante la espontánea amabilidad que tuvo conmigo Mariano y no porque no me satisficiera plenamente su reconocimiento, sino por la escasez de ellos aquí, ¡qué digo escasez! Total nulidad de ellos, hasta el punto de que si por casualidad algún reconocimiento se me ha concedido en virtud de algún fructífero comentario, me ha venido vía correo interno. ¿Cómo no me iba a satisfacer esa espontánea gratuidad que me remontó? ¿Te sientes molesto? Mira, Isidoro, esto es un Foro y tanto derecho tienes tú en silenciarme como yo de objetar tus opiniones cuando lo crea necesario.
¡Feliz Año Nuevo!
Amiga M. Luisa, siento mucho, mi expresión desafortunada y en general el final de mi comentario anterior al amigo Mariano. Estaba un poco “desinhibido”, y quise acabar con un poco de humor, y ya sabes que si sale mal, el humor se convierte en horror.
Claro que es lógico que discrepes de lo que no te parezca bien, pero te diré que siempre te quedas en el análisis terminológico, y no vas al meollo de la idea. Y las palabras hay que entenderlas en función del contexto en el que están escritas, y que no es otro, que la idea-base, para la que se escriben dichas palabras.
Y me frustra mucho esa crítica, porque se que no te gusta, pero no, qué idea de las muchas que se expresan no te gusta.
Por cierto, como me he quedado con muy mal sabor de boca con mi contestación al amigo Mariano, y él seguro que no está de humor conmigo, me gustaría que si pudieses, me explicases inteligiblemente, qué significado exacto le da Mounier, a la palabra “persona”, referente al ser humano, más allá, que como mero eufemismo, de lo que siempre se ha hablado de “ser humano”, o “humano” como yo utilizo, y que a tí te extraña tanto.
Porque lo de la “milonga” del personalismo, que creo que es desafortunado, y seguro que injusto, y ofensivo, iba por ahí.
Repito. Perdón y empecemos el Año 2023, sin rencores. ¡Otro año más que nos hemos cepillado, ya vamos para un tercio de siglo. y como sigamos así, acabamos el siglo!.
Bien, Isidoro, no es problema para mí dejar este somero episodio atrás, pero quede claro que de humorístico nada de nada.
En cuanto a lo que echas en falta en mis comentarios que según dices me quedo siempre en el análisis terminológico es porque en el contexto cognitivo en el que generalmente nos llevas o bien tú o la propia temática me es preciso ante todo aclararme porque los términos que empleas son más de carácter psicológico que psíquicos. Por poner un ejemplo, tú hablas siempre del inconsciente como algo negativo que vendría a equivaler a lo que tradicionalmente hasta Leibniz las sensaciones fueron un verdadero estorbo para el conocimiento, en cambio (para el estructuralismo actual) este momento de intelección sensible, dentro de la estructura misma del conocer, es fundamental.
No se trata de gustarme o no gustarme, se trata siempre de procurar ir a lo real.
Cuando pueda ya miraré de entrar en esto que me pides referente a la “persona”.
Con afecto!
Amigo Mariano, me parece muy bien que no estes de acuerdo con mi planteamiento. Es normal. Primero, porque puede contener muchos errores, como ya advertía yo en ni comentario, y segundo, porque para gustos los colores.
Quiero solo aclarar, primero, que si exponía detalles de nociones científicas elementales para el que que sabe de ellas, no era para ti, que parece que las conoces.
Sino porque esto lo lee mucha gente, y una de los objetivos de Atrio, es que entre todos aprendamos unos de otros, cada uno de su especialidad. Por eso explicar las cosas sencillamente no es un reduccionismo simplista, es divulgación cultural, esto no es una revista científica.
Ir a favor de la corriente, es fácil, no hay que dar muchas explicaciones, porque ya toda la gente que estará de acuerdo con la tesis, conoce el proceso.
Pero cuando expones una idea personal, propia, aunque basada en las de muchas de otras personas, exige explicar paso por paso, cómo y por qué has llegado a esa conclusión.
La tesis gustará o no gustará, irá contra las ideas previas que ya disponemos, o no, pero no es una ocurrencia o una “cuñadez” que uno suelta, porque uno está loco, o porque se ha tomado una copa de más.
Estoy admirado de tu gran currículum. El mío no llega a tanto, pero si es lo suficiente para saber, que los currículums son muy relativos, respecto al conocimiento de temas concretos.
Como ejemplo, yo académicamente soy ingeniero agrónomo y master de IESE en Administración y gestión de empresas, y si me preguntan algo de agricultura o de management empresarial estoy totalmente oxidado, porque por motivos personales llevo mas de treinta años, leyendo y reflexionando sobre estos temas que trato en Atrio: antropología, religión, espiritualidad, y especialmente de psicología.
(Eso naturalmente no quiere decir nada respecto a la cualidad de mis aseveraciones. A veces uno dedica años y años a una actividad, y acaba reconociendo que no le ha alcanzado para casi nada, sobre todo en estos temas tan abstrusos y complejos. Muchas veces uno muerde más de lo que puede masticar).
Dices que no piensas que la Ciencia va en la dirección de mis planteamientos, y eso no lo acabo de entender.
Yo intento encontrar una salida a los problemas de la humanidad, que las ideologías dominantes, de la Modernidad, (comunismos, liberalismos), y de las religiones clásicas, (especialmente en nuestro caso la católica), nos tienen estancados, sin ideas creativas válidas, y solo se les ocurre, que lo que necesitamos es ser buenos: moralismo a tope, sermones y mas sermones. Antes lo hacían los curas, ahora lo hacen los políticos
Está claro que si todo el mundo hiciera lo de debiera hacer, no tendríamos ningún problema insoluble. Pero no nos dicen cómo conseguimos reconvertirnos a seres angelicales, cuando en principio tenemos una naturaleza muy marcada.
Y por ello hay que reflexionar utilizando todas las novedades de la Ciencia, que muchos desconocen, pero otros más, conocen pero no interiorizan, como la teoría de Sistemas, Prigogine, Maturana, la emergencia evolutiva de Kauffman, los nuevos modelos mentales de la informática, y sobre todo la moderna psicología de los últimos cincuenta años, desde Maslow y compañía, hasta incluso premios Nobel de economía.
Pero lo que mas me ha extrañado, es tu aseveración de que Jung o Teilhard, no aprobarían mi exposición de las cosmovisiones estática y dinámica.
No se por qué no, ¿Por cierto, tú en cual estás porque no lo tengo muy claro por tu defensa del personalismo de hace 100 años?.
Pero aparte de eso, yo no he pretendido nunca que mis investigaciones serían aceptadas íntegramente por Jung o Teilhard, que también son de hace 75-100 años, y no conocían muchas cosas que hoy sabemos.
Solo alabé su visión de futuro, en general, y la frasecita no venía a cuento. Además de que habría que preguntarles a ellos, y quizás alguno se llevaba un disgusto, y seguro que si respondían nos llevábamos un susto.
Amigo Isidoro, he leído y releído tu respuesta y sinceramente me ha servido de mucho, pues me ha llevado a una mayor comprensión de muchos de tus escritos publicados en Atrio. Me has hecho una exposición clara y diáfana de tu cosmovisión de la realidad y con ella de la realidad humana. Por mi larga formación universitaria en el ámbito de la ingeniería industrial, las ciencias físicas y matemáticas, además del ejercicio profesional como responsable de un departamento de ingeniería de sistemas en las áreas de investigación, desarrollo y explotación y habiendo estado durante cinco años como miembro directivo en una organización internacional en representación de nuestro país, involucrada en la digitalización y desarrollo de sistemas informáticos para gestionar el espacio físico como infraestructura de todas las redes de servicios públicos, me ha resultado eminente mente familiar el lenguaje por tí utilizado en referencia al ser humano como tu dices y que M. Luisa ya te matizó en relación a la realidad persona.
Yo no se si detrás de esas palabras tuyas (algoritmo, paquete neuronal, humano.22, fractal, línea del viento del Universo, sistema auto-organizativo, problema complejo, software neurológico que identificas como ánima mundi, etc..), no se si tu y yo vemos lo mismo, con lo que si ya fuera del ámbito de de la realidad humana no coincidimos, muy probablemente, entonces no vale la pena discutir sobre el resto del tema.
Cuando dices que la ciencia va por ahí, personalmente no se a qué ciencia te refieres. De verdad Isidoro que me encantaría dialogar contigo sobre todos esto términos previos al ser humano y por tanto fundamento del mismo como tu dices.
No tomes mi crítica en términos despectivos o despreciativos hacia tí, nada más lejos de la realidad, pues trato de comprenderte con independencia de que en principio no comparta tu opinión, como tampoco comparto tu última expresión de las dos cosmovisiones, una dinámica y otra estática, las considero de un reduccionismo simplista, al igual que si se las presentases, tanto a Jung como a Teilhard, dudo de su aprobación.
Sinceramente he de decirte que siento aprecio por tu sinceridad, porque en cierto modo me veo reflejado en tí en cuanto a la firmeza con que expones tus pensamientos, con independencia del consenso o no consenso sobre los mismos.
¡¡¡FELIZ NOCHE VIEJA!!! Y ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!! A TODOS.
Amigo Mariano: Muchas gracias por tu amable contestación. Hay muchos temas de los que tratas, pero quiero centrarme en que dices que pienso lo que pienso, por mi libertad = singularidad.
Pero es que yo no pienso lo que pienso, porque quiera pensar eso en concreto. Pienso lo que me “sale” pensar. Yo no tengo opción de pensar algo diferente.
Esto del pensamiento, no es una elección inocua, hasta diría que cínica: ¿qué me conviene pensar?. Eso vale para elegir calcetines o salchichón, no para pensar ideas.
Hay dos formas de pensar. Una teniendo ideas previas fijas incorporadas a nuestro yo, como componentes del mismo, que actúan como líneas rojas que coherentemente no podemos traspasar, pues es desestructurador de la mente.
Son las convicciones, o creencias fuertes, que para el pensamiento son la criptonita de Supermán.
Y luego hay otra manera, que es la de la libertad total, sin ataduras, sin prejuicios: salga lo que salga. Si sale con barba, San Antón, y si no, la Purísima Concepción.
Dice François Jullien que un sabio no tiene ideas. “Que no tiene ideas, significa que se guarda de anteponer una idea, respecto a las demás, en detrimento de las demás. No hay ideas que siente como punto de partida de donde deducir o desarrollar su pensamiento”.
Naturalmente no se lleva a rajatabla, pues es inevitable que vayamos adquiriendo ideas de la realidad. Pero te permites “el lujo” de pensar como si no las tuviésemos, y eso es una gran fuente de creatividad, pues nos descubre muchos nuevos parajes.
Por eso es tan difícil pensar “libremente” desde convicciones políticas y/o religiosas, y ese es el gran hándicap de toda teología, ya sea religiosa o laica. Y por eso la antropología o la filosofía “cristianas”, son en general una apologética, “pro domo mea”, y no una reflexión auténtica.
Se antepone la “salvación del alma”, o la “obediencia a la Madre Iglesia”, que a la Verdad. (Seguro que Dios les perdonará dichos “excesos” bienintencionados).
Yo últimamente, vengo reflejando en Atrio, la idea junguiana de que en la mente humana, existe una permanente lucha a muerte, entre la razón y el espíritu inconsciente.
Tendríamos en nuestro espíritu inconsciente, una especie de guía o detector de metales, que es la fuente última del proceso de discernimiento humano. Y además nos impulsa instintivamente hacia la Verdad, la Bondad, y la Armonía con el Universo.
Cada uno de nuestros “espíritus”, es un microfractal del gran Espíritu del Universo, el Anima mundi, el gran Algoritmo que rige y conduce el Universo.
El “espíritu”, nos dice algo, mediante intuiciones-inspiraciones, pero muchas veces es contrario a lo que la razón consciente nos dice, iluminada por la cultura que ha adquirido.
Esta discrepancia se produce, o por errores cognitivos adquiridos, o mas abundantemente, por perspectivas diferentes de la realidad, (que suele ser la “especialidad” del “espíritu” inconsciente: no suele dar conocimientos sino nuevas perspectivas, como dijo Ignacio después del río Cardoner).
Y cuando hay una colisión, en general la mente consciente “reprime” la intuición inconsciente, por falsa, por no oportuna, o incluso, como “tentación demoníaca” o “instinto malsano”, argumentos todos que sirven para justificar la represión de ideas.
Pero ese no es el buen camino. Tampoco lo es entronizar sin más todo flujo del inconsciente, que a veces contiene muchos delirios emocionales psicóticos.
La clave es la “negociación”, la conciliación de contrarios, que casi siempre proviene de la superación de perspectivas.
Hay que disponer de una libertad intelectual absoluta, para “negociar”, sin las imposiciones de la razón consciente, que está acostumbrada a considerarse como dueña y señora de la mente humana.
(Freud decía que era como el payaso “augusto” del circo, que cree y asegura que el circo es suyo y se hace lo que él dice).
Ese es el gran talón de Aquiles de la Modernidad: su hiperracionalismo, que nos ha traído tantos problemas en la historia reciente, y que no encuentra salidas, y nos tiene paralizados ante la luz del tren que se acerca a toda velocidad.
Hay que dar chance al “espíritu”, a la intuición, al satori, como instrumento epistemológico y cognitivo.
El Universo, mediante la evolución emergente, nos ha dotado de estos circuitos neurológicos, heredados genéticamente, pues el sistema humano-entorno, se ha complejificado muchísimo desde nuestros orígenes hace unos 200-250.000 años.
Durante muchos miles de años nuestra dotación de software neurológico inicial, nos bastaba muy bien para afrontar los problemas de supervivencia de la humanidad.
Pero debido a la misma actividad neuronal, y el consiguiente incremento acumulativo de la cultura, nos fue metiendo cada vez más en un torbellino cada vez creciente, de retos y actividades, hasta llegar a los momentos actuales, en que estamos claramente sobrepasados, y el equilibrio del sistema, se ha perdido.
Pero la mente humana es un sistema autoorganizativo, que cuando se sale de su equilibrio, mediante un sistema emergente, busca y encuentra un nuevo equilibrio temporal.
Y por eso posiblemente hace unos 70.000 años, ocasionado quizás por la fuerte crisis de supervivencia de la humanidad, por una gigantesca erupción de un volcán en Indonesia, se produjo la adición a nuestra organización neuronal, de un nuevo “paquete” neuronal, que es lo que hoy llamamos el ”espíritu”, que nos sirve de guía ante problemas muy complejos, a los que nos tenemos que enfrentar.
Y eso inauguró una gran explosión de creatividad artística y vital, en el Neolítico.
Y ahora estamos a la espera de un nuevo reajuste emergente de nuestro software neuronal, un cambio de conciencia, que nos readapte a los nuevos y peligrosísimos retos a los que tenemos que enfrentarnos.
(No será la razón solamente, la que nos saque de esta tesitura. La razón consciente es un magnífico instrumento, pero el timón lo tiene que llevar el “espíritu”).
Es verdad que todo depende de las cosmovisiones de cada uno. Y comprendo, que cuando se parte de una visión tradicional y estática del humano, de tal manera que el humano es los que es, porque Dios lo construyó así, como dice el Génesis, una visión evolucionista de un humano en construcción permanente, con nuevas dotaciones neuronales, cada cierto periodo de tiempo, y que tiene una fecha de caducidad, en la que seremos sustituidos por un “humano.22”, (nosotros somos el “humano.21”), todo lo anterior, parezcan especulaciones y entelequias.
Pero siento decir, que la Ciencia va por ahí. No digo que en mi planteamiento no haya errores, pero la dirección del tiempo y de la historia es esa. Se puede aceptar o no. (Aquí entran las ataduras de las convicciones profundas).
Solo genios seminales como Jung o Teilhard, hace 100 años, ya supieron dirigir el barco de su pensamiento, en la línea del viento del Universo.
¡¡¡Feliz año 2023, para todos, todas y todes!!!
(Es una broma, Ana, no te enfades).
Gracias, D. Mariano, le acabo de leer al insertar esta breve observación para el amigo Isidoro. Gracias, de nuevo, pero es que la claridad con la que expone el tema nos es de gran ayuda.
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Al leer tu segundo comentario, Isidoro, también quisiera decir algo sobre esa referencia a la síntesis que haces, pues dicho carácter yo diría que no aparece por ningún lado. Es cierto que el escrito habla de dos niveles, pero la relación de ambos en la configuración de la persona no es sintética, es decir, en esta relación, no hay suma de elementos sino tan solo momentos estructurales o estructurantes, cosa completamente distinta…
Cuando remití esta reflexión a la redacción de Atrio ya le comenté a A.D que muy posiblemente muchos de los lectores no estarían de acuerdo con el planteamiento que hago en relación a lo singularidad persona, singularidad fundamentada en la singularidad de las singularidades, “la libertad” y que sencilla y magistralmente expone el comentario de M. Luisa y que agradezco enormemente, yo no lo habría explicado mejor.
Por otra parte he de agradecer el comentario de Isidoro García por la sinceridad con que expone su opinión al respecto, pues para mí es una confirmación de lo que en mi reflexión expongo al diferenciar las dos cosmovisiones con que la persona afronta su realidad; una anclada a al ámbito de la necesidad del “ser naturaleza” y otra al de la libertad del “ser persona”. En el primero predomina el concepto de individuo dentro de un orden taxonómico, que no hay que confundir con el de único o singular que es propio de toda persona. Es por ello que reiteradamente repito la expresión de que ser persona es ser realidad singular, única, concreta e irrepetible. Con el comentario de Isidoro creo ver una coherencia en su cosmovisión naturalista del ser persona. No descalifico su cosmovisión pues parte de su sincera singularidad (su libertad), aunque no la reconozca explícitamente y aunque yo desde la mía no la comparta.
También he de decir que ambas cosmovisiones se dan en mayor o menor medida en todas las personas, como también aprecio en el comentario de Javier Peláez y este sería otro tema sobre el que reflexionar y debatir.
Siempre que escribo algo intento humildemente provocar controversia que anime al posible lector a que participe en un dinamismo en el que se exponga sinceramente, mostrándose, es decir compartiéndose, que es la mejor forma de enriquecer a todos.
Para mí quien está en un error es Isidoro. Mariano no habla de la singularidad del humano, sino de la singularidad persona. Se trata de una singularidad que le otorga a la persona libertad para ser la realidad que es. No entiendo con qué fin se le escamotea la realidad a la persona del ser humano. “El humano” gramaticalmente hablando, como así le llama Isidoro, a la realidad humana, cosa que no entiendo muy bien por qué, es un singular, en efecto, pero físicamente es el único ser que modula realmente su naturaleza, de ahí su singularidad. Es un modo intrínseco de pertenecerse así mismo. Aquí se ve con claridad lo que con el concepto “de suyo” al que acudo a veces quiere expresarse.
Ahora bien, extrínsecamente, como hace Isidoro, la humildad, por ejemplo, no es más que una cualidad que se predica de un sujeto llamado “el humano” aun previniéndonos diciendo que ser humilde no significa abajarse artificialmente. Pero ahí se detecta y bien a las claras una contradicción. Por qué?, porque ser humilde en propiedad consiste ante todo reconocernos previamente como realidad y él no lo hace. Solo como realidad, siendo (persona) podemos llegar a ser humildes sin artificios. De momento lo dejo aquí…
Desde mi desconocimiento filosófico, a mí me parece que el personalismo de Mounier, es un fallido intento de síntesis y de conciliación de contrarios entre el cristianismo y la modernidad triunfante, (en su época, hace cien años).
Hay que tener mucho cuidado con estas falsas síntesis bienintencionadas, pero de resultados nefastos. Porque cuando uno de los elementos a sintetizar, ya están putrefactos, la conciliación buscada es imposible.
Es como cuando tienes un alimento ya echado a perder, que si intentas diluirlo con productos de buena calidad, acabas estropeando todo, sin mejorar nada.
El único elemento potable que contiene la modernidad es el humanismo, que en principio es fácilmente asimilable con el cristianismo, especialmente en su práctica.
Pero cuando un elemento, en sí mismo bueno, lo hipertrofias, acabas caricaturizándolo y esperpentizándolo. Es el ejemplo filosófico, de que si solo dispones de una idea válida, o de un martillo, todo lo intentas arreglar a martillazos.
Y al final una religión como el cristianismo, acaba convertida en vehículo de una hibris megalomaníaca del humano, de tal forma que al final el que acaba sobrando es Dios. ¡Vaya negocio!.
Siendo esta un reflexión personalista,no estoy de acuerdo con lo que dice de la ideología de género…Nosotros no podemos prescindir de las relaciones de poder,ni de las estructuras de poder…Esto corresponde a una visión ingenua de la vida y de la historia…San Pablo dijo no hay hombre,ni mujer en Cristo Jesús,pero vaya si lo hay en la vida real ,en las estructuras de poder…La persona evidentemente es única e irrepetible….Algunos son más únicos e irrepetibles que otros….Si estoy de acuerdo que vivimos en la sociedad del “hombre impúdico” con las redes sociales….Lo que ocurre es que tb hay mucho falseamiento de los yoes…No puede haber conocimiento real de otro ser humano sin su presencial real….Entre otras cosas xq ya cuesta conocerse a uno mismo,no va a costar conocer a los demás…A los demás se les puede conocer por lo que te cuentan,lo que hacen contigo o lo que hacen con los demás o con la naturaleza…Las razones reales de los demás apenas las atisbamos en la vida real,las vamos atisbar en un medio digital…Luego tb coincido en que hay que proteger la intimidad propia(y menos hacer un negocio de tu intimidad), pero tb conviene ser comprensivo(no con los realitys) que en la sociedad occidental se producen fenómenos de “soledad no deseada” y que hay gente que las redes se la alivia….Vamos que yo en las redes soy celoso de mi intimidad en las redes(bastante),pero tb me he hecho el duro propósito de ser transparente como el agua de montaña…Lo que yo cuente será verdad,no toda la verdad,pero no voy a mentir…Quiero decir sobre mí hablo…Sobre los de+ distingo dos cosas…Si son personajes de suficiente relevancia pública,les sacudo sin piedad incluso en los aspectos personales q tengan relevancia pública y a veces de cachondeo hasta en lo que no lo tiene(tb me da vergüenza a veces como me paso y borro tweets por hablar de Twitter xq me abochorno).Si no son personajes públicos,yo sólo hablaré de sus virtudes,los defectos que los veo,me los callo para mí …En la vida real soy igual no me gusta contribuir al linchamiento de los demás….Hablo mal de alguna gente ,con bastante razón,pero tb sé en qué círculos debo hacerlo y cuáles no… Fundamentalmente en los círculos que sé que se guardan mis secretos…Aunque tb he de decir(esto ya entra dentro del exhibicionismo emocional) que hay gente que le molesta hasta tu silencio….El silencio molesta mucho ,no sólo rajar,en eso que llamamos relaciones de poder de que habla el texto….El silencio sonoro, claro..
No recuerdo ahora quien decía, (cada vez se recuerdan menos cosas), que el objetivo fundamental de la filosofía era proporcionar razones y motivos para no suicidarse.
Y el psiquiatra Francisco Traver señala que, “Si usted no se suicida no es porque tenga unos planes por hacer, sino porque la existencia le lleva a seguir esa trayectoria llena de una lógica interna que a usted se le escapa.
Pues la existencia tiene su propia lógica interna y no necesita de sus planes para completarse”.
El amigo Mariano, habla de la singularidad del humano, y personalmente, creo que ese es un gran error. El humano, es singular, como lo son todos y cada uno de los elementos surgidos evolutivamente en el Universo.
Pero claro si todos somos singulares, ninguno es singular, en el sentido mayestático y especialísimo que seguro que Mariano le atribuye a su “singular”.
Lo primero, la humildad, que no es abajarse artificialmente, sino reconocer nuestra realidad. Y es realidad que el humano es el ser vivo mas inteligente surgido hasta ahora en la evolución terráquea.
Pero igual que la Tierra no es mas que un pedrusquillo en la inmensidad incontable del Universo, la inteligencia humana, no es mas que una misérrima parodia de lo que puede ser la gran Conciencia Cósmica, que dirige y regula el Universo: el “anima mundi”.
“Por tanto, es de resaltar que: este mundo es, de hecho, un ser viviente dotado con alma e inteligencia […] una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados”. Platón, Timeo 29, 30
Decía Emerson que “yacemos en el seno de una inteligencia inmensa”.
El teólogo Alberto Roldán, comentando sobre la teología de Tillich, se hace varias preguntas sobre el tema que tratamos:
-¿Cómo entender la expresión de Juan cuando dice, con referencia al Logos, que era la “luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano”, (Jn 1,9), y que los padres de la Iglesia, como Justino Mártir, interpretaban que se refería a los filósofos griegos?.
-¿Cómo entender pasajes en los cuales se desliza la idea de que Dios se ha manifestado a toda la humanidad de diversas maneras?
-¿Tiene vigencia o no el concepto que Pablo recoge de los poetas griegos como aquel que dice que “en él vivimos, nos movemos y existimos, (Hch. 17.28)?
Todas estas preguntas, configuran el “unus mundus”: esa realidad subyacente unificada, a partir de la cual todo emerge, y a la cual todo retorna.
Muy ufanos y pavorealescos nos creemos muy libres y grandes cerebritos que diseñamos nuestras vidas, pero en realidad, “la existencia nos lleva a seguir esa trayectoria llena de una lógica interna que a usted se le escapa”, como nos dice Traver.
La autoconciencia es un gran avance en la larguísima escalera de la evolución de la inteligencia, pero es solo un ínfimo paso, al estilo de lo que fue el rídículo descenso en la Luna de Amstrong, bajando desde una estructura hecha con cuatro hierros mal soldados.
Nuestra grandeza no está en nuestra miserable realidad, sino en la pertenencia a un Universo, a un Cosmos, insondable y complejísimo. Nuestra grandeza es nuestro Padre, el Universo, no nosotros, que somos cuatro células a las que un mísero virus se nos lleva por delante.
Debemos de dejar de pensarnos antropocéntricamente, como si fuéramos el “no va más”, y el eje del Universo, y pensar cosmocéntricamente, centrándonos en nuestra pertenencia al Universo, (al que algunos consideran como la huella de la mano de “Dios”).