Hace meses traté en estas mismas páginas la cuestión que ahora retomo. No sólo porque me ha preocupado durante muchos años sino también porque para mí la vejez ha sido un proceso de relativización.
Quienes hemos vivido en España la segunda mitad del siglo XX hemos ido asistiendo –a veces contentos, a veces asustados- al paso de lo absoluto a lo relativo. Pongamos algunos ejemplos:
Ya antes, en la teología alemana, se había iniciado el paso del Cristo de la fe al Jesús de la historia. Según reconocen los estudiosos, ese tránsito tuvo su origen en el odio a los dogmas, es decir, al absoluto de las formulaciones dogmáticas. Simplificando mucho, la desmitologización y el método histórico-crítico han llevado a que algunos afirmen que la Biblia no es palabra de Dios sino palabra sobre Dios. Del absoluto se ha pasado a lo relativo.
Lo mismo ocurre con el tema de la autoridad. Un valor absoluto, garantizado por Dios, en el caso de los reyes, de los gobernantes, un valor absoluto en el caso de los padres, garantizado por el cuarto mandamiento. Dos absolutos que hora se han relativizado definitivamente…
En el terreno de la moral: de un mandamiento, el sexto, en que no había “parvedad de materia”, se ha pasado a la total libertad sexual, en la que apenas hay reglas ni prohibiciones.
Todos hemos vivido la misa en latín, de espaldas al pueblo, lo que protegía su misterio ante unos feligreses sordos y mudos, obligados a asistir bajo pecado mortal. La misa en lengua vernácula dejó al aire sus quiebras: una celebración repetitiva, muchas veces aburrida, con homilías a menudo banales o ideológicas. Para muchos se convirtió en una devoción banal que se podía abandonar sin quebranto. Un paso de lo absoluto a lo relativo.
El matrimonio era indisoluble, un lazo que no podía romperse sino con la muerte. Aquel absoluto ha desembocado en las uniones sin obligaciones ni compromisos, divorcios exprés, en algunos casos en el abandono de la familia sin pesar ni remordimientos.
No sé si con razón o cediendo sólo a la rotundidad del dístico, Vallé Inclán aseveró: “Al español hirsuto / es mentarle la madre mentarle el absoluto”. Es decir, el español vive perfectamente instalado en lo relativo. No sé si este diagnóstico es exacto pero para muchos los procesos antes descritos han significado una liberación. La conciencia y no la autoridad ha pasado a primer plano, las decisiones son personales y no impuestas, cada uno es dueño y responsable de ante sí mismo su propia vida.
Más arriba he dicho que la vejez ha representado para mí una experiencia de relatividad: cosas a las que has dedicado mucho esfuerzo, mucha ilusión, mucha confianza se han mostrado a la postre inútiles, ineficaces o incluso equivocadas. Puedo contar de mí mismo: durante 22 años fui presidente de una ONG que trabajaba en favor Guatemala. A quienes participamos nos costó muchos sufrimientos, muchos esfuerzos, mucho dinero. Hoy Guatemala sigue con la misma violencia, la misma pobreza, la misma falta de horizontes. ¿Y qué decir de Nicaragua, de Venezuela, de Guinea Ecuatorial…?
Descubrir la relatividad de todas las cosas puede conducir con toda razón al cinismo -¿para qué esforzarse si el hombre es una pasión inútil, como dijo Sartre o a la acomodación sin esperanza, como argumentó Albert Camus en El mito de Sísifo.
En lo que a mí respecta, creo que estas experiencias y este análisis me han hecho más religioso. Cada vez me convenzo más de que el papel del cristianismo es anunciar que en la relatividad de los acontecimientos se esconde el absoluto, la trascendencia que un día se ha de manifestar. El reino de Dios que Jesús proclamó con su venida consiste precisamente en esto: por Él el Espíritu ha sido derramado en nuestros corazones y este Espíritu hace que nada se pierda, aunque aún no se ha manifestado lo que seremos. Aunque de momento todo sea relativo.
En vivir esto consiste la espiritualidad que ahora parece estar en boga.
Pues sí, a veces ocurren cosas ajenas a nuestra voluntad. Sé que me lee, igual que a usted le leo.
Fíjese, es el de los pocos artículos de este señor que, no sé, algo hay que comparto. Seguramente el tono. El desconcierto. El ‘pero qué está sucediendo’? Pues no lo sé. Ustedes dos y supongo que muchísimas personas más lo achacan a la perdida de valores absolutos. No pienso así. Porque sencillamente si esos valores absolutos han dejado de serlo, creo, creo, opino que lo que habría que hacer es preguntarse el porqué. A lo mejor no son absolutos. A lo mejor no hay una única causa. A lo mejor es una mezcla de mil causas diferentes.
Pero bueno. Da un poco igual como pensemos usted y yo. A mí me gusta mucho hablar con personas que piensan de manera diferente y no por ello te echan las cruces. Maneras de ser.
Y, sí. Lo del suicidio en jóvenes da vértigo. Algo estamos haciendo muy mal. La desesperanza es lo peor que le puede pasar a una persona. Quizás si vieran, sintieran una sociedad diferente, el número de suicidios bajaría. Usted piensa que es porque han perdido eso que llaman Fe. No lo comparto. No tengo eso que usted llama Fe y sin embargo y pese a todos los pesares, estoy convencida de que la vida es un puro milagro y merece la pena vivirla. Y no sé por qué digo esto. Lo mismo mañana vuelvo a entrar en crisis y la ventana de la cocina me llama.
Fíjese, creo que muchísimas personas, muchísimas, a lo largo de su vida le ha pasado por la cabeza la idea de acabar. Me lo dijo un amigo de esos quicos del todo. Me sorprendió un montonazo. Jamás lo había pensado. Creí, como siempre, que era mi persona, rarita como soy.
Es un tema muy muy complejo. Y gracias a Dios está saliendo a la luz. Es la única manera de combatirlo.
En fin.
Buen día.
Espero que llegue a leer esto. Nunca se sabe.
Pero es que si creemos que “la vida merece la pena vivirla” es porque se tiene ya algo de fe, o sea, hay cierta confianza en lo que nos rodea…porque siempre surge o existe alguien o algo que nos permite levantarnos..
A través de mi existencia he tenido muchas experiencias humanas, que me han forzado a creer en la humanidad que es capaz de superar sus defectos, la adversidad y la depresión, y venir en nuestra ayuda incondicionalmente.
Por eso es un mal signo de la “sociedad” cuando son los más jóvenes los que pierden esa confianza, esa esperanza, ese deseo innato de vivir, sin que ellos puedan encontrar esa tabla que puede salvarlos de renunciar a la alegría que produce existir per se..la alegría de estar vivos.
Porque creer ya en “la vida misma” como un bien a través de los demás es una forma de fe que se acerca a lo trascendente..Sin la estabilidad de un modelo que nos guíe o el puro amor del prójimo tampoco puedo acercarme a los valores primordiales absolutos que provienen del Creador en Su infinito amor a nosotros.
De algo de esto hablaba Jesús cuando repetía: “Tu fe te ha salvado” porque aquella hemorroísa, aquel ciego de nacimiento, aquel décimo leproso simplemente creyeron, tuvieron confianza, y Jesús de valió de su fe humana para salvarlos y revelarles la Verdad que era el mismo. Era el premio a su sinceridad y humildad que es por donde entra la fe.
Saludos cordiales
Santiago Hernández
Hola Santiago.
Es que me encanta leerle. Usted sí que tiene un razonamiento absoluto, si es que eso existe. No le mueve de su postura absolutamente nada ni nadie. Alguna vez me dirá si , efectivamente es una postura o un convencimiento profundo?
Me recuerda a mi profesor de filosofía y religión en el bachillerato, dos años. Era una persona bastante razonable y encajaba preguntas y chascarrillos de un grupo de unas treinta niñas de 15 años que teníamos nuestro primer contacto con la filosofía. Sus pruebas de que Jesucrisssssto es Dios eran geniales. Se lo pregunté mil veces. Por favor, es que no he entendido bien. Y él, encantado. Creo que era su objetivo principal de las dos asignaturas. Año 69, 70, 71… más o menos. Un señor inteligente,’ canónigo penitenciario de la Santa iglesia catedral de Murcia y capellán de este colegio.’
Diría que por aquel entonces ya se cuestionaban muchas cosas y que seguro las leía. Y, o sea, se dejaba el alma para convencernos de algo que estábamos todas convencidas por aquel entonces.
Muy sencillo. O era un loco, que vamos, ni hablar. O era un impostor, menuda tontería, pero si demostró con sus milagros que no lo era. O era Dios. Fin.
Me lo recuerda un montonazo. Si tuviese mi máquina del tiempo lo buscaría y le preguntaría: don Juan, por fa. Ni una duda?
Usted la tiene? Tampoco cuestiona una sola palabra de la traducción de la Biblia que ha leído? Porque eso es lo que le lleva a pensar que el único absoluto es Dios. La verdad, no sé qué es un absoluto. Solamente entiendo el del número que se escribe entre dos rayitas. Se refiere a que lo único que es inamovible es Dios? El suyo o el mío?
Alguna vez dirá: diría que…pienso que…o incluso, me gustaría que…? Y dejar esa postura tan , no quiero utilizar ninguna palabra que le pueda resultar hiriente.
Porque, con todo mi respeto y sabe que se lo tengo, me suena todo lo que dice cuando se pone en este plan, a postura ideológica y esa sí que es un absoluto. Inamovible.
Pues ya tenemos dos absolutos. Dios y la ideología.
Un abrazo y buen día.
Mis disculpas por mi demora en contestarle que ha sido ajena a mi voluntad. El aprecio es mutuo y agradecido a su honestidad y sinceridad. Pero es claro que no todo puede ser relativo a pesar de nuestra contingencia.
Es precisamente la pérdida de estos valores trascendentes inmutables lo que ha llevado al mundo a este caos moral y falta de rumbo que estamos presenciando a diario sujeto a fenómenos realmente inusuales.
Es una crisis “del sentido de la vida” que ha conducido a esta anomalía pediátrica y del adolescente que es la “suicidalidad” que es fenomeno mundial que están experimentando las salas de emergencias de hospitales que se han visto asediadas por los padres que llegan allí para saber si algo se puede hacer para salvar a sus hijos del “sin sentido” y del horror al experimentar esta tendencia actual de suprimirse voluntariamente la vida que comienza ¿Cabe mayor tristeza para una madre o para un padre?
Analicemos por qué este fenómeno era impensable en los años en que yo comencé mi carrera pediátrica y ahora se ha vuelto algo bastante frecuente, a pesar de toda la artimaña en querer ocultarlo al público.
Y de alguna manera los niños y los adolescentes nos están diciendo que hay algo equivocado en un mundo que no puede ofrecernos una esperanza estable y duradera de una “vida mejor” pues ellos pueden captar mucho más claramente este desorden existencial que es el abandono de la filosofía trascendente y perenne donde existe coherencia y Verdad y nos da la estabilidad emocional que un joven necesita y NO el reduccionismo relativista que abandona todo sentido moral y toda fe confiada para un mundo mejor y se transforma en confusión y angustia: la de los más vulnerables.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
La incertidumbre también es propia del cristiano que cree en el Cristo del Evangelio, el de los testigos mártires. Nunca se dijo que ellos no experimentaban la angustia de vivir en un mundo lleno de tribulaciones y zozobras de todas clases.
Sin embargo, la esperanza de que la vida no es un naufragio completo en un relativismo total y que todo da igual, se alimenta de la fe en Jesús de Nazaret.
Nunca nadie y menos un judío “errante” de aquellos tiempos pudo decir como Cristo dijo con certeza y autoridad real:
“Yo soy la r e s u r r e c c i ó n y la vida; quien cree en Mi aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en Mi, no morirá para siempre”
Esta es la referencia real que es la Verdad viva contra todo lo que nosotros queremos relativizar ya que NO todo es relativo.
Saludos cordiales
Santiago Hernàndez
Alguien de ustedes, me podría decir si el amigo Iñaki, sigue bien?
Gracias
Y también Mª Pilar, que no sabemos nada de ellos.
Nunca he apuntalado la seguridad en la religión, ya de niña me resistía a sus efectos que tan buen predicado tenían en el colegio. Tenía suficiente para sentirme segura con lo que se vivía en casa con mi padre, mi madre y mis hermanos, razón por la cual siempre tenía tanta prisa para llegar a casa porque en ella sí me sentía realmente segura.
De joven seguí desgranando lo ficticio de lo real y con más contundencia si cabe desde cuando lo primero se me quería imponer. Para mí ha sido un trabajo muy gratificante a pesar de lo que supone para la salud ir a contracorriente. En él, en ese trabajo, más que engaños y frustraciones he venido hallando asentimiento y conformidad a lo que de principio ya le fui leal.
Relativismo, creo que no es la palabra. Pensemos en lo que se dijo en el post donde se hablaba de los observables, allí se distinguió entre relación y respecto. Este último carácter no hace referencia a relación alguna entre un sujeto y un ser supremo objetivado, sino de dos realidades respectivas entre ellas, cada una a su modo, si no, ¿cómo podría hablarse de lo que para una inteligencia puede ser observable?
No se trata de renunciar a cosas tenidas por representaciones religiosas, sino de ir actualizando la realidad de ellas para que desde ellas mismas lo real nos esté presente
Estoy de acuerdo con Carlos B que “en la relatividad de los acontecimientos se esconde lo absoluto, la trascendencia, que un día se ha de manifestar”.
Porque somos nosotros mismos los relativos a Dios, que es lo único absoluto.. ya que dependemos totalmente de Él para existir…Somos relativos porque siempre somos seres dependientes…
Por tanto, lo que cambia NO es la verdad sino nuestra oscura percepción fragmentada de la Verdad..ésta sigue siendo Verdad hasta que se nos revele como “visión” y no sólo como “fe”..
Es por esto porque no podemos invalidar la Revelación de Dios a los seres humanos que es máxima y se recapituló en Cristo. El no es relativo.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Pienso que casi tod@s l@s que escribimos en atrio hemos pasado una parte de nuestra vida que, en cuestiones religiosas, no nos cuestionábamos nada, todo era verdad; pero cada cual en un momento de nuestra vida hemos comenzado a pensar, a razonar y a buscar razones de todo aquello que nos habían dicho que era palabra de Dios, y, por tanto, incuestionable.
Por eso yo suelo repetir una frase que le escuché a María Matín Vigil, “yo soy atea del Dios que me han enseñado”.
Estoy de acuerdo con LLaguno (por cierto, últimamente me gustan mucho tus comentarios), los dogmas y las “verdades” que nos han dicho nos han dado mucha seguridad y, dejar esa seguridad, es muy duro, porque quedamos en el aire.
Pienso que tener algún dios es una necesidad humana, por lo menos hasta este tiempo en el que vivimos y en el que hay infinidad de personas que no necesitan a Dios. Pero a lo largo de la Historia, esa necesidad de Dios la hemos convertido en persona, eso sí, un ente absoluto.
Así que, como a Dios nadie le ha visto, muchísimos millones vienen haciendo de la necesidad, realidad absoluta. Y esa experiencia personal se convierte, a su vez, en realidad. Un galimatías, una necesidad y mucha incertidumbre.
Pero vino Jesús y nos dio un mensaje muy al alcance de cualquiera, de que Dios, como dice el evangelio del próximo domingo, es un Dios de vivos, no de muertos. Así que Él nos dio ejemplo, “pasó haciendo el bien”, ocupándose y preocupándose de los vivos, desde Zaqueo hasta los ciegos o leproso o hambrientos o marginados. Y esto deja poco o ningún margen al relativismo.
Hablando el otro día con un colega de trabajo, muy del Opus él y muy cristiano tradi (Aunque buen tipo), me decía que ser creyente como yo lo soy sería muy incómodo para él porque apenas dispongo de certezas que llevarme a la boca (espiritual, of course) mientras que él tiene la tradición, la Biblia, y las enseñanzas de los clérigos, presentes y pasados (el no usó la palabra “clérigos” sino apóstoles, pero se refiere a personas con sotana) que le aportan certezas y seguridad, y así se “vive confortablemente”.
Me di cuenta de que eso es lo que les pasa a mucho católico tradicionalista, que si le animas a relativizar, o lo que es casi lo mismo a dudar, se encuentran tremendamente incómodos e incluso “traicionados”, porque han empleado toda una vida creyendo unas cosas y “ahora eso no vale”.
Yo le animé a vivir lo “maravillosa que es la incertidumbre”.
Todo en la vida es incierto. Hoy mismo, una diputada de la Asamblea de Madrid, en la flor de la vida, ha sufrido un accidente cerebro-vascular y su vida ha cambiado completamente en una fracción de minuto de forma completamente inesperada, o toda la sociedad europea se las prometía muy felices viendo la salida de la pandemia y llega Putin y nos mete en una crisis del carajo y como estos dos ejemplos, cada uno puede indicara varios y cada día.
Pienso (Y creedme, no es coña) que los que somos del Atleti, estamos mejor preparados que el resto a vivir en esa ola de la incertidumbre. Se dice que siempre pelea (Yo este año lo dudaría bastante en la Champions), que gana poco (lo cual es cierto) pero que cuando gana lo disfruta como si no hubiera otra oportunidad más de ganar.
Y esa es la actitud también ante Dios. O al menos en la que yo me instalo y trato de convertir en “mi zona de confort”. Lo dudo todo, las respuestas llagan pocas y siempre dependiendo de la circunstancia; pero cuando llegan es algo magnífico descubrir una pequeña parte del “Rostro de Dios” en alguien o algo.
Eso me pasó, cuando mi amigo Jairo del Agua me animó a leer ATRIO por primera vez. Descubrí que es posible que no encuentre muchas respuestas aquí, peor las que encuentre serán “la releche” y además las disfrutaré en compañía.
Gracias.
La incertidumbre, se vive mucho mejor acompañado que sólo.
De acuerdo, Carlos, yo también he pasado de lo absoluto a lo relativo. Dios es lo único absoluto. Todo lo demás, incluida nuestra idea de Dios es relativa a nuestras circunstancias y a nuestra cultura; pero en el fondo de nuestro relativismo está ese impulso, esa tendencia espontánea, ese Espíritu, de los que hablaban ayer Isidro y Santiago Villamayor. Un abrazo
1- Eso que dices “Dios es lo único absoluto”
si no es una ‘IDEA’ ¿qué es?
¿te das cuenta de la contradicción al decir de inmediato:
“nuestra IDEA de Dios es relativa“?
2- Piensas que: “en el fondo de nuestro relativismo …”
¿Hasta cuándo van a seguir escarbando?
NOTA: Hay un problemita matemático que planteaba:
Si 2 operarios hacen un pozo en 4 días
¿en cuántos días 4 operarios harán medio pozo?
¿Sabes la respuesta?
[te aseguro que es un Problemita CULTURAL]
Estoy de acuerdo contigo, Gonzalo. Somos seres contingentes, de valor relativo, también en nuestras ideas. Es nuestra condición. Por eso no deberíamos absolutizar nuestras ideas nunca, porque hacerlo sería una torpeza, acaso creernos diosecillos infalibles… Está bien (y puede ser saludable) cuestionar cosas y creencias, pero cuestionarlo todo por sistema, e instalarse en la plenitud de la nada, del no hay nada más, a mi juicio, es cegar (o desaprovechar) la razón. A veces los prejuicios no pueden… y no somos conscientes de ello.
A mi no me parece mal cuestionarlo todo por sistema. de hecho creo que es la única posición intelectual que merece la pena.
Y además, no creo que eso nos convierta en “diosecillos” infalibles, ni nos haga absolutizar lo que creemos. Más bien al contrario, cuestionarlo todo empieza por cuestionarse aquello en lo que se cree, Constantemente.
Eso hace la Ciencia y le va muy bien. En Ciencia nunca una cosa es definitiva (Por eso me hacen tanta gracia expresiones como “La Teoría del Todo”).
El trabajo consiste en eliminar los prejuicios. No es fácil. Todos los tenemos (Yo el primero). Pero para resolver un problema es vital ser consciente de que ese problema existe y luego decidir sin prejuicios resolverlo a toda costa.
Ese mismo es el camino que yo quisiera emprender.
Todavía estoy en la fase de las preguntas y la eliminación de prejuicios. No se si llegaré algún día a la fase de las respuestas. Lo dudo. pero es que yo, ahora, dudo prácticamente de todo.
¡Mirá vos, Carlos: Pa´mí es al revés.
Lo cual demuestra que:
¡Derecho y Revés SON RELATIVOS!
Abrazo!