A finales del pasado mes de junio se presentó en Madrid el libro-entrevista que, firmado por su sobrino, Juan Ignacio Pagola, narra algunos de los pasajes de la vida del teólogo donostiarra más leído y traducido estas últimas décadas: “José Antonio Pagola. Un creyente apasionado por Jesús”. Quien se adentre en su lectura se va a encontrar con una interesante conversación, escrita con la empatía que, aún hoy, se le sigue negando en no pocos sectores de la Iglesia y de la sociedad civil. Entiendo, a diferencia de estas personas, que dicha empatía es exigible a quien busque comprender cualquier aporte, sea el del teólogo nacido en el barrio donostiarra de Añorga o el de otro autor. Y, de manera particular, a quien pretenda criticar –con la intención de prolongar y, si fuera el caso, superar– la contribución que funda y explica la vida a la que se refiere el texto al que me refiero en estas líneas.
Adentrado en su lectura, me encuentro, después de la presentación del entrevistador, con una sobria y contenida narración de multitud de encuentros y desencuentros. Son cinco los que, sobre todo, me llaman la atención.
El primero, la experiencia de acercamiento a la persona del Nazareno que vivió junto al lago de Galilea, entre el 15 de mayo y el 15 de junio de 1966: “nada, confiesa a su sobrino, habría sido igual sin aquella experiencia de Jesús”. Lo allí experimentado marcó para bien y para siempre mi vida. Pero este encuentro fue posible gracias a que conté con una magnífica iniciadora a la fe: mi madre. Tu abuela, le confiesa, “sin haber leído nunca directamente el Evangelio, me enseñó a vivir con espíritu evangélico”. He aquí el segundo de los encuentros.
Durante su tiempo de formación en Roma asistió a la celebración del concilio Vaticano II (1962-1965). Fue entonces cuando, identificándose con su espíritu evangelizador, se percató de la necesidad de renovar la Iglesia, una tarea a la que dedicará una parte muy importante de su existencia: si, alguna vez, la institución eclesial no llevara a Jesús, confiesa en diferentes ocasiones, “sería una Iglesia muerta”. Este articulado convencimiento de pasión por Jesús y renovación de la Iglesia ha presidido mi vida como profesor de teología, rector del seminario mayor de S. Sebastián y vicario general de la diócesis. Y explica que no me haya “preocupado tanto de conservar las tradiciones cuanto de abrir camino a todo lo que podía contribuir a su renovación”. Fui invitado a embarcarme en esta aventura –llena de muchos encuentros y de no menos desencuentros, tanto eclesiales como sociales– por D. José María Setién, una persona a la que, a pesar de su aparente frialdad, nunca sentí distante y en la que admiré su honestidad, su fe, su humildad, su responsabilidad y su entrega total. Con él también compartí su pasión por pacificar el País Vasco denunciando tanto la violencia terrorista de ETA como la que ejercía el Estado y sin dejar de atender, por ello, a las legítimas reclamaciones de los derechos que se demandaban.
La publicación de “Jesús. Aproximación histórica” es el cuarto capítulo de encuentros y desencuentros. Quien se adentre en este pasaje de su vida descubrirá unas interesantes páginas, narradas sin acritud, con un enorme amor a la Iglesia y hasta con una inusitada comprensión para con sus denunciantes y detractores. Y, además, tendrá la oportunidad de conocer los entresijos de un estúpido hostigamiento, que duró casi cinco años, y contar con un magnífico hilo conductor de todo el “affaire”. Merecen ser traídas a colación, entre otras, las líneas escritas al respecto por José Ignacio González Faus en las que el teólogo valenciano fija lo que denomina “el intríngulis de la cuestión” que sigue provocando, todavía en nuestros días, la continuada reimpresión y lectura de este magnífico texto: los críticos de Pagola, “sin darse cuenta, proyectan en Jesús la idea prefabricada que ellos ya tienen de Dios… La manera de proceder tendría que ser al revés: Jesús es así; Jesús es Dios, luego Dios es de esta y de esta manera. Que es como ha procedido Pagola. Una investigación histórica nos acerca al hombre Jesús. Nada más. A partir de aquí, si creemos que Jesús es la revelación de Dios, pues se nos revela algo sobre Dios en esa humanidad de Jesús”.
Los “grupos de Jesús”, los siete volúmenes de “Jesús, Maestro interior. Lectura orante del Evangelio” y los miles de grupos que existen a lo largo y ancho de todo el mundo son, según declara José Antonio Pagola, la culminación de su aproximación al Nazareno. Si con los primeros textos y la promoción de tantos grupos busco facilitar una conversión individual y grupal a Jesús, con la segunda tanda de siete libros pretendo reavivar su espiritualidad revolucionaria.
Solo queda que, al menos, la Iglesia de S. Sebastián, le tribute, una vez nombrado el nuevo obispo, el homenaje que –negado hasta ahora– tiene más que bien merecido, tanto por su entrega a la diócesis y a la sociedad guipuzcoana como por su magnífico trabajo de investigación histórico-crítica y de difusión teológico-pastoral.
Aproximación histórica buen libro para acercarnos a la realidad que vivió Jesús y los que lo siguieron. Me ayuda para mi mirada personal y comunitaria. Convino su lectura con la serie un tal J3esus y las homilías de monseñor Romero. En todo hay una riqueza sobre todo cuando las aplico en la revisión de vida desde el VER-JUZGAR y ACTUAR.
Carlos Alejos.
Antes de nada, deseo expresar que el libro de J. A. Pagola: “Jesús. Aproximación histórica” me ha servido mucho para -en algunos aspectos- comprender mejor a Jesús de Nazaret. Por este servicio le estaré siempre agradecido. De su otra vida como servidor diocesano…, conozco poco, tanto de él como del obispo Setién. Sin embargo, sorprende que se haya dicho algo así como: “compartí… denunciando tanto la violencia terrorista de ETA como la que ejercía el Estado, sin dejar de atender las legítimas reclamaciones de los derechos que se demandaban”.
Si no se matiza más, y se meten en el mismo saco asesinatos (incluso de niños o de gente que sale de un mercado), respuesta violenta del Estado, y atención a las reclamaciones de los derechos legítimos políticos (históricos…) que demandan los terroristas (solo una parte, no mayoritaria, de la población), uno tiene la impresión de que se está marginando un principio básico: La jerarquía-escala de valores, que -en este caso- parece poner a un mismo nivel de importancia y gravedad asesinatos de personas -incluso inocentes- y derechos políticos históricos (que en parte parecen mitificados.) Lo cual es una perversión ética… Los fines no justifican los medios, y menos si esos fines son de valor inferior. Ahora bien, que esto, como se dice en la cita anterior (entrecomillada) lo digan clérigos o “pastores” es una perversión mayor. Cuando la polÍtica se eleva (de hecho) a categoría o valor supremo, la mente humana -implicada- se ciega y justifica lo injustificable. Tales prioridades (muchas veces excluyentes) son o parecen más bien puro fanatismo. Los fanáticos adoran sus ideas-ideales como ídolos, inconscientes de que ciegan y exigen sacrificios humanos… Para poder valorar bien y reconocer y corregir errores inmorales es preciso liberarse de tales ídolos… Hay derechos, que si son auténticos, deben ocupar un tercer o cuarto lugar en una escala de valores humanos. Es ciego e inmoral priorizarlos.
Repito lo dicho: Gracias a J. A. Pagola por su análisis de la figura de Jesús de Nazaret y de su Mensaje, con tanta y tan elevada ética.
Hubo un tiempo (¿2008?) que Pagola estuvo PROHIBIDO en España.
Yo estaba haciendo Radio en San Fernando (Bs. As.). No sé quién me mandó en Archivo de Word su “Aproximación …”. Entusiasmado, lo Edité en hojas anilladas. Lo distribuí. Uno le llegó a la Editorial Claretiana. Lo publicaron. Me regalaron un ejemplar.
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Leo que dijo Ignacio González Faus:
– “Una investigación histórica nos acerca al hombre Jesús. Nada más. A partir de aquí, si creemos que Jesús es la revelación de Dios, pues se nos revela algo sobre Dios en esa humanidad de Jesús”.
Para mí ese texto tiene dos partes, que voy a calificar:
1) “Una investigación histórica nos acerca al hombre Jesús. Nada más”
… Y ¡nada menos!
2) . A partir de aquí, si creemos que Jesús es la revelación de Dios, pues se nos revela algo sobre Dios en esa humanidad de Jesús”.
… embarramiento de la cancha.
Lo siento, pero he leidoo y releido el libro sobre Jesús de pagola, y me quedo con la valoración que hace Martínez Gordo sobre él. Hehecho in cluso un resumen del mismo para acercar la persona y el mensaje de Jesús a las personas que trato.
Agradezco a Pagola la lectura de su libro sobre Jesús, y me alegro de que haya sido tan leído por el pueblo cristiano.
Uno no es como aquel teólogo que conoció y, preguntado, de vuelta de una sesión del Concilio Vaticano II, le preguntó en Barcelona por las declaraciones del abad Escarré. El teólogo, máxima figura de la Comisión teológica central, al que temían más que a un tumor los teólogos centroeuropeos, porque les daba sencillamente sopas con honda, y en el que confiaban Ottaviani y Browne, presidente y vicepresidente respectivamente, era una persona humilde, como pocas he visto, que jamás hablaría mal de ningún eclesiástico, sentenció: la política ensombrece a la teología y ciega a las personas.
Uno ni es tan humilde ni tan contenido en sus expresiones. Uno sencillamente reconoce en Setién y su cohorte un clero con las manos manchadas en sangre. Evidentemente, no esgrimieron ellos la parabellum, aunque guardaron en más de una ocasión la pistola humeante en sus despachos. La pistola y al asesino directo. Pero colaboraron con saña en los asesinatos al afirmar que la muerte del juez, del fiscal, del guardia civil de carreteras, de Ordoñez, de Casas, del policía nacional, de los niños de Zaragoza, de tantos asesinatos criminales eran tan reprobables como la muerte en una refriega de los asesinos o s muerte cuando les explotaba la bomba.
Nom Martínez. No sólo no eran iguales, sino que la mera declaración era posicionarse junto a los asesinos. Y eso vale para Setién, para Pagola, para tanto arcipreste, cura del montón o profesor de Vitoria.
Para lavarles la cara tendrían que vestirse ellos de sayal, rociarse con ceniza y pedir perdón. Algún día comentaré, si quiere, las aventuras de Setién y su panda desde su marcha a Roma con el historiador de Carranza hasta la dimisión a la que le obligó el Papa. Una dimisión que le vino de perlas para convertuirse en asesor áulico de Ibarreche. Menuda pieza y su mariachos. Y no soy no María San Gil, ni Fernando Savater.
!Que pena que escriba así un científico de la palabra y el argumento moral!, ¡qué pena! El rencor es muy mal consejero y nos pierde cuando nos invade el interior. Paz y bien a todos.
Una cosa, Calleja, es el rencor y otra la indignación. No guardo rencor a nadie. Pero mi indignación, rotunda, nace del conocimiento. Y del recuerdo a las víctimas, por cuyos muertos en muchísimos casos, Calleja, ustedes, los curas vascos ni siquiera ofrecieron una misa como era debido. ¿Rencor? Se habla mucho de la pederastia, a veces desorbitando la incidencia, pero lo peor, lo que la Iglesia ha dejado en el rastrojo, ha sido la subversión de los valores. A mí me puede molestar el caso ese del chico del colegio vasco del Opus, que no sigo demasiado, o los pederastas del colegio jesuita de Sarriá. pero me revuelve las entrañas el vaciamiento de la doctrina de Cristo y su sustitución por un cuerpo doctrinal sanguinario y de odio. Se lo diré con una metáfora científica que ha ocupado la primera página de las revistas científicas estos días: el niño creado con células mitocondriales de tres progenitores. Heredamos las mitocondrias de la madre. Las mitocondrias tienen su propio genoma. Un equipo de cientificos chinos ha conseguido extraer el núcleo del óvulo materno, eliminado las mitocondrias e introducirlo en un óvulo donante al que se había vaciado el núcleo pero dejadas las mitocondrias, con éxito en el desarrollo de los primeros días. Pese a la normalidad aparente el problema está en que no se conoce bien la relación entre el núcleo y las mitocondrias extrañas para ese núcleo.
No tengo rencor. Mi indignación no ha decrecido, sin embargo. Anteayer despedimos a la abuela de un ahijado mío. Con el texto delante, recé con la familia el Gure Aita zeruetan zerana santu izan bedi zure izena… Canté una canción preciosa de despedida vasca, Abur, no me acuerdo de frases enteras, pero era un adiós que se repite varias veces. Era una persona que tuvo que huir por dignidad y por algo más. Mientras esos vascos y no digamos el resto de españoles sufrían, el clero vascongado aplaudía la sangre derramada. Lo reconoció no hace mucho una bestia parda de ese gremio. Lo normal es que fueran más finos, aunque bajo los capisayos se veía la pelambre del lobo.
No tengo rencor, sí una indignación profunda. ¿Has visto y rebobinado como yo la imagen de un Miguel Angel Blanco acorrolado, mirando a izquierda y derecha, con el miedo que no le llegaba al cuerpo? ¿Qué hizo Setién? ¿Qué hicieron sus adláteres, del primero al último? Como Setién, displicente ante los perseguidos, porque llegaba tarde al templo. Lo hemos visto todos.
No es rencor. Es indignación. Una indignación que se revive cuando leemos textos que pretenden lavar la cara de aquellos… como usted quiera denominarlos. Yo no salgo de la lección moral del De animalibus de san Alberto Magno.