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Carta a los dirigentes de la república iraní

Me dirijo a vosotros como creyente en Dios: en el Dios único del que todos somos creaturas y servidores. Quisiera hablaros en nombre de ese Dios Santo, para deciros que son una grave ofensa a Dios todas las medidas que estáis tomando contra Elnaz Recabí la atleta iraní que compitió sin velo.

En nombre del Dios Altísimo quiero deciros que no hay nada inmoral en el uso o no uso del velo, ni en las competiciones deportivas ni en la ya ordinaria: son hábitos culturales que no debemos sacralizar porque eso es manipular a Dios en provecho propio, lo cual constituye la mayor perversión de toda religiosidad. Bien dijo el gran místico musulmán Dû-l-Nûn: “conoce mejor a Dios el hombre más perplejo respecto de Él”. Y por eso: “aquellos a quienes separa de Dios un velo más espeso son el devoto por su devoción y el doctor de la Ley por sus conocimientos”.

Todo esto se agrava cuando quienes efectúan esa falsa sacralización son varones contra mujeres: porque eso ofende a Dios, padre de todos los seres humanos (ellos y ellas) haciéndole cómplice de un pecado propio de machismo. Y mucho más cuando las penas por esa conducta indiferente son tan enormes y crueles.

Los dos primeros nombres de Alá (sacados del Coran y de la Sunna) son “el Misericordioso” y “el Clemente” (Ar-Rahman y Ar-Rahim). Y todavía más adelante aparece el de Perdonador (Al-Ghaffar). Nada de eso puede entreverse en vuestra conducta para con Elnaz. Cuidado pues porque podéis estar ofendiendo mortalmente a Dios y falsificándole en vez de servirle. Me diréis que vosotros solo juzgáis sobre lo que está legislado; pero la pregunta que queda es quién legisla y desde dónde lo hace.

Y no quiero deciros nada de eso desde la distancia ni desde la condena, sino desde la fraternidad, desde aquella experiencia tan humana y tan universal que ya formularon los romanos: “la corrupción de lo mejor se convierte en lo peor”… A nosotros cristianos también nos acusaron nuestros propios profetas (Isaías y Pablo de Tarso), más de lo que nos ha podido acusar ningún increyente, diciéndonos: “por vuestra causa es blasfemado el nombre de Dios entre las gentes”. ¡Cuidado pues!

Tampoco os digo lo anterior desde una hostilidad a vuestro pueblo, tan injustamente tratado por nosotros los occidentales. Por supuesto, Estados Unidos no tiene ningún derecho a imponer sanciones a Irán ni por el mal trato a las mujeres, ni por los drones vendidos a Rusia. También tendría derecho Irán a castigar a los EEUU por el enorme pecado de proclamar un derecho de cada individuo a poseer armas: si no lo hace no es porque carezca de rectitud sino porque carece de poder. Pero, en este mundo nuestro tan injusto, el poder no tiene nada que ver con la rectitud. Lo único que está obligado a hacer EEUU es entrar en el Tribunal Penal Internacional (donde no se dignó ingresar), y trabajar para que ese tribunal sea aceptado por todo el planeta y se constituya de la forma más justa y más independiente posible.

Todavía más: hay un principio de justicia elemental, bien fácil de comprender: si un país tiene armas atómicas, todos los países tienen derecho a poseerlas. Porque los derechos humanos son universales. Os digo por eso que Irán tiene derecho a poseer armas nucleares si las posee Israel y si las poseen tantos otros países. Irán ha sido injustamente tratado y no debe ser castigado si enriquece uranio. Nuestra conducta occidental se ha basado en el falso principio de que “nosotros somos los bueno y ellos son los malos; por eso nosotros tenemos unos derechos que ellos no tienen”. Así nunca podrá haber paz en el mundo: el profeta Jesús de Nazaret tachó de fariseísmo esa actitud de “los buenos”; y avisó del pecado de “ver la paja en el ojo ajeno cuando no se ve la viga en el propio”, digamos: ver el uranio en Irán y no ver el arsenal nuclear en uno mismo. Lo que hay que hacer pues es trabajar sin descanso para que todas las armas nucleares desaparezcan, por imposible que esto parezca. Y aquí es otra vez donde EEUU aparece como el mayor responsable, por haber sido quien utilizó y más contribuyó a propagar ese armamentismo inmoral.

Pues bien: vosotros no podéis comportaros con las mujeres como los EEUU se comportan con Irán. Ojalá estas reflexiones sirvieran para que comprendáis que no hablo desde ningún odio ni hostilidad hacia vosotros, sino desde un afán de fraternidad y desde otro afán que compartimos por tributar el máximo respeto al Misterio Sobrecogedor y Acogedor al que llamamos Dios, y buscando cumplir aquel precepto de Moisés de “no tomar el santo Nombre de Dios en vano”. Pues si comprendéis esto, comprenderéis que os pida con voz bien alta que, por favor, cambie vuestra actitud no solo contra Elnaz Recabí, sino contra todas las mujeres: pues son hermanas nuestras, libres como nosotros y de ninguna manera esclavas: ni de nuestros caprichos sexuales (como pensamos a veces en Occidente) ni de nuestros caprichos morales como pensáis vosotros.

Y ojalá que así demos un paso más (por pequeño que sea) hacia esa humanidad renovada, una a pesar de las diversidades y fraterna a pesar de las diferencias. “Al.lahu àkbar: está por encima de las mentiras de los opresores y es la mejor defensa de los oprimidos”.

3 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    De acuerdo, J. I., con tu carta, que suscribo. El nombre de Dios se ha y está falsificando -y mal utilizando- en todas las religiones, sobre todo cuando éstas llegan al poder. de modo que sacralizan y justifican lo injustificable. El ser humano ante Dios se comporta frecuentemente así: Lo utiliza, proyectándose a sí mismo (su propia miseria y ceguera humanas), sin tomar conciencia de que está deformando gravemente el nombre de Dios. Los iraníes chiítas y los árabes  -y los musulmanes- sunitas se encuentran en etapas por las que pasamos los cristianos, cuando perseguíamos y matábamos “en nombre de Dios” (o de la moral).  O cuando, como en las Iglesias cristianas, también se margina a las mujeres “en nombre de Dios”, y cuando no se respetan -o suscriben- los Derechos Humanos… etc.  Estas conductas, a largo plazo, llevan al alejamiento de la religión… (Por ahí fuimos y por ahí va el clericato iraní, y el musulmán sunita -no clerical, pero dominado por el Poder-; por ahí va y sigue sin enmendalla, pese a que deforma la imagen del Altísimo.)  El poder, sobre todo el religioso, no admite “meta-noias”= cambios de mente y de conducta, revisiones…   Se resiste al cambio, que considera una infidelidad… (Por eso a Jesús le pasó lo que le pasó…..)       En suma, que por nuestras limitaciones humanas y por nuestros apegos “religiosos” persistimos en el error “sacralizado”, que tanto y tan gravemente deforma la imagen de Dios Abbá-Yavé-Alá… La autoridad patriarcal, revestida de tradición sagrada, no admite cambios. Su mundo es y será siempre “idéntico a sí mismo”. (Parménides es el filósofo de estos hermeneutas?)  Lo peor del Poder es que corrompe lo óptimo.  Somete e interpreta al ser humano -y la imagen de Dios-, según los criterios del Poder. Así acaba siendo imposible aceptar esas religiones.  Por eso es tan necesario el cambio y el rechazo de esas formas religiosas (cristianas USA incluidas) que deforman y no santifican el nombre de Dios.

  • Gonzalo Haya

    Este artículo muestra valor, parresía, al tratar un tema muy delicado y por un arriesgado sendero entre dos abismos: EE UU e Irán. Su razonamiento está bien fundado en el Dios común, y en las desviaciones, igualmente padecidas, de los propios intereses y fundamentalismos. Su lenguaje resalta los valores, tanto religiosos como humanos, de la fraternidad y de la comprensión mutua. Esto hicieron los profetas y en lenguaje más agresivo.

  • Antonio Llaguno

    ¿Se da cuenta, Sr. González Faus, que solo por la primera frase de este artículo, usted sería encarcelado y condenado en Irán?

    Es que ese es el problema.