Artículo publicado en El Diario Vasco ayer día 15 y muy oportuno al ver cómo se presentan correctamente afeitados los resultados de la gran encuesta sinodal, de lo que habla Jesús Bastante en RD. AD
Después de leer los diferentes informes enviados por las iglesias de S. Sebastián, Vitoria, Bilbao, Pamplona y los de diferentes colectivos- como respuesta a la consulta, abierta el pasado mes de octubre por el Papa Francisco en la primera fase del Sínodo mundial sobre cómo “caminar juntos”- constato una fuerte discrepancia entre ellos. Esta discrepancia, normal -hasta cierto punto- en cualquier colectivo humano, se ha visto reforzada, y convertida en dura división, por los nombramientos de unos obispos que -promovidos a tal responsabilidad por su afinidad con la interpretación involucionista del Vaticano II, liderada por Juan Pablo II y Benedicto XVI- presentaban una mayor sintonía con las directrices que emanaban del sector más conservador del episcopado español que con la necesidad de afrontar, junto a los cristianos y cristianas de sus respectivas diócesis, los retos del momento, en fidelidad a lo dicho y hecho por Jesús.
Pero no solo por eso. Creo que la división que constato se debe también a una distinta comprensión de lo que se entiende por “practicante” en las diócesis del País Vasco, aunque no solo en ellas. Mientras que para los colectivos que se suelen tipificar como postconciliares, “practicante” es quien, en conformidad con el programa del monte de las Bienaventuranzas o de la parábola del juicio final, da de comer al hambriento, visita al enfermo, se asocia con quienes se comprometen por la paz y la reconciliación y se posiciona en favor de los parias de este mundo, existen otros colectivos para los que ser “practicante” es, sobre todo, participar los domingos en la misa. Son conocidos como “tradicionales”.
Si para los primeros, la eucaristía -como la pertenencia a una comunidad más amplia que el propio grupo- es importante porque permite mantener fresca y viva la identificación de Jesús con los últimos de nuestro mundo, para los segundos, la participación en la misa, o en alguno de los actos de piedad con ella vinculados, es el criterio definitivo. La Iglesia, suelen decir estos últimos, no es una ONG. Y no lo es por la centralidad que ha de tener la presencia sacramental de Jesús en la eucaristía (“esto es mi cuerpo”), incluso, por encima, de su identificación con los últimos de nuestro mundo (“lo que hicisteis a uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis”). Sería injusto, además de falso, sostener que los “tradicionales” no dan importancia a dicha identificación de Jesús con los pobres. Se la dan, pero, muy frecuentemente, solo en clave de caridad y limosna y casi nunca en la de justicia, es decir, no prestando la debida importancia a un criterio que, clásico en la tradición cristiana, desde los primeros momentos, ha marcado- para bien- tanto la espiritualidad y la teología como la historia de la humanidad: Dios ha entregado los bienes de este mundo no para acumularlos, sino para que nadie pase necesidad. Por eso, en caso de penuria, todas las cosas son comunes.
Si se me permite el comentario, creo que una buena parte de estos cristianos “tradicionales” confunden lo que es pararse o estar un buen rato en un área de servicio para repostar (que vendría a ser el culto y la liturgia) con la autopista de la vida, el lugar en el que, en verdad, “se practica” el programa del monte de las Bienaventuranzas y en el que uno se encuentra, cara a cara, con el Crucificado, asociado a los crucificados de nuestros días. Y, por supuesto, el espacio en el que también es posible disfrutar de infinidad de chispazos, murmullos o anticipaciones de la vida en plenitud de la que nuestra existencia es, en el mejor de los casos, un destello. He aquí otra importante clave explicativa de la división que percibo leyendo los informes oficiales de estas diócesis y los de otros colectivos que también los han dado a conocer recientemente o lo vienen haciendo desde hace tiempo, por ejemplo, Gipuzkoako Kristauak; la Asamblea Ibilian en la diócesis de Vitoria-Gasteiz; el Foro de curas y Berpiztu – Kristau Taldea en la diócesis de Bizkaia y diferentes grupos en la de Iruña-Pamplona.
Pero, además, lo que me llama la atención es el mayor apoyo que los obispos nombrados estos últimos decenios vienen dando al colectivo de “practicantes” en clave más tradicional y caritativa que a los que viven como fuente de vida cristiana la identificación del Crucificado con los crucificados de nuestros días y que participan en la eucaristía porque la entienden y viven como alimento y fuente de alegría que impulsa y mantiene en dichos reconocimiento y presencia. Esta apuesta no solo alienta dicha división entre los “practicantes” postconciliares y tradicionales -provocando el subsiguiente desconcierto- sino que también explica el perfil bajo, muy bajo, que muestran los informes oficiales de estas diócesis, así como la poca o nula ambición de la mayor parte de las propuestas presentadas e, incluso, el arrinconamiento -y hasta desaparición- de algunas que pedían mover ficha en todo lo referente al sacerdocio de la mujer y a su mayor protagonismo en la Iglesia.
Las reflexiones -y los datos- que expone Mtez. Gordo replantean muy bien el tema de fondo, que desde el comienzo se vive en la Iglesia y en el campo del Reino: Diferencias y enfrentamientos (recuérdese Hechos) entre amigos-seguidores de la tradición viejotestamentaria (tradicionalistas) y los seguidores de las nuevas ideas y actitudes prácticas, muchas liberadoras, que anunció Jesús de Nazaret. En el campo del Reino hay-conviven trigo y cizaña… Lo que hace difícil el anuncio evangélico y su aceptación de modo convincente, si no se distinguen bien los datos. Por lo mismo, no es extraño que en este sínodo encontremos diversidades de interpretación y hasta enfrentamientos… Los apegados a la tradición (a veces de modo fanático) no entienden ni saben convivir con los que quieren servir el Reino en odres nuevos… Para ellos los mejores odres son los viejos… Los que quieren servirlo en odres nuevos, -nuevos, como recomendó Jesús-, llevan mal que se confunda (o margine) en la práctica el innovador sermón del monte o la parábola del “Venid, benditos”, con el derecho canónico, con la liturgia y las devociones tradicionales y ciertos cantos (cuyas letras muchas veces dan pena… y deforman la espiritualidad. Recuérdense, que son muy ilustradoras y significativas.) Por eso hoy a muchos les resultan extraños esos informes… Pese a ello, será necesario aprender a convivir en esa diversidad que hay en el campo del Señor, convencidos -y mirando- que por encima de las ideas e interpretaciones humanas -humanas, sí- está la unión en el amor, en la aceptación y en la solidaridad con las personas. Solidaridad como la del buen samaritano. (Es muy significativo -y creo que intencionado- que Jesús haya puesto como modelo a un no tradicionalista.) Como digo, el tradicionalismo es muy viejo en la Iglesia… Tradicionalismo que degeneró en poder y en derecho canónico o, como quería Clemente Romano (que tanto influyó en el desarrollo de la Iglesia posterior), tradicionalismo también apoyado en el derecho natural, al que se debe obediencia… Clemente Romano, con una mentalidad poco cristiana, influyó demasiado en el desarrollo futuro de la Iglesia. ¿Por eso tanto derecho canónico-romano asociado al poder? El bloqueo del Vaticano II no es cosa nueva. Tiene mucha historia y muy elocuente, que obliga a revisar a fondo estructuras, derechos y algunas doctrinas…, tradiocionales, hijas de su tiempo. Pero como cambiar de mente y de costumbres “es a par de muerte”… se ve lo que se ve… y a veces se sufre lo que se sufre… El que piensa distinto de la tradición -y mira más al Evangelio- es un disidente peligroso… En suma, es necesario revisar y confrontar serenamente valores tradicionales y evangelio… Es necesario reevangelizarnos como Iglesia… Pero mientras el poder, introducido en ella, no se destrone, la reconversión de la Iglesia seguirá siendo una cuestión pendiente. Creo que lo he dicho en alguna otra ocasión, citando palabras, casi confidenciales, de un conocido exégeta francés: “La Iglesia del futuro será muy distinta de la actual, pero no nos dejerán verla”. Esperemos que el Sínodo nos haga ver algo mejor cuál es la esencia -la Esencia- del gran Mensaje del Reino.
El compromiso temporal de la Iglesia vasca tiene una historia no del todo brillante, pero con sus páginas a aplaudir y otras menos plausibles.
En 1936, el Gobierno vasco, presidido por Jose Antonio Aguirre, se alineó con la república frente al franquismo. Él era católico y presidente de un gobierno mayoritariamente catolico. La represión franquista trajo consigo el fusilamiento de 16 sacerdotes vascos, y el exilio de no pocos sacerdotes.
Durante el franquismo, la iglesia vasca y sus miembros dieron pruebas de una oposición a la dictadura que fue destacable. Y a nivel mundial al nazismo que se manifestó en muchos grupos católicos. En torno a Eta se generó una variedad de grupos de oposición acertados o no, violentos o no, y dentro de la iglesia el pueblo se manifestó en cada suceso violento llamando a posturas conciliadoras y no violentas. Zamora contó con una cárcel de curas que fue muy frecuentada por sacerdotes vascos. Unamuno, en Salamanca, tuvo que oponerse a los que gritaban Viva la muerte y reclamar a los obispos vascos y catalanes presentes en la universidad una respuesta digna, que al parecer no se produjo. Que lo diga Pla y Deniel, Primado en aquel momento.
La Teología de la Liberación, entre otros, cuenta con líderes como Ellacuría. o el navarro Zubiri, con posturas valientes del General de los Jesuítas ante la posturas radicalmente anticomunista del papa Juan Pablo II.
Pero vino la otra cara, el nombramiento de obispos propiciados por Franco para el país vasco con vistas a reprimir estas tendencias.
Hoy, las cosas son diferentes, los obispos que nos han mandado Roma y las sagradas jerarquías españolas han seguido esa misma línea de inhibición ante los problemas políticos y temporales.
El clero vasco de hoy está muy lejos de sus tiempos anteriores, la predicación y las reuniones de seglares en la iglesia se limitan a estimular la piedad y la mirada hacia el cielo. oración, y no el compromiso temporal. De vez en cuando necesitamos que los ángeles que avisaron a los discípulas cuando se les fue Jesús a las nubes el día de la Ascensión nos llamen a mirar al suelo y seguir impulsando su vuelta hacia nuestro planeta., sacerdotes vascos que regresan de países de misión como Ecuador o África retoman el evangelio comprometido que está impulsando allí la Teología de la Liberación.
Efectivamente, es necesaria una vuelta a la acción, otra predicación en las misas dominicales más comprometida. Es necesaria una presencia más numerosa y descarada de los seglares cristianos en las actividades de defensa de los emigrantes y en todos los terrenos. Porque la acción en la calle, la lucha política, el testimonio cristiano esta como borrado, nos hemos encerrado en los templos y en las sacristías, predicamos sobre la vida futura más allá de la muerte.
Tengo la impresión que esos “practicantes tradicionales” son los mismos que confunden el Sermón de la Montaña con el Código de Derecho Canónico.
En las síntesis diocesanas que he leído se mencionan los temas del celibato, la igualdad de la mujer en los ministerios eclesiásticos, y más diluidos la transparencia y la superación del clericalismo. Ya es una base en la que se puede apoyar el Papa Francisco para establecer algunos cambios. Lo que hecho de menos es la propuesta de hechos concretos que dinamicen el cambio, como la designación de obispos y párrocos por sus propias comunidades, el traspaso de museos a organizaciones civiles, la formación de los religiosos, los teólogos, y los dinamizadores comunitarios (“los liberados”), en barriadas marginales o en territorios de misión. Soy consciente de que no se puede cambiar todo de la noche a la mañana, pero se puede iniciar un proceso “partido a partido” para lograr un cambio real en la Iglesia.
Sigue flotando en algunos círculos lá, visión abarcadora de los cristianos anónimos, a quienes resulta difícil identificar, como sí a los otros de misa y comunión. Hay quienes apuran hasta el final sus definiciones previas.
Son tiempos líquidos