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Salvar la vaca España

Martín Sagrera ante el Consejo de Diputados

Admiro la fe y tenacidad activista de mi amigo Martín que le lleva a preparar sus pancartas y llevarlas, opportune et  importune, a cuerpo limpio, a las calles del mundo. Pero también admiro su finura de escritor al ser capaz de escribir breves mensajes como este. Vale la pena visitar su mimejor.info. AD.

        En un pueblo del Norte, pocos después de nuestra última guerra incivil, unos golpes y gritos en la puerta en plena noche despiertan sobresaltado al matrimonio. Es el vecino que pide ayuda para salvar a su vaca, con dificultades al comenzar a parir. El marido va a vestirse. Su mujer, asombrada, le dice: “-¿Le vas a ayudar, después de todo lo que te hizo en la guerra?”. Él responde: “-Es mi vecino y es la vaca. Y hay que acabar con todo aquello”.

        Juro que no me fijé si ponía en ese relato la ideología de cada cual. ¡Ya está bien de tanto rencor miserable y destructor! Casi un siglo después, todavía tenemos demasiados españoles que no han aprendido a superar ideologías, ni siquiera en la trágica epidemia que ha cambiado nuestras vidas ni en la gran crisis que ya nos afecta tanto, con perspectivas incluso apocalípticas, de esta guerra en el norte de Europa.   Y así nos va.

        Decidamos de una vez todos a vivir en paz y prosperidad, sin extremismos políticos, o no quedará muy pronto ni la piel de esa vaca que es geográficamente España. Porque los datos son demasiado claros. Hoy nuestra tierra está ya muy erosionada, desecada e incluso quemada, mal cuidada en su vegetación y vida animal, desprovista de gente en casi toda su extensión.  La gran mayoría de nuestra excesiva población (debemos importar la mitad de nuestra alimentación con dinero ganado explotando, hasta con tráfico ilegal de armas, pueblos y tierras ajenas) nos hacinamos en las ciudades, con un trabajo excesivo, que nos enferma. Vale, pues, la pena tomarnos en serio el mejorar nuestra tan neurótica y chocante convivencia.

Un comentario

  • Juan A. Vinagre

    Estoy de acuerdo contigo, Martín. Basta ya de apoyar nuestra vida en ideologías o inmadureces, que separan y vacían por dentro de sentimientos humanos. Es necesario saber mirar y valorar nuestra realidad humana con más profundidad, y poner más ética en nuestras relaciones humanas. El ser humano es más humano y más grande cuando es solidario y se coloca por encima de los resentimientos y de la venganza… Es decir, cuando no aplica la ley del Talión.  Los resentimientos dañan, actúan en nosotros como un virus maléfico, que nos debilita,    y si es muy intenso  y persistente acaso puede convertirse en metástasis y destruirnos…  Por eso creo que haces bien en recordarnos a todos que somos más grandes cuando nos sobreponemos a los sentimientos de revancha, y devolvemos bien por mal… Somos más grandes cuando hacemos el bien a quien tal vez no lo merezca…  El resentimiento daña más a uno mismo que al vecino o vecinos con quienes mal- convivimos…  Lo más grande no son las ideas brillantes ni los éxitos (efímeros…)  sino las conductas que aman.        Lo mejor es lo que nos humaniza y hace soliadarios. Y esto es cosa de un poco de humilde sabiduría, que en última instancia es amor.   Esta es la reflexión-meditación a que me ha llevado tu artículo.