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En el aniversario de Darwin

El pasado mes de abril se han cumplido 140 años de la muerte de Charles Darwin autor de la teoría de la evolución de las especies y a quien a veces se compara, con evidente exageración, con Galileo o Newton. Otros destacan, por el contrario, la paradoja de que, no siendo un gran científico, su nombre sea tan conocido como el de aquellos. Hay que tener en cuenta además que precisamente el mismo año de su nacimiento el francés Jean Baptiste Lamarck, en su libro La philosophie zoologique ya había formulado la misma teoría ¿Cuál es, pues, la historia y la razón del éxito de Darwin?

Nacido en 1809 y sin ser nunca un alumno brillante, su padre desea que se haga médico y, en consecuencia, lo envía a la universidad de Edimburgo. La asistencia a la segunda operación sin anestesia le obliga a abandonar. Darwin nunca toleró la sangre. En vista de ello su padre le matricula en el Christ´s College en Cambridge, donde se licencia en los estudios de teología. Va a ser un párroco rural, lo que le permitirá ayudar a la gente y estudiar la naturaleza, algo que siempre le ha interesado.

En Edimburgo ya había conocido al naturalista Robert Grant, seguidor de Lamarck, y éste le había introducido en varias sociedades científicas.

Y así llega 1831, el año crucial de su vida. La Armada inglesa acuerda fletar un barco, el Beagle, que lleve a cabo una expedición hacia Sudamérica con objeto de cartografiar sobre todo numerosas islas del Pacífico Hay que advertir que el Almirantazgo prohibía a los capitanes de sus barcos cualquier conversación con los demás tripulantes salvo para cuestiones de la navegación. El capitán Roy quería llevar consigo a un científico para tener alguien con quien hablar en un viaje que se prolonga durante cinco años. Así pues, entrevista a Darwin y le acepta como compañero de ruta.

Durante esos cinco años Darwin encuentra fósiles de granes animales, vive un sumani, un terremoto, revueltas sociales y recoge miles de muestras de aves y de plantas. En las islas Galápagos colecciona los famosos pinzones pero serán otros, a su vuelta, quienes descubran que pertenecen a diversas especies. Poco a poco se va forjando en su mente la idea de una evolución determinada `por la adaptación al medio ambiente.

A su vuelta, en 1837, comienza a escribir pero no se atreve a publicar lo escrito. Se da cuenta de las consecuencias de la nueva teoría y teme el rechazo que va a desencadenar. Pasan veinte años y en 1858 conoce que el naturalista Alfred Wallace va a publicar un libro con sus mismas ideas. Empieza, pues, a redactar a toda prisa un texto definitivo y el 24 de noviembre aparece su famoso libro El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Sólo en la sexta edición se recorta el título que queda reducido a las cinco primeras palabras.

El libro tiene un gran éxito y provoca sin duda una gran polémica, que va desde debates públicos como el del obispo Wilberforce y Thomas Henry Huxley hasta chistes de todo tipo, como el siguiente: “Una señora encopetada le dice a su marido: Querido, algunos naturalistas dicen que descendemos del mono. Confío en que no sea cierto pero si lo es, espero que no se enteren los vecinos”.

Con todo ello llegamos a la pregunta planeada al principio: ¿cuáles fueron las razones de su éxito cuando el evolucionismo había sido defendido ya casi sesenta años antes? En primer lugar hay que tener en cuanta que nos encontramos en plena era victoriana, en medio de la revolución industrial, que ha dado lugar a análisis como el de Adam Smith, para quien gracias a una mano invisible, el egoísmo privado da lugar al bien común. Así pues, el mismo autor critica las leyes de pobres inglesas alegando que no hacen sino aumentar el número de imprevisores.

En ese tiempo existía ya la obra la obra de Malthus, que sostenía que las poblaciones, especialmente en sus clases bajas, tienden a crecer más deprisa que los alimentos disponibles.

En el caso de Darwin un factor decisivo es la protección de Thomas Henry Huxley, abuelo del novelista, presidente de la Royal Society, conocido como el papa de la ciencia y después como el bulldog de Darwin. En 1863 escribe en The Times: “El origen de las especies es como la Hégira de la ciencia entre la idolatría de la creación especial y la fe pura de la evolución”.

En 1875 publica Darwin El origen del hombre, donde aplica la teoría de la evolución al ser humano. Muchos evolucionistas amigos suyos siguen manteniendo que la inteligencia humana viene directamente de Dios. En ese libro Darwin se atreve a decir cosas como la siguiente; “Llegará un día, y por cierto no muy distante, en que (…) las razas humanas civilizadas habrán exterminado y reemplazado a todas las salvajes esparcidas por el mundo” . La teoría de la evolución se aplica a los humanos, a veces con algunas variantes, defendiendo “la supervivencia del más fuerte” (Heribaert Spencer)

El liberalismo económico, las tesis maltusianas, los experimentos de Mendel y la teoría de Darwin dan lugar a lo que se llama darwinismo social, una de cuyas prácticas es la eugenesia.

Se entiende por eugenesia una filosofía que pretende la mejora de la herencia genética de los humanos para conseguir personas más fuertes, más sanas, más inteligentes, más productivas. Formulada por Francis Galton (primo de Charles Darwin), Huxley se adhiere a ella y forma un club con nueve científicos para defenderla y difundirla.

Uno de los países en que logró más adhesiones fue Estados Unidos. Las clases medias blancas asistían asustadas a la llegada a las ciudades, movidas por la revolución industrial, de personas que no cuadraban con su idea de la sociedad. John D, Rockefeller, decidido eugenista, sostenía, por ejemplo, que “el crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto. “La bella rosa estadounidense sólo puede lograr el máximo de esplendor y perfume que nos encantan si sacrificamos a los capullos que nacen a su alrededor”. Y en efecto, de eso se trataba: si los caracteres se transmiten por herencia, hay que vitar la descendencia de los débiles mentales, los enfermos, los alcohólicos y un largo etcétera.

En 1927 la esterilización eugenésica llega a ser constitucional. Se calcula que en Estados Unidos fueron esterilizadas entre 50 y 60.000 personas. Hitler no tuvo que inventarse nada.

Se dirá que Darwin no es responsable de esas consecuencias lamentables. Pero, por ejemplo, constatando que las sociedades civilizadas, construyendo asilos se ocupan de los “imbéciles, heridos y enfermos” y que la vacuna ha preservado a millares de personas, añade: “De esta suerte los miembros débiles de las naciones civilizadas van propagando su naturaleza, con grave detrimento de la especie humana”. Y poniendo el ejemplo de los criadores de animales domésticos concluye: “Ninguno es tan ignorante que permita tener crías a sus peores animales” (El origen del hombre)

 

 

 

22 comentarios

  • carmen

    Pues la encuentro preciosa. No sé si será cierta o no. Luego ha habido otras, el mundo del ARN, como usted dice, por ejemplo. O que haya llegado en un cometa. Esa no me gusta porque no da ninguna respuesta porque en algún sitio se tuvo entonces que originar. Es una forma de eludir la cuestión. No sé.

    La teoría o lo que sea de Opar, me encanta. La clave, en la atmósfera primigenia, tan diferente a la actual.

    Gracias. Ha tenido usted unas relaciones con gente dedicada a la ciencia envidiables. Y usted mismo también ha tenido una formación científica envidiable. Y más ortodoxo que usted, poca gente. Para que vea. Eso de la ciencia no tiene porqué alejar de Dios. Es absurdo. Anda que no quedan cosas por saber. Qué tendrá que ver? No sé. No entiendo.

    Un abrazo.

     

  • carmen

    Señor Valderas. Conoció usted a Oparin? No sé qué piensa acerca de su teoría acerca del origen de la vida en el planeta tierra, yo la encuentro fascinante.

    • José María Valderas Gallardo

      No lo traté personalmente. Pero como usted bien sabe su teoría abiogenética del origen de la vida fue puntal para laél enc proliferación de otras teorías (los coacervados, etcétera), que dejaron paso a un estudio bioquimico riguroso con el famoso mundo de ARN. En España, por su connotación con el materialismo dialéctico no se difundieron mucho sus escritos. Sí recibió, por contra, una extraordinaria acogida en México. He sacado del anaquel de libros sobre el origen de la vida  (The Origins of Order, de Kauffman, The Emergence of Life, de Luisi, The Emergence of Life on Earth, de Fry, y otros muchos), “El origen de la vida. Symposium conmemorativo en homenaje a Alexander Ivanovich Oparin”, editado por la UNAM. El ejemplar lo tengo dedicado por el editor del simposio, Antonio Lazcano-Araújo, mi cuate del alma.  En él encontrará usted textos nucleares del propio Oparin.  (Por cierto, Antonio, andando el tiempo, obtuvo un permiso especial para bucear en los archivos vaticanos los entresijos de la tesis darwinista en el Santo Oficio. Nunca pensó que una persona de sus ideas encontrara tantas facilidades en Roma. )

  • José María Valderas Gallardo

    No voy a alejarme de la intención del blogger que quiere que nos ciñamos a su texto. Por eso no voy a responder al señor Llaguno, salvo en dos matices que, pese a su carácter apendicular, se le da una importancia central. No es mi intención ahormar México a ningún parámetro español. Pero la historia es la que es. De hecho, la revista de historia de la ciencia mexicana, Quipú, solía traer artículos “novohispanos”, sic. Y, por supuesto, parte de mi afectos tienes que ver con México, con progenie de cristeros o progenie (científica)  de Alexander Oparin. Amén de otras relaciones profesionales en la capital azteca.

    No creo que tenga que demostrar a nadie mi servicio pro pane lucrando a la ciencia y su divulgación de vanguardia durante cuatro decenios intensos. ¿Está reñida la difusión de la ciencia con el latín? Cuando dictaba clases de master de periodismo científico solía reservar un capítulo del programa a la importancia del griego y latín. ¿? Llaguno, Heisenberg leía los diálogos de Platón en griego. Los términos de la física cuántica hasta la llegada del predominio norteamericano, con la llegada de jóvenes científicos estadounidenses a las universidades europeas, son todos de origen griego –electrón, neutrón, protón, mesón, tau, positrón, muón, barión, hadrón, etcétera. Sólo cuando al otro lado del océano empezaron a tener algo que decir lo hicieron… en lenguaje que, en su origen, era tabernario: quark, charm, up, bottom, etcétera. ¿Sabe usted que la mejor edición de los “Principia” de Newton se debe a Chandrasekhar, un astrofísico de origen indio, premio Nóbel de física? Tuvo que estudiar latín… No es el lugar, pero podríamos hablar largo y tendido sobre la formación humanista (lenguas clásicas) de los físicos que pusieron las bases de la ciencia contemporánea.

    • Usted mismo, Sr. Valderas.

      Apendicular o perpendicularmente, este es un foro de debate, en español o en latín. Aunque ahormando su respuesta a mi prosopopeya le diré que prefiero el lenguaje tabernario. Siempre he sido muy partidario de las tabernas. Cristo se mezclaba mucho con los tabernarios y las tabernarias (y no hablaba ni una palabra de latín y probablemente griego tampoco)

      Usted mismo.

  • Carlos

    No creo que el autor de un artículo deba participar en el debate que suscita pero siempre me maravilla que se acabe hablando de cosas queno tienen nada que ver con su texto

    El mío no habla directamente de evolucionismo ni mucho menos de religión pero en este caso Isidoro ha abierto la veda sin que a mi modo de ver viniera a cuento

    Seria mejor proponer comentarios breves -no esos larguísimos textos- que se ciñeran a lo dicho en el artículo que se comenta

    • Antonio Duato

      Te entiendo, Carlos. Pero al menos tienes la gracia de escribir artículos que cuestionan y suscitan comentarios que intenta en el tema, aunque elijan senderos que tú no preveías. Reavivar a Darwin era necesariamente poner sobre el tapete el tema de la evolución, con todo el conflicto ciencia-religión al que se enfrenta cada un desde diversos momentos de la discusión y enfoques.

      Y sobre la longitud, yo comprendo que quien quiera expresar argumentos no le sirven los 200 o 400  caracteres de Twitter y menos los like de FB. A pesar de todo, con sus polémicas y tics personales, yo prefiero los comentarios de Atrio. Y cada uno ya va aprendiendo lo que debe leer o contestar y lo que puede saltarse. Pero, al menos, siempre tus escritos son debatidos y eso es mérito tuyo.

  • Vamos a ver si nos aclaramos. Los preambula fidei no son dogmas, sin argumentos de razón. Daba uno por sentado que todo el mundo conocía el mantra antirreligioso de que Copérnico sacó a la Tierra del centro del universo, Darwin sacó al hombre del centro de la biología, etcétera. Lo dí por sentado y conocido, pero no parece que haya llegado a todos ese dictum.

    Las encíclicas y documentos de Juan Pablo II son encíclicas y documentos redactados o al menos supervisados por Joseph Ratzinger. El penchant teológico de Benedicto XVI era más “buenaventurista” (su tesis doctoral con Schmaus) que tomista. Pero era cuestión de inclinación. Y, por supuesto, con una larga meditación en los Padres y en la Liturgia. Pero no hay diferencia de fondo ni de superficie entre Juan Pablo II y su sucesor.

    Me parece que algunos tienen de Trento una idea bastante sorprendente. De Trento vino la luz. Lo sabían incluso los teólogos que se dirían más antitridentinos, com Edward Schillebeekx, que se doctoró en teología sacramental según Trento. Quienes no conocen la doctrina de la doctrina ni de la justificación abominan de Trento, pero es que no la conocen. A mí me gusta leer a los tridentinos. En particular Melchor Cano y su De locis, de quien tengo una copia de la primera edición o de la segunda. Allí habla de la ciencia como lugar teológico. Eso no lo habrá leído nunca. Porque hablar de Cano es hablar de la bicha. Y así por demás.

    Gracias por la corrección tipográfica. Mi ordenador a veces sigue su propio rumbo autónomo. En otro momento donde quise decir padre Sequeiros puso para Sequeiros.

    Conviene distinguir el ámbito de la filosofía del ámbito de la ciencia. Y de ambas, la teología.

    Quizá necesite tener más apertura de mente. Pero no creo que ese más sea significativo. Toda mi vida la he consagrado a llevar a la gente el conocimiento científico de vanguardia. Incluido en su propio país, pues creo, que usted A.LL., es mexicano, donde por cierto al presentarle el medio que me daba de comer recogía la evolución de la ciencia en Nueva España. Apertura de mente es razonar. Sopesar las razones. Huir de la palabrería.

    Veo que lo de cuentos chinos les parece exabrupto. Ojalá lo fuera. Desgraciadamente, es un cuento chino la pamema de la Pachamama. Nada que ver con la cultura la idolatría fálica. Es un signo de retraso. Nada más, como el analfabetismo. Es un cuento chino ponerle paño y púlpito en Santa Marta al defensor del aborto como medio de regulación demográfica y afirmar, tras la irritación de no pocos, que hablaba desde su punto de vista personal, no era la opinión de la Iglesia. Sólo faltaría. bastante cuento chino es que el texto lo recoja la documentación vaticana. Cuento chino es la salida por peteneras de Francisco en Bogotá afirmando ante los jóvenes jesuitas que los cardenales de los dubbia no había leído el texto entero de Amoris Laetitia. Cuento chino es recoger en las Acta Apostolicae Saedis la interpretación de los obispos rioplateños de ese documento como auténtica interpretación del pensamiento de la Iglesia (chúpate esa mandarina, ni concilios ni nada, los obispos rioplateños). Cuento chino es introducir conceptos equívocos y de nulo apoyo científico (ecología integral) como si fueran inspiración del Espíritu Santo. Cuento chino es la palabra talismán de Francisco, “discernimiento”, que lo mismo vale para la sodomía que para el adulterio. Y paro, porque hay cuentos chinos en los que habrá que esperar que la historia y el tiempo corra un tupido velo.

     

     

    • La doctrina de la doctrina, no la doctrina de la gracia. Ya digo que mi ordenador a veces toma vida propia.

    • Sr. Valderas,

      permítame matizarle algunos asuntos no muy importantes (aunque alguno de ellos verá que no tiene refutación posible)

      Sin refutación posible (a menos que mi santa madre estuviera equivocada) tengo que asegurarle que yo no soy mexicano (soy de Cuenca y del Atleti). La que es mexicana es mi señora y dado que por razones familiares viajo a México entre 2 a 3 veces al año, me permito aconsejarle que no le mencione nunca a un mexicano (usted pensaba que yo lo era) el término “Nueva España”. Ellos son México o República Mexicana o Estados Unidos Mexicanos. Cualquiera de esas acepciones será bien recibida pero si le menta “Nueva España” es como hablar de la madre de ese mismo señor y llamarla “Malinche”. Se sentirá muy incómodo (cuanto menos)

      En segundo lugar, le indico que fue usted y no yo quien ignoró en su comentario las aportaciones de Benedicto XVI al magisterio de la Iglesia y dejo la situación actual en una, a mi juicio bastante simplista, confrontación entre el pensamiento a su juicio riguroso y de alto nivel de Juan Pablo II y el (también a su juicio) simplista y populista de Francisco.

      Sobre esto mi modestísima opinión es que salvo en temas de doctrina social (Solicitudo Regi Socialis, Centesimus Anno, etc…), JPII no dejó nada que pase el tamiz de la posteridad salvo una época de terror entre los teólogos más progresistas de esos años oscuros (en ese caso acompañado de su cancerbero fiel, Joseph Ratzinger), mientras que los escritos que ha dejado Benedicto, están muy por delante de los que dejó JPII y alguno de ellos (pase de temerle a admirarle con solo leer “Deus Caritas Est”) pasarán a la historia. Es lo que tiene ser un teólogo brillante (Ratzinger) aunque no pueda estar de acuerdo con él, en especial en su lucha feroz contra el relativismo,  y ser un obispo del montón con carisma para parar un tren (JPII). Obviamente esto es solo mi opinión y yo ni siquiera soy teólogo (de ahí mis problemas para entender los latinajos que usted emplea). Soy solo un cristiano de a pie que hace tiempo que dejó de considerarse miembro ortodoxo de la Iglesia Católica.

      En cuanto a la relación Ciencia y Fe, usted insiste en que los dogmas son necesarios.

      Yo creo que los dogmas estorban hasta para rezar un padrenuestro y concretamente en ese diálogo, si nos acercamos a un científico ateo o agnóstico con una mochila cargada de dogmas estamos perdiendo el tiempo.

      Un científico agnóstico o ateo, siempre se encontrará incómodo con un dogma religioso.

      En primer lugar porque en su mundo el dogma no existe. para que una cosa se pueda considerar “científica” debe ser falsable, es decir debe existir un procedimiento que permita verificar si esa cosa (reflexión, axioma, teorema, tesis, etc…) se confirma con la experimentación o no.

      Aceptar algunos axiomas como ciertos a pesar de que el sentido común indica que no pueden serlo y solo porque la Iglesia lleva 2000 años diciéndolo sin ninguna posibilidad de verificación empírica y tenerlos como puntos de partida de una reflexión conjunta es sencillamente imposible.

      Le pasará como me paso a mi cuando, después de su respuesta, me dirigí a San Google y teclée “pincipia fidei” en el famoso buscador. la primera página en la lengua de Cervantes está en la 5ª pagina de la búsqueda, el resto son en latín y la segunda aparece 3 paginas mas atrás en la búsqueda. Además más de la mitad de las reseñas (si es que mis pobres entendederas han captado algo) se refieren a la Summa Teologica de Tomás de Aquino (¿Cuánto puede hoy  aportar a un diálogo con la ciencia un teólogo del siglo XII que ni siquiera sabía que la Tierra es redonda y gira al rededor del Sol?).

      No pretendo yo despreciar a las sabias reflexiones del Aquinate o de cualquier otro filósofo o teólogo, por antiguo que sea (aunque debo reconocer que el viejo obispo de Hipona, ese si que me cae mal), incluso las de Aristóteles o Platón (más antiguos todavía) que soy de la opinión de que si hubieran aprendido lo mismo que mi sobrino de 10 años en “Conocimiento del medio” quizás habrían pensado de otra manera (al menos es mi esperanza sobre alguno como Platón).

      El conocimiento del mundo ha cambiado Sr. Valderas. Es muy difícil expresar lo que sabemos de él con expresiones en lengua muerta, entre otras cosas porque es muy difícil expresarlo con lenguas vivas y debemos recurrir a la matemática más compleja.

      Lo que le puede pasar a un científico ateo que se ponga a hablar con usted es que al tercer latinajo, si es educado, se ponga a pensar en su última ecuación o en otros atributos de su señora o de la última hembra conocida (o varón si es mujer o gay) y si no es educado le soltará cualquier exabrupto (parecido a los que soltó usted solo que ese exabrupto a usted le sentará muy mal) y acabará pensando que las personas religiosas no somos más que restos de una pasado oscuro, ignorante y arcaico.

      Yo, en mi humilde posición, prefiero no perder el tiempo en discusiones estériles y trataré siempre de aprender de ellos, aunque solo sea a dudar de aquellas cosas que se escapan del sentido común.

      Exactamente como hace un científico cuando lo que estudia o aprende supera la coherencia con lo observado hasta la fecha. En ese caso y aunque supere su sentido de la percepción (Como pasa constantemente a los físicos cuánticos que tienen que vivir con que un electrón esté en dos sitios a la vez, ¡Vaya! Como San juan de la Cruz; y viven con ello) tratan de encontrar la manera de entenderlo y explicarlo.

      Y así, nos pasamos el tiempo discutiendo con ellos en vez de hacer como la mítica Nave Enterprise que fue (o será) enviada a explorar los confines del Universo conocido, mezclando seres de todas las razas, culturas y creencias conocidas.

      Un saludo afectuoso

      • He obviado a drede, su decisión de tildar a Francisco de simplista y populista.

        Obviamente no estamos de acuerdo.

        La gran diferencia entre Francisco y JPII es que si estuviéramos bajo el papado de Wojtila y pensara usted de él lo que piensa de Francisco y tal y como ha hecho sobre el papa actual, lo hiciera público, la Moderna Inquisición le prohibiría publicar y enseñar y le haría a usted la vida imposible mientras que con Francisco, puede usted hacerlo con toda libertad y sin represalias.

        Y siendo aún joven, soy sin embargo muy mayor para preferir a los opresores antes que a los libertadores.

        Un saludo

      • Jose Ramon Jimenez Cuesta

        Estimado Antonio: coincido con usted, el camino de los dogmas no va a ningún lado para un científico. Personas que estudian el Universo y comprueban cuestiones sobre el Universo con modelos al 99.99999999 no podrían ir por la vida así. El camino a Jesús de Nazaret para ellos (y para la mayoría) creo hay de ser otro. Estamos en 2022. Afortunadamente Jesús es vida y no dogma.

        Un saludo

  • Hablar de la demostración racional de la existencia de Dios no significa demostrar científicamente, empíricamente, que Dios existe. No todas las demostraciones pertenecen al terreno de la empeiría. La lógica formal demuestra la inferencia de sentencias sin necesidad de ninguna contrastación empoírica. La demostración matemática es, a la postre, un tipo de demostración lógica.

    Es un sofisma atribuir la demostración de la existencia de Dios al campo de la ciencia. Pertenece a la filosofía, a la metaciencia. Y, en cuanto tal, el hombre debe razonar su aceptación de un Dios trascendente. Como decía Chesterton, cuando entramos en la Iglesia, nos quitamos el sombrero, no la cabeza.

    Si no usamos la razón, si la aceptación de un Dios es por puro movimiento emocional, la consistencia de la admisión de ese enunciado es muy escasa.

    Los católicos hemos perdido la conciencia de la necesidad de razonar nuestra fe, de ahondar en los preambula fidei. Tras un pontificado exigente de Juan Pablo II nos ha caído una desgracia populista y sensiblera que, en puridad, es la negación de la creencia auténtica.

    Se necesita una auténtica revolución, un rearme de la apologética. Un rearme con un conocimiento profundo de la filosofía y la ciencia. El neopositivismo, al negar la metafísica, desarboló la vía de la finalidad de las cinco vías. Para el Círculo de Viena, la causa final carece de sentido porque no entra en el dominio de la ciencia, que es mecanicista, de causa eficiente. No es más que un ejemplo de lo que debería seguir la formación en la Iglesia. A falta de un sostén dialéctico sólido, se quiere paliar esa menesterosidad desde santa Marta con cuentos chinos. En mi opinión ese es el auténtico drama de la Iglesia y del misterio de la salvación hoy.

    Y se acepta acríticamente cualquier objeción por grosera que sea. Ya lo repite el necio: Copérnico sacó a la Tierra del centro del Universo, Darwin sacó al hombre del centro de la biología y las singularidades sacaron a Dios del universo (el big bang acabó con el Dios creador y el big crash de la implosión final acabó con el Dios juez de lo creado).

     

    • El problema Sr. Valderas es que usted entra en juicios de valor que, independientemente de que sean o no compartidos (por mi en este caso), son simplemente eso, juicios de valor. Lo que vulgarmente se llama opiniones… y ya sabe lo que pasa con las opiniones.

      Veo con claridad que desprecia la labor del actual pontífice por ser “poco exigente”, al menos en lo que respecta a su comparación con Juan Pablo II (se olvida, no se si consciente o inconscientemente de un Benedicto XVI que como teólogo era mucho más consistente y riguroso que Juan Pablo II), mientras que desde mi humilde opinión, JPII ha sido el Papa más nefasto que ha tenido la Iglesia moderna, especialmente después de que el atentado sufrido le convirtiera en un mártir en vida.

      JPII se remitió a posiciones casi tridentinas con lo que eso supone de intento de eliminar casi cualquier aporte de la modernidad.

      En cualquier caso, desde postulados metacientíficos o filosóficos, nunca podremos siquiera dialogar con el ateismo científista (ni siquiera con el agnosticismo científico) y no es que elimine el valor de la metafísica, al menos yo no. Son esos mismos ateos cientifistas quienes le niegan validez.

      Yo no encuentro ni necesario ni siquiera conveniente un rearme de la apologética. En especial si eso significa rearmar las posiciones de la mayoría de los apologetas actuales. Las cosas que muchos de ellos dicen (algunos reivindicando la Inquisición) me ponen los pelos de punta.

      Creo que solo desde puntos de partida emocionales y experienciales, con todo lo subjetivos que son, podremos llegar a entendernos y  con más razón cuando la Ciencia empieza a vislumbrar, cada día más claramente, que, con el método científico, nunca podremos llegar al conocimiento del todo.

      En fin, que algunos, ante esa “desgracia populista y sensiblera” que llega de Sta. Marta  (usted dijo), nos encontramos mucho más cercanos a una Iglesia que había perdido el norte  y regresado a los fríos muros conventuales de un monasterio tridentino. Será una “desgracia” pero es mejor que ese rigor que nadie necesita.

      Por último, su párrafo final es una muestra evidentísima de lo que no puede ser un diálogo ciencia-fe. Copernico no saco a la tierra del centro del Universo, ni Darwin al hombre del centro de la biología. Nunca estuvieron allí (al menos para un científico serio) y desde luego ni el Big Bang acabó con el Dios creador (entre otras cosas porque ni siquiera el Big Bang es un postulado con certeza absoluta ni hay demasiada gente que entienda que coño es el Big Bang), precisamente el Big Bang es una de las teorías más compatibles con el Dios creador; ni el Big Crunch (que no Big Crush) acabó con el Dios juez de lo creado (en caso de que el Big Crunch se produzca, que está por ver puesto que las últimas mediciones del fondo de microondas indican mas bien un Universo en permanente expansión). El Dios juez, de existir, está en un plano no material y el Big Crunch se la pela.

      Quiero decir que la única vía de diálogo entre ateismo, agnosticismo y creencia pasa por eliminar en ambas partes, los dogmas previos (es decir, precisamente esos “preambula fidei” que usted reivindica) y tratar de entender al otro sin prejuicios (es decir sin juicios previos). La ciencia se encuentra hoy en día ante a encrucijada de no saber si podrá saberlo todo y se aferra a estructuras matemáticas  de muy difícil demostración empírica (o incluso imposible en algunos casos) como pueden ejemplarizar algunas teorías de la unificación (como la de cuerdas, que es absolutamente indemostrable) o a la perplejidad de una realidad a escala cuántica que desafía cualquier causalidad intuitiva, mientras que la fe se enfrenta a unas estructuras arcaicas y rígidas, plagadas de dogmas que insultan la inteligencia de cualquier cerebro medio y que nos constriñen como un corsé decimonónico.

      Menos apologética y más apertura de mentes es lo que necesitamos. (EMHO)

    • “Tras un pontificado exigente de Juan Pablo II nos ha caído una desgracia populista y sensiblera que, en puridad, es la negación de la creencia auténtica… A falta de un sostén dialéctico sólido, se quiere paliar esa menesterosidad desde santa Marta con cuentos chinos”,… Lea de vez en cuando a Salvador Santos para hacerse cargo –en parte al menos- del problema hermenéutico que arrastra la teología cristiana.
       
      Por mi parte, es que no entiendo por qué tiene que meter esos “exabruptos” en un texto bien construido. Muy discutible como ha mostrado Antonio Laguno.
       
      Es una querencia, lo de los juicios de valor a voleo  –exabruptos-, que observo desde mi juventud en algunos profesores y teóricos. Gente intelectualmente potente que se lo cree y arruinan la docencia con juicios generales totalmente ideologizados. Pero ¿por qué necesitan esto y no lo ven? Saludos siempre.

  • carmen

    Gracias señor Valderas. Sabía que usted no iba a fallar. Muy contenido ha estado en su respuesta. Me alegro. Solamente le quiero decir que me parece una injusticia tamaño folio el hablar así de El Origen de las Especies por medio de la Selección Natural.

    Otra cosa es las conclusiones teológicas a las que se lleguen. No vienen al caso. Al menos no para mí. El que sienta que existe algo que está por encima de todo lo que conocemos aunque ese algo no lo podamos definir, no habrá teoría científica que lo tumbe, porque esa parte del ser humano no pertenece a ninguna rama de la ciencia. Al menos a día de hoy. Mañana, no sé. No entiendo esa manía de demostrar científicamente la existencia o no existencia de Dios. Lo encuentro tan absurdo… Ese tema no va de método científico.  De filosofía, de teología, de psicología si se quiere…pero por favor… Y qué tendrá que ver la creencia en una implicación directa de la acción de Dios sobre eso que llaman Hombre, que no hombre y mujer, con la evolución de las especies en el planeta tierra? A ver , el que crea en una implicación directa por lo menos que le deje elegir el momento a ese Dios, o a la fuerza tiene que ser en el minuto seis de la creación? Sé que usted comparte conmigo pocas ideas, pero piense lo que le digo. No estoy negando ni afirmando nada, únicamente rompo una lanza a favor del señor Darwin. Creo que se lo merece.

    Buena tarde.

     

  • Isidoro García

    La incompatibilidad de la ciencia moderna, con el cristianismo vertebrado sobre el catolicismo tradicional, está en su radical diferencia en la comprensión de la naturaleza de la evolución.

    Ya la evolución darwiniana biológica, (la de los cuerpos), fue asumida tarde, mal y con muchas reticencias por parte de la antropología católica.

    (Y como botón de muestra, el artículo del amigo Carlos Barberá, que asocia “sutilmente” a la figura de Darwin, con excesos y errores propios de las contradicciones e insuficiencias de la Modernidad, con una Ciencia aún muy deficiente).

    Pero es que la evolución darwiniana, es la punta del iceberg, del gran principio evolutivo que rige el devenir del Cosmos, desde el minuto cero inicial.

    Todo evoluciona, y siempre hacia niveles contra-entrópicos, de una mayor complejidad y una participación creciente de la “Inteligencia” en todas las fenómenos y seres que van surgiendo en el Cosmos.

    Darwin y sus biólogos coetáneos del XIX, son precursores, y por ello tienen el gran mérito de la dificultad del arranque inicial, pero como todos los grandes precursores, son como Colón, con el dedo extendido, marcándonos la dirección a seguir.

    Pero otros siguieron su dirección. Uno de ellos fue el filósofo y místico alemán, injustamente semidesconocido, Jean Gebser, que exiliado en España en 1931, aquí tuvo una crisis mística, (una versión laica del “río Cardoner” ignaciano), cuyas intuiciones “poéticas” le abrieron (y nos abrió a los demás), un nuevo enfoque. Escribió sus hallazgos en el libro “Origen y presente”.

    (Sí, a veces el insight, la intuición-iluminación “poética”, son básicos para marcar el camino a andar en la Ciencia y el pensamiento: lo otro es mera erudición libresca y revolver los huesos de los muertos de un nicho a otro).

    Intuyó que “una nueva forma de consciencia estaba empezando a aparecer en Occidente, a la que llamó “integral”, interesada en la “integralidad” y en última instancia en la “totalidad”.

    Para Gebser, la aparición de la consciencia integral serviría para recomponer el mundo “mental-racional”, sustrato de la Modernidad, pasando a una nueva fase del pensamiento.

    Pero siempre en toda evolución en el Cosmos, mediante el “aufheben” hegeliano, que entraña “conservar y cambiar”, o como señala Ken Wilber, “trascender e incluir”. Según este principio un estadio de la cultura se erige, (aunque va más allá), de las comprensiones esenciales proporcionadas por los estadios precedentes.

    Así los diferentes estadios culturales, arcaico, mágico, mítico, mental-racional e integral, van evolucionando, apoyándose en elementos de los estadios anteriores.

    Dijo el gran genetista Theodore Dobzhansky, que “Nada en biología tiene sentido, excepto a la luz de la evolución”. Pues se puede extrapolar esa expresión, diciendo que nada en la historia humana y en la psicología individual del humano, tiene sentido, excepto a la luz de la evolución cultural de las consciencias.

    Frente a este principio, la reticencia de la antropología tradicional cristiana, manteniendo aún la idea mitológica de una naturaleza humana inmóvil desde los inicios de la especie humana, le lleva a unos callejones sin salida.

    Por eso decía antes, que la Iglesia tarde, mal y nunca, ha admitido la evolución biológica darwiniana, y menos aún la evolución general de las estructuras mentales y culturales de la humanidad, y por ello se aducen constantemente en su contra, (como el amigo Carlos en su artículo), razones moralinizantes, ante una realidad científica, (Baldwin, Piaget, Kegan, Habermas…), que “no nos gusta”.

    Siempre igual, no aprendemos ni de Galileo, ni de todos los tropiezos anteriores. La antropología y la psicología católicas, no figuran en ningún sitio en los evangelios, pero seguimos “sacralizando” unas ideas que por efectos del tiempo están ya obsoletas.

    Algunos precursores como Teilhard, se dieron cuenta de todas las implicaciones de la “evolución”, pero seguimos entrando en Ciencia con teología vaticana, en este caso con la teología moral.

     

    (Este comentario está basado en el libro “Evolucionarios”, de Carter Phipps).

  • Recuerdo de mis tiempos de estudiante que, en genética, asignatura entonces de tercero de carrera, el profesor de problemas (cálculo de probabilidades a propósito de las leyes de transmisión hereditaria) le contestó a alguien que no andaba muy acertado: Pero, ¿usted se cree que la genética es poesía? Hemos de ser sumamente respetuosos con los conceptos científicos. No nos valen ni etimologías ni intuiciones apriorísticas para explicar las cosas. Una de las lecciones más elementales es distinguir entre genética y epigenética. Otra, saber que los caracteres adquiridos no son hereditarios. El neodarwinismo es la explicación teórica de la biología. No creemos distinciones arbitrarias que no entran en ciencia, demos un contenido folclórico a un término técnico.

  • Juan A. Vinagre

    Mi comentario, muy a vuela pluma, sin consultar libros, como dice José María, sería éste:

    -La teoría evolucionista de Darwin se centra en el aspecto fenoménico, es decir, en las adaptaciones externas de los órganos al medio, a fin de sobrevivir mejor….  Se trata, pues, de una adaptación de superficie, aunque después algunas adaptaciones se incorporen al código genético, que es muy pragmátco y flexible.

    -Mendel va más al fondo del tema: entra en el mundo de los cromosomas, que constituyen la esencia íntima de la vida… Y observa cómo y qué características se transmiten en cada generación…

    -El neodarwinismo trata de explicarlo todo desde el fenómeno externo de superficie…   No profundiza.  Y así superficializa la vida y al ser humano…, casi como si fuera un objeto que se utiliza y cultiva si vale…   Lo no valioso -según sus valores- se desecha. El neodarwinismo es socialmente selectivo, elitista, no es humano.

    -Hubo una época en que sus descubrimientos evolutivos le causaron a Darwin una crisis de fe, crisis que superó.  En algún momento, viendo cómo algunos utilizaban su teoría, llegó a decir algo así como que su teoría no comprometía para nada la fe. Él se había limitado a observar solo los fenómenos externos funcionales…  Por eso no admitía que lo considerasen ateo.

    -Quizá sea bueno recordar que Darwin  -como antes le había ocurrido a Copérnico con Lutero etc.-, sufrió críticas duras por parte de la sociedad civil y clerical británica conservadora. Quizá por eso también él retrasó la publicación de su obra.

    -Para terminar -y como un apunte a la reflexión- añadir unas palabras del mismo Darwin: “Si volviera a vivir, dedicaría un tiempo semanal a escuchar música y a leer poesía”.   (Cito de memoria) Al hablar de Darwin, no podemos olvidarnos de Wallace.  Y si queremos entenderlos bien, hay que matizarlos  -completarlos- con Mendel.

     

  • Gonzalo Haya

    Agradezco estos artículos y comentarios que nos permiten conocer mejor a personajes que han influido eficazmente en nuestra cultura,

  • El fenómeno de la convergencia es harto frecuente en la historia de la ciencia. A una misma intuición puede llegarse desde distintas perspectivas o puntos de partida. Pero casi nunca se ve idénticamente lo mismo. La famosa escala de los seres de cuño aristotélico fue ennoblecida en la Edad Media con los magníficos libros “De animalibus” de san Alberto Magno, quien, a su vez, se alimentó de los bestiarios y de su fina observación personal. (Escribo a vuela pluma, lejos de la biblioteca de casa.)

    Lamrck fue evolucionista, pero su evolución nada tenía que ver con la idea que de la misma tenía Darwin. Aquel defendía la herencia de los caracteres adquiridos. El famoso ejemplo del cuello de la jirafa. Darwin reconoce en la selección natural el mecanismo determinante. Ha sido objeto de muchos estudios y trabajos académicos los conceptos de evolución en los siglos XVIII-XX. Muchas fueron las distintas explicaciones del fenómeno. No era lo mismo la evolución de Buffon que la de los jóvenes naturalistas franceses de cincuenta años después.

    A menudo la historia tiene lados obscuros. Wallace, cuya primogenitura de la teoría evolucionista por selección no supo o no quiso defender, es un ejemplo de cómo la gloria no es siempre justa. Darwin debía mucho a Charles Lyell, el padre de la geología moderna. Había recibido a bordo del Beagle el primer tomo de sus “Principles of Geology”, donde expone que los procesos naturales de la Tierra eran uniformes, sin los sobresaltos violentos, continentales o neptunianos, que venían explicando la conformación del planeta. Esa gradualidad le sirvió a Darwin de inspiración. Por su parte, Lyell, que estaba al tanto del escrito de Wallace, fue el que insistió ante Darwin para que redactara cuanto antes su libro y no apareciera con posterioridad al del que había preferido las islas asiáticas.

    La incorporación de la genética al darwinismo es posterior a Darwin. Darwin no reparó en los escritos de Mendel. A la combinación de genética y teoría darwinista se le llama neodarwinismo. Nace en la famosa sala de las moscas de la Universidad de Columbia con Thomas H. Morgan y adquiere su plena sistematización en los años ecuatoriales del siglo XX, con Dobzhansky, Mayr, etcétera.

  • carmen

    Me gustaría leer algún comentario de los señores que aquí escriben y están reconocidos como hombres de ciencia. Lo que yo diga se va a interpretar en el registro de siempre; ya está ésta opinando de todo lo que no sabe. No voy a cometer ese error nunca más. Opino que no sería bueno para este blog dejar pasar este artículo sin hacer alguna puntualización. Pero es la opinión de una persona que está considerada como alguien que no sabe de nada y de todo habla.

    Buen día.