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Invitación a la cuaresma desde Colombia

Esta vez, la invitación a una Cuaresma con sentido realista nos llega de dos mujeres teólogas de Colombia. Carmiña Navia Velasco centra su mensaje en la defensa de la vida, patiendo de la actual situación de Ucrania y la lucha contra la cultura de la muerte. Olga Consuelo Vélez nos descubre las múltiples cruces existentes hoy, invitando a llevar a todas esas situaciones la experiencia de la resurrección por la solidaridad. Gracias, amigas colombianas, por vuestros mensajes. AD.

Cultura de la muerte – cultura de la vida

Carmiña Navia Velasco

He venido para que tengan vida y vida en abundancia. (Atribuido a Jesús de Nazaret)

Por estos días y ya desde hace tiempos, cuando una mira las noticias, cuando recibe informaciones, cuando se asoma a la realidad del país o del mundo, cuando reflexiona sobre nuestros destinos… la congoja se apodera del corazón y las lágrimas asoman a los ojos. Más allá de las guerras que estallan, de las razones o sinrazones para ello, más allá de misiles, de bombas y atentados, más allá de abortos que se aprueban o niegan… hay vidas humanas, cientos, miles de vidas están en juego cada día, cada minuto, cada hora. Y surge la pregunta: ¿Hemos construido un mundo, una cultura, unos nichos sociales que protegen y cuidan de la vida… o por el contrario la condenan, la impiden, la destruyen?

Rusia invade a Ucrania y amenaza con armas nucleares al país que intente interponerse en este ataque. Informaciones y contra informaciones: “Si se rompen los pactos… si está en juego la seguridad de  una nación… si un país se ha metido en el territorio del otro…” Cada parte juega su propio juego y mide su palabra con la de otros, en una larga lista de potencias, de egos crecidos hasta el cielo. Pero se olvida o parece olvidarse que detrás de las declaraciones, los ataques y amenazas hay vidas humanas que se pierden, vidas humanas que no importan, vidas humanas a las que el agujero negro e infinito de la muerte se traga sin remedio. Vidas humanas a las que se les niega su posibilidad de existir, de desplegarse.

Por el reverso de los éxodos, de las esposas despidiendo a sus hombres, de las órdenes dadas en un despacho u otro… la vida humana late pidiendo ser oída, pidiendo una oportunidad de realizarse. Por detrás de las fotos de deshumanización de los periódicos o de las imágenes de la televisión: sonrisas, abrazos y futuros quieren tener un sitio… un albergue para sus días venideros… Y el sitio y el albergue se les niega. Las vidas que suplican una oportunidad no son oídas en los grandes despachos de unos líderes sordos y unos pactos oscuros. Tampoco son oídas en las selvas o en los cuárteles de múltiples ejércitos.

Y aquí, en los corredores de Colombia, mercenarios y armas justifican sus tomas, sus llamadas a paros respaldados en armas, sus atropellos múltiples y embestidas infames… Detrás de esas bulliciosas y prepotentes voces, se escucha la voz débil de vidas que reivindican su derecho a existir. Y aquí en los corredores de Colombia, las inequidades causantes de las hambres, del desempleo, de las ausencias de futuro… siegan vidas humanas que no alcanzan su puesto en la repartición de favores del mundo y no logran un nicho para asentar sus pasos. A los jóvenes, los niños, las mujeres… se les niega el mañana. Se les niega porque la ambición de unos atropella el destino de todos y de todas.

Y en otros escenarios los señores discuten si el aborto se puede o no se puede. Pasando por encima de abortos clandestinos y sin legalizar, que significan la muerte de cientos de mujeres que no pueden vivir su autonomía en dignidad, y no logran pagar las clínicas costosas de abortos más lujosos y seguros… ignorando también que a los seis meses interrumpir la vida de un bebe, con altísimo riesgo para el vientre que lo aloja, es también otra muerte. Silenciando además -una y mil veces siempre- la responsabilidad del varón que depositó en ese vientre su semen de placer o de macho violador, y que se lava manos y cuerpo entero de su paternidad irresponsable.

La muerte que campea y se pasea triunfante por el mundo y por Colombia… negando siempre vidas, causando siempre llantos, dejando tras su paso regueros de dolor.

Pero hay un otro lado. Otro mundo posible, tejido entre las manos cuidadoras de vida, gestadoras de abrazos, gestadoras de amor.

Al lado de esa cultura de la muerte que sostenemos o miramos con cara indiferente, que pasa a nuestro lado sin que la detengamos; hay otra cultura en el mundo y en Colombia que se despliega cada mañana con la salida del sol. Es la cultura del cuidado, la entrega cotidiana, la acogida, el amor, el abrazo. Miles, millones de mujeres por todo el territorio de este planeta tierra despliegan cada día sus brazos, su corazón, su fuerza… para fortalecer la esperanza, para que florezcan los mañanas y los nichos de posibilidades, de vidas que gritan su existir.

Son las madres que cuidan a sus hijos, las parejas que definen sus cuerpos en abrazos, las mujeres que cultivan la tierra y las semillas… Las mujeres que sueñan, que protegen y arrullan; las mujeres que inventan cada día la economía del sumar y del multiplicar. Las mujeres que animan a sus hombres en proyectos de vida compartidos. Ejércitos enteros de brazos y de almas que descubren caminos para trenzar mañanas. Son vida que se salvan y vidas que se asoman a un nuevo amanecer. Las voces en silencio que resisten la fuerza del horror y germinan futuros.

Esas fuerzas ocultas que sostienen el mundo. Esas voces de hermanas que apuestan por la sororidad y borran a su paso el desamparo. Fuerzas que neutralizan la orfandad y las bombas, que sacrifican horas para regalar amparos y alegrías. Fuerzas que al despertar cada mañana acogen en su vientre, en sus entrañas vivas, el mar de un horizonte abierto a la esperanza. Son fuerzas que se asoman a la vida y que gritan deseos de mirar al mañana. Detrás de cada gesto de amor y de cuidado, late la posibilidad de un destino concreto, de miradas ansiosas, de un ser que se despliega reafirmando la grandeza de una humanidad en marcha.

Invitemos al mundo a danzar en la danza de la vida, a erradicar de nuestros horizontes el gesto macabro y la mueca espantosa de una violencia que habita en cada  vuelta de la esquina. Recordemos para cerrar estas vivencias, las palabras de Alessandra Bochetti, feminista italiana:

“Una mujer al menos tal y como son las mujeres hasta hoy en día, no habría podido olvidar jamás que una parte de este planeta era también su casa, no habría podido olvidar jamás su cuerpo entre los otros, por tanto  no habría podido imaginar una guerra en la que nadie vence, no habría tenido jamás la idea de deshacer en tan poco tiempo millones y millones de cuerpos que durante tanto tiempo construyó con paciencia y fatiga, penas y alegrías… (Alessandra Bochetti: LO QUE QUIERE UNA MUJER,  Ediciones Cátedra – 1996).

Santiago de Cali, 27 de Febrero de 2022

— OOO —

Vivir la cuaresma con lo que traemos de esta pandemia

 Olga Consuelo Vélez

 

Estamos comenzando el tiempo de cuaresma y este año podremos participar con más aforos presenciales en las celebraciones litúrgicas. Será ocasión, entonces, de avivar nuestra fe y recuperar el sentido comunitario de la experiencia eclesial. Pero no podemos volver a estas celebraciones de la misma manera que las dejamos  hace dos años por la pandemia. Por el contrario, convendría que fuera un tiempo distinto, donde traigamos la experiencia vivida y proyectemos el futuro.

¿Qué podemos traer? Los miedos que nos provocó la pandemia, que fueron muchos: al contagio, a la enfermedad, a la muerte. El miedo al contagio, nos hizo alejarnos de los demás. Fue una experiencia fuerte, donde por muchos meses no pudimos estar cerca de los seres queridos. La enfermedad y la muerte trajeron preocupaciones, tristezas y dolor porque muchos parientes y amigos, aún hoy, resienten las consecuencias del covid y otras ya se fueron definitivamente dejando ese vacío profundo que nada ni nadie logra llenar y solo queda la aceptación y la confianza de que ellos ya gozan de la presencia de Dios.

Podemos traer también la incertidumbre que ha dejado toda esta situación. Aún ni sabemos si este virus ha sido derrotado, si conviviremos con él por mucho tiempo o si aparecerán otros semejantes. Lo que sabemos es que las consecuencias de todo este tiempo están ahí y hemos de asumirlas: mayor pobreza, deterioro en la salud mental de muchas personas, más violencia padecida por las mujeres, peor calidad en la educación, especialmente entre los más pobres, por la falta de conectividad y, así, muchas otras consecuencias, que cada quien podría nombrar.

Precisamente, la realidad de cada persona y la de nuestro mundo es lo que ha de estar presente en esta cuaresma. Este tiempo litúrgico, no es para “imaginar” o “recordar” la pasión del Señor sino para vivirla. De hecho, la pasión de Jesús sigue actual en todo aquello que no está acorde con el reino de Dios. Aún las cruces persisten, las que son fruto de la limitación humana y de nuestra naturaleza creatural pero, sobre todo, las que produce el egoísmo humano y la negatividad que albergan muchos corazones. Esas cruces son las que hemos de reconocer y buscar erradicar porque Dios no quiere la cruz, ni el sufrimiento, sino la vida plena para todos sus hijos e hijas.

La pasión de Jesús nos habla de su fidelidad a la buena noticia del reino. Jesús se va dando cuenta que despertaba contradictores y enemigos, incluso que se confabulan contra él para matarlo. Él habría podido huir o desistir de su misión, pero permaneció fiel porque echarse para atrás era impedir que el proyecto de Dios sobre la humanidad se hiciera posible. Por eso, a Jesús lo asesinaron los enemigos, pero “Dios lo resucitó     y de eso somos testigos” (Hc 2, 32), afirmaron los discípulos los cuales, gracias a su testimonio, hicieron posible esa corriente de bien y de bondad, de triunfo de la vida sobre la muerte que ha llegado hasta nosotros, invitándonos a continuarla.

Es así como, reconociendo las cruces actuales, la cuaresma nos mueve a buscar cómo erradicarlas. Nada del sufrimiento humano nos es ajeno. Es tiempo de trabajar por la justicia social para que ni una pandemia, ni un desastre natural, ni la organización social, impidan la vida de la gente. En Colombia, en concreto, la cuaresma coincide con el tiempo de elecciones. Nuestro voto determinará hacía donde apostamos. Si escogemos políticas de muerte o de vida. Políticas que favorezcan a los más pobres o que mantengan los privilegios de algunos. Ojalá no olvidemos lo que el papa Francisco ha dicho con tanta claridad: “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto los excluidos siguen esperando” (Evangelii Gaudium n. 54). Sin políticas sociales efectivas, no habrá mercado, ni libre competencia que transforme la injusticia social de nuestro mundo.

Pero también es urgente cuidar la “casa común”, porque tal y como estamos, no se augura un futuro prometedor para las próximas generaciones. Sabemos que muchos de los fenómenos naturales que nos afectan son fruto de la explotación irracional del planeta y del empeño de solo buscar ganancia en lugar de preservar el equilibrio ambiental. Una conversión “ecológica”, sería una manera muy concreta de vivir esta cuaresma.

Y por supuesto, nunca como ahora, es tarea la construcción de la paz pensando en las guerras que se desatan en nuestro mundo. Ahora bien, no podemos afrontarlas con el binomio “buenos y malos”, sino develando los intereses oscuros que se tejen de lado y lado para exigir que “de lado y lado” se den cambios sustanciales que hagan posible la paz.

Y cada cual podrá seguir definiendo, cómo y de qué manera, erradicar las cruces de nuestro mundo, cruces que necesitan ser transformadas para vivir el misterio pascual. Jesús que lo hizo posible con su propia vida, necesita de nosotros para que su resurrección dé los frutos esperados en el aquí y ahora de nuestro tiempo. De nuestra fidelidad al proyecto del reino dependerá que este año podamos celebrar el misterio pascual, no como un recuerdo de pasado sino como una realidad presente. En otras palabras, reconociendo tantas cruces que afectan a la humanidad, el tiempo de cuaresma se hace propicio para convertirnos a la justicia, a la bondad, a la solidaridad, al bien común, al cuidado de la creación, la construcción de la paz, en otras palabras, a hacer creíble la resurrección de Jesús en la historia que nos ha tocado vivir.

 

 

Un comentario

  • Rosa Albarracín

    Desde un rincón de Barcelona (España), llamado Badia del Vallés os felicito por estas reflexiones que comparto. Que esta Cuaresma nos lleve a una Pascua vivida con autenticidad.

    Gracias.

    Rosa