Esta sencilla reflexión de Olga Consuelo Vélez, nada técnica pero muy vital, puede dar paso a otros comentarios y reflexiones nuestras sobre cómo cambia y puede llegar a cambiar más el gobierno imprescindible y con modelo evangélico de esta la global y milenaria comunidad de fe que es la Iglesia católica. AD.
Por fin se publicó la Constitución Apostólica Predicate Evangelium con la que el papa Francisco da directrices para la reforma de la curia. Ha sido uno de los propósitos de su pontificado y, aunque han pasado nueve años y parecía que nunca salía, al final la tenemos. Siendo sincera, conozco tan poco de la curia vaticana que al leer esta constitución no sé qué cosas cambian efectivamente. Por supuesto podría leer la anterior constitución y señalar los cambios, pero mejor dejar eso a los especialistas.
Sin embargo, a propósito de esa reforma, se pueden hacer algunos comentarios que ayuden a reflexionar sobre el servicio que ha de prestar la necesaria estructura de cualquier institución para garantizar su funcionamiento. Comencemos por el título: “Predicar el evangelio”. Es un título muy sugerente para marcar una intencionalidad: la estructura debe estar al servicio de lo esencial. En efecto, la razón de ser de la Iglesia no es ella misma, sino el ser sacramento del reino. Su tarea es anunciar la buena noticia, el amor de Dios por toda la humanidad. ¿Cómo hacerlo? Ante todo, con el testimonio -de palabra y de obray este testimonio ha de ser el de la “misericordia”, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo, estando del lado de los más débiles, más enfermos, más sufridos. Por esto, la evangelización implica la opción preferencial por los pobres y de ahí, que la Jornada Mundial de los pobres que el papa instituyó en 2016, fue encargada al Dicasterio de la Evangelización. Pero también se señala que este Dicasterio ha de discernir los signos de los tiempos y estudiar las condiciones socioeconómicas y ambientales de los destinatarios. Muy importantes estas intencionalidades porque la evangelización no es un conjunto de doctrinas a transmitir sino un discernimiento de la voz de Dios que se revela en la historia.
Todo lo anterior puede iluminar el sentido de todas las obras de la Iglesia que surgieron con esa perspectiva evangelizadora. Ellas nacen del compromiso con una realidad y van creciendo y consolidándose, garantizando así su permanencia. Pero no siempre ese crecimiento mantiene la sencillez del evangelio, la agilidad de la vida sobre la norma, la significatividad que esa obra puede tener para la realidad actual. Hay colegios, hospitales, universidades, casas de la tercera edad, guarderías y, en fin, un sin número de obras llamadas “apostólicas” que ya no son signo del reino. Son una gran empresa que funciona muy bien y sirve a muchas personas, pero que no testimonian el evangelio porque sus costos, su prestigio, su seguridad, las hace inaccesibles para algunos, especialmente, para los más pobres. Siempre habría que darse un discernimiento profundo sobre ellas para ser capaz de soltarlas cuando no prestan un servicio evangelizador y emprender otras que mantengan la buena notica del reino.
Pero volvamos a la Constitución Predicate Evangelium. Tal vez lo más interesante es lo de abrir las funciones de gobierno y de responsabilidad a todo el pueblo de Dios. Es decir, ahora el laicado y la vida religiosa pueden ocupar los puestos de dirección que hasta ahora eran solamente para el clero. Para que esto sea posible ha sido necesario aclarar que el oficio de gobierno no necesariamente está asociado al ministerio del orden, como lo ha sido hasta el presente. Será maravilloso que se introduzca ese rostro plural en la curia vaticana. Sin embargo, pasarán muchas décadas para verlo hecho realidad. ¿Será que el clero soltará el poder? No es fácil. ¿Será que el laico cuando ocupe algún puesto de responsabilidad querrá que muchos otros laicos estén allí, perdiendo el privilegio de ser de los pocos laicos en tan importantes puestos? ¿será que la jerarquía cumplirá las disposiciones que el laicado tome? Debería ser porque la iglesia es un pueblo de Dios, todos con la misma dignidad, pero ejerciendo ministerios distintos -no mejores, ni de mayor rango- sino distintos, todos ellos para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Pero la mentalidad piramidal con base en el ministerio del orden está tan introyectada en todo el pueblo de Dios que necesitamos un ejercicio de conversión profunda para que algún día sea realidad. ¡Muy difícil cambiar el rostro clerical de la Iglesia! Pero no imposible si buscamos empujarlo.
La reforma también está en la dinámica de la descentralización para que tengan más protagonismo las Conferencias Episcopales y de mayor corresponsabilidad entre todos los Dicasterios. No tengo la menor idea cómo funcionan esas oficinas. Pero la impresión que se tiene es que son lugares casi inaccesibles y que después de que allí se pronuncie alguna decisión, revertirla será muy difícil. Conocemos el papel inquisidor de la Doctrina de la fe -que con Francisco ha cambiado bastante su cara- pero también de las dificultades para que allí se entienda la dinámica de la vida de las comunidades y contribuyan a que las normas se ajusten a la vida y no la vida a las normas preconcebidas. Conozco casos muy cercanos en los que las consultas a dichos Dicasterios han traído más complicaciones que facilidades porque eso de que la ley es para el ser humano y no al contrario, se ha quedado en los pasajes del evangelio, pero muy poco en la praxis de la Iglesia.
Los que conocen más de cerca la intencionalidad del papa con esta Reforma de la curia, anotan que hay que leerla en la dinámica de la Exhortación Evangelii Gaudium con todo lo que allí se propone de una Iglesia en salida, de la dimensión social de la fe, de la opción por los pobres, del protagonismo del laicado, etc. Y también hay que leerla en la línea de la sinodalidad de la que estamos hablando en este último tiempo. Por tanto, no podemos quedarnos en leer las normas que allí se describen para cada dicasterio sino hacerlo en ese horizonte para sacar consecuencias más relevantes. De hecho, en la Predicate Evangelium se afirma que cualquier cambio de estructuras no depende solo de disposiciones organizativas sino de los sujetos que realizan esas funciones. Verdaderamente es así, la mejor organización fracasa si los sujetos que están en ella no responden a los objetivos que se persiguen, aunque también es verdad que por muy buenas intenciones que tengan los sujetos si las estructuras no contribuyen, tampoco se pueden realizar muchas cosas.
Ojalá que este documento mueva en algo a la curia romana pero no sobraría que cada uno, en la estructura eclesial en que se encuentra, revise su organización eclesial y proponga reformas a la luz de esta intencionalidad evangelizadora. Lamentablemente, la estructura esclerotizada que tiene hoy nuestra iglesia no solo se vive en esos espacios universales sino también en espacios eclesiales más pequeños, allí donde se debería vivir la libertad del espíritu de Dios y de donde podría surgir más vida que hiciera posible la tan anhelada reforma de la Iglesia.
Voy a participar en este interesante diálogo entrre Ana, Gonzalo y Nicolás. Coincido en la necesidad de introducir una participación más democrática -es decir, más fraterna e igualitaria- en la Comunidad-Iglesia de Jesús. Para ello, quizá antes de nada, habría que cambiar-transformar el concepto de poder en la Iglesia (cosa real, y además sacralizado) por el de servicio evangélico, tan descuidado históricamente… El que sirve debe escuchar, informarse bien, coordinar e impulsar encuentros y consensos…. Consensos no en primer lugar en torno a la unidad en ideas o “creencias”, sino en torno a la unidad en el amor fraterno e igualitario. Con una concepción del mando como servicio, como abnegado servidor no vitalicio, sería algo más fácil no caer en la tentación del poder… Y quizá serían menos quienes “apetecieran” esos puestos, que exigen dar mucho de sí…, sin esperar más recompensa que el agradecimiento como buenos servidores… A partir de este cambio en el concepto y ejercicio del “poder”, serán posibles otros cambios, que permitan profundizar en la renovación de la Iglesia. (Permítanme este paréntesis ilustrativo: Un brillante y ejemplar profesor de teología enseñaba que los altos puestos de servicio no deberían desearse ni autoestimularse… Un alumno que escuchaba intervino citando (objetando?): “Qui episcopatum desiderat, bonum opus desiderat”. A lo que el profesor contestó: Esa es una versión del poder; pero hay otra que lo ve de manera distinta (y parece más evangélica) solo con cambiar la posición de la coma a esa cita. Es decir: “Qui episcopatum desiderat bonum, opus desiderat”. Con esta interpretación quizá no habría tantas “vocaciones” al episcopado… ni tantas luchas por el “poder eclesiástico”…) Y entonces reparar-reconvertir la Iglesia al Evangelio sería más fácil.
Otra cuestión, que me parece más complicada, es la del nombramiento de esos servidores… Hay que elegir buenos servidores, si queremos que la Iglesia cambie, mejore y viva-transpire espíritu evangélico. En los primeros siglos, con comunidades relativamente pequeñas, en las que se conocían casi todos, era posible… así fue el caso de Agustín de Hipoina, por ejemplo. Pero hoy eso ya no resulta fácil… Algunos grupos con poderes de información, y con afán de poder de grupo más que de servicio, ¿qué harían? Servidores, que se informen bien y coordinen con espíritu evangélico, son necesarios y muchas veces es inevitable que estén fuera del grupo…
En este caso, lo que más importa no es participar directamente en la elección. Si carezco de datos suficientes y fiables… Lo importante es que quienes elijan estén bien informados y seleccionen buenos servidores, que se den… No que busquen recibir… Pero como al Poder-poder le interesa mucho la Iglesia, hará todo lo posible por manejar, si puede, la elección de los servidores, a fin de compaginar su servicio con el poder… En suma, que la elección de buenos servidores que no se dejen seducir por el poder, no es asunto fácil… Pero quizá sea algo más fácil si desaparece el concepto del “clero”, subido a un pedestal, y le sustituye el de servidor-a que solo sirve, que se da… Dijo en una ocasión el papa Francisco: “Quien busca mi puesto en la Iglesia es que no se quiere bien”… (Mi puesto o los puestos que conducen a ese puesto) Termino: Aspirar a darse y a servir es cristiano. Aspirar al poder es contraevangelio… Lo más importante quizá sea empezar por cambiar la manera de concebir el poder en la Iglesia-SERVICIO fratreno.
Bien Juan A. ¿Y cómo se llega hasta ahí, cuando la iglesia “poder” ni lo desea y por supuesto no le interesa en absoluto?
Siempre han existido personas que han trabajado junto a su comunidad, con una total fidelidad al Proyecto de Jesús; ¿y qué han conseguido? dolor, persecución, anulación de su hermoso trabajo, expulsión del lugar; y además, han enviado personas en su representación, que sin ningún miramiento, a más de 40 años de trabajo, con unos resultados de haber dado ¡Vida! a cuantas personas han pasado por ella.
Lo han pisoteado todo, rompiendo todo cuanto era bueno para todas las personas que se beneficiaron de ella.
¿Cómo se puede explicar esa barbarie?
No se ha podido recuperar gran parte de lo realizado, y ahora, siguen trabajando pero fuera de la iglesia que los abandono de la peor manera posible.
Esta iglesia “poder” no puede despojarse de todo cuanto la rodea a no ser:
¡Desde una auténtica conversión!
Empezando por las principescas cabezas visibles, desmontando todo su poder. A la comunidad de Jesús, se le decía:
¡He venido a Servir, no a ser servido!
Solo con las riquezas que poseen todas las joyas de cada iglesia, se podrían hacer cosas maravillosas en favor de los que nada tienen.
¿Está en ello la iglesia poder?
Y no me “canten” las maravillas que hace Caritas…esta si no fuera por los cientos de personas voluntarias, tanto trabajando como donando, nada podrían hacer; sé de o que hablo…fui durante muchos años una de esas personas..:
¿Que ha donado la iglesia “poder” para hacer posible es hermosa labor?
Esta iglesia “poder” ella solita se derrumbará más tarde o más temprano, tal como están funcionando las mentes de ahora.
Personalmente lo deseo de todo corazón; quizá así, desde sus cenizas, se pueda de verdad empezar ha caminar como el Galileo Jesús proclamaba y era su constante razón de cada día…hasta que los mismos responsables de la ley y los Profetas, decidieron asesinarlo delante de todo el pueblo, para que los seguidores pudieran comprobar, como se las gastaban los que vivían del templo y sus privilegios.
Lo siento si he sido dura, al ir creciendo en conocimiento interior, he ido comprendiendo y viendo cada día, lo alejada que está esta iglesia “poder” de su:
¡Buena Noticia!
Hay que aprender a leer los Evangelios, porque están plagados de alertas y peligros de seguir a la letra, sin pensar ni discernir las contradicciones que nos enseñan para su mayor crecimiento.
Como dice Celso, quizá en otro milenio la Iglesia ya se habrá visto obligada a no ser poderosa como institución, ni que haya hombres que, por el hecho de ser clérigos, como ahora, tengan poder sobre personas, sobre conciencias, sobre la libertad de los demás y hasta tienen poder sobre Dios mismo, puesto que hablan en su sombre con poder divino.
Uffff, es un tema tremendo, esto de que en una comunidad de iguales haya hombres con poder por encima de l@s demás.
De acuerdo contigo, y te comprendo, Mª Pilar. Pero creo necesario luchar-disentir-señalar desde dentro para exigir la vuelta al Evangelio del Reino. Dejar esa iglesia-poder sola, sin críticas internas bien fundamentadas, es dejar el poder a sus anchas… Y entonces ese poder se reafirma y se autoconsagra racionalizando y justificando su poder, viéndose como el “pusillus grex” de los “elegidos”….. En mi opinión, tenemos que orar y trabajar-denunciar desde dentro…, con la confianza de que el Espíritu va haciendo su obra, aunque nos parezca lentamente, y no vaya al ritmo que deseamos o quisiéramos. A mi juicio, ese ritmo lo va determinando nuestra capacidad de maduración humana y espiritual, individual y colectiva -ésta última sí que es muy lenta-, pues llevan ritmos de maduración distintos… La historia de la Iglesia también es-será maestra, que al fin nos ayude a ver y a aprender, y con la gracia del Espíritu también a renacer… En esa progresiva maduración, aunque nos parezca lenta, yo también creo y espero. Y renacer significa hombres-mujeres nuevos y Comunidad cristiana nueva… (Hablar de “nueva” tiene que costarle mucho entenderla y aceptar al creyente asociado a la Iglesia poder tradicional. Por eso tanta oposición… dentro del Reino en la tierra.) En suma, en el campo del Reino hay de todo… Por eso, es preciso, aunque nos cueste, esperar a que madure el buen trigo…) Un cordial saludo, Mª Pilar.
Gracias Juan A. por responder; ya no creo en la iglesia “poder” y mientras esa iglesia siga en la cabeza, las demás personas que:
¡si!
Creemos en el hermoso Proyecto de Jesús, nada podemos hacer, y mucho menos “orar” para que cambien.
Para mí orar, es entrar en silencio absoluto en el espíritu de la: ¡Buena noticia! y dejar que ella misma me lleve por y donde ella me ilumine, y dentro de mis fallos, me siga dando fuerzas, aliento, acompañamiento y fidelidad.
Cada vez que la encumbramos en sus graves defectos, estamos apartándonos de la esencia del Mensaje de Jesús, en lugar de ir creciendo en la Promesa de un mundo aquí y ahora:
¡¡¡Mejor…sobre todas las cosas, para los siempre oprimidos, explotados, maltratados!!!
Sinceramente creo que no hay otro camino; casi toda mi vida me entregué a ella, según veía sus contradicciones iba cambiando mi mirada y en silencio, actuaba en consecuencia. Durante mi larga vida, he visto luchar a las personas que siempre actuaron desde el espíritu que Jesús proclamo, y sus vidas eran ricas en entrega, amor, pasión por lo que hacían; ahora, hay sed de personas que lo dan todo cueste lo que cueste, por vivir de verdad el hermoso Mensaje de Jesús, y sinceramente creo, que cada día hay más desaliento ante esta iglesia “poder”.
Es solo mi manera de mirar, comprender y vivir.
Un abrazo entrañable y agradecido por su paciencia conmigo.
¿”paciencia conmi-ti-go”? ¡Por favor, Mª Pilar! Es tu manera de ser, llena de una gran sinceridad, de entrega y deseos de superación, lo que es de agradecer. Para no caer en el desaliento… (y sus derivados) es bueno recordar que en el campo del Reino hay buena y mala hierba.. Y que Jesús nos recomendó esperar, no precipitarnos. A veces el buen fruto, que nos lleve a discernir con acierto, se ve solo al final… Por eso los frutos deben ser el criterio, antes que las ideas-creencias…, que para discernirlas bien es preciso esperar (a veces nucho tiempo) Primero no quien dice o enseña, sino quien hace… y ama.
No soy muy partidaria de que el diálogo se quede entre dos o tres personas solamente, en este caso entre Nicolás, Gonzalo y yo. Creo que es un tema fundamental el que estamos tratando.
Jesús, con creó ninguna religión, por mucho que que se tomen las palabras de la última cena como el origen del sacerdocio. Qué más hubieran querido que así fuese los doce, puesto que eran hijos de una religión donde el sacerdocio tenía mucho poder, incluso ellos se habían peleado por ver quién se sentaría a su derecha o a su izquierda. Pero no, Jesús cenó con su amigos y con sus amigas, les invitó al mejor masaje del mundo, el del AMOR, y no sólo no los incitó a ser unos más que otros, sino a que unos les “lavaran” los pies a los otros.
Jesús inició un movimiento social revolucionario, no creó una religión, de hecho fue la religión y los sumos sacerdotes los que lo mataron.
Nota. Me resulta muy extraño que me trates de usted, me da más proximidad el tuteo.
Discúlpame, amiga Ana, por lo de “usted”…no sé…creo que ha sido un lapsus calami… no, ahora se tendrá que decir “lapsus bytes”….Igual yo, no soy partidario de quedarnos en solo diálogos de dos o tres personas…Por la importancia de los temas que se aborda aquí, creo necesario, escuchar o leer otras opiniones, otros planteamientos… Solo déjame decirte amiga Ana que tocaste otro tema candente de vital importancia para la Iglesia católica: “ Jesús de Nazaret o Jesucristo, NO FUNDÓ NINGUNA RELIGIÓN”…sobre esto leí algunos artículos en otros medios, pero ahora me voy a cerciorar más para plasmarlo en mi columna “Reflexiones heterodoxas en alta voz” que escribo para una revista impresa que circula en esta y la región vecina.
Un abrazo muy cordial
Sobre la Constitución Predicate Evangeliun, escribe un buen artículo en RD Juan A, Estrada, Entre las varias aportaciones que hace, dice: “En general se puede hablar de una eclesiología tradicional de la Iglesia como institución jerárquica, con más amplitud y flexibilidad que en la teología anterior. Quizás una reforma que conlleve un cambio de modelo profundo solo pueda ser posible a partir de un Concilio ecuménico, porque la reforma integral de la Iglesia sobrepasa las posibilidades de cualquier constitución papal.”
“ Una reforma que conlleve un cambio de modelo profundo (en la Iglesia Católica) solo puede ser posible a partir de un Concilio Ecuménico”; muy cierto. Pero, en mi modesta opinión, el problema que me parece insalvable, es que todo Concilio, por muy Ecuménico que sea, siempre se realiza con la exclusiva participación de los clérigos. Y los laicos, brillan por su ausencia. Por eso, los cambios drástico y profundos que plantean los laicos no merecen ninguna atención y terminan en la papelera. Otro problema que conlleva los Concilios: Es que , el cumplimiento de las conclusiones, reformas, cambios, nuevas directrices, a las que arribe un Concilio, está supeditado a la voluntad política del Papa los Cardenales y los Obispos conservadores con fobias a todo cambio y reforma de la Iglesia. , El ejemplo mas emblemático lo constituye el gran Concilio Vaticano II que planteó reformas profundas en la Iglesia que hasta ahora no se cumplen, salvo algunasreformas superficiales.
Quizás por eso, el Papa Francisco no convocó a un Concilio Ecuménico, sino a un Sínodo de Sinodalidad. Donde la opinión, planteamiento y la decisión de los laicos tienen el mismo valor que los de los clérigos: Sínodo de Sinodalidad: Caminando juntos, clérigos y laicos para analizar la crisis y problemática de nuestra Iglesia. Caminando juntos. clérigos y laicos, para plantear soluciones y dar su cumplimiento más adecuado. ¿Será posible esto?… la respuesta está en la cancha del Papa, los Cardenales y los Obispos.
Pues creo que tienes razón, Nicolás, lo has explicado muy bien. Mientras no se minusvalore el clericalismo, la comunidad cristiana -clérigos, laicos y laicas-, siempre será parcial o escorada hacia el clericalismo. ¿Acaso el discipulado que acompañaba a Jesús había “clases” sociales o de género, que es lo que determina el clericalismo? Ni Jesús quiso ser sacerdote y tenía razones familiares para serlo.
Pienso que Francisco va bien encaminado, por mucha prisa que algun@s tenemos en que la Iglesia cambie radicalmente.
Puse el texto de Estrada porque, para mí, es una autoridad en teología, pero, quizá el subconsciente clerical no le hizo caer en la cuenta de lo que tú dices.
Quizá poquito a poco, llegaremos más lejos.
“Jesús no fue sacerdote ni quiso ser sacerdote; y tenía razones familiares para serlo”. Amiga Ana, gracias, me dejó usted con una ebullición de reflexiones con esta contundente afirmación. Pues claro, Jesús procedía de una familia sacerdotal, y no quiso ser sacerdote. Es más, luchó y se enfrentó con mucha autoridad con los sacerdotes y sumos sacerdotes del Templo, porque explotaban y empobrecían sin piedad a su pueblo, y habían convertido el templo, la casa de su Padre, en cueva de ladrones…La clase clerical de nuestra iglesia católica actual, debería reflexionar y tener muy en cuenta que Jesús de Nazaret, a quien dicen que le siguen y a cuyo servicio se han consagrado, no ha sido sacerdote, ni quiso ser sacerdote, por consiguiente fue un laico, un laico…no un clérigo…Otro tema que me revienta el alma es la irracional y absurda discriminación a la mujer en la gestión, y dirección de la iglesia católica de parte de los clérigos, sobre todo en la celebración de los ritos… Mis padres me contaron que solo hace cinco seis décadas atrás. los clérigos en una iglesia no permitían la presencia de una mujer en el altar donde se celebra la Misa…¡¡Que tal raza!!…no?. Pero ¿Por qué??…Esto me trae a la memoria el maravilloso gesto Jesús que a la primera persona a quien se le apareció después de su resurrección fue a una mujer, a la dichosa María Magdalena…En fin…tengo mucha esperanza de que todo esto va a acabar…Creo que ya no está lejos el tiempo en el que, por ejemplo, santa Misa será celebrada por hombres y mujeres juntos. como Dios nos ha creado hombre y mujer.
Creo que el punto clave para la reforma estaría en la elección de los párrocos y obispos por sus respectivos pueblos. Es muy deseable “que cada uno, en la
estructura eclesial en que se encuentra, revise su organización eclesial y proponga reformas a la luz de esta intencionalidad evangelizadora”, pero me temo que estamos poco organizados para superar una práctica tan enraizada en nuestras comunidades.
Efectivamente, Gonzalo, un factor importantísimo es que que este tipo de Iglesia está muy enraizada en el pueblo cristiano, y pesa más la costumbre y las tradiciones que el mensaje evangélico. Hacer una reforma desde arriba, no va a servir para nada a medio plazo.
El problema es que una parte de la sociedad creyente abandona, y se quedan solamente quienes están content@s con este tipo de Iglesia. La Iglesia siempre llega tarde a todo, y en este caso que comentamos, quizá llegue demasiado tarde.
Pero, aunque poco, hay que seguir proponiendo reformas.
Me sumo tambien a lo que apunta el amigo Gonzalo: “El punto clave”, en la reforma que se intenta realizar en la gestión, organización y administración de la iglesia católica, “estaría en la elección de los párrocos y obispos por sus respectivos pueblos”. Como ya dijo un Papa, (cuyo nombre no recuerdo ahora): “El que debe ser puesto a la cabeza de todos, debe ser elegido por todos”. Actualmente, por ejemplo, en esta mi diócesis el Obispo que regenta, no sabemos de donde es, ni cómo ha sido elegido, ni por que lo traen aquí. Y la mayoría de los pocos párrocos que aún quedan son traídos de otras regiones o de otros países, sobre todo de Europa.
Y que bien el diagnóstico de la amiga Ana, sobre el defecto principal de la Iglesia católica actual: “La Iglesia siempre llega tarde a todo”. Pongo un ejemplo que corroboraría lo dicho. En esta Universidad pública donde laboro, a los finales de la década de los 90 habíamos entre los docentes casi el 60% de católicos más o menos practicantes. Ahora, después de dos décadas y medio no quedamos ni el 5% de docentes católicos. La deserción de docentes y alumnos en esta Universidad es alarmante. La iglesia católica se va quedando cada vez más desolada, reducida a su mínima expresión.
Pienso que la Iglesia Institución, desde hace cerca de dos mil años ha ido construyendo un monstruo, una institución religiosa, llamada Iglesia, que nada tiene que ver con la vida real y al mensaje de Jesús.
Está bien que se ponga manos a la obra en un momento determinado, como intenta hacerlo Francisco, pero sólo lo que las circunstancias le permiten hacer, es decir, poner parchecitos que nunca afectarán a la raíz de los males de la Iglesia como son las inmensas riquezas materiales y el poder jerárquico y medieval con el que se rige.
Si la esencia del mensaje de Jesús y su praxis fue estar siempre y antes que nada con la gente más vulnerable y desfavorecida, lo que llamamos pobres, ¿Qué autoridad moral tiene para predicar este mensaje siendo la institución más rica, con diferencia, de todo el mundo? El Vaticano y sus incomparables museos, millones de templos “bañados en oro”, tesoros de vírgenes y Cristos, catedrales e iglesias; la parafernalia de vestimentas y ritos, un clero separado de la comunidad, resaltado con tantos honores, ¿tiene esto algo que ver con el movimiento que inició el Galileo? Porque el mensaje sigue ahí, pero la Iglesia ha tomado otros derroteros opuestos y contrarios al mensaje.
Eso no quita que haya personas cristianas maravillosas y pequeñas organizaciones eclesiásticas dignas de admiración.
Yo también creo que el gesto que transformaría radicalmente a la Iglesia sería la renuncia al vaticano como símbolo del poder, y al Banco, inversiones, museos, palacios y otros edificios, como arcas acumuladoras de riqueza. “Una Iglesia pobre y para los pobres”