Mariano Álvarez Valenzuela es miembro del Instituto Emmanuel Mounier, cuyo promotor principal es Carlos Díaz. Y junto a esta filosófica colaboración nos ha enviado el anuncio de un Curso telemático que en dicho Instituto dirigirá Carlos Díaz sobre Psicosociología de la Religión, los lunes y jueves de 9:30 a 11: de la noche (hora Madrid) desde el lunes 14 de febrero al 10 de marzo. Programa. Inscripciones. Yo me he he inscrito. AD.
Realidad y sentido son dos conceptos inseparables. Todo lo que identificamos por realidad es “por” algo previo a ella y “para” algo. El sentido de realidad prima sobre la propia realidad. Sin sentido nada existe, nada es. Una realidad sin sentido es precisamente eso, un sinsentido, un no sentido, y por tanto una no realidad.
El sentido es como un latido que ya está en el origen de toda realidad sin percibirse, oculto en su profundidad insondable y además es motor de un dinamismo que confiere realidad a todos los estados posibles de realidad, ya que ésta es puro dinamismo.
La ciencia que en sí es una construcción antropológica, tiene como principio axiomático a este concepto de dinamismo, afirmando que, “la realidad (la energía) ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma”. Con esta afirmación el hombre que quiere dar razón de la realidad, que pretende comprender su verdadero sentido de principio a fin, se cierra radicalmente a ambos y a lo más que llega es a verla pasar, a analizar su movimiento, su cambio, sus formas de cambio, lo cual hace a la perfección ayudado por el cálculo diferencial, la herramienta matemática que posibilita penetrar en esa dinámica con la que se aproxima con infinita precisión al principio, pero sin poder tocarlo. ¡Cómo va a poder este hombre mover el mundo si le es imposible tener un punto de apoyo!
La ciencia, mejor dicho, el hombre de ciencia, nos da una imagen del mundo en movimiento al mismo tiempo que forma parte de él y esto le complica su comprensión objetiva, llegando al punto de perder no solo la objetividad de la realidad, sino también a la propia realidad. Cuando la ciencia cuántica empezó a evidenciar este “sutil matiz”, el propio Einstein se negaba a aceptar la pérdida de dicho sentido de realidad y se pasó los treinta últimos años de su vida intentado encontrar argumentos científicos que invalidasen tales planteamientos, lo que evidentemente no consiguió.
Precisamente fue Einstein quien nos enseñó a mirar a la realidad en una doble dimensión espacio-temporal, otro “sutil matiz” que llevó a la ciencia a postular que toda realidad es relativa.
Si Einstein relativizó la realidad física, Kurt Gödel considerado el matemático lógico más eminente de todos los tiempos, le dio la puntilla en el ámbito de la realidad matemática, realidad pensada, con su teorema de la incompletitud, en el que demuestra taxativamente que el argumento de veracidad de todo sistema lógico no reside en él.
Si la verdad, tanto la relativa como la absoluta eran inalcanzables por la razón, entonces el hombre hijo de la Ilustración había muerto, dando paso al hombre pragmático en el que, el concepto de verdad empezó a ser sustituido por el concepto de utilidad.
Todo este proceso de relativización y aniquilación del sentido de realidad y de verdad, ha impregnado su praxis existencial, no solo en el ámbito de las relaciones humanas de tipo doméstico, social, institucional, político, etc., precisando cada vez de más leyes que regulen y controlen el desorden que toda pérdida de sentido conlleva. También el ámbito científico se ve afectado por dicho desorden entrópico que en este caso resulta ser antrópico.
El hombre en esencia, es realidad en “busca” de su sentido, aunque en esta búsqueda se desoriente transitoriamente con sus inevitables consecuencias, este es su principio de realidad y en esto radica su radical diferencia con cualquier otra realidad. El hombre se despega del dinamismo evolutivo que compartía con el cosmos, con la naturaleza, cuando rompe con el enclaustramiento determinista y dinámico de aquella, cuando su sentido de realidad se abre entre el “por” y el “para”, tomando parte activa en la realización de su sentido de ser, de su existencia. En este momento la naturaleza se transfigura y emerge una realidad nueva, la realidad Persona, el Homínido es lo viejo, permanece en la naturaleza, la Persona es la nueva realidad, que se despega de la naturaleza pura, realidad radicalmente distinta, con su nuevo dinamismo y así podemos decir que la persona teniendo naturaleza no es naturaleza.
Esta novedad radical, no solo lo es en cuanto a género, también lo es en cuanto a individuo; cada persona es una realidad única, singular, irrepetible, realidad absoluta en cuanto al resto de la naturaleza, pero realidad relativa en cuento a su principio de sentido, y a su vez toda la naturaleza cobra sentido al quedar incorporada en el propio sentido de realidad de la persona; sin ésta todo lo que denominamos por naturaleza, todo el cosmos, sería un sinsentido, es decir no existiría. Es la persona quien a través de su palabra le dota de sentido.
En todo este recorrido en el que la ciencia pierde el sentido objetivo de la realidad, emerge un hecho importante muy digno de analizar, me refiero al papel aparentemente innecesario de muchos desarrollos científicos, pues ya doscientos años antes Kant afirmó la carencia de objetividad del espacio y del tiempo y con ello de toda realidad y posteriormente Sartre también se manifestó en esta misma línea, afirmando que “no hay más universo que el universo humano, el universo de la subjetividad humana” (El existencialismo es un humanismo).
Es curioso que la filosofía abra espacios que la ciencia con demasiada frecuencia prefiere ignorar siendo esta hija de aquella, precisamente porque la ciencia no es objetiva a pesar de su empeño, pero incluso la filosofía tiene su muro de Planck, tanto la razón científica como la filosófica tiene el mismo límite, lo que les diferencia es la intención con que buscan la verdad de toda realidad. La filosofía se arriesga a abrir más espacios de libertad a la razón al liberarla de la rigidez objetiva al que la ciencia la somete.
La intención es el núcleo central de toda línea de progreso entre el “por” y el “para”, tratando de unirlos en un principio de sentido. La intención siempre es previa a toda palabra, a toda acción, pero todavía hay algo más profundo, algo que la moviliza y que la modula, la Voluntad, ambas son pareja de baile en ese dinamismo que se abre entre el “por” y el “para” al son de un ritmo, la Libertad.
Intención, Voluntad y Libertad son los vectores configuradores del sentido de la realidad Persona, vectores no algoritmizables, a diferencia de los vectores Longitud, Masa y Tiempo de las ciencias de la materia que sí lo son (hasta cierto límite en el ya citado Muro de Planck).
La persona en su más profunda intimidad es un ser religado al misterio frente al que la ciencia objetiva siempre colapsa en un vacío de realidad y además conocedora de que de la nada no puede salir nada, fuerza su razón en la búsqueda de un algo que estando dentro de la realidad sea generador de todo algo, de toda realidad, insiste en no trascender ese ámbito del conocimiento científico a pesar que éste ya le ha demostrado que ese algo no está dentro de la realidad.
En el psiquismo humano existe una estructura capaz de trascender a la pura objetividad, de hecho, en nuestras acciones cotidianas pensamos, vivimos y actuamos apoyándonos más en creencias que en certezas y entre una y otra opera un sentido de confianza al que comúnmente denominamos por fe. La fe constituye una vía de acceso a conocimientos que sin ella serían inaccesibles. Incluso el hombre de ciencia en su trabajo de investigación siempre parte de una hipótesis como principio de sentido y fundamento de a lo que quiere llegar, es decir le confiere un principio de fe en espera de corroborarla científicamente.
Todo razonar científico es acientífico en su origen, entonces por qué exigimos a la fe un principio de certeza científica, cuando ella es quien nos abre el acceso a realidades a las que la ciencia no llega. Hay un miedo a caer en ilusiones, como si la ciencia no estuviese plagada de ilusiones, y así la opinión dominante desde el positivismo hasta nuestros días hace que la fe resulte incómoda y todo ello por un prejuicio acientífico, por el que la fe es excluida del ámbito de la razón con la consiguiente infrautilización de las posibilidades cognitivas y afectivas del propio hombre de ciencia al haber reducido el mundo real a “cosa” y aún peor al propio hombre a “cosa”. La fe no es el substrato de las ensoñaciones, más bien es la razón quien cuando abandona el principio de sentido conduce no solo a ensoñaciones, conduce al delirio. La fe demanda una razón sólida, no endeble y mutilada. Toda ausencia de fe empobrece a la razón induciéndola a caer en aquello que quiere evitar, el mito, en su versión actual científico-técnica.
La fe es un existencial en la persona, representa una necesidad básica y constitutiva de su existir, la propia filosofía, la fenomenología, la psicología, la antropología y por supuesto la teología, dan continuamente fe de ella. El hombre que en su razonar la incluye como hipótesis, el llamado hombre religioso, el hombre que se sabe religado a ese misterio que le da sentido a su existencia y de que en él no está la razón de su existir, se abre una nueva forma de pensar, razonar y vivir.
En este punto prefiero ceder la palabra a quien ha dedicado toda su vida precisamente e esto, a pensar, a razonar y a vivir esta experiencia de búsqueda de sentido con el rigor y responsabilidad alcanzado por pocos filósofos y que nos ofrece con su palabra ilustrada y su persona cálida y entrañable: Carlos Diaz, filósofo de la persona, de la persona que existe queriendo darle sentido a su existencia, llevando a la razón científica , razón fría , desnuda, sin alma, a parajes cálidos con alma y corazón, a la que él denomina “razón cálida” que late con el cálido latido de la vida, a través de su ultimo escrito sobre “ Psicología de la Religión” que nos ofrece en forma de curso en la web del IEM y que como adelanto al mismo os dejo con sus palabras introductorias.
“no concibo que ningún hombre, el cual aspire a henchir su espíritu indefinidamente, pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso; a mí al menos me produce enorme pesar sentirme excluido de la participación en ese mundo, Porque hay un sentido religioso, como hay un sentido estético y un sentido del olfato, del tacto, de la visión, Porque es lo cierto que sublimando toda cosa hasta su última determinación llega un instante en que la ciencia acaba sin acabar la cosa; este núcleo transcientífico de la cosa es su religiosidad”.
Muy bien M. Luisa, totalmente de acuerdo, estupenda matización que no contradicción pues has explicitado muy bien lo que yo consideraba de forma implícita en el “deber ser”. Con tu aclaración, has abierto un espacio entre: “Persona como realidad abierta a lo que debe ser” y “Persona como realidad abierta a lo que ya de suyo es”. Antes de entrar a analizar el por qué de dicho espacio, he de manifestar que soy consciente de que mucha gente todo esto lo puede considerar como palabrería y sin ningún valor practico, pues esta especie de metafísica del ser que intenta profundizar en las esencias del ser persona no les interesa, cuando en realidad surge de la pregunta más transcendental de su existencia: Qué o Quién soy yo, fundamento y razón de mi existir y que por supuesto trasciende el ámbito del pensamiento filosófico.
Este espacio contiene dos momentos, que no dos tiempos: Uno primero que es el acto creador y otro segundo en el que lo creado responde al don recibido con su existencia. El primero es un acto completo, lo tiene todo en sí, no precisa, no debe hacer nada, ha recibido su vida como don. El segundo es respuesta a ese don, reconociéndolo o rechazándolo y ante ambas posibilidades su existencia es un deber ser o no ser lo que en su origen primordial ya es y este deber ser es la expresión de la libertad que también es don. Lo que acontece es que cuando intentamos racionalizar y verbalizar estas profundidades, ambos actos se nos juntan.
Este bordear lo indecible nos expone a todos los que de alguna forma lo intentamos, a ser muy humildes en nuestra afirmaciones y no creernos poseedores de la última palabra y a lo más que llegamos es a buscar razones que fortalezcan nuestra praxis existencial. En estas profundidades dialécticas se dan cita la razón las creencias y la fe para quedar condensadas en una praxis, en un testimonio de vida que llega a su mayor profundidad cuando todas ellas enmudecen ante la razón de todas las razones que es el Amor. Gracias por tu implicación y aportación.
Muchas gracias, Don Mariano, para mí ha sido un honor contar con su aprobación. No quería insistir precisamente para que no se me malinterpretara, pero créame soy la persona más sencilla que se pueda imaginar. Mi vida no ha sido nada fácil y ese bordear lo indecible la ha llenado de serenidad y sentido.
Desde aquí mis buenos deseos para el curso que dará comienzo, creo recordar, este próximo lunes.
Si acaso y sin ánimo de contradecir nada de las aclaraciones dadas solo señalando el punto de discrepancia que ya adelanté, me pregunto si la persona se define como realidad abierta a ser lo que “debe” ser o bien abierta a ser lo que ya “de suyo” es.
A mi juicio se trata de lo segundo, es decir, es “desde” esta realidad sentida misma (no meramente conciencial) la que por serlo /sentiente) nos impulsa a ser lo que ya somos en realidad. No existe escisión alguna como ya de entrada se reconoce para que tenga que mediar ningún “deber”
Ese concepto zubiriano “de suyo” es sumamente esclarecedor para la filosofía actual que, al excluir de ella todo lo que ha significado tradicionalmente el “en sí” apriorístico, el “de suyo” por lo que concierne a la persona lo es de facto realizándose ella en el mundo de lo real. La configuración de mundo y persona es, por tanto, respectiva o recíproca como se entienda mejor.
De ahí esa expresión tan certera “otro mundo es posible”
Aclaraciones:
En primer lugar quiero agradecer los comentarios a mi reflexión, los valoro muy positivamente, también estimulan mis neuronas y a su vez mi ego al saberme no ignorado. Siempre que escribo algo lo suelo releer antes de compartirlo y he de confesar que nunca siento esa sensación de satisfacción plena con la forma en que me expreso y si esto me pasa conmigo mismo, no es de extrañar que aún más acontecerá con cualquier lector. Con esto quiero dar a entender que la realidad que queremos compartir está muy mediatizada por las palabras, es decir que toda palabra tiene una carga de significados profundos resultado de las vivencias de la persona, la sociedad y la cultura en la que vive y se la pronuncia.
Las palabras, el logos con el que queremos compartir lo que llamamos realidad no son fiel reflejo de una realidad que está frente a nosotros, lo que pasa es que no solemos tener clara conciencia de que el hombre “no está en el mundo”, sino que “lo hace”, naturalmente no en sentido físico pero si en sentido de realidad existencial y dinámica, acorde a su propia realidad , realidad abierta a ser lo que debe ser. En este deber ser es donde el sentido ejercerá su función orientadora para que se cumpla el fin por el cual fue creado y así cobrar plena realidad, pues en caso contrario su realidad se malograría, sería una realidad deficiente.
Con este principio de racionalidad me atrevo a decir que toda realidad está mediatizada por el fin al que tiende, por el sentido por el que transcurre en tanto no es lo que debe ser y por tanto es una realidad relativa a dicho fin, con lo que también estoy afirmando que ya en origen está la impronta de ese sentido orientador, pues principio y fin ya están cargados de sentido en caso contrario el principio sería hijo del azar, que es aquello que carece de principio y fin, es decir es la expresión radical del sin-sentido y esto no es invención mía, la propia ciencia lo define así.
Por otra parte, el hombre, la persona, en el primer artículo del Credo se dirige a su Creador afirmando su fe en Él como “creador del cielo y la tierra” y por tanto el mundo también cobra realidad de sentido desde su inicio, realidad también relativa a su creador y al fin por el cual fue creado.
Lo que denominamos por realidad objetiva quiere evidenciar aquella realidad en la que todos, sin excepción, coincidimos en la comprensión de su verdadera esencia y del que la ciencia se encarga de fijar, es decir que lo objetivo es más bien un consenso. Así aunque un árbol sea considerado como algo objetivo, algo concreto, por mucho que nos empeñemos, al insertarlo en nuestro mundo , en nuestra propia realidad, abrimos dimensiones que trascienden su propia realidad física y distintas para cada observador
La persona y el mundo, son realidades no auto determinadas, su realidad está referida a esa otra realidad que no es objetiva, que no es captable ni abarcable, a la que denominamos por Realidad Absoluta.
Cuando para captar alguna realidad precisamos de calificativos, automáticamente estamos relativizándola, así cuando hablamos del amor compasivo estamos hablando de una forma de amor, no del amor, el amor es inobjetable, lo absoluto es lo que es en sí plenamente, no admite atributos, lo que pasa es que el hombre al no poder captar lo Absoluto, lo antropomorfiza, lo lleva al terreno de su realidad que es una realidad relativa a lo absoluto como decía Zubiri.
A la realidad objetiva accedemos por consenso, a la Absoluta a lo más que llegamos es a dejarnos abrazar amorosamente por Ella y la vivimos, experimentamos y gozamos como Gracia
De sobra se que no he cerrado el tema y que como ya he dicho al principio ni yo mismo me lo cierro, lo único que he hecho es abrirme, exponerme a un diálogo al que personas como vosotras también quieran abrirse y arriesgarse a compartir sus vivencias al respecto para que entre todos nos acerquemos a esa Verdad que nos ofrece Su Sentido de Realidad y que nunca alcanzaremos por nuestras propias fuerzas.
Reitero mi propuesta de animar a esta apertura, que siempre es riesgo, el de compartir lo que cada uno lleve dentro, en el marco de reflexión ofrecido por Atrio, marco de experiencia de fe viva y no de saberes doctorales que con mucha frecuencia nos llevan a la confusión y a la pérdida de sentido y digamos aquello de: ” Gracias Padre por haber revelado estas cosas a los sencillos y humildes…. para lo cual deberemos hacernos sencillos y humildes de corazón abriendo nuestro corazón y nuestra mente a la palabra del otro que seguramente alguna novedad nos aportará.
Una fe profesada de modo puramente racional y tórico queda muy en el aire, no transforma la realidad de este mundo, por eso todo nuestro razonar se verá enriquecido cuando provenga de una praxis existencial y es así como haremos camino al caminar.
Pido disculpas por la extensión.
Copio:
…a la Absoluta a lo más que llegamos es a dejarnos abrazar amorosamente por Ella y la vivimos, experimentamos y gozamos como Gracia…
Gracias Mariano Alvarez.
Así me encuentro, abrazada y llena de gozo, por esa realidad…Absoluta…sin querer ni desear descubrirla; sé, que es innecesario, es más importante:
¡Dejarse abrazar y regir por ella!
Gracias de corazón, soy una persona sencilla…de ahí…mi simplicidad. Gracias.
Muchas gracias, Don. Mariano por estas aclaraciones suyas. No sabe usted también la de veces que me releo mis escritos antes de pulsar el botón, pero aun así me sucede lo que usted, siempre hay algo en ellos que me dejan insatisfecha.
Estoy de acuerdo en que “El sentido es como un latido que ya está en el origen de toda realidad sin percibirse, oculto en su profundidad insondable y además es motor de un dinamismo que confiere realidad a todos los estados posibles de realidad, ya que esta es puro dinamismo”.
Lo que no estaría tan de acuerdo es en la articulación misma de sentido y realidad.
Pienso que el sentido “se expresa” en el ser de la realidad. A diferencia del “deber ser “ como me vengo refiriendo, es la realidad “siendo” la que da sentido a lo real. No es “deber ser” sino, recogiendo sus mismas palabras lo que late está impreso en el carácter impresivo mismo de la realidad. Por tanto, es “desde” él que se ex- presa y no como algo venido de fuera como si se tratara de un deber ser.
Por lo demás, no veo que de estas dos explicaciones haya ninguna ellas privada de sencillez.
Un cordial saludo
Gracias a ti Gonzalo por ser tan paciente al leerme. Verás, no sé lo que opinará el autor con esta interpretación mía que no está demasiada alejada de su planteamiento, aun así estaré alerta por si él cree necesario hacerme alguna observación.
En cualquier caso Gonzalo te diré que para mí también la realidad es inidentificable. Es por supuesto aprehensible, ya sabes, pero no identificable, de ahí proviene precisamente toda la complejidad del conocimiento humano…
… El término sublimación es comparable al de elevación, sin embargo, los estudiosos del legado zubiriano consideran tal concepto como innecesario. Y esto porque aunque el horizonte en el que basaba Zubiri su filosofía era de carácter cuántico le costó mucho desprenderse de ciertos resabios teológicos solo se dio cuenta de ello y con gran tristeza casi en las mismas puerta de su muerte.
Ciertamente, realidad y sentido son dos conceptos inseparables y verlo así ha significado haberle dado un gran vuelco a nuestro modo de pensar, lo cual a su vez también nos hace ver la importancia que la filosofía adquiere como función depurativa del pensamiento.
Tradicionalmente, venimos de un modo de pensar en el que el sentido del ser nos lo daba el entendimiento mediante el “es” del juicio, sin embargo, el desplome del racionalismo nos ha hecho ver que el ser no es algo entendido sino algo sentido. De ahí esta inseparabilidad entre realidad y sentido en la intelección humana.
Me ha sido muy gratificante la lectura de este artículo, pues me ha recordado que una de las conferencias de las que asistí hace ya bastantes años cuando empecé el estudio sobre el pensamiento de X. Zubiri la dio precisamente un miembro del Instituto Emmanuel Mounier.
Ahora bien, reflexionando sobre la misma lectura ese sentido ya dado en la intelección de realidad y fundándose precisamente en ella, alberga dinamismos diversos y, por tanto, determinaciones diversas en las que en mi opinión quedaría descartada la de sublimación
Ese instante en que la ciencia acaba sin acabar la cosa, es un instante abierto. El estudio o la investigación científica no va directa a tal cosa o tal otra, sino que va dirigida a la realidad de ellas y en consecuencia es un momento abierto en la estructura de la cosa misma. Por él, por ese instante abierto en el que queda la cosa muchos científicos han dado su último toque amparándose en la poesía, en el arte, en la creatividad etc.,
Y, por otro lado, este instante, a los decepcionantes de las religiones ese momento abierto a la ultimidad, les otorga una gran riqueza esperanzadora.
Estimada María Luisa, has tocado mis amodorradas neuronas filosóficas. Si el sentido depende de cada uno, la realidad también tendría que depender de cada uno. Creo que la realidad es objetiva, otra cosa es cómo la percibamos cada uno. Por eso no veo que puedan identificarse realidad y sentido. El amor compasivo es un valor, una realidad; otra cosa es que a Nietzche le parezca una debilidad humana. Gracias por estimular nuestras neuronas.
Recuerdo que en Mozambique y en Angola tuve un compañero español que no tenía estudios superiores, pero era un “manitas”; arreglaba todo lo que se estropeaba, ya fuera un motor, una fotocopiadora importada, o una televisión. El director de los ferrocarriles o el embajador de España lo llamaban cada vez que tenían un problema mecánico o electrónico. También recuerdo que aquí en España un amigo escribió su tesis doctoral sobre el tiempo, y que pasado uno o dos años ni él mismo entendía lo que había escrito.
Si alguna vez tuve vocación filosófica, la he perdido. Creo que nuestros conceptos son resbaladizos, tienen muchos matices, y se prestan a hacer malabarismos con ellos; jugamos con las diversas facetas que presentamos al público cada vez que queremos persuadirle (o persuadirnos) de algo. Los sofistas practicaron perfectamente esos juegos ilusionistas.
Ahora prefiero no despegar los pies del suelo. El dolor humano es dolor humano, digan lo que digan los místicos orientales; el egoísmo y la compasión son realidades contrapuestas; tiene que haber una realidad objetiva, una explicación, que justifique y objetive el mundo físico y el moral. Y a esa realidad podemos llamarla Dios, trascendencia, o con otros cien nombres, porque todos serán meras aproximaciones. Para un cristiano, la concreción más palpable fue Jesús de Nazaret.
Algunos dicen que no podemos hablar sobre Dios, porque no sabemos nada sobre él. ¡Falso! Sabemos mucho sobre él. No muchos conceptos; pero sí muchas percepciones. Con los pies en la tierra, experimentamos la injusticia y la bondad, la compasión del samaritano, la arrogancia del fariseo y la humildad del publicano. ¡Ya me contentaría yo si llegara a ser “un manitas” de la ética.