El padre Julio Lancellotti acaba de publicar un libro Amar a la manera de Dios (Planeta 2021). Existe una inmensa literatura sobre el amor y he leído gran parte de ella, pero de todos los que conozco este libro del padre Lancellotti me parece uno de los más impresionantes y verdaderos. No se trata de discurrir sobre el amor, sino de vivirlo concretamente y dar testimonio de él. Y ese testimonio es convincente.
El gran naturalista francés Jacques Monod nos legó una frase que nos deja perplejos: “Los seres humanos han experimentado todo, menos el amor”. Pero entenderemos esta afirmación sorprendente si leemos lo que el padre Lancellotti escribió, en la línea de lo que el Papa Francisco también afirmó como un sueño en su encíclica Fratelli tutti, “un mundo de fraternidad universal y de amor social”.
Nos dice el padre Lancellotti: “En una sociedad como la nuestra, ¿dónde está el amor? ¿Existe amor en la ciudad de São Paulo? Tal vez lo pongamos en duda. Hablando de modo individual claro que hay amor, pero debemos ver si la estructura, si la forma de organizar la sociedad manifiesta el amor. Alguien de afuera mirando São Paulo ¿podría decir que en esta ciudad todos se aman? Las favelas, el pueblo abandonado por las calles, las cárceles, la violencia, el desempleo ¿muestran amor en São Paulo?”(p.100).
El amor del cual se trata aquí es el amor social. Él está prácticamente ausente en todo el mundo, lo que la pandemia ha mostrado claramente en la forma absolutamente desigual como han sido distribuidas las vacunas, como, por ejemplo, en África con solo un 4%. Es ese amor social el que nunca ha sido experimentado, por lo menos en las sociedades que conocemos, particularmente las modernas. El padre Lancellotti nos quita la ilusión del amor como romance. En sus palabras: “El amor es un compromiso trasformador; amor es una palabra provocativa porque es un verbo de acción; es transformar, enfrentar aun siendo vulnerables; no es callar; amar es manifestarse y defender; eso es terriblemente transformador” (p.91).
Él define de qué lado está: “yo no trabajo con quienes viven en la calle. Convivo con ellos. Y esa convivencia tiene una señal: la mirada” (p.108). Mirarlos como a un hermano LGBT o hermana, lésbica o trans; saludarlos, preguntarles su nombre, tocar su piel para que se sientan de la misma humanidad que nosotros.
Explícitamente declara: “El lugar desde donde hablo tiene como base a los jóvenes infractores, a las mujeres y los hombres presos, a la población de la calle, y la cuestión general del hambre, la miseria y la violencia” (p.77). Fundó la Casa Vida para niños con HIV, incluso contra la protesta del vecindario liderada por una médica.
El título del libro marca el sentido de su amor hacia todos estos despreciados por la sociedad: Amar a la moda de Dios. ¿Cómo es amar a la moda de Dios? Aquí el padre Lancellotti revela aquello que es la esencia del mensaje de Jesús: Dios ama a todos indistintamente, poco importa su condición moral, sexual y racial. Ama hasta a los ingratos y malos, como afirma San Lucas en su evangelio (6,35); ama a los últimos, a los invisibles, a los pecadores, a aquellos que se sienten lejos de Dios y perdidos: la mujer samaritana, la extranjera, la adúltera. Todas y todos son los destinatarios del amor gratuito de Dios. Por eso Jesús, que encarnaba ese amor de Dios, de su Padre (Abba, papá) comía con los pecadores y andaba con personas de mala fama. Es para asegurarles: no importa lo que son, si obedecen o no las leyes, si son piadosos o no, si son buena gente o no: Dios está en medio de nosotros y busca nuestra intimidad.
Todas las religiones buscan a Dios. La religión judeocristiana afirma que Dios busca al ser humano: incluso al más distante y fuera de los marcos sociales y morales. Esa es la gran novedad traída por Jesús: la proximidad amorosa de Dios. Él trató de decirla y mostrarla a todo el mundo. El verdadero drama fue y sigue siendo que la gran mayoría no acogió o no acoge la amorosidad de Dios. Porque no la aceptaron, Jesús fue perseguido, calumniado y finalmente condenado a muerte de cruz. Pero nunca dejo de amar al ladrón que estaba a su lado.
El padre Lancellotti comprendió este tipo de amor a la manera de Dios y de Jesús, amor único, y lo vive con aquellos que nunca reciben amor de nadie. Y sufre el mismo destino de Jesús: la persecución, la calumnia y amenazas serias de muerte, solo por el hecho de amar a aquellos que son cobardemente pisoteados y excluidos, los empobrecidos, “los hermanos y hermanas menores de Jesús” (Mt 25,40).
Respetadas las diferencias de lugar y de situaciones, podemos decir que el padre Júlio Lancellotti es el Mahatma Gandhi de Brasil. Bien decía este: “Entré en la política por amor a la vida de los débiles; viví con los pobres, recibí parias como huéspedes, luché para que tuviesen derechos políticos iguales a los nuestros, desafié a reyes, me he olvidado de las veces que estuve preso”. Algo parecido puede decir el padre Lancellotti. Hizo y hace todo porque “ama a la manera de Dios” que es la forma más humana de amar, pues incluye a todos y “no echa fuera a nadie” (Jn 6,37).
*Leonardo Boff es teólogo y ha escrito Jesucristo el Liberador, muchas ediciones, Vozes 2020, Sal Terrae en español.
Traducción de Mª José Gavito Milano
Nos resulta escandaloso y quizás hasta injusto que “no importa lo que son, si obedecen o no las leyes, si son piadosos o no, si son buena gente o no: Dios está en medio de nosotros y busca nuestra intimidad. Todas las religiones buscan a Dios. La religión judeocristiana afirma que Dios busca al ser humano”; así es el amor de Dios
Me ha llamado mucho la atención el término religión judeocristiana. Nunca lo había leído o escuchado. Supongo que se refiere a que las bases del cristianismo son judías. Por aquello de los libros de La Biblia.
Pero es llamativo