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3 comentarios

  • M.Luisa

    Muy interesante   y de rabiosa actualidad el tema del cual tratan los autores de este ensayo, pues  mírese por donde se mire tanto en política como en religión  nos encontramos en situaciones de polaridad  a veces incapaces  de sortearlas al menos con alguna esquirla de dignidad.

    ¿Pero quién son los polarizadores?  La religión no se salva de esta acción tan perversa y destructiva.

    David Blankenhorn, se describe como una persona herida por las cultura wars americanas, sin embargo  personas heridas por los efectos polarizantes  de una religión   de anacrónico  cuerpo doctrinal reconocido, también las hay  y también como él se han de buscar   la manera de sobrevivir al   conflicto  virtuosamente porque de otra forma no la hay pese las recomendaciones papales

    La virtud, la fuerza interior es lo  que primero se rompe ante los efectos polarizadores, se polariza la persona  desde dentro   y solo aquellas que  la mantienen como hábito impreso e irrenunciable pueden hacer frente   a tan grave   conflicto humano,  los consejos papales llegan tarde y  no faltos, precisamente, de una cierta ironía.

    Pueden hacerse la imagen de lo que quiero expresar  si recuerdan  aquella  secuencia de no sé  qué  película antigua que protagonizaba  Charles Chaplin  en la que delante de él iba corriendo un niño rompiendo cristales de las casas y luego detrás llegaba oportunamente Charlot llevando algún cristal debajo del brazo ofreciéndose en    arreglar el tan inesperado y desaguisado evento.

  • Carmen

    Y yo me río de los peces de colores.

  • ana rodrigo

    Considero muy buen artículo cuyo contenido siempre resulta oportuno y necesario a efectos de hacer una buena reflexión personal y aplicada a múltiples contextos de nuestra vida cotidiana y social; independientemente de su sesgo cristiano, creo que son actitudes y conductas universales y necesarias en todos los ámbitos.

    Nuestro EGO es muy traidor y nos lleva fácilmente a girar siempre entorno a nuestro ombligo y entrar en bucle con todas las consecuencias que eso conlleva.

    Bajando a la realidad  en nuestro país y sus “políticos”, es demoledor anímicamente respirar un aire tan contaminado con ausencia total salir de sí mismo. El ego y el fanatismo son poco amigos, o, mejor dicho, son los grandes enemigos de de la convivencia.

    Gracias, Antonio, por tu trabajo para llevar a atrio por los mejores caminos.