POR ROBERT MUR | BUENOS AIRES, ARGENTINA
La Vanguardia, 30/09/2020 18:37 | Actualizado a 01/10/2020 10:18
Otra vez sopa!”. Murió Quino, pero Mafalda será inmortal. De hecho, la niña a la que no le gustaba la sopa permanecía ayer sentada en su banco del barrio de San Telmo de Buenos Aires, custodiada, de pie, por Susanita y Manolito. Sus lágrimas invisibles fueron sustituidas por la flores que los porteños dejaban junto a ella. La colorida escultura está a unos pasos de la casa de Mafalda, en el número 371 de la calle Chile, donde dicen que la niña vivió en los años sesenta, acompañada de su padre, Joaquín Salvador Lavado, nombre que decía poco porque era mundialmente conocido como Quino.
El dibujante argentino falleció ayer a los 88 años a más de mil kilómetros de San Telmo, en Mendoza, su ciudad natal, donde se había instalado hace tres años, tras la muerte de su esposa. Al quedar viudo, el humorista se vio sumido en la misma tristeza que hoy embarga no solo a los argentinos, sino a un sinfín de seguidores de todo el planeta, marcados por la vida ficticia de la niña que cuestionaba el mundo establecido, haciendo reflexionar a los adultos. “Se murió Quino. Toda la gente buena en el país y en el mundo lo llorará”, tuiteó Daniel Divinsky, amigo y editor histórico del artista.
La primera historieta de Mafalda se publicó el 29 de septiembre de 1964 en el semanario Primera Plana, pero la niña había nacido un año antes, creada para un anuncio –que nunca vio la luz– de la agencia de publicidad porteña donde Quino trabajaba para financiar su pasión por el dibujo. Hijo de inmigrantes andaluces, con trece años empezó a estudiar Bellas Artes en Mendoza, pero se hartó del clasicismo de la academia para dedicarse al cómic y a los 18 se fue a vivir a Buenos Aires, publicando su primera tira cómica en el semanario Esto Es en 1954.
Las aventuras de Mafalda se publicaron entre 1964 y 1973, pero siguieron reeditándose, traduciéndose, replicándose en revistas y diarios y recorriendo el mundo y las distintas generaciones durante medio siglo. Hasta hoy.
“La sopa es una metáfora sobre el militarismo y la imposición política”, dijo Quino, que creó a la niña en una época revolucionaria
Desde 1967, los derechos de la tira y los primeros libros del personaje estuvieron a cargo de Ediciones de la Flor, fundada por Divinsky y su entonces esposa, Ana María Kuki Miler, quien hace unos meses explicaba a La Vanguardia cuánto le había afectado a Quino la desaparición de su esposa, Alicia Colombo. Aunque Miler aseguraba que el tímido y modesto dibujante se encontraba lúcido, prefería mantenerse recluido y sin dar entrevistas. En los últimos meses participó en la grabación de un documental sobre su vida. Al cuidado de sus sobrinos, que cada día lo llevaban a pasear en la silla de ruedas, Quino creyó que le tomaban el pelo cuando le hablaron de la pandemia.
El nacimiento de Mafalda y el resto de los personajes de las tiras, como Miguelito, Felipe o Susanita, ocurrió en los convulsos y revolucionarios años sesenta de Argentina y Latinoamérica. La niña de inocentes ideas progresistas y pacifistas marcó e ilustró a una generación joven y de clase media argentina, buena parte de la cual acabó desaparecida o en el exilio. Quino y Alicia decidieron irse a vivir a Italia al iniciarse la dictadura en 1976 y se instalaron en Milán. Tuvieron suerte, porque Miler y Divinsky fueron detenidos por los militares en 1977, sobre todo porque editaban a Rodolfo Walsh, pero también por las peligrosas frases soperas y contestatarias de Mafalda.
Aunque su vigencia en el siglo XXI es total, el dibujo de Mafalda quedó congelado en 1973. Quino alegó que se le habían secado las ideas y siguió creando otras historias, que los críticos valoraron positivamente. Sin embargo, el humorista no dudó en recrear a la niña por una buena causa, como cuando en 1977 ilustró la Declaración Universal de los Derechos del Niño para Unicef. El dibujante y su hija fueron objeto de múltiples homenajes y recibieron galardones por todo el planeta, destacando en el 2014 el título de Caballero de la Legión de Honor de Francia y el Príncipe de Asturias de Humanidades.
La desaparición de Quino provocó un pesar unánime en la sociedad argentina, sumida en una crisis perpetua y partida políticamente en dos desde hace décadas entre el peronismo y sus detractores. Sin embargo, el humor progresista de Quino unió ayer a todos los sectores porque Mafalda es el mito oculto argentino. Gardel, Evita, el Che y Maradona –como algún día lo serán el papa Francisco y Messi– son los mitos de una sociedad constantemente enfrentada. ¿Y Mafalda? Quizás la gran embajadora argentina de ficción no lo sea porque no genera controversia.
Y sí, paradójicamente, a Quino le gustaba la sopa. “Sí, sí, la sopa es una metáfora sobre el militarismo y la imposición política”, dijo el papá de Mafalda en una autoentrevista publicada en su página oficial.
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Me encanta Mafalda. Mi preferido era Manolito.
Compré todos sus libritos, aquellos de tiras alargados.
Gracias por el artículo. No me ha sorprendido lo que he leído aunque no sabía nada del dibujante Quino, creador de Mafalda y sus amigos, encaja totalmente con su personaje. Con sus personajes. En España estábamos tal cual.
En fin.
Otro grande que desaparece, pero su personaje será eterno. Eso tiene la ficción. Crea personajes eternos.
Quino seguirá en nuestros corazones, porque entró imparable con Mafalda.
Mis hij@s la disfrutaron y tengo la colección de los cuadernillos, cada uno de un color en sus tapas.
¡Genial, vivaz, siempre con la palabra que dejaba el “orden”…desordenado… para poder seguir adelante a pesar de tantos pesares que ocurrían en el mundo.
Repito con Ana:
¡Viva Mafalda, su yo eterno!
Quino ha muerto, ¡viva Mafalda, su yo eterno!