De los tebeos –entonces no se llamaban cómics– que leía con fruición en mi niñez, recuerdo unos hilarantes Diálogos de Besugos en los que a una pregunta seguía una respuesta absurda. (La memoria me debe ser infiel. Un amigo me corrige pues Diálogos para besugos era una sección de la revista La Codorniz)
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