Narra el Evangelio que fueron a tentar a Jesús con una pregunta capciosa. ¿Es lícito pagar tributo al César? Si su respuesta hubiese sido negativa, le acusarían de traición al César. Y en caso de ser positiva, de deslealtad a Israel.
La habilidad de Jesús fue notoria. Les pidió que le enseñaran la moneda con la que se pagaba el tributo, el denario. Y les pregunto de quién era la efigie y la inscripción que figuraba en ella. Del César, le respondieron. Pues dad -o como prefieren los expertos, devolved- al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Hoy tenemos que formular radicalmente la pregunta. ¿Qué tenemos del César que hayamos de devolverle? La respuesta no es baladí, para cualquier persona de buena voluntad y, sobre todo, para quien quiera seguir al Maestro de Nazaret.
Lo primero que tenemos, inculcado por todos los césares de este mundo, es miedo. En forma brutal -en las tiranías- o sibilina -en las pseudodemocracias que padecemos- nos lo han inoculado.
Gracias al miedo que nos paraliza y nos impide pensar críticamente han accedido al poder y se mantienen en él. Lo sorprendente es que si llegamos a perderlo, nos daremos cuenta -como en la fábula del rey desnudo- que quienes tienen auténtico miedo de nosotros son ellos, los poderosos. Miedo a que despertemos y veamos su desnudez.
La segunda cosa que hemos recibido del césar es nuestra sumisión. Somos vasallos, no ciudadanos libres, vivimos de rodillas, esperando que no nos castiguen y que nos colmen de prebendas, si aceptamos su dominio esclavizador.
Y la tercera es nuestro individualismo suicida. Solo pensando en nuestro bien-estar, y, todo lo más, el de los nuestros, de nuestro pequeño círculo cerrado y excluyente.
Y por último, la necesidad de un chivo expiatorio al que culpar de los males que nos aquejan y al que odiar. Los césares nos señalan quiénes son los responsables de nuestras desgracias personales y colectivas contra quiénes dirigir nuestra indignación, nuestra furia y hasta la violencia.
¿Quiénes son los césares que así impiden nuestra libertad? No son solo los gobernantes políticos, sino sobre todo, los grandes tiburones económicos, dueños de los medios de comunicación que manejan a aquellos como a títeres.
Para ser personas libres y responsables, la segunda parte de la frase de Jesús “dad a Dios lo que es de Dios”, es clara. Y ¿qué es lo que Dios nos dió? Nuestra capacidad de amar, de elegir el bien, de resistir al mal, de com-padecernos de las víctimas, de construir una sociedad fraterna.
¿Qué elegimos? ¿Pagar al césar o trabajar por el reinado de Dios?
No lo has podido dejar más claro. Vamos a ver cómo hacemos el reparto porque como no miremos hacia dentro y sepamos que es lo que le corresponde a Dios… nos quedaremos agachados y atemorizados bajo el mandato del Rey Midas, que también murió, porque solo de Poder y comiendo oro no se sobrevive. Gracias por contarlo.
Estoy absolutamente de acuerdo con la reflexión de Pedro Zabala. Es quien más se ajusta
a la hermenéutica de este pasaje bíblico.
Hola!
Artículo para la vergüenza
1- CIVIL:
por lo irresponsable
de difundir ideas imbéciles
aprovechando de la libertad
que el Estado (César)
le cuida.
2- RELIGIOSA:
porque, precisamente,
“lo de Dios”, en ese evangelio
es la convivencia de la Gente
en la Sociedad civil justa.
Éxodo, 29, 4: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa alguna que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.”
Creo que, con casi toda seguridad, Jesús tuvo en cuenta este mandato que convertía al denario en algo pecaminoso. Y, precisamente, creo que identificaba al poder con el pecado, justo lo contrario del uso que se ha hecho de estas palabras de Jesús. Y, en buena lógica, totalmente en consonancia con la lógica interpretación de Pedro Zabala