1/ En biología y economía la ley ineludible que tiende al crecimiento supone recurrir a todas las formas de hacerlo a las que se tenga acceso. Acaban de recordarlo dos catedráticos eméritos Javier Tejada y Víctor Gómez Pín. Mantienen que la evolución a largo plazo no es compatible con el ahorro de energía y, en consecuencia, abogan por apostar por energías limpias y por la fusión nuclear. Reflexionando sobre lo que leo de ambos cátedros y, comprobando por la historia lejana, mediata y la de hoy de la humanidad, no tengo más que reconocer la certeza de que recurrir a todas las formas de poder crecer ha estado en las dinámicas de los imperios idos, de los que han hecho a Europa y América, de la Unión Soviética y de la China actual. Es posible cerrar los ojos a esas realidades y a sus consecuencias, pero la política está basada en ellas y antes o después, por uno u otro camino se impondrá la ley que hizo crecer a las amebas, a los microbios, las bacterias y los virus, etc. hasta llegar a la especie humana y sus crecimientos, desaforados o no, pero similares a aquellos.
La prosa poética del señor Papa en su Laudatio sí, bella y profunda, no va a impedir la deforestación de la Amazonia, la desaparición antes o después de las poblaciones originarias que allí habitan. Los estados, también el Vaticano, tienden a expandir su poder. Nuncios, viajes, sínodos, concordatos, nuevas diócesis. Todo eso cuesta dinero, energías, fuel, personas que se desgastan en operaciones de crecimiento, absorber recursos de otros para emplearlos en lo que se estima necesario para crecer. Quienes creen que el universo es un espacio cerrado en sí mismo y que la energía lo dirige, deben explicar a los millones de habitantes condenados a sostener a quienes saben, como han sabido siempre, dominar y aprovecharse de las energías de crecimiento cuál es el más efectivo sendero para salir de ahí. La energía ni se crea ni se destruye, se transforma. O se la traga un agüjero negro y no se sabe por dónde anda o a dónde ha ido. Puestos a ser cáusticos, hay que serlo fríamente hasta el final y hacer saber al común de mártires, de confesores, de vírgenes y de soldados sin graduación que el fin será el que hemos visto con el coronavirus en las UCIs: pulmones destrozados, riñones destruidos, corazones explotados, muertos en soledad, metidos en bolsas de plásticos y en ataúdes sin nombre para ser enterrados sin haberles visto el rostro para transformarse en humo en los crematorios o en virus nuevos en las fosas. Quienes defienden que estamos en una mónada sin horizontes, deben contarle a quienes les exigen respetar otras normas que ese es el sustrato del pastel. Sostener ese poder exige policías rodilla en tierra, una, y en el cuello de un negro la otra. Y la guardia nacional tirando a dar para que un depravado con una biblia en la mano se burle de sus conciudadanos que lo elegirán en noviembre en el primer martes siguiente al primer lunes de ese mes.
2/ No se preocupen, sé que jamás lo entenderán. Se lo dijo Ludwig Wittgenstein a los cátedros examinadores de su tesis doctoral. Así nosotros: andemos con cuidado y miremos de frente a los enfrentamientos entre diputados. Me pregunto a qué obedecen las amenazas, acusaciones y sobreactuaciones de los responsables políticos de Vox y el PP, lo que he bautizado como pevoxpe (el partido del señor Aznar que dirigirá la exímia marquesa), en medio aún de la pandemia, y los desafueros esperpénticos del vicepresidente Iglesias y otros de los apoyadores del actual gobierno. Solo el 14% de los trabajadores del país lo hace en la industria, que va en declive. Los responsables de haber acogido la desindustrialización de España, con armas y bagages, estaban sentados en los gobiernos de UCD y del PSOE desde los inicios de la transición. Los gobiernos del PP con los señores Aznar primero y Rajoy después aplaudieron y continuaron con esa política. Solchaga ya dijo, o permitió que se pusiera en sus labios la frasecica, que la mejor política industrial era no tenerla. Los servicios agrupan a mas del 70% de los empleados españoles. Un glorioso ejercito de camareros, kelys, precariados varios, socorristas y demás familia sostienen un tinglado que la pandemia ha dejado al pairo. El gobierno socialista del presidente Rodríguez Zapatero y los conservadores del señor Rajoy aprovecharon la crisis de 2008 para acogotar otra cosa que no fueran tales empleos productivos sin mirar el futuro, ni lo que estaba pasando a su alrededor. En ese contexto hay que situar las reducciones llevadas a cabo por el PP en sus dominios y por el PSOE en los suyos en las áreas de Salud. Ahora Vox quiere llevar a los tribunales a los que han combatido técnica y políticamente la pandemia. Abascal ha pasado su vida a la sombra de Aznar igual que Casado y su marquesa, Egea y Cuca. Algunos de los ahora truculentos diputados de Vox, lo fueron con el señor Aznar y con el señor Rajoy. Más que recurrir a que la tercera pata de la distribución del poder, los jueces, tape las vergüenzas de los errores cometidos, algunos a sabiendas y en connivencia con los acumuladores de dinero a costa de tapar a sus espaldas desgracias de los marginables marginados, debería hacerse un esfuerzo por delimitar responsabilidades políticas de los que nos ha llevado hasta aquí. Si el Poder Judicial, so capa de respeto a los procedimientos, entra en ese juego y no desestima jugadas procaces de libidinosos políticos y leguleyos vividores de ellos, a limine litis, la bazofia será peor que el SARS-CoV-2 y nos sumirá en un estercolero político y judicial este lustro al menos.
3/ En Cartagena, siendo un críode 13 o 14 años, funcionaba un cine de verano en algún solar de la calle Cuatro Santos, por donde ahora está el teatro romano, entonces oculto y sobre cuyas ruinas se alzaba un barrio miserable del que bajando por sus terraplenes encontraba uno casas más normales y la calle en la cual “daban” en el cine películas distintas todas las noches. El cartucho de pipas con sal , en papel de estraza, costaba un perro chico, o sea cinco céntimicos de entonces. Una hermana de mi madre, casada y con hijos de la edad de mis hermanos y mía, vivía en esa calle y allí íbamos desde Los Alcázares a pasar de cuando en cuando algunos días. En ese cine de verano vimos El retrato de Dorian Grey con más miedo que siete viejas, sobre todo al tener que caminar con las calles desiertas hasta llegar al portón cerrado de la casa. Y vimos, a lo que importa en estas notas, Cicerón, una de espías, autorizada para todo los públicos en la cartelera de la iglesia arciprestal. También daba miedo, pero menos que la otra. Bazna era el mayordomo del primer secretario del embajador inglés en Turquía. Aprovechando que su patrón tocaba el piano después de almorzar, el criado fotografiaba los documentos que aquel tenía costumbre de guardar en su despacho, cuyas llaves dejaba en el mismo. Bazna iba luego a vender sus fotos a la embajada alemana. El tal espía había ahorrado trescientos mil marcos vendiendo lo que fotografiaba. Se quitó de enmedio y se dedicó a gastarse los cuartos en lugares de lujo. Allí descubrió, al mismo tiempo que los dueños de los hoteles donde se alojaba, que los alemanes le habían pagado con dinero falsificado. Murió arruinado en 1970. Cuento esta historia verdadera y de la película y lo que, ya de mayor, leí sobre “Cicerón”, apodo en clave del mayordomo, porque hace unas semanas moría, en Inglaterra, Ann Mitchell, nacida en 1922, matemática graduada en Oxford a la cual reclutó el servicio secreto británico en 1943 para que se integrara en el equipo que inventaba técnicas matemáticas que permitieran desentrañar los miles de mensajes que los ejércitos de Hitler entrecruzaban en sus operaciones de guerra. El equipo estaba en Bletchley, en barracones que parecían almacenes u oficinas de los diversos servicios administrativos. Un empleado alemán de una gran empresa de Berlín vendió a un agente francés instrucciones sobre la máquina Enigma, un artefacto que permitía asignar letras a otras y cifrar mensajes, con un número elevadísimo de combinaciones. El matemático polaco que recibió el material, Rejewski, fue el iniciador de las transcripciones criptográficas que desde Bletchley permitieron adelantarse a muchas operaciones diseñadas por los alemanes. En esa silenciosa y ardua batalla estuvo integrada Mis. Mitchell que ahora ha ido a desentrañar otros misterios más allá de este planeta. Max Hastings en “La guerra secreta”, Espias, Códigos y Guerrilas, 1939-1945, relata preciosamente sus investigaciones históricas sobre este combate silencioso, durísimo, aburrido, pero salvador de vidas y de operaciones militares contra los nazis. He recordado la lectura de las casi ochocientas páginas del libro, porque oyendo a los virólogos e investigadores que luchan estos meses contra el SARS-CoV-2 en sus declaraciones me ha parecido oir la voz de Hastings contando aquellas ocultas y monótonas sesiones de trabajo para desbaratar los planes de Hitler. Recuerdo perfectamente las carreras de mis primos y mis hermanos a cien por hora por la desierta calle Cuatro Santos al oír taconeos y pasos de adultos que, como nosotros habían salido del cine e iban a sus casas. Saliéndonos el corazón por la boca hasta que llegábamos a la casa puerta, que tenía una enorme llave que guardaba el mayor de mis primos y que nuestra abuela decía que dejándola al relente, curaba los orzuelos poniéndola fria sobre el parpado dañado.
4/ Porque en mi larga vida he conocido bien, y desde observatorios diversos, a jueces y magistrados de ambos sexos, defiendo sin éxito alguno que los magistrados, jueces y fiscales no puedan dedicarse a la política sin renunciar antes a seguir en la carrera judicial o fiscal a partir de esa elección firme. Por tanto la presente nota está en las antípodas de apoyar al ministro señor Grande Marlaska. Ni él, ni la señora Robles y el señor Campos deberían estar en el gobierno. Lo mismo que el señor Lesmes y otros muchos magistrados no debieron estar en los gobiernos en los que ostentaron cargos. Presidía el gobierno de España el señor Rajoy,y era ministro del Interior el señor Fernandez Díaz, (21/12/2011-04/11/2016) , cuando el entonces director adjunto operativo de la Guardia Civil, el teniente general Cándido Cardiel nombrado DAO de la Benemérita por el ministro Pérez Rubalcaba en enero de 2010, dictó una orden el 28 de marzo de 2012 a cumplir por todas las jefaturas por la cual deberían remitir reseña de las operaciones que fueren a entrar en fase de explotación a partir de la semana siguiente : el nombre de la operación, la unidad que la llevaba a cabo, la fecha en que se ejecutaría, el número de detenidos que habría, los registros de inmuebles que conllevaría e incluso las posibles implicaciones de cargos públicos. Dicha orden no fue dejada sin efecto por el magistrado señor Zoido Alvarez, ministro del Interior desde el 04/11/2016 al 01/06/2018, ni por el también magistrado señor Grande Marlaska, a la sazón actual ministro del Interior desde el cese del anterior. Cualquier españolito con mili hecha, sabe que las órdenes hay que cumplirlas y que si no han sido derogadas están en vigor. Lo sabe desde un corneta de órdenes hasta un capitán general con mando en plaza. Por tanto el coronel cesado por el secretaría de Estado de Seguridad y que tanto revuelo, inmerecido e innecesario, ha producido, estaba obligado a conocer y a cumplir tal orden. Máxime cuando en los tres últimos ministerios ha ocupado cargos de libre designación en sus respectivas estructuras. Quede dicho por mor de la verdad que mis conocimientos de coroneles con cierta profundidad visual y auditiva se reducen a cuatro: el coronel Claiton que dirigía el gran juego en el que participaban Kim y Mustafá Alí y que el cine nos sigue regalando en la versión de Errol Flynn; el coronel que mandaba el regimiento en el que Ghunga Dynn es aguador y aspira a ser corneta, afición que le llevó a salvar a los soldados con su coronel al frente de las iras y trampas tendidas por los malvados seguidores de la diosa Kali; el coronel cuyo hijo participa con Gary Cooper y otro oficial en los escarceos y guerrillas de Revuelta en la India. Tres coroneles. Falta uno: era el padre de una nena con la que yo salía con catorce años en Los Alcazares y resultaba que a la vez era el coronel de la base aérea de hidros allí establecida. Me costó un disgusto tipo Trump con una mis muchas tías que se enteró que nos habían visto salir una noche de agosto con luna llena en un bote de remos desde la playa hacia dentro de la mar. Intenté hacerle entender, a la mi dicha tía, que aquel era uno modo seguro de mantener actitudes cabellerescas y moralmente adecuadas puesto que remar se rema con las dos manos y la nena iba sentada a popa y yo remaba de espaldas a la proa para verla a la luz de la luna. Imposible. Menos mal que el capellán de la base, un comandante zumbón, cuando se enteró de la bronca nos dejaba pasear por detrás de la capilla castrense, casi al lado de la casa del coronel, tapia por medio. Desde entonces siempre he tenido un especial cariño, y respeto, por el clero castrense.
De los coroneles, el más moderno, Diego por más señas, sigue asombrándose que, con lo listorro que es, no de hubiera enterado de la orden de informar. ¿De verdad no lo sabía? También me asombra que se haya dejado meter en el lío.
Leer la Bitácora de hoy, me ha confirmado en:
“Que una parte de la humanidad, vive fuera de toda ley, y al “servicio” de si misma”.
Y ahora de manera muy brusca, atacando a quienes piensan diferente.
Esto me confirma, que ni la pandemia… esta u otras pasadas …nos han enseñado nada.
¿Pesimista? Quizá, pero mirando el entorno que nos rodea, creo que estamos en un momento muy crítico para toda la humanidad.