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Convalecencia

Tenemos pendiente en Atrio plantear a los atrieros, en un curso taller, las apasionantes preguntas vitales y teológicas que plantea Alfredo Fierro, psicólogo y teólogo, en su libro Conversación en el atrio. Entretanto, hoy, publicamos este texto que nos acaba de enviar. Valeas, Alfredo! AD.

     No se sale fácilmente de enfermedades graves y alguna puede dejar huellas duraderas. Esta no es, no ha sido una gripe estacional, como pudo creerse muy al principio. Los entendidos continúan reservados en el pronóstico de la evolución, dando por seguro un nuevo episodio no tan intenso a finales de otoño.

     El Paciente, todavía en estado de alerta o alarma, aunque ahora también de alivio, está impaciente. No puede llevar los ocios y los negocios como quisiera. No quiere seguir limitado en movimientos por más tiempo. Respecto a fiestas y ocios: ¿para cuándo y cómo los viajes y las playas?, ¿y las ferias? Todo se va a aplazar, todo se ralentiza y dosifica: acaso una boda prevista en la familia o una primera comunión. Respecto a la economía, según también algunos sabedores, un tanto apocalípticos, se está todavía en el dilema del atraco: la bolsa o la vida. Hay que elegir entre la actividad productiva a tope, respectivamente el consumo, y la salud, la contención del virus.

     Para todos, tanto los recluidos forzosos como los profesionales sanitarios y los trabajadores en servicios esenciales, esta ha sido una experiencia única, que ojalá no se repita. El Paciente, la colectividad –la humanidad si nos ponemos solemnes- ha debido aprender algunas cosas: la vulnerabilidad del ser humano pese a todo su poderío tecnológico; la fragilidad también de las instituciones y estructuras sociales; la urgencia de medidas drásticas de cuidado del medio ambiente, de preservación de la naturaleza; la importancia impar de una buena sanidad pública a disposición y al alcance de todos; el precioso valor, de muy alto rango entre los oficios y profesiones, de la que David Graeber ha llamado “Cairing Class”, la clase social de los cuidadores; la necesidad de revertir los recortes sanitarios allí donde los haya habido; también la de no externalizar a otros países la producción de elementos sanitarios básicos.

     Las personas igualmente tendríamos que haber aprendido algo, al menos a diferenciar lo esencial de lo accesorio, lo indispensable de lo prescindible. Seguramente hemos aprendido que, por mucho que se hagan previsiones, planes, todos ellos se pueden ir al garete de un plumazo por una emergencia local o universal. Durante dos meses hemos podido comprobar que se puede vivir sin viajar, sin comer fuera de casa y sin ir de copas. Sí que eso ha tenido efectos secundarios indeseables de claustrofobia en algunas personas. Pero el tratamiento y cura de esa claustrofobia será menos dramático que la UCI a la que todos, también ellas, pudimos ir a parar. Lo más duro del enclaustramiento ha sido no poder estar con amigos, con la familia y seres queridos que no conviven con uno. Y haríamos mal en habernos acostumbrado a eso. Antes bien, la principal “normalidad” privada por recuperar está en volver a las anteriores costumbres afectivas, aunque sea con la protección de un par de metros o de una mascarilla.

     Sin duda nos hemos enterado de que la vivienda es factor capital en la calidad de vida. No ha sido lo mismo pasar la reclusión en un piso compartido de 60 metros que en un chalet de 300 con jardín. Si dispones de una habitación propia eres afortunado; y si cuentas, además, con cuarto de aseo propio, eres un privilegiado. Si hay en tu casa un pasillo de 10 metros, donde poder ir y venir cien veces, caminar unos kilómetros, también eres afortunado, no digamos ya si tienes amplia terraza o patio.

     Al Paciente se le dan ahora consejos semejantes a los clásicos para cualquier convaleciente, no lo típico de dejar de fumar, tomar menos café, menos alcohol, pero sí mucha higiene, ejercicio moderado y otras indicaciones que por archirrepetidas, consabidas, no hace falta reiterar aquí. Las resume todas un “memento”: aunque convaleciente, acuérdate de que no estás curado. ¡Cuídate mucho! Está dicho hasta la saciedad: cuídate y así cuidarás a los demás. También entre familiares y amigos la principal palabra de afecto ha sido ¡cuídate! Entre ellos es un modo tácito, indirecto, de decir “te quiero”. Por lo privado, cariñoso, y por lo público, social, nos lo han dicho sobre todo a quienes por edad u otra razón somos grupo de riesgo.

     Puede que algunos no quieran cuidarse y hasta hagan alarde de ello de manera ostentosa por las calles. No cabe decir “allá ellos”, porque su culposo descuido puede alcanzar a muchos otros: es de juzgado de guardia. Ahora y por un tiempo no breve el autocuidado va a ser la mejor forma no ya solo de amor propio, también de afecto y de simple respeto a los demás. Si pese a ese respeto el virus regresa, como se prevé, en unos meses, sin resignarse en el “Dios nos coja confesados”, que el rebrote nos pille sanitariamente preparados. Dicho sea para la gobernanza de la salud pública.

    

    

14 comentarios

  • oscar varela

    https://www.pagina12.com.ar/270740-dios-y-la-pandemia
     
    1- Durante los pestíferos días que corren los habitantes de este planeta no esperan mucho de Dios.
     
    2- creen más en una vacuna salvadora que en un milagro divino.
    La ciencia se ha impuesto sobre la fe.
    La Ciencia se está volviendo más cercana y confiable que la religión.
     
    3- Los sacerdotes no dicen mucho y si dicen algo es lo mismo de siempre, lo previsible.
    – Que estamos en este mundo para sufrir,
    – que Cristo murió en la Cruz en medio de terribles tormentos para redimirnos de nuestros pecados,
    – que debemos confiar en Dios y en su infinita bondad, que debemos acudir a la oración.
     
    4- Pero las cifras de todos los seres que día a día mueren en el mundo siguen aumentando y ya son demasiadas.
     
    5- Aquí aparece el problema del Mal. Si los miles y miles que mueren por esta pandemia mueren por causa del Mal que han hecho, ¿Dios nada tiene que ver con ese Mal?
     
    6- Siempre se termina afirmando la bondad de Dios y el libre albedrío que dio a los hombres para causar el mal. O se echa mano a la figura del Diablo.
     
    7- Conocí a un teólogo (los teólogos son los abogados de Dios) que algo irritado decía: “Estoy harto de que me pregunten dónde estaba Dios en Auschwitz”.
     
    8- Todas esas discusiones sobre la creación del universo son vanas, fútiles. No podemos saber quién creó el universo, si es que fue creado. Lo que existe, lo que hoy nos angustia y nos hace sentir pequeños y efímeros es un virus inaccesible a nuestros ojos y, por el momento, a nuestro saber.
     
    9- Es irritante que en medio de esta tragedia humana la gran potencia del norte aún mande astronautas al espacio. ¿Qué buscan?
     
    10- El ser humano es el causante de todo el Mal que hay en el mundo. Si al virus se lo derrota será por medio de la Ciencia, que, como decía Heidegger, no piensa. Pero quizá pueda hacer retroceder a la pandemia. Una conquista que tendrá que ver con la praxis humana, no con la bondad divina.

  • Los que quieran conocer un poco más el pensamiento de Alfredo Fierro pueden visitar: http://usuaris.tinet.cat/fqi_ct01/AF/portic_sp.htm

    Encontrarán una selección de fragmentos de su libro Después de Cristo

  • Juan Moraira

    Solo por recordarnos lo obvio con elegancia y buen estilo ya vale la pena haber dedicado un tiempo a escribir lo que ha escrito Alfredo. !Enhorabuena!.

    Por supuesto, su escrito tiene otros muchos méritos. Personalmente, me referiré a un solo asuntillo, quizá tangencial o secundario, pero que me parece oportuno, sobre todo si consideramos el marco editorial  en el que se ha publicado.

    Dice Alfredo en el último parrafo de su escrito, “ahora y por un tiempo no breve el autocuidado va a ser la mejor forma no ya solo de amor propio, también de afecto y de simple respeto a los demás”. Es el  valor del “autocuidado” como expresión máxima de solidaridad sin la que no hay salida de la crisis sanitaria y economica, seguramente más las larga que la primera (los economistas tienen poco exito con las vacunas).

    Lo que para alguna moral al uso, dominante según contextos y con aspiración de ser única, se confunde con el amor propio, siempre indeseable, lo contemplamos ahora como valor al alza, imprescindible para estos tiempos y ocasiones.  El ordenamiento de los valores no es inmutable ni siquiera conveniente. Aferrarse a ello genera dogmatismo e intransigencia, pero la educación permanente en valores no es tarea facil.

     

  • juan antonio vinagre oviedo

    Hola, Alfredo: Hacía mucho tiempo que no sabía de ti. Siempre valoré mucho tus ideas pedagógicas, humanizadoras e innovadoras. Por eso me alegro de encontrarte de nuevo. Un cordial saludo.

    Ahora me permito un breve comentario a propósito de tus reflexiones sobre la pandemia y la convalecencia que nos espera. Los que vivimos, razonablemente bien, en el mundo occidental, a veces nos permitimos excesos y acaso nos creemos -al menos muchos- casi invulnerables… Los adelantos pueden crear la ilusión de que nos protegen tanto que somos capaces de resistir las “furias”…  El progreso puede hacernos creer que vivimos inmunizados, y “resistiremos”… sin problemas.

    Pero la realidad acaba imponiéndose y a veces nos hace entrar en razón: SOMOS FRÁGILES e ignorantes, más de lo que a veces pensamos. Si esta pandemia nos ayuda a desarrollar más el sentido solidario y comunitario -somos interdependientes-; si nos ayuda a instalarnos en la moderación y en la sobriedad, sin crearnos necesidades ficticias ni aspirar a lo superfluo o innecesario…, ya hemos aprendido o reafirmado una lección importante…

    Somos seres dependientes… Y si efectivamente “entramos en razón”,  veremos que la acumulación sin límites y los lujos desmedidos tienen poco sentido…  Muchos de nuestros valores son revisables… Al escribir estas palabras, me vienen a la memoria algunos dirigentes -pobres dirigentes-, que parece que no saben discernir, ni valorar, ni sirven para dirigir o aspirar a dirigir… Su dios tampoco los protege a ellos ni los hace “entrar en razón”… Ojalá que este virus, sí. Seríamos menos vulnerables… Viviríamos más seguros y con más paz…

    De nuevo, un cordial saludo, Alfredo.

  • José Antonio Pastor M.

    Y qué tipos de medidas preventivas nos van a proteger de la infodemia?

    El periodista y escritor Martín Caparrós podría decirnos muchas cosas al respecto.

    Cuidaos.

  • ana rodrigo

    Yo diría que el autor de este artículo dice obviedades que escuchamos todos los días desde las autoridades sanitarias y que yo lo veo clarísimo. Pero no parecen tan obvias para muchas personas que se ponen en riesgo y que nos ponen en riesgo, especialmente a much@s jóvenes que, por el hecho de serlo, se creen invulnerables. Acabo de leer que últimamente l@s contagiad@s suele se gente joven. Aunque en general pienso que somos más quienes cuidamos y nos cuidamos con la conciencia de que, por ahora, es la única vacuna, pero es necesario que lo seamos todos y todas, aquí no hay excepciones, y la policía debería sancionar sin escrúpulos a quienes no cumplan.

    Junto al problema  de la salud, la cuestión es tan compleja que no hace falta repetir lo que dodo el mundo observamos, desde problemas personales, a problemas sociales de paro, empleo, hambre, falta de contacto físico con los seres queridos, la imposibilidad de asistir a reuniones u otras actividades, etc. etc.

    Gracias a Alfredo Fierro por recordárnoslo.

    • oscar varela

      -“el autor dice obviedades”-
      Así es, y enhorabuena!
      Ese es el concepto de “MUNDO”:
      la HABITUALIDAD.
      …………….
      Veo que algunos
      -EN MEDIO DE LA globalización-,
      van descubriendo
      a su Matrix: EL BARRIO.

  • Carmen

    La mayoría de las personas que conozco de mi edad y mayores , no se atreven a salir de casa. Tampoco quieren que vaya nadie a la suya, salvo sus hijos y nietos, claro. Las pocas veces que lo hacen también es para reunirse con ellos un ratito.

    En nuestro grupo, el de mayores o de riesgo, esta pandemia ha dejado una huella importante. Nos sentimos frágiles, muy frágiles.

    Creo que también debemos de luchar un poco contra esa sensación. Mascarilla, lavado de manos, dos metros, evitar lugares públicos cerrados e intentar recuperar nuestra vida normal, bueno, eso que ahora llaman nueva normalidad.

    Pero claro, es mi opinión. No podemos vivir siempre con miedo. Ya hemos pasado bastante. Además, la vida es un puro riesgo.

    Somos mucho más fuertes de lo que nosotros mismos nos creemos. Y por supuesto muchisimo más de lo que se creen los que nos quieren.

    Así que. Ánimo. Nos queda mucho todavía por sentir.

    Cuidaos mucho. Y tratemos de vencer esa sensación de que ha llegado el final. El final llegará cuando llegue.

  • Carmen

    A este señor sí lo conozco. Quiero decir que he leído cosas suyas.

    Buen fichaje.

    Cuidaos todos mucho