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Iglesia desconfinada

Anhelamos un mundo desconfinado, una nueva comunidad humana en alianza vital planetaria. Cuándo y cómo sea dependerá de muchas cosas, también de los virus, pero dependerá sobre todo de lo que los seres humanos decidamos hacer hoy.

      Es la hora de repensarnos a fondo, de repensar la política, los partidos, los estados, las fronteras. La economía, la producción, el mercado, el consumo y… el hambre. Las ciudades, la vivienda, el transporte, la movilidad, la locura turística. La información, la educación, la cultura, la salud integral. La ONU, la UNESCO y la OMS. Y de preguntarnos simplemente: ¿Qué es lo que nos hace felices, felices de verdad?

      Es la hora de repensar también la religión, las religiones, el cristianismo y la Iglesia. Es como si de pronto –aunque la cosa viene de lejos, desde hace cuando menos 500 años, desde el fin de la Edad Media– la Iglesia se sintiera bruscamente sacudida en los cimientos culturales y religiosos que la han sustentado desde que el movimiento reformador y carismático de Jesús se convirtió, hacia finales del siglo I, en Iglesia institucionalizada, en nueva religión, el cristianismo. Hubo todavía otras Iglesias, pero “la gran Iglesia” de Pedro y Pablo –ellos nunca lo pudieron sospechar, menos el primero que el segundo– con centro en Roma –ni Palestina, ni Siria, ni Egipto– se impuso. Cosas de la historia.

      Pero lo que la historia erige la historia lo abate. Hoy asistimos a la crisis o al derrumbe del universo cultural sobre el que se sustentan las religiones tradicionales, más concretamente las Iglesias cristianas con todas sus diferencias históricas. El vacío de las iglesias durante el confinamiento es un impresionante reflejo de lo que ya venía sucediendo y que dentro de pocos años acabará de suceder. No es un infortunio, sino un signo de los tiempos. ¡Ojalá la Iglesia lo supiera entender y convertir en oportunidad de gracia –en la jerga teológica se le llama kairós– para una profunda metamorfosis!

      Comprendo que muchos –obispos en cabeza– reclamen el desconfinamiento no para convertirse al futuro del Espíritu sino para volver al pasado de la institución. Los indicios de esta voluntad de retorno son numerosos: indulgencias y jubileos, absoluciones “sacramentales” por teléfono, profusión de tele-eucaristías sin más comunidad que un sacerdote investido de poder para realizar el milagro de la transubstanciación, exorcismos contra el Covid-19, campañas de 500.000 avemarías y promoción de rosarios contra la pandemia, preguntas de por qué “Dios” permite que pase todo esto… Iglesia confinada en el pasado.

      Escribo estas líneas entre las fiestas litúrgicas de la Ascensión y de Pentecostés, 21 y 31 de mayo respectivamente. Ascensión y Pentecostés no tienen nada que ver con hechos históricos separados en el tiempo. Son logradísimas imágenes, bellas y extraordinariamente expresivas metáforas del espíritu originario y del horizonte infinito que inspiran lo mejor de la Iglesia y la desconfinan.

      Cuentan los Hechos de los Apóstoles que, “cuarenta días” después de la muerte de Jesús que como toda muerte fue resurrección, sus discípulas y discípulos seguían confinados, esperando ansiosos la pronta instauración del reino de Dios que Jesús había anunciado y en el que ellos soñaban groseramente ocupar los puestos más altos. De repente Jesús se presentó y los invitó a desconfinarse. “Salid –les dijo–. No me busquéis en el pasado. Liberaos de vuestros sueños y dogmas, templos y misas sacrificiales, clericales, del viejo mundo. Poneos en camino hacia los confines sin fin de esta maravillosa tierra redonda y viva. En el corazón de la humanidad, en la solidaridad cotidiana, en la comunión de los vivientes, allí me encontraréis”. Y los llevó al campo, a la intemperie. Y allí “le vieron elevarse hasta que una nube lo ocultó a su vista”. Se fue.

      Pero ellos seguían aferrados a la forma y la certeza, y se volvieron a encerrar en el Cenáculo de Jerusalén, hasta que, diez días después, en la fiesta de Pentecostés o “Cincuenta”, fiesta judía de las primicias de la cosecha y de la Ley de la Libertad, sintieron que el Espíritu de la nueva creación bullía en su interior, “y comenzaron a hablar según el Espíritu les movía a expresarse”. Hablaban libremente y anunciaban en arameo la alianza de todos los pueblos. Había allí gente de todos los países y “cada uno les oía hablar en su lengua materna”, a la inversa de la confusión de Babel. Y salieron.

8 comentarios

  • Isidoro García

        El amigo Juan Antonio ha puesto el dedo en la llaga y remarca la frase de Arregui: “Es la hora de repensarnos a fondo, de repensar la política, los partidos, la economía, las fronteras, los estados, la producción, los mercados…, el hambre…”, y yo pensaba que eso es mucho repensar.
       Me ha recordado el chiste del que decía: “Me todo con el dedo las costillas y me duele, me toco con el dedo el pie y me duele, me toco la sien y me duele, me toco…”. Y el médico no le dejó acabar: “Lo que tiene usted es el dedo roto”.
        Son muchas cosas, demasiadas cosas las que sentimos o presentimos que no funcionan, y lo que es peor, algunos tenemos la sensación de que no están bien diagnosticadas, y por ello, vamos dando palos de ciego, poniéndonos tiritas por todas partes.
       La gran mayoría, ha caído en las garras del reduccionismo simplificador, la de los que ante la falta de luz general para encontrar las llaves perdidas, (que no nos dejan entrar en nuestra casa), se dedican a buscarlas solo debajo de los dos o tres faroles, que aunque poco, algo alumbran. (El caso es hacer algo, lo que sea: que no se diga).
           Hace unos días el mismo Juan Antonio señalaba como el conocimiento de la psicología humana, está muy retrasada, respecto al conocimiento del mundo exterior a nosotros. Es eso que se dice tan a menudo de que el avance de la tecnología no ha sido acompañado con nuestro avance moral.
          Juan Antonio lo achaca a que este autoconocimiento, esta introspección exige una alta madurez psíquica interior.
          Parecería que ha habido alguna causa que ha provocado esta situación y ha frenado fuertemente este autoconocimiento personal. (Yo personalmente creo que ha sido la antropología general reinante en Occidente, como caldo de cultivo, que la filosofía griega, y el cristianismo cultural han inoculado en nuestra cultura,).
        El mundo cultural humano, tiene una característica: se ha desarrollado doble y muy paralelamente en Oriente y en Occidente. Lo que pasa es que nosotros en Occidente, a veces lo olvidamos.
        Y como señala Alan Watts en su libro “Terapia del este, Terapia del oeste”, ambas filosofías lo que intentan es el cambio de la conciencia humana.
        “La semejanza principal entre los estados de vida orientales y la psicoterapia de Occidente es su similar preocupación por provocar cambios de conciencia, alterando nuestras maneras de sentir nuestra propia existencia y nuestros vínculos con la sociedad humana y el mundo natural.
        Pero a los psicoterapeutas les resulta cada vez mas notorio que el estado de conciencia que nuestra cultura considera normal, es no solo contexto, sino también caldo de cultivo de la enfermedad mental”.
          Y si los psicoterapeutas modernos este estado de conciencia normal en la sociedad, lo consideran mórbido y enfermizante, si encima partimos de una antropología y una psicología premoderna como es la reinante en nuestra visión moralinizante y negativa de la naturaleza humana, raro es, que no estemos aun peor.
        Nos pasa como en el chiste verde de la orgía de nuestros padres: demos gracias de que no ladramos.

  • juan antonio vinagre oviedo

    Comparto plenamente el párrafo segundo del texto de J. Arregi: “Es la hora de repensarnos a fondo, de repensar la política, los partidos, la economía, las fronteras, los estados, la producción, los mercados…, el hambre…”  En suma, es hora de repensar el sistema político, económico… y ético.  Así como también el religioso, tan arcaico y alejado del Evangelio de Jesús de Nazaret.

    La Iglesia, con su sistema religioso tradicional, hoy arcaico en muchos aspectos (por ejemplo, el sacerdocio-servicio en la Iglesia católica: sacerdocio no tiene más función que ser servicio, servicio que se le da a la mujer tan bien o quizá mejor que al hombre), la Iglesia, digo, ha estado y en parte sigue estando CONFINADA en sí misma, al margen del tiempo y sus circunstancias… Y ese confinamiento en sus viejas ideas y valores, la llevó a decir muchas veces lo que decía y hacía…,  pues su referencia eran las ideas que su confinamiento tradicionalista, inamovible, le inspiraba, más que el Evangelio que leía…

    Estoy de acuerdo con Arregi en que esa desviación-confinamiento se produjo muy pronto… Lo que nos debe llevar a repensar muchas cosas y sus consecuencias, no siempre favorables para el desarrollo y dignidad del ser humano. Como afirmó el Señor: Es necesario RENACER… (ya no sé si hoy más necesario aún que cuando se lo dijo a Nicodemo…)

    • Asun Poudereux

      Siempre, siempre, es necesario renacer, por más ínfimos y efímeros nos sintamos. Es esta necesidad de realización la que entrelaza en el respeto a toda la Humanidad.

      Creo que es fundamental en el plano humano, ya que éste se entreteje en todos los ámbitos. No seamos tan nostálgicos que nos entretengamos innecesariamente en los constructos innecesarios.

      Gracias, Juan Antonio.

  • Santiago

    No importa si la Iglesia está confinada o “desconfinada” puesto que la Iglesia NO es un edificio material sino una entidad espiritual “edificada” por el mismo Cristo, piedra angular sobre la que se centra toda su visibilidad para nosotros

    Por eso, el Concilio Vaticano II afirma que la Iglesia de Jesucristo permanece en la Iglesia Católica, no sólo sustancialmente sino visiblemente como el Pueblo  de  Dios que peregrina hasta entrar de lleno en el Reino del Señor.

    Por eso la Iglesia, confinada en oración después de 40 días post-Resurrección como atestiguan los testigos visibles de los “hechos” Apostólicos, RECIBIÓ el encargo de “ID por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16:15-18) Pero no sólo eso, por supuesto:! “HACED discípulos a todas las gentes, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28:16-20) puesto que Jesus “mandó” a sus Apóstoles a “perdonar pecados” (Jn 20:19-23) y a celebrar Su Pasión, Muerte y Resurrección, a confirmar a los “hermanos”, a bendecir y sanar espiritualmente a todos etc etc hasta el fin de los tiempos ya que la misión de esta Iglesia que no puede ser confinada a las “paredes” es una misión espiritual para “la salvación eterna” que es mucho más importante que la salvación “temporal” del ser humano.

    Es por eso que el confinamiento  de  la Iglesia para los creyentes es doloroso, pero no puede ser motivo de desaliento total. La historia   de  la Iglesia De los  s a n t o s  y mártires ha sido el triunfo -no del cuerpo- sino del espíritu que es lo que perdura a pesar de la muerte.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

  • Izaskun Alberdi

    Gracias Joxe por utilizar el confinamiento para que podamos entender la situación de aquel Pentecostés y su aplicación a la situación actual.

    Me ha encantado

     

     

  • ana rodrigo

    Muy buena la aplicación de desconfinar (palabra que aún el corrector desconoce) referida a la Iglesia. Dice Arregui,Pero lo que la historia erige la historia lo abate.” Y aquí radica la clave de la paralización de la Institución. Creencias, dogmas y ritos, echan raíces inamovibles y “eternas”, en un contexto social determinado, sin darse cuenta que la historia es un fluir constante de pensamiento y costumbres, y que, mientras la historia avanza, la Iglesia se queda obsoleta, anacrónica, ininteligible e ineficaz por haber olvidado el mensaje sustancial del evangelio, para quedarse con lo accidental de relatos más o menos metafóricos, más o menos mágicos, sin exégesis actualizante de textos y relatos. El resultado es la lógica, si la sociedad evoluciona para bien o para mal, pero la Iglesia no se mueve y ocurre lo que dice este texto, mientras la sociedad se desconfina, la Iglesia sigue confinada en sus templos y sus ritos, sus dogmas y su inmovilismo.

  • Carmen

    En cuanto a lo que dice de las imágenes que han salido de la iglesia durante esta primera pandemia de la que creo que estamos empezando a salir, hay una entre todas ellas que con el paso del tiempo se hará icónica. La primera puesta en escena que se hizo en aquel vía Crucis del su santidad, aquello fue brutal. Estaba pensanda en otra clave. Pero a mí me trasmitió una soledad de la iglesia absoluta. Se ha quedado atrás. Está sola. Era un sinsentido. Reflejó perfectamente el concepto de iglesia que tenemos. Una iglesia en la que no son necesarios los feligreses. Ella sola es suficiente. Su representante oficial habla con Dios, tal y como hizo Moisés. El nos dará las normas a seguir, porque las conoce. Habla con Dios.

    Fue tremendo . Tremendo.

  • Carmen

    Es superbonito lo que cuenta de la ascensión y de Pentecostés. Superbonito.

    Me encanta como acaban los dos.

    Y se fue

    Y salieron.

    Me gusta pensar que también saldremos. Aunque a veces no lo veo nada claro. Pero no podremos culpar a nadie , somos todos nosotros los que tenemos que salir. Pienso que una persona si se manifiesta en contra de cualquier tipo de poder establecido corre el riesgo de destrozar su vida. Pero un pueblo que calla, un grupo que guarda silencio ante lo que sabe que es injusto, ante lo que sabe que no es correcto lo que se está haciendo, ese grupo , ese pueblo acabará destruido sin remedio.

    Gracias, es bonito leerle.