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Calidoscopio

Encerrado como todos por el bichito ese, leo y escribo. Hoy compongo, a modo de un caleidoscopio, un repertorio de imágenes, recuerdos y reflexiones.

     NUESTRO PRIMER JUGUETE. Si cierro los ojos, lo sigo viendo. Eran tiempos de estrecheces económicas y de educación en y para la austeridad. Por Reyes, nos trajeron un caballito amarillo de madera. Te montabas en él y te balanceabas. Los tres hermanos -los dos que me siguen ya están en la otra vida- nos disputábamos el disfrutar de él. ¡Me toca a mí, ya has estado mucho tiempo! Lo que no recuerdo es, si para cuando nacieron los dos pequeños, el caballito seguía funcionando.

     EL CALEIDOSCOPIO. Quizá fue al año siguiente. Ver a través del tubo y disfrutar de las figuras coloreadas que aleatoriamente, al girarlo, íban cambiando de forma era un disfrute para la imaginación y ocasión de disputas.

     DESCUBRIMIENTO DE LA LECTURA. Otro año el regalo consistió en unos Cuentos Centroeuropeos. Era un libro voluminoso. Lo abrí nada más despertar y casi lo había acabado para la hora de la comida. A partir de ahí, fui devorando cuanto caía en mis manos: cuentos; tebeos; las aventuras de El guerrero del Antifaz, de Roberto Alcázar y Pedrín; los clásicos de Bruguera con Mortadelo y Fidemón, Carpanta… Cliente fijo de una tiendita de tebeos que había en el Muro de la Mata de mi Logroño natal. Y luego los cambios que hacíamos con otros chiquillos que tenían los que deseábamos. Al crecer, cambiaron las lecturas; acudía asiduamente a la Biblioteca Pública para satisfacer mi pasión lectora. Y así sigo…

     EL ÚNICO PECADO. Hace años en Canarias. Me presentaron a una pareja encantadora; ella profesora de idiomas, él guardia civil. Ella, con gracejo, me confesó que vivían en pecado. Rápido le contesté: ¿Quién te lo ha dicho? ¿No os amáis? ¿No sabes que el único pecado es no amar?

     MI EXPERIENCIA CON UN PERRO. Hace unos años, cuando mi corazón y mis piernas me funcionaban para senderear, me acostumbré a pasar unos días de vacaciones en Vinuesa, un pueblo encantador en la zona pinariega soriana. Me alojaba a pensión completa en un hotelito rural. Llevaba en mi coche una maleta llena de libros. Por la mañana, después de desayunar, con mi bastón de monte y en la mochila un libro y un botellín de agua, me perdía por los montes. Trepaba rápidamente y oía el trinar de los pájaros y el ruido de animales que presurosos se escondían ante mi presencia. A veces, me encontraba con un pastor y sus ovejas. Charlábamos un rato y proseguía mi caminata. Cuando me cansaba, buscaba una piedra, me sentaba, sacaba el libro y me disponía a leer, hasta la hora de iniciar el regreso. Un día, cuando leía, oí que llegaba un animal. Era un perro de tamaño mediano y raza indefinida. Le miré y proseguí mi lectura. Se tumbó a mis pies. Cuando me levanté, él hizo lo mismo y me siguió. Crucé un puentecillo sobre el río y salí a la carretera que va Vinuesa. Íba por el arcén de la izquierda y el perro, paralelo a mí, por el centro de la calzada. Vinieron varios coches que tuvieron que orillarse para no atropellarlo. A la vez que pitaban estruendosamente. Pensarían que era mío. Llegamos al hotelito. Entré y al girar la cabeza, allí seguía el perro. No volví a verlo.

     Y CON UNA ARDILLA. Los ardillas son unos animalitos agilísimos y medrosos. Si oyen un ruido, de otro animal o de un ser humano, se escabullen, trepando rápidamente al árbol más próximo. He ído varias veces a una Casa de Ejercicios, denominada San José en el Escorial, cercana al Monasterio. Tiene un hermoso jardín de pinos, donde hay ardillas. Me explicaron que se han habituado a la presencia humana, hasta el punto de que a veces saltaban la valla para ir a pinares próximos, cruzaban la carretera, donde más de una moría atropellada por un coche. La primera ocasión que estuve, fue por un cursillo psicológico de Dinámica de Grupos. Tengo la costumbre de madrugar y me bajaba temprano al jardín para meditar paseando, antes de la hora del desayuno. Un día, estaba en ese menester, cuando se bajó un ardilla que se paró a unos dos metros de mí. Me quedé inmóvil. Durante unos cinco minutos nuestras miradas se entrecruzaron. Me sentí en conexión con ella, era mi hermana en el espíritu del Poverello de Asís. Luego, la ardilla dió un salto y trepó por un árbol.

     ZURDO CONTRARIADO. En mi niñez tendía a usar mi mano izquierda, tanto para comer como cuando empecé a escribir. Por ello, me gané abundante collejas, tanto en casa como en el cole, para que dejara de usar la siniestra. Lo lograron. Resultado: mi deficiente inteligencia espacial y una cierta dislexia. De pequeño, cuando me preguntaban cuál era mi mano derecha, tenía que mirar el dorso de la misma, para ver una pequeña cicatriz que aún conservo. Todavía hoy, cuando me dicen derecha o izquierda, pregunto desde qué punto de vista. Y si quiero indicar una dirección en un sentido o en otro, vocalmente lo digo al revés, pero con la mano siempre acierto. ¿Quizá por eso no distingo bien entre ambas? Y si se trata de los grupos ideológicos en liza, ¿por qué será que TODOS me parecen derechosos?

6 comentarios

  • ana rodrigo

    Lo de ser zurdo tiene su guasa: Jesús se sentó a la diestra del Padre, en el juicio final, a los buenos a la derecha y a los malos a la izquierda, en política, las izquierdas siempre han sido “mu” malas, y algo siniestro ya sabemos lo que significa. Cuánto sufrieron los zurdos. En cambio ahora, en un grupo de alumnado hay un alto porcentaje de zurd@s, yo tengo un nieto zurdo, y todo con tanta normalidad.

    Si es que nos ha tocado vivir unas cosas, entre la iglesia y las tradiciones y costumbres tan cerradas, que tela…Somos la generación de los cambios, desde costumbres medievales y privaciones mil, hasta haber llegado a la luna, desde todo tipo de privaciones, hasta el consumismo desaforado, desde hacernos ilusión ver un coche, hasta haber un exceso, etc. etc., y ahora…., con tantos adelantos científicos y técnicos, no saber qué hacer con un coronavirus asesino, oculto y perverso que paraliza el mundo y se lleva las vidas por miles.

    En Historia se estudia por Edades desde la Prehistoria, la E. Antigua, Media, Moderna, ¿Contemporánea?, ¿cómo llamarán al tramo de historia que ha vivido nuestra generación? Yo, me resisto a no dejarme sorprender cada día con nuevas cosas, me gusta ver que el mundo sigue adelante a pesar de los pesares. Sí me gustaría aportar mi granito de arena a un mundo mejor, porque es posible y creo en ello.

  • ana rodrigo

    Qué bueno, recordar a través del calidoscopio. Cuántas novelas han salido de este sistema de seleccionar lo que cada cual quiera ver, das una vuelta, y la realidad es otra.

    De la Guerra civil española se han escrito millones de libros, pero de la infancia en la postguerra, yo no conozco tantos, aunque los habrá.

    Yo nací el año 42 en un pueblecito aislado de la provincia de Zamora, mi calidoscopio me deja ver determinados recuerdos: no recuerdo frustraciones porque no había nada que desear, me sentí segura con el cariño y cuidado de mis padres y mi familia, creo que no pasé hambre, no recuerdo si pasé frío, que seguro que sí, nuestras horas de juego se desarrollaban en la calle con pandillas de amigos y amigas, éramos felices. Recuerdo la catequesis, de forma que, aprendíamos a leer a los seis años, y a los siete ya sabíamos de memoria el catecismo del Padre Astete (Y si no lo sabías no te dejaban hacer la primera comunión); si alguien ha estado en el aula de Antonio Machado en Baeza, pues así era mi escuela, un par de libros en la estantería y un mapa de España, y la enciclopedia de Álvarez, aunque la maestra me dejaba algún libro de los suyos, así desde los seis hasta los 14 años, todas las edades juntas, los niños tenían otra escuela aparte. Después en el colegio y a lo largo del bachillerato leíamos todos los clásicos, con qué añoranza los recuerdo…

    Yo escuchaba pasar a los reyes magos que no eran otros que los contrabandistas que venían de Portugal y pasaban de noche, pero a mí me hacía una ilusión enorme, al principio una tableta de chocolate (no de los contrabandistas, sino de los muy reales Reyes Magos) me volvía loca de felicidad, después ya vino algún juguete, pero las muñecas, preciosas, las confeccionábamos nosotras desde muy niñas.

    Mi primer gran pecado, cuyo mal recuerdo que aún rasca el corazón de lo mal que lo pasé, fue que el día de mi primera comunión, que había que estar en ayunas, como todo el mundo sabe, yo metí el dedo en el azucarero y me lo chupé, qué horror, se lo dije a mi madre y me dijo, no se lo digas nadie porque si no, no puedes comulgar.

    Mi mayor tormento eran las confesiones frecuentes, pues yo no me encontraba pecados y no sabía que decir, me los inventaba, claro mientras iba a la iglesia. Mamma mía, qué cosas

    Como mi calidoscopio se ha activado de repente, me vienen a la cabeza tantas cosas, que corto aquí, porque mi larga vida ha dado mucho de sí. Cuánt@s amig@s me han dicho que escriba un libro, cosa que nunca haré, como es obvio.

    Pero he disfrutado este ratito mientras escribía esto que me ha sugerido el escrito de Pedro Zabala, gracias, Pedro

    Nuestra mente selecciona, para poder ir tirando de la vida, aquello que nos hizo felices y, afortunadamente, desecha de la memoria lo que nos hizo sufrir. Y pobre quien siga enganchado a sus malos recuerdos.

    • Asun Poudereux

      Gracias al autor por esta maravilla y a ti, Ana. ¡Cuántos recuerdos llevamos en las entrañas!
      Esto de ser zurdo de origen tuvo sus dificultades y obstáculos, que tardan en superarse bastantes décadas, si es que finalmente se han superado. Esta primera dificultad a adaptarse puede que ayude “para bien y para mal” a flexibilizar nuestro modo de considerar más ampliamente las situaciones y acontecimientos propios y ajenos.

      Un abrazo atriero.

  • m* pilar

    Gracias Pedro; me ha despertado muchos recuerdos de mi niñez, sobre todo la lectura; y por distinta razón, las caminatas con mis hijos por los campos de Soria, especialmente con los tres mayores, por causa de una crisis asmatica de uno de ellos.

    Y en mis retiros…que también los vivía… y paseaba cuanto me era posible y siempre acompañada de algún libro.

    Ha sido hermosa la experiencia, gracias de corazón Pedro, bienvenido a este “nuestro” Atrio que tanto queremos.

  • oscar varela

    Muy bueno!
    Gracias!

  • Rodrigo Olvera

    Me ha encantado, Pedro.

     

    Confío en que nos seguirás compartiendo en ATRIO más de lo que vas escribiendo.

     

    Abrazos y esperanzas