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Breve decálogo: homo homini virus

  1. Tenemos que morir, y esta crisis sanitaria ha demostrado que, si lo sabíamos, no lo creíamos. Siempre se morían ellos, ahora también yo.
  2. Nunca antes se había visto tanto pánico a nada. Cuando hablo de pánico, hablo de una inversión absoluta de la objetividad y de una conturbación de la capacidad afectiva de las masas, que han perdido el juicio y la perspectiva. El gallinavirus: todos descabezados corriendo los últimos metros antes de morir.
  3. Dejando aparte el comportamiento de otros países, en España se ha evidenciado la escasez de recursos intelectuales, ideológicos o religiosos del ciudadano “escolarizado” para afrontar el analfabetismo antropológico y el inmanentismo. Fracaso educativo en toda regla.
  4. El coronavirus ha vuelto a poner de relieve la mentalidad preconvencional de las personas y de las familias (“para mí, para mí y para mi familia”). La gente se tapa como puede y se embozala según prescripción, pero no va a cambiar de hábitos de vida. Yendo yo caliente, ríase la gente
  5. El ansia por pasar de fase en fase hasta la fase final es la playa, el chiringuito, la cerveza, y el regreso al dorado chalet, todo lo que constituye las expectativas hedonistas del burgués y de la burguesía.
  6. La piedad necrofílica ha brillado una vez más en las banderas con crespones luctuosos. Es más fácil llorar a los muertos que luchar contra lo que mata y que compartir el dinero con los empobrecidos.
  7. También se ha puesto de relieve la incapacidad cognitiva para procesar lo que no sean las costumbres rebañegas, por ejemplo, para afrontar la problemática ecológica que todos miran sin horror, como si ya formara parte del habitual paisaje.
  8. El tiempo no cura los virus. Vendrán más virus que matarán más y nos harán más infelices. Por otra parte, muchos te llamarán agoreros si les recuerdas que el tiempo no es elástico ni infinito, y que tiene un término, un apocalipsis en el sentido griego del término, y que hay que actuar ayer.
  9. ¿Acaso van a poner el cascabel al gato vírico los apoyos económicos de China, USA, Europa? ¿Abandonarán para ello sus luchas armamentísticas, su perversa polución planetaria, su darwinismo social? La incapacidad crítica de las personas les lleva a aplaudir a quienes arrojan primero la bomba y luego las tiritas y la mercromina para sanar las heridas.
  10. Los virus son el rostro visible del caos global de la humanidad y del humanitarismo. No hay peor virus que el ser “humano”.

Este decálogo intempestivo displacerá a quienes juegan en las ligas locales, para los cuales seré de nuevo un supremacista despectivo y un contradictorio performativo, pues ¿cómo puede escribir estas cosas alguien que se dice personalista comunitario? Lo acepto, ya estoy acostumbrado.

En cualquier caso, quien haya llegado hasta aquí tiene tres opciones. La primera, despreciarme por enemigo de la humanidad y mandarme mudar, como dicen en Cuba y en Canarias. La segunda, si le place aunque no le complazca, leer lo que he ido publicando al efecto en www.mounier.org  a razón de un artículo por día desde que amaneció la pandemia (pandemia: afección de todo el pueblo), para de este modo hacerse cargo más detenidamente de mi forma de argumentar, al fin y al cabo, es gratis. La tercera, leyendo los tres libros que he escrito sobre esto mismo en estos tres meses: En las cimas de la desesperación. El miedo a vivir; Estos días llenos de noches. Un planteamiento ético sobre la pandemia, ambos ya editados en Editorial Sinergia, Guatemala, este mismo mes, y que pueden adquirir pidiéndomelo porque he de venderlo si quiero seguir publicando, y el tercero, en imprenta y próximo a salir en unos días, De otro modo. Los vendo baratos.

¿Que esta misma invitación puede parecerles una chulería intolerable a quienes no me quieren ver ni en pintura? Mi hijo Charly, que es muy bromista, en respuesta a un comentario mío sobre por qué siempre volaba en primera, me contestó: “¿Ah, pero hay otra clase? Es que yo he visto siempre una cortinilla a mis espaldas, y no he tenido curiosidad de correrla”… Y ahora más en serio. Esta misma mañana del 26 de mayo del 2020 recibo un mail del sociólogo Amando de Miguel que me ha reconfortado mucho y dado fuerzas, porque un buen comentario vale más que un millón de malos comentarios: “Querido Carlos. Sublimes tus artículos. A veces me pierdo con tus anfractuosidades cultísimas, pero admiro tu prosa y tu alma. Aprendo mucho”.

 

2 comentarios

  • Olga Larrazabal Saitua

    Las ansiedades hedonistas ¿pertenecen a la denostada burguesía?  ¿No serán patrimonio de la Humanidad, como dice la Unesco?

    Y cuando hablas de los apoyos económicos de Europa y USA ¿Cuáles son?  Porque yo he sabido que Cuba, Rusia y China han apoyado a otros países, pero de Europa Occidental y USA no he escuchado nada hasta ahora…..

  • Carmen

    Pues como soy rarita, pues entiendo perfectamente lo que dice. Otra cosa es que lo comparta.

    No me considero cobarde. Y desde muy joven entendí que la muerte es cosa de todos. Creo que todos lo hemos experimentado. Todos hemos sufrido perdidas de personas desde una demasiado temprana edad, pero nos defendemos como podemos. Eso es cobardía? Eso quizás sea producto de una cultura que evita afrontar a la muerte de cara, por muy diferentes motivos.

    Me he protegido todo lo que he podido contra este virus. Quizás porque se lo que es un virus. Pienso seguir protegiéndome. Es un país libre. Usted puede tener o no miedo  a este virus, pero le rogaría que se pudiera mascarilla, no por usted, sino por mí. Por muy valiente que sea usted y no le tenga miedo a la muerte. Trato de no tejerselo, de hecho, si de repente me quitasen las pilas, a lo mejor hasta me las quitaba personalmente. Pero mire usted, que me tengan intubada un mes con respiración asistida o sencillamente morir por asfixia, no me apetece en absoluto.

    Lo siento, pero si no digo nada me siento como que de alguna manera estoy de acuerdo con todo lo que dice. Y no es el caso. Me ha molestado profundamente algunas de las cosas que con toda impunidad ha dicho. Y no me voy a callar.

    Se llama supervivencia, no cobardía. Cosa de los seres vivos.